Capítulo 21
Los primeros rayos del sol se cuelan por la ventana y me obligan a abrir los ojos. Sigo en el alfeizar de la ventana. Mi cuello y mi espalda duelen cuando intento levantarme. El punzante dolor en mi estómago es un persistente recordatorio de lo ocurrido anoche. Ni qué decir de mi mejilla adolorida. Me levanto y hago un par de estiramientos para desperezarme. Mi teléfono cae, y tengo que recogerlo tras realizar la última flexión. Entro al buzón de mensajes para verificar que Jacques haya enviado ya la hora en la que nos veremos para ir de compras.
Pero... ¿De dónde ha salido ésta conversación? Hay casi cincuenta mensajes que estuvimos enviando Jacques y yo durante la noche. ¿Cómo es que no puedo recordarlo? Leo velozmente la conversación desde el inicio para tratar de entender un poco y me detengo cuando uno de los mensajes llama mi atención.
¿Puedo preguntarte algo?
¿por qué me has pedido que te prometa lo de "juntos siempre"?
Eso lo recuerdo perfectamente. Mi respuesta es menos brillante de lo que fue mi petición cuando la hice.
Eso quiero, que estemos juntos siempre.
Es sólo que... me cuesta demasiado explicarte.
Jacques terminará por alejarse de mí si sigo así. Creerá que estoy obsesionada con acercarme a él. O peor... Etoile será quien lo crea.
¿Saliste con otra chica antes de conocer a etoile?
¿En qué momento creí que sería una buena idea?
Creo que hablaremos de eso en nuestra próxima cita...
Adjunta un emoticón sonriente. No ha cancelado, lo cual significa que no cree una completa lunática. ¿Cierto?
—¿Qué haces ahí?
Es Claudine quien habla con esa voz adormilada. Me doy cuenta de que me he sentado en el suelo alfombrado con las piernas cruzadas a mitad de la habitación. Tengo que intentar poner un orden a mis pensamientos o terminaré tirándome de un puente en un momento de distracción.
—Dios santo, ¿qué te hizo ese bastardo? Tremendo animal...
Presiona el golpe con fuerza y yo suelto un grito agudo. Me aparto de ella con fiereza. Debe agradecer su condición de embarazada. Bien pude darle un empujón para que se alejara de mí.
—Fue Etoile quien me golpeó. Te habrías enterado de todo si anoche hubieras estado despierta.
De pronto parece que ambas hemos cambiado. No somos empleadas del mismo salón de belleza. Ahora somos más amigas que nunca.
—¿Qué tal te fue anoche?
¿No es obvio? No quiero recordar a Etoile, así que le doy mil vueltas al asunto antes de responder.
—Volveré a salir hoy con él.
—¡Qué maravilla! ¿A dónde te llevará?
—De compras. Espero poder obtener hoy alguna respuesta... Él parece no saber que alguna vez fui parte de su vida.
—Cinco años es mucho tiempo... Deberías buscar otras opciones. Jacques parece muy feliz con esa rubia millonaria.
¿Cómo se atreve a insinuar semejante cosa? Ella no ha visto la forma en la que Jacques trata a esa rubia operada. No sabe que Jacques ni siquiera le recuerda a cada segundo que la ama. No creo que él quiera juntar sus labios con los de ella cuando ni siquiera soporta que lo llame por teléfono. ¿Quién se cree Claudine para opinar sobre mi relación con Jacques?
—Sólo cállate.
Puedo sentir cómo me mira mientras avanzo hacia la escalera de caracol. Sus ojos tristes, sus labios levemente separados... Sé que la he ofendido. Que la he herido. Pero no me arrepiento. He hecho este estúpido viaje sólo para reunirme con Jacques, y no voy a rendirme hasta lograr lo que me he propuesto. Jacques prometió que se casaría conmigo. Sé que sigue amándome tanto como yo lo amo a él. No permitiré que Etoile lo aleje de mí.
Bajo la escalera y veo a madame Marie Claire en el desayunador. Va vestida con su traje de ejecutiva y le da sorbos a una taza de café mientras revisa un par de gráficas. Pauline, vestida y lista para el trabajo, está sentada a su lado y teclea velozmente en su portátil. Alberta está preparando el desayuno y Antoine lee el periódico.
