Treinta y dos

Las cosas no cambiaron demasiado la segunda semana de clases. Emiliano temió que a Sandra se le zafara la lengua, y ya estaba preparado para dar mil explicaciones dentro de la escuela. Pero sucedió todo lo contrario. Sandra fue de gran apoyo moral cada vez que llegaba la hora de lengua, la chica supo cómo distraerlo para que su cabeza no sacara a flote los recuerdos de su relación, y su amistad se fortaleció.

Desde la perspectiva de Dolores, todo en su cabeza era un caos. Sandra no se despegaba de Emiliano, quien no quitaba la cara de velorio dentro de la escuela. Era deducible que, si esos dos salían, él no tenía motivos para andar como alma en pena por la vida.

En cuanto a Penélope, le resultó extraño no verla junto a Emiliano en los recreos. La realidad era que como él no se despegaba de Sandra, ella se limitaba a mirarlo desde lejos mientras el rencor se escurría por sus ojos. La única vez que Penélope intentó acercarse a Emiliano en uno de los recreos en que lo vio solo, Sandra no tardó en aparecer, y como la mujer no entendía de razones cuando Emiliano la rechazaba, Sandra se plantó frente a ella en defensa de su amigo hasta que no tuvo otra opción que retirarse enfurecida.

El año escolar comenzaba a diluirse junto con las calificaciones de Emiliano. Luego de los primeros exámenes, el comentario inevitable en la sala de profesores era el mismo.

¿Qué fue lo que le pasó a Herrera para que sus notas bajaran tan drásticamente?

La misma Dolores no salió de su asombro el día que corrigió su examen, recostada en el sillón de su departamento con una lata de cerveza en sus manos. Le tomó severos minutos asimilar la hoja en blanco, solo había escrito su nombre y la fecha. Tuvo que darle un sorbo importante a la lata antes de garabatear un uno como nota final.

La realidad es que ambos esperaban que el otro fuera en su búsqueda, pero ninguno quería dar el brazo a torcer. Tal vez por orgullo, quizás por prejuicios. Dolores no comprendía el cambio repentino de personalidad de Emiliano, y él, por su parte, estaba convencido de que ella había vuelto con Mauro, y sentía que no tenía chances frente al hombre que compartió más momentos con ella. Un hombre que ya tenía un porvenir asegurado, y mucho más maduro que él.

Lo que ambos desconocían, es que tenían personas a su alrededor que estaban preocupados por ellos, y que intentarían subsanar su relación.

Contrario a lo que cualquiera podría pensar, el primero en tomar esa decisión fue Mauro. Así es. El ex novio de Dolores. El hombre sabía que Emiliano trabajaba en Deportes Argentinos, aunque desconocía que no precisamente en la sucursal que se encontraba a la vuelta de su casa. Cansado de ver y oír a Dolores desganada, sin intenciones de dar el primer paso para arreglar su relación con Emiliano, decidió intervenir como el buen amigo que era luego de que se reencontraron aquella mañana en parque Rivadavia. Mauro no quiso perder contacto con Dolores, y ella, con todo el cariño que le tenía por la cantidad de años que vivió junto a él, aceptó su amistad y cada tanto hablaban por Whatsapp, teléfono, y en algunas ocasiones se han visto en la feria de libros, excusa de material para la tesis de por medio.

Mauro frecuentaba el lugar, pispeando más a los empleados que la mercadería, pero nunca veía a Emiliano. Intentó en todos los horarios, esperó paciente en la calle a que habilitaran la venta del día, fue el último en entrar a la noche, antes de que cerraran las puertas, y fue en cada rato libre que tenía.

Pero nada.

Cansado, se animó a preguntar a una de las empleadas por él. Ahí supo que él no trabajaba allí, que solo iba esporádicamente a cubrir personal ausente, preguntó en dónde podía encontrarlo, alegando que era un viejo conocido suyo, y se hizo con la sucursal exacta de Emiliano.

Sin dudarlo, se subió a su auto, ese que se compró con sus ahorros y el dinero que pudo recuperar de las cancelaciones y devoluciones del matrimonio fallido con Dolores. No le tomó mucho tiempo estar frente a la sucursal de Balvanera, mucho más grande que la de Liniers. Entró poniendo atención a todos los empleados, pero ninguno se parecía siquiera al rostro que recordaba en su mente. Temió haber olvidado las facciones de Emiliano, y cuando estaba dispuesto a darse por vencido, lo vio tras el mostrador.

