Once

Le parecía raro estar en Liniers, a pesar de que deambuló muchos años de su vida en ese barrio. Pero lo que era más extraño, era el hecho de que Emiliano aparecía nuevamente en su mente para borrar de un plumazo todos los recuerdos con Mauro por esas calles.

No podía evitar sonreír al recordar que allí se conocieron.

Nada más llegó al edificio, el encargado estaba en la puerta y la dejó pasar, Dolores lo conocía de todas las veces que se quedó a pasar tardes y noches enteras con su ya ex prometido. Mientras subía, intentó hacer un repaso mental de todo lo que había dejado en el departamento, cuanto antes terminara el asunto, mejor sería para los dos.

Tocó el timbre del departamento y aguardó a que Mauro abriera la puerta, pero los minutos pasaban y nadie respondía. Insistió con un timbre más prolongado, hasta que a lo lejos escuchó un «voy» como respuesta.

—Loly... Creí que ibas a avisarme antes de venir.

Dolores no daba crédito a lo que veían sus ojos. Mauro lucía desaliñado, con brazaletes de cuero en sus muñecas, y no precisamente los mismos que usaba Emiliano para ocultar su tatuaje. Olía a un perfume tan fuerte que resultaba nauseabundo, y su cuello estaba lleno de marcas de labial carmín.

No sabía si reír o llorar. Su relación todavía estaba fase de cierre, y Mauro ya se había atrevido a meter a su nueva mujercita en el departamento.

—Perdón, no quise interrumpir tu recreación de 50 Sombras de Grey, vine por mis cosas. Voy a hacer de cuenta que no vi nada, ¿sí?

Mauro asintió con la cabeza. —Pasá, ya te traigo las cajas.

Entró con cautela, intentando quedarse a un paso de la puerta para ocultar la vergüenza ajena que le daba la situación. No quería despegar la vista del piso, y cuando lo hizo, sus ojos fueron a parar al sillón, donde estaba regada la ropa de ambos. Frunció la nariz del asco que le daba la escena, aunque a su vez se sentía afortunada de haber descubierto el engaño una semana antes de la boda.

Las voces desde el pasillo de las habitaciones llamaron su atención, se escuchaba una discusión por lo bajo, exactamente, Mauro era quien discutía con la voz femenina.

¿Qué tiene de malo? Ya terminaron, que la mojigata lo supere de una buena vez. Me cansé de ser la otra, Mauri. Ahora yo soy tu mujer, y es hora de que lo sepa.

Dolores no tuvo tiempo de quitar la vista del pasillo, la tal Denise hizo su aparición en el living con aires de señora de la casa. Vestía ropa interior de encaje negro, pero lo más peculiar era el collar de cuero en su cuello, del cual colgaba una cadena que caía por su espalda.

Y Dolores ya no pudo contenerse. Se echó a reír ante la fúrica mirada de la rubia.

—No te preocupes, la mojigata ya se va —habló entre risas—. Me llevo mis cosas y me voy para que puedan seguir jugando a la película porno, tengo cosas más importantes que hacer —finalizó con desdén.

Denise no dijo nada, pero se notaba que echaba humo por las orejas con cada risita que Dolores trataba de contener, mientras chequeaba su teléfono para no seguir caldeando el asunto.

—¿De qué te reís? Estúpida —escupió despectivamente.

Dolores la observó de reojo con desprecio, luego cerró los ojos y contó hasta mil para no mandarla a la mierda. No valía la pena armar una escenita en la cual iba a terminar quedando como la despechada del asunto. Con el celular en su mano, aspiró fuertemente y rezó a todos los dioses para no arrepentirse de lo que estaba a punto de hacer.

Dolores seguía sorprendiéndose de lo perceptivo que era Emiliano, el favor de la mentira blanca acababa de convertirse en un juego peligroso. Le hizo caso a regañadientes, sabía que desde ese momento no tendría vuelta atrás. Lo agendó rápidamente, y al buscarlo en la lista de contactos vio la misma foto de perfil que en Instagram, pero a tamaño completo. Entro al chat, y lo primero que hizo fue ampliarla. Su garganta se secó mientras sus ojos delineaban cada una de las curvas de su abdomen.

