Capítulo V

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El ambiente dentro de la gran mansión era bastante acogedor, en comparación al frío que ha descendido significativamente fuera de esta. Pero más allá del confort que puede generar la calefacción encendida, el sentimiento de la agradable compañía lo supera en gran medida.

Desde que llegaron a su hogar, Volkov pudo notar que por primera vez en muchísimos días, atravesaba el umbral de la puerta con un sentimiento distinto en su pecho. No tenía esta necesidad de ocultar su malestar, cuando su cabeza empezaba a hacer ruido. Esa conversación con Horacio había sido más liberadora de lo que pensó y empezaba a lamentar haber permitido que sus demonios internos tomaran el control de su vida.

Horacio y Volkov están sentados en el comedor. Están por terminar su cena y por la mente del de cresta ronda un constante pensamiento de deseo, ese que desde que su pareja se recogió las mangas de su camisa para acompañarlo en la preparación de la comida, no ha logrado distraer. 

– Como siempre... – empieza a decir el ruso, llevándose gustoso a sus labios, el último bocado de comida – Tu especialidad no falla, cariño mío.

Horacio responde con una sonrisa. Había extrañado en demasía algo tan cotidiano como compartir una comida con su pareja. Pero especialmente, que desde que pusieron un pie dentro de casa, este no parase de hablar. Durante esos días oscuros, era frustrante ser testigo de lo mucho que el peli gris se había ido apagando, cada vez más; pero sobre todo, volver a presenciar cómo la coraza de hielo alrededor de él se volvía a formar.

Lo sintió de camino a casa, lo sintió al llegar, lo sintió cuando se picaban entre ellos preparando la cena, lo puede sentir ahora mismo: su ruso ha vuelto.

– ¿Vas a seguir de intenso con eso? – lo reta divertido.

– No sé a qué te refieres, Horacio – desvía – Yo sólo estoy halagando tu trabajo.

– Ajá sí, tú sabes a lo que me refiero.

Volkov sonríe y se levanta de la mesa, con la intención de recoger los platos ya vacíos.

– Como has cocinado mayormente tú, yo por mi parte limpiaré esto – informa el peli gris.

Horacio se encontraba al lado derecho del ruso, en la cabeza de la mesa. Cuando el contrario toma el plato de este, se inclina para dejarle un casto beso sobre sus labios. El de cresta necesita más de su contacto, por lo que cuando Volkov ha empezado a alejarse para continuar con su tarea, unas manos sobre cada lado de su cara lo vuelve a atraer.

Es un beso un poco más intenso, no sólo sus bocas son aprisionadas contra el otro, Horacio ha atrapado el labio inferior del ruso y empieza a querer protagonizar sus lenguas en el encuentro. Volkov corresponde gustoso al ataque. Deja sin mucho cuidado los platos sobre la mesa, para poder liberar sus manos y así pasarlas por los hombros del moreno.

Por su parte, las manos de Horacio han empezado a bajar hasta su cuello, hasta llegar a la camisa; la agarra con determinación y lo atrae más hacia él. Esto hace tambalear un poco al ruso, el cual casi cae encima de él de no ser porque se ha apoyado en el espaldar del asiento.

– Pero Horacio... – suelta Volkov entre risas, admirando divertido el poco cuidado que tiene su pareja cuando le desea de esa manera.

Esto le da una idea al de cresta, por lo que rápidamente desliza la silla hacia atrás, dejando el suficiente espacio para volver a tirar de la camisa del más alto y hacer que caiga sobre su regazo. Volkov jadea en respuesta, no le da tiempo a reaccionar cuando los labios del moreno han empezado a atacar de nuevo los suyos.

Se dejan envolver del otro, permitiendo que sean sus bocas las que expresen el amor que se tienen, sin palabras. Se saborean mutuamente, dejando que sus cuerpos reaccionen ante el contacto del otro, disfrutando de la cercanía de la que se privaron por tantos días.

Las manos morenas acarician con especial ansia la ancha espalda del contrario, mientras que Volkov ha tomado entre las suyas el rostro de Horacio, el agarre es posesivo pero con la delicadeza que lo caracteriza.

Prontamente el deseo va incrementando entre ellos. Es inevitable que sus entrepiernas no rocen entre sí y respondan ante el insistente contacto. Sus respiraciones se han vuelto más erráticas ante la intensidad de los besos y la creciente excitación.

– Ho-Horacio – intenta decir el ruso, buscando llenar sus pulmones de nuevo.

– No tienes idea de cuánto te extrañé – expresa rápidamente el de cresta, consecuencia de la felicidad que le brinda tener a su ruso de nuevo entre sus brazos, de esa manera.

