Capítulo 30


     Todos están vestidos con colores pastel. Madame Marie Claire lleva puesto un vestido especialmente hermoso. Está sentada al frente, en el asiento de honor junto a su ex que ni siquiera se inmuta. El altar está frente a mí, el sacerdote lee los pasajes de la pequeña biblia que tiene en las manos y ellos dos, el novio y la novia, se toman con fuerza de las manos y se miran fijamente.

—¿Acepta usted, Etoile D'la Croix, a Jacques Zaccharie Montalbán como su legítimo esposo, para amarlo y respetarlo en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

Ella, usando el vestido más hermoso que jamás he visto y con sus perfectos bucles rubios cayendo sobre sus hombros, parpadea un par de veces para ahuyentar las lágrimas.

—Acepto.

Escucho el sollozo de una mujer rubia de edad un poco avanzada.

—¿Acepta usted, Jacques Zacchary Montalbán, a Etoile D'la Croix como su legitima esposa, para amarla y respetarla en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

Él, vestido con un traje negro, esboza su sonrisa de enamorado. Va peinado hacia atrás y usa tanto fijador como su padre.

—Acepto.

Madame Marie Claire enjuga sus lágrimas con un pañuelo blanco y esboza una enorme sonrisa. Siento crecer el nudo en mi garganta y me detengo en seco frente al altar.

—Si hay alguien que piense que estas dos almas no deben unirse en sagrado matrimonio, que hable ahora o calle para siempre.

—¡Yo me opongo! ¡Yo me opongo!

Pero nadie me escucha. Nadie me mira.

—En ese caso, por el poder conferido a mí, yo los declaro marido y mujer —dice el sacerdote—. Puede besar a la novia.

Sus labios se fusionan en un apasionado beso y las manos de Jacques estrechan con fuerza la cintura de Etoile, y todos los invitados se unen en un fuerte aplauso.

—¡Jacques! ¡Jacques, no! ¡Yo te amo!

Todo se detiene. Los colores se esfuman y la escena entera se torna de colores grisáceos. La comunidad entera se queda estática cuando Etoile se separa de Jacques y camina hacia mí, contoneándose como si quisiera hacer notar su cuerpo perfectamente operado.

—¿Lo amas? —Se burla, con una carcajada cruel—. ¿Cómo podría Jacques amar a alguien como tú?

Me da un fuerte empujón en los hombros y yo caigo hacia atrás, en un charco de agua sucia que se forma mientras me desplomo de espaldas.

~ ҉ ~ ~ ҉ ~ ~ ҉ ~

Despierto con un sobresalto. Por la ventana se ve el cielo nublado y oscuro. Me incorporo lentamente intentando no descubrirme más de la cuenta pues hace un frío infernal y estoy usando un pijama demasiado descubierto. Cubro mis ojos con mis nudillos por un momento para desperezarme. Mi respiración se normaliza de a poco.

Vaya pesadilla...

Suelto un suspiro y estiro una mano para tomar mi teléfono. Es un poco más tarde del medio día y... ¿Qué es esto? ¿Doce mensajes sin leer y catorce llamadas perdidas? Jacques estuvo intentando contactarme toda la noche. ¿Cómo pude no escuchar el tono de llamada? La última llamada fue hace veinte minutos. Debo haber caído rendida luego del día tan largo que tuvimos ayer... Los mensajes de texto son también de su parte.

Creo que ya estoy lista para leer lo que respondió ayer, pero aun así empiezo a leer desde el último mensaje recibido.

¿Ya estás despierta?

El siguiente no es tan frío, ni tan corto.

Estuve llamándote toda la noche y no respondiste... ¿Está todo bien? Llamé a mi madre, pero está en una reunión... Quiero saber de ti. ¿Puedes llamarme cuando veas esto?

El siguiente. Recibido a las seis de la mañana.

No pude dormir porque me preocupas bastante. Debo ir a una reunión importante hoy. Te llamaré cuando haya terminado. ¿Está todo bien?

Todos y cada uno de los mensajes son similares.

Apoline... ¿Dije algo malo?

El siguiente es el mismo que me negué a leer anoche.

¿Mi amante? Apoline, no quiero que pienses esas cosas... No quiero que seas mi amante. No quiero esconderme para estar contigo. Desearía que todo fuera más sencillo. Me encantaría que nuestra relación fuera algo formal, si es que tenemos una relación ahora... no puedo explicarlo por mensaje, es un poco complicado y ni siquiera yo logro entenderlo. Sólo quiero que sepas que, si tuviera que elegir, si alguien me obligara a elegir, entre etoile y tú... yo siempre te elegiría a ti. Y no sé la razón... pero sé que quiero estar contigo. Sólo si tú me lo permites...

En ese caso, ¿por qué maldita razón no termina su relación con Etoile? ¿Quiere acaso saber antes si estoy interesada en formalizar algo con él? ¡Si hemos formalizado lo nuestro hace años! ¿Qué se supone que debo decirle ahora?

—¿Mademoiselle, está despierta?

Alberta llama a la puerta golpeando suavemente con sus nudillos. Recién ahora me fijo en que Claudine no está en la habitación. Debe haber despertado hace horas.

—¿Mademoiselle?

