Capítulo III
– ¿Qué pasa Мать (Mamá)?
– Viktor, маленький (pequeño) ve con tu hermana y tu hermanito a su habitación – la mujer lo mira directamente a los ojos – Quédense ahí y no salgan hasta que yo se los diga.
– Pero...
– No importa lo que escuchen, manténganse escondidos.
– Мать...
– Viktor, por favor – la mujer mira hacia la puerta – Ya está por llegar.
Aleksandra toma la mano de su hermano y con la otra carga al más pequeño. Los lleva rápidamente a la habitación y cierra con seguro.
– Alek... – trata de pronunciar el de brillantes ojos azulados, pero su hermana lo interrumpe.
– Ven, tenemos una misión – expresa, aparentemente animada. Deja a Aleksander sobre la cama y le indica al otro hermano que tome lugar con él. Se dirige a la puerta del armario, la abre y saca de este un gran libro – ¡Los misterios del espacio! – suelta con un sonrisa, a la vez que muestra la cubierta del libro.
Inevitablemente para Viktor es imposible no emocionarse por poder leer ese libro que tanto les costó negociar. El trabajo en el mercado era difícil, pero traía sus ventajas cuando extranjeros vendedores, poseían todo tipo de artículos interesantes. Ese libro era preciado y era un secreto especial entre ellos.
Un estruendo se escucha al otro lado de la puerta, los tres niños se tensan. Después de compartir una rápida mirada, Aleksandra señala la mesita de noche.
– ¡Viktor! – susurra – La linterna, tráela.
Ya el sol se había ocultado en ese frío día de invierno y era necesario camuflarse entre la incipiente oscuridad.
La mayor de los tres, toma rápidamente unas cobijas junto con unas almohadas y las tira por debajo de la cama.
– ¡Rápido! – ordena entre susurros – Entren debajo.
Viktor conoce su proseguir y luego de escuchar varios gritos en otra parte de la casa, se mete con premura debajo de la cama, llevando consigo su linterna. La niña carga a Aleksander y lo anima a que tome posición al lado de su hermano. Más gritos se escuchan, cada vez más altos, otro estruendo, un golpe, otro grito. Aleksandra hace tripas corazón y se esconde debajo.
El de cabellos grisáceos ya ha abierto el libro, ha prendido la linterna y está fascinado con las imágenes.
– Mira Alek... – habla Viktor bajito – Es la Osa Mayor, la cons- constelación.
– Pero qué vas a saber, глупый (tonto) – responde en el mismo tono, a la vez que los envuelve a los tres en una manta gruesa – Si eso está en un idioma raro.
Un golpe se escucha más fuerte que los anteriores, comparten una mirada y la niña le da una sonrisa tranquilizadora. Aleksander está ensimismado con los dibujos, Viktor le empieza a explicar el origen de las estrellas, o por lo menos, lo que él cree que las originó.
"Quédense ahí. No salgan"
"No importa lo que escuchen, manténganse escondidos"
"Tenemos una misión"
"Todo estará bien"
La puerta se abre con violencia.
Volkov despierta.
Horacio siente cosquillas en su nariz. No necesita abrir los ojos para saber quién lo quiere despertar. Trata de mantenerse quieto, pero apenas siente la rasposa lengua lamer su piel, le es inevitable no alejarse. Sonríe y estira la mano.
– Tamalito... déjame dormir – lo atrae hacia él, dejando besos por su cabecita. Este intenta escapar, no era el objetivo que tenía en mente – Sólo me utilizas – suelta el de cresta en un puchero, viéndolo alejarse. En ese momento se percata que el otro lado de la cama está vacío.
Se sienta, restregando sus bicolores ojos con sus manos, toma el celular de su mesa de noche y observa la hora. Es muy temprano, pero la ausencia del hombre a su lado, lo hace querer levantarse. Va al baño y se toma su tiempo aseándose, decide dejar de lado ciertos temas administrativos e ir a la sede a patrullar.
Una vez listo y vestido, baja las escaleras hasta la cocina de la gran casa. Al llegar, se percata de una pequeña nota en la encimera de la isla.
He ido a trabajar temprano, hice café.
V.
Horacio bufa después de leer. Últimamente ha estado yendo al trabajo antes de que él despierte y volviendo más tarde de lo normal. Le inquieta no saber las razones por las cuales se está refugiando tanto en el trabajo, esto ya lo ha visto antes. "Pensé que todo estaba bien" piensa; y con esa idea se toma rápidamente una taza de café y sale de casa para dirigirse a la sede.
Cuando llega, el director se encuentra a Alanna saliendo de servicio, justo en la zona de secretaría.
– ¡Hola Hache! – Saluda la de cabellos rojizos.
– Hola, ¿qué tal?
– Bueno, cómo le digo... – sonríe nerviosamente.
– ¿Qué pasa?
– Es que hoy Uve está un poco... tenso, dejémoslo así.
– ¿Cómo que tenso? – inquiere curioso.
– Ya lo verá, ¿va a entrar de servicio? – desvía – Así Thomas también puede terminar, que estamos muertos del turno nocturno.
– 10-4 voy a por un chaleco y me pongo a patrullar – la mira – ¿Dónde está Uve?