—Buenos días.
El fantasma de mi pequeña discusión con Claudine se cierne sobre mis hombros como un pesado yunque de hierro. Madame Marie Claire me mira y me dedica su sonrisa maternal, acaricia mi cabello con cariño y vuelve a lo suyo.
—Buen día, mademoiselle.
—¿Quiere que le sirva el desayuno? —Me dice Alberta.
—Sólo café, Alberta. Gracias.
Tengo que evitar sonreír. Mi mejilla aúlla de dolor cada vez que flexiono los músculos de mi cara. Alberta coloca la taza de café frente a mí y se retira para continuar con sus tareas. Me estiro para alcanzar la azucarera mientras escucho a Claudine bajar por la escalera de caracol. Va a paso lento. Madame Marie Claire baja sus documentos y gira sobre su asiento para encarar a Claudine.
—Buenos días —saluda.
—A partir de hoy, dormirás aquí abajo —es la respuesta que madame Marie Claire le da con severidad. Todos esos viajes en la escalera terminarán perjudicando a tu bebé.
Claudine entorna los ojos y se dirige a su asiento para tomar el desayuno. Evita mirarme y, a decir verdad, no quiero que lo haga. Le doy un sorbo a mi taza de café cuando recibo un mensaje en mi teléfono. Es de Jacques.
Buenos días, mademoiselle. Desperté hace cinco minutos y no llegaré a una cita importante para desayunar. Todo es culpa tuya.
Incluye un emoticón sonriente. Imito el gesto, aunque mi mejilla se muestre inconforme. Escribo velozmente una respuesta.
Me alegra arruinar tus reuniones matutinas.
Adjunto un emoticón sonriente y lo envío. Casi parece que siguiéramos en el pueblo. Así solían ser nuestros juegos. ¿Qué habrá pasado con esos viejos tiempos? ¿No volverán jamás? Le doy un sorbo a mi café cuando llega su respuesta. Madame Marie Claire intenta contener una sonrisa mientras sigue haciendo su trabajo.
¿Nos veremos hoy?
Hoy, mañana, pasado mañana... ¡Cuando tú quieras! Quiero responderle, pero sé que necesito antes la autorización de madame Marie Claire. Tras lo ocurrido con Etoile estoy segura de que no querrá dejarme salir de nuevo con su hijo.
—Jacques quiere llevarme de compras hoy.
Madame Marie Claire le da un prolongado trago a su bebida y yo me hundo en mi asiento, preparándome para recibir la negativa.
—Seguro se divertirán.
¿Es una broma? Me atraganto con el café y Pauline se levanta de un salto para darme una palmada en la espalda. Tengo que toser para recuperarme y siento mis ojos lagrimear. Madame Marie Claire y Claudine sueltan una sonora carcajada. ¿Es divertido ver cómo me ahogo?
Muero por verte.
Dime a qué hora.
Etoile me matará.
—¿A dónde irán? —me dice madame Marie Claire.
—Aún no lo sé.
—Bueno, Antoine te acompañará.
El tema no está sujeto a discusión. Definitivamente quiero ir acompañada. ¿Cómo sería salir en compañía de un guardaespaldas?
No hay respuesta de Jacques, así que escribo otro mensaje.
Antoine irá conmigo.
Alberta sirve finalmente el desayuno. Huevos revueltos con jamón de pavo. Antoine toma asiento para desayunar con nosotras. En los titulares del periódico que dejó sobre la mesa puedo ver una fotografía de Etoile. No puede ser. ¡Está por todos lados! Desearía poder tomar un bolígrafo para rayar su rostro hasta dejarlo oculto debajo de una capa de tinta negra. Me sobresalta la alerta de un nuevo mensaje. Jacques ha respondido.
Te invité a salir una vez, y ya estás engañandome con el chofer de mi madre. Muy mal, mademoiselle pourtoi, muy mal...