Volkov sólo responde con una exhalación que parecía más a un gemido, sobre todo cuando los labios de Horacio han abandonado los suyos y han empezado a dejar un camino de besos por todo su cuello. Las manos del de cresta han descendido de su espalda a su parte trasera. Afianza el agarre, estrujando consigo los montículos del ruso. Este vuelve a rozar sus entrepiernas, las cuales llegadas a este punto, ya se han pronunciado y han comenzado a doler.

Los besos que dejaba Horacio en el cuello blanquecino, migran hacia el punto donde comienza el pecho contrario y al mismo tiempo, empieza a desabrochar los botones con dedos ansiosos. Cada abertura que va creando entre la camisa y su torso, viene acompañado de besos que degustan la erizada piel; haciendo al contrario sentir un escalofrío recorrer su columna vertebral, al percibir una de las manos de su pareja llegar al final, justo donde empieza su pantalón.

Volkov inclina su cabeza hacia atrás, dándole espacio al contrario para que bese toda la extensión de su piel, dejándole algunas marcas traviesas; esas que tanto extrañaba que dejara, recuerdos de sus encuentros más íntimos. Y es que los tormentosos pensamientos del peli gris no le habían permitido relajarse de esa manera con su pareja. Ya era complicado encontrar a Horacio despierto, cuando llegaba tan tarde del trabajo; pero además el iniciar o corresponder a los momentos de intimidad, le costaba en demasía.

Entre las miles de actitudes que percibió Horacio en él, esta era la que más le preocupaba y por la que reforzaba su insistente idea, llena de inseguridades, de que el problema podría ser él, ellos, su relación. El contacto se había vuelto muy importante entre ellos, como forma de expresión de su amor y al disminuir significativamente estos momentos; era esperable que esas dudas resurgieran a flote.

Por consiguiente, tener a la persona que más ama sobre su regazo, a la que más desea y por la que daría su vida e incluso más, le genera a Horacio una excitación más que física, una excitación a nivel psíquico. Lo ha deseado desde el inicio de los tiempos y lo seguirá deseando hasta su último aliento, pero ahora mismo, añora ver el placer que puede generar en él, ese poder que sabe sólo lo tiene él y nadie más.

Sin más espera, desabrocha el pantalón del más alto, sin detener el camino de besos; ese que llega inminentemente a uno de sus rosados pezones. Atrapa uno entre sus dientes, haciendo al ruso suspirar entre gemidos, esperando por más. Ingresa con determinación su mano dentro, más allá incluso de la ropa interior, teniendo contacto por fin con su erección.

Saca su miembro, marcando un movimiento ascendente y descendente, a la vez que succiona con fuerza el estimulado punto de su pecho. Volkov desvaría, agarrando con fuerza la cresta del contrario. Desde el principio, ha intentado que el peso de su cuerpo no recaiga todo sobre Horacio, pero en este momento la fuerza de sus piernas se ha hecho mucho más débil.
Volkov se siente sobre estimulado. El ritmo que mantiene su pareja en su erección, junto con la sensación en su pecho y el embriagador sentimiento que le produce escuchar a Horacio decirle lo hermoso que es; siente que podría dejarse llevar hasta la culminación del deseo más visceral. Pero se contiene, no quiere hacerlo aquí, no ahora, no cuando aún quiere disfrutar más de este momento.

– Cariño... – Volkov hace el esfuerzo de llamarlo – De-detente que no... no podré aguantar.

– No quiero que te aguantes – lo mira, a la vez que junta sus frentes, sin detener el movimiento de su mano – Quiero verte, déjame verte rusito... – le pide cerca de sus labios. 

El peli gris gime sonoramente, cuando el movimiento en su erección se acelera. Besa con intensidad a su pareja, lo besa como si le fuera la vida en ello. Ahoga sus jadeos en la boca contraria, siente un cosquilleo de placer que navega desde su vientre hasta sus temblorosas piernas. Lo nota, percibe ese nudo formarse, esos tirones internos que avisan la próxima liberación.

Sin contenerse mucho más, lo deja ser. Deja que su orgasmo se apodere de él, permitiendo que escapen de su boca toda clase de improperios en ruso. Horacio lo mira fascinado, tal cual como lo soñó, tal como se lo pidió. Es un deleite visual ver a ese hombre que ama correrse para él, sólo para él.

Al cabo de unos segundos, en los que Volkov ha intentado recuperarse un poco de la descarga de placer recibida, suspira en los labios de su amado. Se siente feliz, se siente pleno, se promete internamente no volver a permitir que se cree una distancia entre ellos. Horacio es su refugio, su hogar, su bienestar, la vida se ha empeñado en demostrarles infinidad de veces que juntos es cuando más fuertes son.