– Creo que viene para acá con Graves, escuché por radio que tenían que cambiar de patrulla.
– 10-4... pues nada, buen servicio.
– ¡Buen servicio, Hache! – se aleja para subir las escaleras – Suerte eh... – responde entre risas, mientras desaparece detrás de la puerta. Horacio se queda mirando por unos segundos, confundido por el comentario. Lo deja ser y va en busca del chaleco y demás equipamiento.
Cuando la salida de cristal que da hacia el parking es abierta por el de cresta, un patrulla visiblemente golpeado entra por las rejas corredizas. Un malhumorado Volkov se baja de copiloto y un cabizbajo Thomas le sigue.
– ¡Le dije que saltaría y no me hizo caso! – la voz del Subdirector resuena alto – Y ahí tiene, lo dejó irse.
– Pero señor...
El mayor no paraba de regañarlo, aunque no parecían los regaños de broma que siempre se compinchaban en hacer juntos o por separado, Volkov estaba realmente molesto y el de cresta recordó las palabras de Alanna.
– Buenas – Interviene Horacio, una vez se acerca a ellos – ¿Qué ha pasado?
– Que el Agente T para variar no hace bien su trabajo – responde rápidamente el mayor.
– Señor, no diga eso. Yo sí hago bien mi trabajo es sólo que...
– ¡Es sólo que nada! – interviene – Siempre anda haciendo lo que quiere y no lo que se le ordena ¡Hasta los cojones me tiene!
Horacio pudo ver como poco a poco la ira de Volkov iba en aumento y tuvo la imperiosa necesidad de detener su discurso, antes de que tomara alguna decisión en caliente.
– Suficiente – la firme voz del director se gana la mirada de los presentes – Thomas, ve con Alanna y vayan a descansar.
– Graves aún tiene que...
– Dije que es suficiente – observa a Volkov, el cual lo mira con el ceño fruncido.
– Señor, si tengo que quedarme un poco más, no tengo problema...
– Thomas – el de cresta retira su mirada de la azulada contraria, para posarla sobre el nombrado – Que vayas a descansar. Es una orden – finaliza.
– 10-4 – accede – Buen servicio Subdirector, Director – es lo último que dice antes de retirarse rápidamente de ahí, dejando a dos tensos hombres en el parking.
Horacio no expresa palabra alguna, cuando empieza a andar y saca un patrulla. Suspira y abrocha su cinturón. Volkov no le quita la mirada de encima.
– Anda, sube – pide cuando ha detenido el vehículo justo a su lado. Este no contesta ni se mueve de su sitio – No me hagas darte órdenes a ti también – le dice entrecerrando los ojos.
El peli gris termina cediendo y se sube. No comparten miradas ni palabras. Horacio acelera y dejan la sede atrás.
Apenas habían asistido a un aviso de droga y un a robo a vivienda en menos de un par de horas. A diferencia del primero, el segundo incidente había concluido de manera satisfactoria para ellos y justamente allí se encontraban procesando al detenido, el cual no había podido dar la primera curva, cuando ya estaba con el vehículo ruedas arriba.
– Agente, no cree que con lo lamentable que fue mi huida, ¿podría dejarme sólo la multa? – intenta apelar el procesado.
Volkov, que se encontraba de mejor humor al tener la cabeza ocupada, estaba con la tableta en las manos, ingresando los datos del incidente.
– Caballero, que usted no sepa conducir no es mi problema – sonríe por debajo de la máscara – Pero yo tengo que cumplir con la sanción pertinente, que en este caso son 1.200 dólares de multa y tres meses en prisión.
– Agente... por favor, considere un poco – suplica – Yo no quería hacerlo, la sociedad me ha obligado a cometer estos actos.
Horacio estaba de brazos cruzados, a poca distancia de los dos hombres, siendo testigo de la absurda pero divertida conversación; donde el delincuente quería hacerse la víctima de su delito y Volkov respondía con cómica ironía.
Sin embargo, algo en su pecho no se sentía bien y no podía seguir ignorando lo que estaba pasando. Si su pareja estaba empedernida en ocultarle lo que sucedía, él (aún con miedo de saber lo que eso fuese y más si tenía que ver en ello) no iba a permitir que esta creciente brecha entre ellos perpetuara por más tiempo.
Asimismo, cuando Volkov estaba cerrando la celda en la que el delincuente, que aún seguía implorando por un poco de condescendencia, cumpliría su condena; Horacio lo llama para que lo siga. Este último pensó que había saltado otro aviso y quería que continuaran con el patrullaje, pero cuando lo ve dirigirse escaleras arriba, continúa el mismo recorrido que ha hecho, con la duda que prontamente expresa.
– ¿Qué pasa?
– Nada, que vamos a cambiarnos.
– ¿Cambiarnos para qué? – pregunta el ruso, con la ceja alzada.
– Para salir de servicio, tenemos algo que hablar.
– Pero Hache, es muy temprano para salir de servicio.
El nombrado se gira, cuando llega a su taquilla de los vestuarios, y lo mira directamente a los ojos.
– Al contrario, Uve... ya es tarde.
Continuará.
Dibujo hecho por: Sammael @snakeofparadise en Twitter.
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