Capítulo 17
Pareciera que llevamos siglos mirándonos, aunque sólo han transcurrido unos minutos en realidad. Etoile no deja de mirar mis ceñidos pantalones y esboza discretas muecas de disgusto. La veo acomodar sus bucles rubios sobre su escote cuando se percata de que sus implantes son demasiado obvios.
—Bueno, no sabía que tuvieras tan mal gusto...
—Puedo escucharte.
—Es amiga de mi madre —le explica Jacques—. Viene del pueblo donde crecí.
Si Jacques le hubiera dicho que escapé de prisión, seguramente Etoile no me habría dedicado esa mirada tan despectiva.
—Eso explica ese hedor... —dice, arrugando su respingada y operada nariz—. Tu amiga apesta a excremento de vaca.
Emite una risa aguda y cruel, me mira con suficiencia y la veo rodear el convertible para abordar el asiento del conductor. Me siento herida y ofendida, es como si me cayera un balde de agua helada en la espalda. Miro suplicante a Jacques y él parece sentirse como yo. ¿Qué espera para defenderme de esa zorra?
—¡Sube al auto, Jacques! —Ordena Etoile, haciendo sonar la bocina—. ¡Aléjate de ella, antes de que comiences a apestar!
Me acerco al auto y Jacques me toma por los hombros para evitar que le dé una patada al capó. Lo tengo justo frente a mí. Sus ojos aceitunados me tranquilizan.
—Lo lamento —susurra, y besa mi mejilla como despedida.
Se queda estático tras haber tocado mi piel con sus labios. La sorpresa vuelve a brillar fugazmente en sus ojos. Su lenguaje corporal intenta enviarme una señal. Me recuerda. Sé que me recuerda.
Etoile vuelve a tocar la bocina y él la fulmina con la mirada. ¿No puede dejarnos solos por un momento? ¡Estábamos progresando!
Jacques avanza al convertible para abordar su asiento. Etoile pisa a fondo el acelerador y pronto se pierden de vista. Puedo imaginar a Etoile rociando a Jacques con ese apestoso perfume. Me pregunto a dónde han ido. ¿A uno de sus de eventos de caridad? Puedo predecir que monsieur Montalbán nos hará una desagradable visita cuando se entere de nuestro pequeño encuentro. Quiero abofetearlo por sus comentarios de ayer. A él, y a Etoile. Estaré más que encantada de sabotear a monsieur Montalbán. Esa zorra artificial no va a robarme a mi hombre.
Vuelvo sobre mis pasos para entrar de nuevo al complejo de apartamentos. Presiono el botón para poner en marcha el ascensor y miro mi sortija de compromiso mientras espero que se abran las puertas. La acaricio con mi dedo pulgar, suelto un suspiro y recuerdo los comentarios de esa rubia con implantes. Jamás me había enfrentado a semejante discriminación. Me alegra que Jacques no se uniera a sus insultos. Se ha quedado pasmado como si hubiera sentido algo tan grande que sería difícil asimilarlo rápidamente. ¿Qué pudo ser? ¿Sintió de golpe la química que existió entre nosotros?
Escucho la campanilla del ascensor y las puertas se abren frente a mí. Entro en él y vuelvo a ponerlo en marcha. Me dejo caer en el suelo del ascensor mientras siento cómo voy subiendo. Sigo sintiéndome herida tras mi encuentro con Etoile y aún quisiera echarle las manos al cuello. ¿Quién demonios se cree esa zorra como para tratarme de esa forma? ¿Qué tiene de malo usar ropa como la mía? Seguramente lo que más le ha molestado de mi aspecto es mi piel morena. Esa nariz respingada no puede ser natural. Seguramente se ha hecho tantas cirugías plásticas para quedar perfecta, que ya no se parece en nada a lo que fue antes.