– ¿De qué te ríes? – pregunta Horacio, al notar una sonrisa permanente en el rostro de su pareja.

El ruso lo mira, como sólo miraría a aquello que le da sentido a su existencia, incluso a la razón de esta. No le responde, al menos no con palabras. Se levanta de su regazo y antes de que el de cresta pueda seguir preguntando, se inclina para tomarlo en sus brazos. Ante la acción, se aferra al más alto, pasando sus manos por detrás de su cuello y envolviendo sus piernas alrededor de su cintura. Volkov gira su cabeza para mirar hacia la mesa.

– Los platos pueden esperar – vuelve a posar su mirada en sus bicolores favoritos – Hay algo que me apetece mucho más... – deja en el aire, haciendo que el de cresta note el deseo en sus ojos y se estremezca en anticipación.

Con Horacio en brazos, Volkov emprende su camino hacia las escaleras, en dirección al dormitorio; donde aún tiene el resto de la noche para amarlo de todas las formas posibles.

Una vez el peli gris ha terminado de subir hasta el segundo piso, se detiene de repente, haciendo que el de cresta lo observe confundido.

– ¿Por qué paras? – inquiere.

– Eh... – se sonroja – Es que... se me han caído los pantalones.

Horacio mira hacia abajo y suelta una carcajada.

– Pues ya ves, un trabajo que me ahorro – expresa ocurrente – Eh, si me dejas bajar...

– No, no – Volkov aferra el agarre para detener sus intenciones – Dame un segundo.

En un ágil movimiento, el ruso se quita sus sandalias y con ellos, sus pantalones que ya tocaban el piso. Cuando sus pies han sido liberados, continúa con su camino inicial, compartiendo una divertida mirada con su pareja. En estos momentos, la complicidad de situaciones graciosas son sólo recordatorios de lo mucho que disfrutan de la compañía mutua, de esos que mantienen su esencia.

Entran a la habitación, esa que estas últimas noches han presenciado el perturbado sueño de Volkov y de la preocupación de Horacio por sus ausencias en el despertar. Sin embargo, esta noche, sería testigo de una de sus tantas demostraciones de su amor. Donde los besos y las caricias, curan todo lo que duele, tranquilizan eso que inquieta y cobijan lo necesitado.

El ruso deja caer con delicadeza al moreno sobre la acolchada superficie. Mantiene la cercanía, apoyando sus manos en la cama, respondiendo al llamado que le hacen los seductores labios de su pareja. Se besan, al principio con delicadeza, pero una vez sus manos acarician con anhelo el cuerpo contrario, profundizan con ansias el encuentro de sus bocas.

Horacio termina de quitarle la camisa al más alto, aprovechando para degustarse del tacto de su piel. Volkov también necesita sentir esa piel morena que tanto le fascina admirar, por lo que toma la prenda superior contraria por la parte final y tira de ella hacia arriba, dejando al descubierto ese delicioso pecho tatuado. Pasa su boca por toda la piel, besando, lamiendo, mordiendo a su paso, sintiendo los suspiros de placer de su amante.

Sigue su recorrido en dirección sur, donde justo antes de llegar al principio de sus jeans, levanta su mirada; adornando en su rostro una sonrisa ladina. Los retira con determinación, a la vez que hace lo mismo con su ropa interior, añorando encontrar eso que tanto busca. La erección de Horacio se yergue, casi invitando al contrario a que haga realidad sus más deseosos pensamientos. Y lo hace.

Lentamente acerca su boca a su miembro, cubriendo con delicadeza, pero con deseo su glande. Envuelve con su lengua toda su gran extensión, marcando un ritmo con su boca, intentando abarcar todo su tamaño dentro.

– Vik... Viktor – gime el de cresta su nombre, cuando siente su miembro casi al final de la garganta del contrario y Volkov se esmera por satisfacerle de la manera en que se lo pida, como sólo le llenan sus gemidos; esa melodía que invade con deleite sus oídos.

El ruso aprovecha la situación para alargar su brazo, abriendo el cajón de la mesita de noche que tenía al lado, tantea dentro de esta, buscando el necesitado lubricante y preservativo. Sin detener su trabajo oral, vierte sobre dos de sus dedos el líquido aceitoso. Masajea los alrededores de la rugosa piel, casi como pidiendo permiso y ante el quejido de placer de Horacio; inserta el índice en su entrada.

No pasa mucho tiempo cuando el hombre que tiembla debajo de él, pide más, así que Volkov dilatada la zona con la mayor cantidad posible de falanges, preparando con esmero; aunque las ahogadas palabras de Horacio lo interrumpen.