La mirada perdida en la pantalla de su celular, no lucía el mismo uniforme de los vendedores, sino que vestía una camisa blanca, una corbata negra levemente desajustada y pantalones de vestir del mismo color. El gafete en su pecho confirmaba que se trataba de él, y estaba tan ensimismado delineando con sus labios la cumbia que sonaba por los parlantes del local que no notó que Mauro aguardaba detrás del mostrador.

—¿Emiliano?

Levantó la cabeza y se paralizó al ver a Mauro. Clavó sus ámbares inexpresivos en el hombre, mientras trataba de dilucidar qué hacía allí, no encontraba motivos para que el hombre se presentara en su trabajo a reclamarle por Dolores.

—¿Puedo ayudarlo en algo, señor? —Finalmente, Emiliano fingió no reconocerlo.

—Sí... Me ayudaría mucho que dejes de torturarte cantando Querida de Tambó Tambó y fueras a arreglar la cagada que te mandaste con Dolores.

Emiliano se quedó de piedra al escuchar a Mauro hablarle así, y de no ser porque estaba en el trabajo le hubiera dado vuelta la cara de una trompada.

—¿Perdón? —Emiliano lo observó con una ceja en alto, mientras le daba la oportunidad de rectificar sus dichos antes de mandarlo a sacar por seguridad.

—Lo que escuchaste —ratificó sin repetir, con postura firme pero no agresiva.

Emiliano guardó el celular en su pantalón mientras él sí adoptaba una postura agresiva, con las manos en sus bolsillos, y levantando levemente la cabeza.

—¿Me estás pidiendo que me disculpe con tu novia por lo que hice?

—¿Mi novia? —Mauro frunció el cejo, confundido—. Dolores no es mi novia, es mi amiga.

—No me hagas perder el tiempo, ¿sí? Estoy trabajando. Si viniste a reírte de mí porque me ganaste, adelante. Solo no molestes.

Emiliano volvió a poner la atención en su celular, pero Mauro no estabas dispuesto a irse.

—¿De dónde sacaste que volví con Dolores? —Quiso saber Mauro—. ¿Te lo dijo ella?

—Yo no hablo con ella desde que me echó de su departamento, ni siquiera le hablo en la clase. Imagino que sabrás que es mi profesora en la nocturna.

—Lo sé todo, por eso estoy acá. Pero no me contestaste, ¿de dónde sacaste que volvimos?

—Fui a buscarla a su casa el miércoles después de que peleamos, y estaban a los arrumacos en pleno parque Rivadavia. Yo los vi entrar juntos a su departamento, no soy pelotudo.

—¡Eso no significa nada! —expresó frustrado—. Admito que ese día le pedí que me diera una chance, pero me di cuenta que era inútil. Loly te ama, incluso más de lo que me amó a mí. En resumen, una hora después de que le pedí que volvamos a intentarlo, terminé diciéndole que vaya a buscarte. Pero la volviste a cagar, y te revolcarse con la actriz esa que también va a tu escuela.

Emiliano abrió los ojos, sorprendido. ¿Cómo es que Mauro sabía de su desliz con Penélope? Lo que lo atormentó fue que, si él lo sabía, Dolores también.

Dejó el teléfono sobre el mostrador y se restregó la cara con ambas manos.

—¿Cómo se enteró? —indagó con un hilo de voz.

—Los escuchó discutir en la escuela, sin querer. Pero eso no importa, lo que importa es que no puedo verla más así. Loly no se merecía lo que le hicimos, me incluyo. Lo mío fue una canallada, yo tuve una amante y lo reconozco, pero lo tuyo... Si no entendí mal, el primero fue un malentendido, y el segundo fue despecho. A mí me dijo de todo, me enfrentó y siguió adelante. A vos te evita, y se está dejando morir de a poco. En resumen, a vos sí te amó de verdad, a mí solo me quiso mucho. No seas boludo, andá a buscarla. No la pierdas como la perdí yo.

Emiliano quedó al borde del llanto cuando Mauro abandonó el local, pero mantuvo su postura por el uniforme que llevaba puesto. Intentaba procesar todo lo que el hombre le había dicho, le costó comprender que había sufrido en vano. Si hubiera intentado recomponer su relación con Dolores ese miércoles, a pesar de haberla visto abrazada a Mauro y posteriormente entrando a su departamento con él, la historia sería otra.

Tarde comprendió que actuó igual que Dolores. Fue testigo de un hecho que malinterpretó, y prefirió quedarse con su falsa percepción en lugar de aclarar las cosas.

Tenía que hablar con Dolores, pero no sabía cómo, dónde, y en qué momento.

Ni con qué cara, después de tres meses de ignorarse.

Y este es el cumbión que sonaba en el local, y que Emiliano cantaba por lo bajo cuando llegó Mauro.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top