¿Es Etoile la misma chica que apareció en esa portada de la revista de medicina? La imagino contoneándose entre las eminencias de la medicina, luciendo vestidos provocativos y bebiendo alcohol sin parar mientras intenta alardear sobre el dinero que ha heredado de sus padres. Quiero suponer que ella es hija de alguien con tanto dinero como monsieur Montalbán. Quizá sus padres también son médicos y por eso intenta acercarse tanto a... ¡Claro! ¿Cómo no lo vi antes
Monsieur Montalbán le ha dicho a madame Marie Claire que se ha esforzado mucho intentando mejorar la vida de Jacques. ¿Cómo es que no me di cuenta? ¡Es él quien ha emparejado a Jacques con Etoile! Llego a mi destino y salgo del ascensor echando a correr velozmente por el pasillo. Casi tropiezo en una ocasión. Llamo desesperadamente a la puerta principal y Alberta abre casi inmediatamente. Ignoro olímpicamente su voz cuando me saluda y me ofrece una bebida.
Avanzo hasta el dormitorio de Pauline. Tengo que averiguar cualquier cosa sobre Etoile. El dormitorio de Pauline es grande. Tiene dos camas matrimoniales, dos armarios... Todo el amueblado está duplicado. Entro a Google y tecleo el nombre de Etoile en el buscador. Al parecer, Etoile es hija del director del Instituto Gustave Roussy, un sitio especializado en oncología. Etoile ha participado en cantidad de eventos de caridad para ayudar a construir más salas de oncología infantil en otros hospitales de toda Francia. En las fotografías aparece ella vestida con su bata blanca de practicante de medicina o con vestidos elegantes. En una imagen aparece estrechando su mano con otros doctores de edad avanzada. Es casi como si estuviera viendo a una Etoile totalmente distinta a la que conocí hace un rato.
Encuentro fotografías de ella posando frente a una mansión gigantesca, tal y como me imaginaba el sitio donde debería vivir madame Marie Claire. La veo sentada junto a arbustos podados con forma de animales, tomando el sol frente a una gigantesca piscina. Todas esas imágenes pertenecen a una sesión fotográfica para la revista Célébrité. Y entonces aparece. Para la revista People Story hay otra sesión fotográfica que anuncia el probable compromiso de Jacques Montalbán y Etoile D'la Croix. Afortunadamente, esa sesión fotográfica ha salido a la luz pública hace dos días y no se ha anunciado ningún compromiso. Aun así, me siento morir. Necesito enamorar a Jacques de vuelta antes de que se case con Etoile.
Cierro el buscador y apago el aparato mientras intento recuperar el aliento. Mi corazón vuelve a doler como si lo que quedara de él estuviera partiéndose en mil pedazos. No puedo seguir investigando a Etoile.
No quiero enterarme de más cosas que me hieran, y me hagan sentir miserable y traicionada.
~ ҉ ~ ~ ҉ ~ ~ ҉ ~
No sé cómo he terminado dormida en la cama de Pauline. Al incorporarme soy atacada por un fuerte mareo, mi cabeza duele como si hubiera recibido un fuerte golpe con un martillo. Escucho las voces en la estancia del apartamento. Me levanto de la cama con piernas temblorosas. Sin duda he enfermado luego de ver las imágenes de Etoile. Son casi las cuatro de la tarde y mi estómago reclama por algo de comida. No puedo recordar nada luego de haber apagado el portátil de Pauline. Es casi como si mi cerebro se hubiera apagado. Me miro al espejo y me quedo tranquila al ver que mis ojos no están rojos e hinchados. No he llorado. Todo está bien.
Salgo de la habitación y veo a madame Marie Claire en un sofá. Está revisando documentos. Debería estar ayudando a madame Marie Claire con sus negocios, pero en lugar de eso estoy tratando de recuperar a Jacques. Me acerco a ella y Claudine me recibe dándome una palmada en la espalda. Veo que en la mesa de centro hay pizzas que aún están calientes y estiro una mano para tomar una rebanada antes de dejarme caer junto a Claudine. Pruebo un bocado y siento que jamás he comido nada tan delicioso. Alberta trae un plato y un vaso de agua mineral. El dolor de cabeza ha desaparecido.
—¿Le entregaste la cámara?
Miro a madame Marie Claire con un trozo de pizza a medio masticar en la boca. Tardo un poco en entender su pregunta y tengo que darle un trago al agua mineral para conseguir pasar el bocado y responder.