—Estoy despierta.

—¿Quiere que le prepare el desayuno?

—Sí. Bajaré en un minuto.

Escucho sus pasos alejarse por el pasillo y se pierden cuando baja la escalera de caracol. Aparto las sábanas, resintiendo un poco el frío del ambiente, y la sigo a toda velocidad sin soltar mi teléfono. Creo que Jacques tendrá que esperar. Primero tengo que calmar el hambre que me invadió cuando Alberta mencionó el desayuno. Bajo la escalera a toda velocidad. Claudine me saluda con una sonrisa cuando me ve aparecer. Ella mira la televisión y acuna una taza de chocolate caliente entre sus manos.

—Buenos días, dormilona —dice Claudine.

—Tuve un día muy largo ayer. Sólo quería dormir.

—Su desayuno, mademoiselle —me dice Alberta, y lleva una bandeja hasta la mesa de centro de la estancia.

Un tazón de cereal, café, ensalada de frutas y panqueques.

—Y el joven Montalbán le envía esto. Dijo que tenía que entregárselos a usted —continua, y me entrega un sobre de color blanco.

—¿Jacques estuvo aquí?

—No, mademoiselle. Envió a alguien más.

Debí saberlo. Si él hubiera estado aquí, seguramente habría ido a verme. Abro el sobre, y dentro encuentro tres entradas para el tan mencionado baile de beneficencia. Con letra cursiva y de color dorado pone sobre el papel blanco la dirección y lo que parece ser el escudo de armas de la familia D'la Croix.

El baile será mañana, a las seis de la tarde.

Si son tres entradas, ¿a quién más llevaremos? Claudine sin duda no irá, no quiero exponerla a los comentarios crueles de Etoile ni llevarla a un sitio donde ni siquiera yo seré bien recibida.

—¿Estás bien? —me dice Claudine.

—Estoy bien.

El tono de llamada entrante de mi teléfono me sobresalta y tengo que tragar un bocado de cereal tan rápido, sin siquiera haberlo masticado lo suficiente, que tengo que toser y algunos fragmentos de cereal me rasgan la garganta. Respondo lo más rápido que puedo, y sigo tosiendo cuando escucho su voz al otro lado de la línea.

—¿Apoline? ¿Qué ocurre?

Tomo un buen trago de café, que me quema la lengua, y siento mis ojos lagrimear. ¿Acaso me he levantado con el pie izquierdo?

—Hola, Jacques...

—¿Dónde estabas? ¡Me tenías preocupado!

De fondo se escuchan murmullos y una caja registradora.

—Lo lamento. Me quedé dormida...

—Creí que había cometido un error, y que no querías volver a hablar conmigo.

Es tan lindo cuando está angustiado. Si tan sólo pudiera decirle que no pretendo alejarme de él...

—¿Dónde estás? —le digo.

—Tengo un rato libre. Estoy en una cafetería.

—Creí que no volvería a saber de ti hasta el día del baile.

—Dije que no nos veríamos hasta ese día. Eso no significa que no pueda llamarte. No creo poder resistir sin escuchar tu voz.

Mis mejillas se ponen coloradas.

—¿Qué opinas de mi mensaje? —continúa.

Puedo escuchar que acaba de darle un mordisco a algo.

—¿Mensaje? ¿Cuál de todos?

—¿Por qué pensaste que serías mi amante?

¿Será porque estoy saliendo contigo, a pesar de que tienes novia? Aunque, si nunca terminó conmigo, ¿eso convierte a Etoile en su amante?

—Creí que... Ya que tú y Etoile...

Claudine me mira y arquea una ceja.

—¿Es eso lo que te molesta? ¿Etoile?

—Jacques, estás saliendo con ella y van a casarse. No deberías estar saliendo conmigo si ella y tú...

—La dejaría si con eso puedo estar contigo.

Reprimo una sonrisa. Afuera está comenzando a llover.

—¿Por qué querrías estar conmigo?

—¿Por qué quieres hacerlo tan difícil?

—Si quieres tener algo conmigo, tenemos que dejarnos de estos juegos... ¿Qué somos tú y yo, Jacques?

—Quisiera que tú fueras mi novia.

Se escucha tan seguro de lo que dice, que me roba el aliento.

¡Ya soy tu novia!

—Ya debo irme, Apoline. ¿Podemos hablar de esto durante el baile?

Supongo que no tengo más opción.

—Siempre juntos, ¿cierto? —le digo.

—Siempre juntos. Te llamaré más tarde. Piensa en lo que te dije.

—De acuerdo.

Termina la llamada, y yo me quedo tan sólo preguntándome si no debería rendirme de una vez. Después de todo, el compromiso de Jacques con Etoile sigue siendo un obstáculo gigantesco e imposible de evitar. Tan es así, que no puedo alegrarme del todo ahora que sé lo que Jacques quiere conmigo. Quiero que me ame y se interese por mí a sabiendas de quién soy. No quiero ser solamente una extraña a la que parece conocer mejor que a la palma de su mano.

Estoy decidida a decirle todo durante el baile. Nada va a detenerme ni a interponerse cuando le diga a Jacques quién soy yo en realidad. Tan sólo espero no estar cometiendo el más grande error de mi vida.

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