– Pa-para – exclama como puede – No quiero correrme sin antes montarte.

Y antes de que el ruso pueda decir algo al respecto, el de cresta ya lo ha empujado sobre la cama, posicionando sus piernas a cada lado de su cuerpo. El hombre que ahora está debajo, ha tomado el preservativo con la intención de ponérselo, pero Horacio se lo quita, tomando en su lugar el lubricante; dejando una gran cantidad de este sobre el miembro de Volkov.

– Quiero sentirte... todito – le dice, una vez ha acercado sus rostros, a la vez que con una mano alinea su entrada con la erección contraria y manteniendo el intenso contacto visual, se penetra con la misma.

Lo que empezó como movimientos, lentos y profundos, poco a poco se fueron haciendo cada vez más rápidos e intensos. A Volkov le fascina en demasía la imagen que tiene sobre él, en todo su esplendor. Ver a la persona que más ama, dejándose llevar por el placer más carnal, ese placer que sabe sólo produce él, que aunque hubiesen existido otros, nadie nunca lo ha amado como lo ama él y estos momentos de entrega absoluta, sólo generan una adoración empedernida, propia del éxtasis sexual.

No postergan más el inminente final, ese que los tiene al borde desde que sus cuerpos se fusionaron en uno solo y con el nombre del otro en sus bocas, llegan al anhelado clímax. Horacio cae primero sobre el cuerpo contrario, dejando su simiente entre ellos, Volkov lo sigue a los pocos segundos, llenando todo su interior.

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El olor de las velas envuelven el cuarto de baño, siendo la única luz que ilumina la estancia. Horacio y Volkov están sumergidos en el gran tina, el primero está de espaldas, apoyado en el pecho blanquecino, con su cabeza recostada sobre el hombro contrario; a su vez, el ruso deja tiernos besos sobre la húmeda cresta, al mismo tiempo que le brinda delicadas caricias.

– Oye... – la bajita voz de Horacio lo llama.

– ¿Mmh? – responde el nombrado, relajado, en calma, como sólo se permite estarlo en estos momentos a su lado.

– Me tenías preocupado... digo, que sabía que estabas rayao' por algo, pero no sabía por qué y no quería pensar que... bueno, que tuviera algo que ver con nosotros o... ¿sabes? – suspira – Lo que quiero decir es que te eché de menos, ruso tonto.

Volkov siente su pecho estremecerse, si hay algo que no quiere volver a permitir es dañar de alguna forma a su razón de vivir.

– Lo siento mucho, cariño – Volkov lo envuelve entre sus brazos – Nunca fue mi intención que mis actitudes generaran en ti esos pensamientos – lo besa en la frente – Claramente en mi intento de no querer preocuparte con esto... hice que provocara el efecto contrario – afianza el agarre – Prometo que ante el caso de que algo suceda, que vamos, esperemos que no... me esforzaré porque mis acciones sean distintas.

– De verdad, siempre con el mucho texto... – lo pica

Volkov sonríe, enteramente feliz y enteramente enamorado.

– Pues en ese caso... – las manos del ruso acarician el cuerpo moreno, con un evidente propósito – No hablemos más.

Y Horacio sabe lo que significa, porque ha aprendido a leer a Volkov y se ha vuelto su actividad favorita; cuando sus acciones hablan más que sus eternas palabras, cuando sus gestos, sus detalles y sus comportamientos hacia él le dicen todo lo que importa, todo lo que siente y todo lo que quiere.

Se dedican el resto de la noche a explorar en ellos sus deseos, a que sus cuerpos sean los que hablen en su lugar, a que entre gemidos, suspiros y placer; sea el amor el lenguaje propio más puro y sincero.



Continuará...


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Para las personitas que han llegado hasta aquí, lxs quiero mucho. Espero hayan disfrutado de este capítulo especial (sí, especial por el contenido que tanto nos gusta jeje) les quería decir que agradezco muchísimo que me hayan leído y acompañado en esta historia, su apoyo es increíble y me motiva mucho. Les informo además que el próximo capítulo será el último de esta preciosa historia. Aquí se entenderá el objetivo detrás de lo que hizo que esta historia naciera (además de Samm que fue el que sembró la semillita, y ni qué decir de los dibujazos que se está dejando en cada capítulo) Gracias por todo y ya dejo hasta aquí porque me pongo mucho texto como Volkov y aún NO nos despedimos.

Besitos a todxs. 😘



Nota: Para ver el dibujo del capítulo ir al perfil de @snakeofparadisse en Twitter, Wattpad no acepta imágenes nsfw.

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