Incluye tres emoticones sonrientes. ¿Qué significa eso? ¿Somos pareja oficialmente? ¿Me he convertido en su amante? Suena tentadora la idea de ser la razón que destruirá su relación con Etoile, pero... Yo soy la prometida de Jacques. No debería estar involucrada en un amorío como el que estamos iniciando.
Es un amorío, ¿cierto? Tan bajo caí que ahora soy la amante de mi futuro esposo. Me siento sucia.
—Se enfría tu desayuno —me dice madame Marie Claire.
Ya todos han terminado y yo sigo mirando el mensaje de Jacques en la pantalla del teléfono. Escribo mi respuesta.
¿Eso significa que somos pareja?
¿Lo he dicho ya? Etoile va a matarme.
~ ҉ ~ ~ ҉ ~ ~ ҉ ~
Tuve que apartarme de mi teléfono para poder terminar mi desayuno. Bebí también un vaso de jugo de arándano y Alberta me sirvió un par de duraznos en almíbar para rematar. ¿Cómo cabe tanta comida en una cocina tan pequeña? Madame Marie Claire y Pauline se despidieron de mí para irse a sus reuniones con importantes ejecutivos. Me siento culpable. No he olvidado que yo debería acompañarlas. Cuando termine con el asunto de Jacques, me encargaré también de las finanzas. Claudine y Antoine encienden el televisor, están transmitiendo una teleserie americana que hace reír a Claudine. Antoine sonríe de vez en cuando, tiene una sonrisa encantadora. Me limpio los labios con una servilleta y finalmente reviso mis mensajes. Sonrío de oreja a oreja cuando veo que Jacques envió cinco mensajes.
¿Me obligarás a decirlo formalmente?
Suelto una risilla, y leo el siguiente.
Mademoiselle, ¿me está ignorando?
No debería ignorar a quien le invitó a cenar anoche.
Jacques sigue siendo el mismo cretino bromista de antes, me alegra saber eso. El siguiente mensaje me arranca una carcajada.
Siga ignorándome, mademoiselle.
De cualquier forma, hoy sí tendrémos sexo sin compromisos.
Más emoticones de caras sonrientes. Espero que Etoile no se entere nunca de que Jacques me escribe semejantes cosas. Si ese mensaje me hizo reír, el siguiente es mil veces mejor.
Lo sabía, mi propuesta sexual te dejó sin palabras.
Alberta me mira como si acabara de anunciar que unas voces en mi cabeza me dijeron que incendiara el apartamento. Bueno, he terminado ya mi desayuno así que pulso la tecla para llamarle. Espero que no esté con Etoile justo ahora. Espero tres tonos, y él me responde.
—Sabía que iba a persuadirte con lo del sexo sin compromisos.
Yo suelto una risa y él se contagia. Antoine y Claudine se giran para verme. Tengo que subir a toda prisa la escalera de caracol para ocultarme de sus miradas.
—Las chicas tenemos que darnos a desear...
—¿Sigues pensando en el sexo sin compromisos?
—Lamento no haberte contestado. Tenía que terminar mi desayuno.
—Imaginé que eso era.
—¿Me llevarás de compras?
—¡Ahí está! ¡Lo sabía! ¡Eres una oportunista!
—Apuesto a que no gasto tanto dinero como Etoile...
Se hace el silencio. Mierda, soy estúpida. ¿Cuándo aprenderé a no hablar mal de ella? Tengo que dejar de hacer ese tipo de comentarios cuando esté hablando con Jacques.
—Seguramente —responde—. Pasaré a recogerte en una hora. Vístete con algo lindo. Ayer te veías hermosa.
¡Dile algo, Apoline! ¡Discúlpate!
—¿Te dejé sin habla de nuevo? —se burla.
—No deberías hacerle cumplidos a ninguna chica cuando tienes novia...
Lo odio por volverme loca.
—Bueno, eso puede arreglarse —me dice y puedo escuchar su carismática sonrisa—. Te veré en una hora.
—Te espero —le digo y termino la llamada.
Sujeto el teléfono con ambas manos a la altura de mi corazón y sólo puedo preguntarme... ¿Esas últimas palabras suyas implican que lo he conseguido? ¿Dejará a Etoile por mí?
Y lo más importante... ¿Me recuerda?
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