Capítulo 5: Horrorosos sueños

Sin embargo, durante el sueño el francés no logró descansar del todo ya que tuvo una pesadilla, si se le podía llamar así. En ella caminaba por un pasillo oscuro que, de pronto, reflejó una serie de pantallas. Éstas contenían imágenes, vídeos y voces por doquier. Las miraba con alegría: el viaje a Egipto, conocer a Avdol, viajar por el mundo y tantas cosas más. Y todo eso, de un instante a otro, roto, quebrado. Un ente, quizá un humano, corría por las pantallas y con toda la fuerza de su ser las quebraba, rompía, arañaba, a lo que Polnareff se limitaba a llorar. Todo se le olvidaba, esos recuerdos, esas memorias, iban desgarrándose de su mente, se borraban completamente. Finalmente, el último recuerdo restante, era el de Avdol pidiéndole matrimonio... recuerdo que, al cabo de unos segundos, desapareció bruscamente, dejando al francés sumamente vacío. Lloraba desconsolado, sintiéndose la persona más sola del mundo.

Aquellas lágrimas lo trajeron a la realidad, además de unas manos que lo mecían con suavidad. Polnareff no paraba de llorar y por inercia se cubrió el rostro. Se sentía débil luego de aquel turbio sueño.

—Jean Pierre—se oía la voz de Avdol llamar al menor —¿que tienes, que pasa? —este lo había visto inquieto en sus sueños y de pronto lo vio llorar. El aludido negaba con la cabeza, aún con los ojos cerrados. 

—Perdía... perdía todo... recuerdos... memorias... todo... —sollozaba sin parar. Lentamente abrió los ojos para toparse con la mirada atenta del contrario —gracias al cielo que estás aquí.

—Tranquilo, tranquilo, estoy aquí —el egipcio contenía con fuerza a su amado entre sus brazos

—Te... te perdía —lo miró con lágrimas en los ojos —Avdol... te olvidaba —se veía desesperado —no quiero eso... no lo permitiría... —su labio inferior titubeaba.

—Ya, mi amor—el moreno intentaba calmarlo —no llores más, fue sólo una pesadilla. No me iré a ningún lado, ¿si? —acariciaba su rostro. 

—Es que se sentía tan real... —Polnareff limpiaba sus lágrimas. —por un momento lo viví y era horrible olvidarlo todo —escondió su rostro en el pecho del moreno. Este lo contuvo hasta que logró calmarse. Lo mecía lentamente y le repartía besos por el rostro.

—Aún si eso pasara yo seguiría a tu lado—afirmaba el contrario—haría que te volvieras a enamorar de mi. Pero eso no pasará porque yo te cuidaré siempre... ¿sí?

—Lo sé... —poco a poco el francés lograba sentirse más calmado —gracias, Avdol.

—No me agradezcas. Yo te amo y nunca te dejaría solo.

El contrario asintió. Se sentía tan querido... 

—No tengo duda de ello. Solo que... ya sabes, pesadillas —suspiró. —te dejan inquieto

—Lo sé Jean Pierre —acariciaba la mejilla del menor —¿estás mejor?

—Muchísimo —asintió—¿hay que levantarse ya? —preguntó. Debían hacerlo a eso de las 05:30 am.

—Aun falta un poco—le notificó Avdol.

—Oh—Polnareff volvió a acurrucarse en el pecho ajeno —¿me avisas? siento que no descansé mucho —añadió.

—No te preocupes, duerme lo que queda hasta que nos vayamos, ya descansarás más en el avión. Pedí asientos de primera clase —presumía el moreno..

—A ti no se te escapa nada, eh —bromeó su novio— siempre quieres lo mejor y lo aprecio muchísimo.

—Claro que sí, lo mejor para ti.

—Eres tan considerado, Avdol... —sonrió—gracias... —y luego volvió a dormirse.

Un rato más pasó hasta que Avdol volvió a despertar al contrario con sumo cuidado a fin de que partieran rumbo al aeropuerto. Se vistieron y verificaron los últimos detalles antes de partir. Un radiotaxi los fue a buscar y en poco tiempo ya estaban en el aeropuerto. Pesaron sus maletas, mostraron sus boletos y fueron a la sala de espera junto con Iggy, quien los acompañó nuevamente en el viaje.
Una vez dentro del avión, Avdol no alcanzó ni a hablarle al francés y este ya se había dormido en aquellos cómodos asientos de primera clase. El moreno le sonrió con ternura y optó por no despertarlo, pues sabía que había pasado una mala noche. Ya pasadas unas horas, se acercó una azafata a ellos a ofrecerles el almuerzo, dándoles varias opciones para elegir. 

—Hay pasta al pesto, lasaña y pollo con papas duquesa y verduras salteadas para acompañar—informaba la chica.   

—Oh, quiero pollo con papas —especificó el francés—y una cerveza para beber.

—Yo pediré la pasta—informó Avdol—con un jugo, por favor.   

Al cabo de no mucho les trajeron sus pedidos a la joven pareja, quien degustó feliz aquella comida (que para ser de avión, era bastante buena). 

—¿Dormiste bien?—preguntó el egipcio a su novio después de que habían finalizado su almuerzo.

—Logré descansar muchísimo más —notificaba sonriente el peliplata —¿cuánto queda de vuelo?

—Un poco más de la mitad—le comentaba el contrario.

—Mierda, eso es bastante —suspiró. Al estar en el asiento que daba con la ventana descorrió con fuerza la pequeña cortina que había dejando a la vista un hermoso cielo lleno de nubes. —vaya...

—Lindo, ¿no?—le preguntó Avdol.

—Sin duda. Además llegaremos en la tarde y el cielo se verá más bello que ahora.

—Así es —el moreno besó los labios del contrario —dormiré un rato —avisó. 

—Haré lo mismo —dijo el albino al tiempo que se acurrucaba con su novio. —Duerme bien.

—Tú también, mi bello Jean Pierre. 

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