12. Usuaya
ESA MISMA NOCHE
Él le prometió llevarla a Usuaya, el local de moda en Ibiza y fue lo que hizo después de haber cenado solos en un pequeño y coqueto restaurante de la parte histórica de Ibiza. Lejos de miradas curiosas y de aquellos sitios de moda.
Se habían descubierto el uno al otro de una forma más íntima y profunda. Hablaron de todo. De sus sueños, de cuando eran pequeños, de las promesas que no habían podido cumplir y que desean que algún día se hicieran realidad. Estaban los dos tan cómodos el uno con el otro, que Rocío, siendo algo egoísta consigo misma, rezó porque su abuela aún tardara unos días más en estar con Andrés y así dejarla disfrutar de la compañía de Ferrán.
- Si vas a enamorarme deberías estar haciéndome algún baile insinuante o algo así, ¿no crees? -Ferrán le dio su copa a Rocío alzando una de sus cejas. Ella río y se apoyó de nuevo en una de las barandillas.
Estaban en Usuaya. Había soñado con venir aquí porque sus amigas, las más viajeras, les habían contado sus desfases en Ibiza con esta discoteca como su gran protagonista. Y ella deseaba ser como sus amigas. Y si, dejarse llevar por todo y disfrutar de la noche con el valenciano.
- No me hace falta provocarte así, Ferrán. Yo tengo otras tácticas -le dijo ella bebiendo un sorbo de su bebida. Se relamió los labios con su lengua pasándola primero por el labio superior y después por el inferior. Todo esto, ante la atenta mirada del jugador barcelonista, quien tuvo que tragar saliva sin apartar su mirada de los sensuales labios de la chica- ¿ves? ¿a qué estás pensando en besarme?
Ferrán apretó sus labios y se acercó aún más a ella. Rocío lo provocaba sin hacer nada. Simplemente siendo ella. Nunca había llegado a tener tanta confianza con una chica en tan poco tiempo. Y eso, lejos de asustarlo, le agradaba aún más.
Rocío cogió una de sus manos, se dio la vuelta y la puso sobre su estómago mientras recostaba su cuerpo sobre el pecho de Ferrán. La música invitaba a moverse y eso es lo que hizo. Bailar despacio y rítmicamente haciendo que él deslizara aún más esa mano por su cintura.
Ferrán le apartó el pelo del cuello y sus labios se posaron en el recorriéndolo lentamente con su lengua. Rocío se agarró a esa mano dejando que él hiciera lo que quisiera con sus labios. Un pequeño gemido salió de su boca cuando Ferrán deslizó su mano hasta un poco más abajo de su vientre, casi rozando esa deseada parte que estaba loco por explorar.
- ¿Y si al final eres tú la que te enamoras de mi? -le preguntó Ferrán muy cerca de su oído. Su voz le produjo un ligero estremecimiento que la hizo darse la vuelta y estar frente a él.
- No pienso oponerme a eso -fue la respuesta que ella le dio antes de darse la vuelta y colocar sus manos en el cuello del chico quien también había decidido que esta noche se rendiría totalmente a ella.
Rocío le buscó los labios. Fue la que lo besó con algo de desesperación y si, también con esas ganas que ya quería contener más por Ferrán, quien respondió a ese maldito beso poniendo todos sus cinco sentidos. Dejó Rocío que él introdujera su lengua en la cavidad de su boca buscando la suya para después lamerla y acariciarla. Ferrán bajó sus manos hasta agarrarle el culo. Lo apretó fuertemente y dejó que ella notara la creciente erección que ya abultaba en sus pantalones.
- Está usted lleno de sorpresas, señor Torres -le dijo ella con una sonrisa burlona al percibir la erección que presionaba su pelvis.
- Y aún no has visto nada, pecas.
Siguieron bailando y besándose como si no existiera nadie más que ellos. No querían dejar de tocarse ni de estar juntos. Parecía que esta noche, solo les pertenecía a los dos, sin importar quienes eran.
Rocío fue al servicio minutos después. Minutos en la que los besos de ambos habían subido en intensidad y en duración. Sufría su cuerpo un estado de felicidad absoluta mientras se metía en uno de los baños. Termino de hacer sus necesidades y cuando iba a salir, la horrible y estridente voz de Rosalía la hizo quedarse de nuevo en su cubículo.
- Pues no sé que voy a hacer ahora porque no se han separado desde que han llegado -decía ella a su interlocutor, persona que parecía darle la razón a cada una de sus palabras.
- Yo si quieres, intento alejarla de él -Rocío reconoció la voz de Alex como la otra persona que hablaba con la ex de Ferrán.