—Sí... Me ha dado su número de teléfono y hemos estado conversando.
Pauline le pasa otra pila de documentos para seguir con su trabajo. ¿Tan difícil es manejar una cadena de negocios como la de ella? Madame Marie Claire me mira por encima de sus gafas de media luna como si estuviera esperando que diga algo más. ¿Cómo lo sabe?
—Me presentó a su nueva novia.
Me escudo tras mi rebanada de pizza mientras madame Marie Claire sigue con sus documentos. Pauline le señala algo en la hoja que tiene en la mano y comienzan a hablar de finanzas. Veo a Claudine jugando con el mando del televisor como si intentara mantenerse ajena a nuestra conversación. Le doy otro pequeño mordisco a mi rebanada de pizza cuando nos sumimos de nuevo en el silencio.
Alberta trae una bandeja con tazas de café. Madame Marie Claire toma un sorbo de café antes de responder finalmente.
—Pauline la investigó —me dice sin quitar la vista de encima de sus documentos—. Esa chica, Etoile D'la Croix, es hija de un colega de François.
Lo sabía.
—Ha sido muy irrespetuosa. Hizo comentarios muy hirientes.
—Me lo imagino —responde madame Marie Claire, y busca a tientas un bolígrafo para hacer anotaciones en la parte superior de la hoja—. Apoline, necesito que consigas salir con mi hijo.
¿Por qué no puede hablar más claro?
—¿Sabe lo que está pasando con Jacques, madame?
—No lo sé —responde—. No entiendo cómo es que Jacques no recuerda nada. Pero, si sales con él, eso cambiará.
—Me ha pedido que salgamos. Ha dicho que me llamará.
—Creo estar totalmente segura de que François pretende hacer que Jacques se case con esa chica, Etoile, para beneficiarse con el dinero de la familia D'la Croix —me dice madame Marie Claire.
¿Quiere que enamore a su hijo para sabotear a su esposo, o para beneficiarme a mí?
—Voy a recuperar a Jacques —le respondo en voz baja.
Parece que lo he dicho para mí misma. El tono de llamada de mi móvil nos hace sobresaltar en ese momento. Claudine baja el volumen del televisor mientras yo saco el aparato de mi bolsillo y pulso el botón para contestar.
Jacques es quien llama.
—Hola, Jacques.
—Apoline, qué gusto. Quería escuchar tu voz.
Son las palabras más hermosas que he escuchado desde mi llegada a París.
Por un segundo pensé que sería Etoile quien llamaría para hacerme salir de su camino. Sin duda me tomará como enemiga personal tras nuestro encuentro de esta mañana.
—Ah, ¿sí?
—Sí, pero no se lo digas a Etoile.
Cuando me doy cuenta, madame Marie Claire me mira esbozando esa sonrisa maternal.
—¿Dónde estás? —le digo.
—Espero a que Etoile salga de los vestidores —me explica—. Me pidió que la trajera de compras.
—Te matará si descubre que estás hablando conmigo...
—Lo sé. Por eso quiero pedirte algo.
—Dime, y haré lo que sea.
Lo que sea, Jacques. Cualquier cosa.
—¿Conoces La Tour d'Argent?
—No.
Es la primera vez que vengo a París. ¿Cómo espera que conozca cada rincón de la ciudad?
—Es un restaurant. Tiene una vista hermosa del Río Sena. Se ha pospuesto una de mis reuniones de hoy y quería saber si te gustaría cenar conmigo.
—Claro, me encantaría. ¿Sólo nosotros dos?
—Sólo nosotros dos. Hay tanto de lo que quisiera hablar contigo... No puedo hacerlo por teléfono, necesito verte.
—Yo también necesito verte.
Silencio. ¡Qué estúpida soy! ¡No se supone que debo ser tan directa con él! ¿O sí?
—Te iré a buscar hoy a las seis. Es un sitio elegante, así que deberías vestirte para la ocasión.
—De acuerdo —le digo—. Te veré en un rato.
—Lo espero con ansias.
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