En cueros, Emiliano era capaz de dejar sin aliento hasta a una monja.

Se paró de espaldas a Denise, quien no le quitaba la vista de encima, respiró nuevamente y envío la nota de voz.

—Hola, lindo —canturreó lo más sensual que pudo, en voz baja para que sea más creíble la intimidad del momento—. Me voy a demorar un poquito, vine por mis cosas a lo del gobernado por la amante, pero creo que me confundí de departamento y me metí a un set de filmación porno. —Soltó una risa que para nada fue fingida—. Larga historia, después te cuento. Te aviso en cuanto salga así nos vemos.

Envió la nota de voz y volvió a su posición inicial, notó que la rubia estaba más cerca, ya se había quitado el collar y estaba con algo de ropa. Aun así, no bajaba su posición defensiva.

—¿Ya terminaste de jugar a la superada con alguna amiguita tuya? Ah, no... —Chasqueó los dedos—. Cierto que no tenés amigas más que una vieja de setenta y pico de años.

Dolores sintió la trompada verbal de Denise, le había dolido el golpe, pero no por el hecho de que era cierto lo que decía la rubia, sino porque estaba descubriendo todo lo que la mujer sabía acerca de su vida. Y también sintió como propia la ofensa a Aurora, quien la ligó de rebote sin comerla ni beberla.

Era evidente que Mauro le habló mucho de ella, quizás esa era la raíz del odio que le tenía.

Entró al chat de Emiliano para pasar el mal momento, y su corazón comenzó a galopar con fuerza cuando leyó «grabando audio...» bajo su foto. Aguardó hasta que la nota de voz apareció en el chat, y lo reprodujo por los altavoces del aparato, mientras nuevamente simulaba privacidad.

Preciosa... No te preocupes. —La voz de Emiliano sonaba un decibel más bajo por teléfono—. Ya te dije que si tengo que esperarte una vida lo voy a hacer con todo gusto. —Sonrió por inercia, era lo mismo que le había dicho por Instagram, pero escucharlo de sus labios le daba otro significado—. Mandame tu ubicación, creo que ando cerca. Te paso a buscar.

Dolores le envió la ubicación para continuar con el juego, dudaba que estuviera cerca de la zona, aunque nunca supo en qué sucursal trabajaba realmente. Cuando levantó la vista, tanto Denise como Mauro la observaron boquiabiertos.

—Ay, perdón... Que modales los míos. Te presento a mi amiga de setenta y pico de años.

Dolores se acercó hasta Denise con el teléfono, abrió el chat con Emiliano y amplió la foto para que corroborara la veracidad de la conversación. Los ojos de la mujer se abrieron al ver la pantalla, y no pudo evitar mirar de reojo a Mauro.

La comparación era inevitable. Y el ganador, indiscutible.

—Ya no los molesto más, tenemos que ir a tomar el té —ironizó con comillas—. Mauro, ¿me ayudás a bajar todo hasta el auto? No sabía que tenía tantas cosas.

El hombre asintió con la cabeza, mientras intentaba ocultar la rabia que sentía al haber descubierto que Dolores estaba comenzando a rehacer su vida. Tomó una caja y salió al pasillo sin emitir palabra, dejándola sola con la rubia.

—Ya tenés tus cosas, espero que ahora nos dejes en paz.

—Eso ni lo dudes. Seguí comiendo mis sobras, que yo ya encontré al plato fuerte. Y ya viste qué fuerte está. Nos vemos, Dina.

—¡Me llamo Denise! —gritó furiosa, pero Dolores ni siquiera volteó a verla.

Ya en el ascensor, le tocaba la segunda parte no planeada.

Enfrentar a Mauro, y hacerle entender que no era ninguna hipócrita, como de seguro estaba pensando en ese momento.

Te lo prometí en Instagram La_Letruda. Perdón por ser la mala del capítulo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top