- ¿Lo harías, Alex? Necesito que Ferrán vuelva a salir conmigo, y con esa mosquita muerta en medio no voy a poder.
Rocío abrió la puerta del baño harta ya de escuchar a la rubia de bote. Cuando lo hizo, tanto Alex como ella la miraron sorprendidos.
- Mira, estoy teniendo mucha paciencia contigo, Barbie Sirena -le dijo Rocío poniendo sus brazos a ambos lados de sus caderas- si tan segura estás de que Ferrán quiere volver contigo, venga, ve. Adelante. Intenta besarlo, y si te responde al beso, vía libre, guapa.
Rosalía miró con estupor como la malagueña le hacía un gesto despectivo con su mano. Pero, no iba a perder la oportunidad de recuperar a Ferrán tan fácilmente. Así que, dejó el baño y caminó, no, corrió hacia donde estaba su exnovio, envalentonada y creyendo que esta noche lo conseguiría.
- Y tú -le dijo Rocío a Alex antes de salir del baño- me das mucho asco por como me miras, ¿vale? ni aunque Ferrán me dejara ahora mismo me liaría contigo, así que deja de hacer el payaso y pasa de mi.
Rocío salió de los baños siguiendo a Rosalía, aunque, a su ritmo. Una parte de ella sabía que se la estaba jugando y que había muchas posibilidades de que Ferrán volviera con su ex ésta noche. Apenas se conocían y no sabía lo que la cabeza del chico podía estar pensando. Si, se besaban como si no hubiera un mañana, pero eso no podía competir con los vestigios de una pasada relación.
Vio como la rubia llegaba hasta donde estaba Ferrán. Intercambiaba unas cuantas palabras con el valenciano y él se reía, haciendo que el corazón de Rocío se quebrara solo un poquito, lo suficiente para entender que todo lo de hoy, había sido una pequeña pantomima. Iba a darse la vuelta para buscar la manera de volver a esa casa donde se habían alojado, cuando él apartó a Rosalía de un pequeño empujón. Alzó sus ojos, y al ver a Rocío le dio a ella esa sonrisa que tanto esperaba.
Caminó hacia Rocio y cuando estuvo a su lado le apartó un mechón de pelo de la cara, haciendo que los latidos de la chica, golpearan muy furiosos contra su pecho. Y si, también aliviada de que él hubiera pasado de su exnovia.
- He tenido una idea -le dijo Ferrán sin dejar de mirarla, pues se perdía tanto en esos ojos verdes que ahora mismo era los únicos que quería mirar.
- Sorpréndeme -le respondió ella intentando contener el nerviosismo que la atenazaba.
- Eso podía ser el titulo de una canción.
- O de una novela.
- O de un culebrón de esos venezolanos.
- Te estás saliendo por la tangente, Ferrán.
- Si, es que tú me distraes -le dijo él mostrándole su lengua de una manera burlona.
- Mi belleza es cautivadora, no te jode -Ferrán se acercó a ella y puso sus manos en sus mejillas. La miro de esa manera como se miraban los dos últimamente, con muchas ganas.
- Lo es, Rocío. Eres muy guapa. Preciosa, más bien. Pero es que también eres la hostia, y jodidamente sexy, por cierto.
Rocío se mojó los labios y se los mordió en un gesto nervioso, no de coquetería. Dejó que él recorriera la piel desnuda de sus brazos hasta acabar enlazando sus dedos con los suyos.
- ¿Y si nos vamos a la villa y nos bebemos una botella de champan en nuestra habitación? -le propuso él. Ya se había hartado de la discoteca y de la gente que había en ella.
- ¿Cómo si hiciéramos botellón?
- Algo así. A no ser que aún quieras estar aquí. Aunque después de casi tres horas, yo ya estoy harto -le confesó él emitiendo un molesto suspiro.
- Sinceramente, prefiero estar a solas contigo. Yo también me he hartado de esto
- Bien, entonces.
Ferrán tiró de ella guiándola entre la gente. Su agarre era bien fuerte, pues no quería perderla entre tanta marabunta. Cuando al fin lo consiguió, no tuvieron que comprar ninguna bebida, pues uno de los relaciones públicas de la discoteca, le agasajó a Ferrán con una de los burbujeantes champanes, antes de que salieran de la sala.
Se dirigieron hacia la zona de taxis y tomaron el primer libre que había.
- En vez de un botellón -le dijo Rocío a Ferrán antes de montarse en el vehículo- podíamos hacer una fiesta de pijama.
- Rocío, yo no me he traído pijama, y lo sabes -le dijo él con una pícara sonrisa.
- Nos vamos a divertir, entonces.
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