Diecinueve
Era julio y el frío calaba los huesos en la ciudad. Habían pasado tres meses desde que Dolores se había decidido a rendirse por completo a Emiliano, pero su bonito no había vuelto a insinuarle avanzar la relación.
Si bien cada vez veía a Sandra más cerca de Emiliano, él siempre encontraba la manera de mandarle algún mensaje durante las clases. Siempre encontraban el punto ciego del peligro, y atrás quedó esa regla de no escribirse dentro del establecimiento.
Todo marchaba bien, pero la costumbre se los estaba devorando.
Ninguno imaginaba un día sin el otro. Ambos soñaban con el momento en el que pudieran salir de la mano a la calle, sin preocuparse si hay un alumno o un profesor cerca que los estuviera observando. El tiempo les empezaba a pesar, les urgía avanzar el tiempo, jugarse por amor.
Pero ninguno se animaba a planteárselo al otro, por miedo a fallar a su palabra.
Dolores no quería apurar las cosas por miedo a que él abandone sus estudios para estar con ella. Y Emiliano no quería avanzar porque tenía miedo de que ella pensara que estaba faltando a su promesa de esperarla hasta terminar la secundaria.
Así se esfumó medio año escolar.
Era un martes de tormenta y frío, de esos días en que el caudal de agua es tanto que las calles se inundan porque la lluvia copiosa no le da tiempo a los desagües a hacer su trabajo. Por lo general, esos días la concurrencia a clases es baja, ya sea por calles anegadas o simplemente porque es mejor plan quedarse en casa con un café y una película.
Pero ese día la tormenta los sorprendió a todos en plena clase.
La administración permitió la salida anticipada de los alumnos, a las diez y media de la noche. Algunos se agolparon en la puerta a esperar el momento preciso para correr hasta su medio de transporte, y los más osados ni siquiera esperaron. Ninguna lluvia impediría la satisfacción de salir antes de clases.
Dolores se preocupó por Emiliano, lo buscó con la mirada para avisarle que lo esperaría dentro del auto para llevarlo a su casa, pero no lo encontró por ningún lado. Tampoco podía buscar como una desesperada por los pasillos, así que no tuvo más opción que enviarle un mensaje.
Sin perder más tiempo, corrió bajo la lluvia hasta su auto, y fue hasta el punto de encuentro. Pero los minutos pasaban, y Emiliano no respondía. Comenzó a preocuparse, por lo general nunca tardaba en responder cuando no estaba trabajando. Luego pensó que quizás ya estaba de camino a su casa, o que había tenido alguna emergencia con su familia y por eso no respondía. Cuando ya no tenía sentido seguir esperando, decidió que lo mejor era volver a su casa, la ropa mojada comenzaba a molestarle. Lo mejor era irse, ducharse, y ya luego vería la manera de comunicarse con Emiliano.
Condujo con precaución por Rivadavia, era tanta el agua que caía del cielo que los limpiaparabrisas no daban abasto a barrerla. Y cuando paró en un semáforo, ahí lo vio.
Rezagado contra el cartel de publicidad en la parada de colectivos intentando cubrirse de la lluvia, resguardando su morral para que no se mojen las cosas que llevaba dentro. Empapado hasta los huesos y temblando de frío. Pero estaba tan concentrado en ver si venía su colectivo, que no notó que el auto que tocaba bocina junto a él era el de Dolores.
—¡Emi! —gritó por la ventanilla del copiloto, en vano—. ¡Bonito! —insistió aporreando la bocina.
Emiliano no escuchó porque los demás autos también tocaban bocina, más precisamente a ella, que se había quedado detenida obstruyendo un carril cuando el semáforo se puso en verde.
Resignada a que no la escucharía, bajó del auto y se acercó hasta él.
—¿Preciosa? —Emiliano reconoció esos ojos ámbar que lo enloquecían bajo la capucha.
—Vámonos antes de que me maten.
Emiliano levantó la vista y se encontró con toda la fila de vehículos intentando esquivar a ese Clío negro, casi abandonado, en el medio de Rivadavia. Ambos corrieron a meterse dentro del auto, Dolores arrancó y salió de la avenida para estacionar en la calle transversal.
—Emi, me tenías preocupada. Cuando Tito los dejo salir media hora antes te escribí para avisarte que te llevaba a tu casa, te esperé en la esquina y como nunca llegaste me fui.
—Es que metí el teléfono adentro del cuaderno para que no se mojara. Perdón por asustarte, preciosa.
En ese momento, las inseguridades se apoderaron de Dolores. Sabía que Sandra y Emiliano eran muy cercanos, y ella se sentía en desventaja, a pesar de que él siempre de encargaba de demostrarle cuánto le importaba. Sandra tenía veinte, y ella treinta. Era mucho más probable que él se fijara en su compañera, por la cercanía de edad.
—No, no te preocupes. Imaginé que habías acompañado a Sandra hasta su casa, sé que vive a la vuelta del colegio y a veces la acompañás porque ya es tarde y es peligroso.
—Esperaba este momento... —suspiró, echando la cabeza hacia atrás.
—Es eso, ¿no? Están saliendo —preguntó y afirmó, tratando de mantener la compostura—. Están saliendo y no sabías cómo decírmelo para...
Pero Emiliano no la dejó terminar, tomó su rostro y la besó. Al principio, Dolores no entendía, pero cuando cayó en la realidad, se aferró a su nuca e intensificó el beso. Se besaban con desesperación, saboreando cada centímetro de los labios del otro. Emiliano fue quien cortó el beso.
—Esperaba el momento en el que me preguntaras por Sandra para demostrarte que estás equivocada. Te confieso que fue una promesa que me hice cuando entendí que, por más que hiciera lo que hiciera, no iba a poder persuadirla. Me juré que el día en que me preguntaras por ella, iba a confesarte todo este amor que ya no sé cómo ocultar. Te amo, preciosa.
—Yo también te amo, bonito. ¿Para qué mentirte? —confesó rendida.
—¿Tiene sentido esperar a que me reciba? —preguntó con dulzura, mientras enjugaba la lágrima que se le escapó a Dolores luego de su confesión.
—Solo si me jurás que vas a terminar tus estudios, y que todo va a seguir como siempre.
—Eso no puedo prometértelo, preciosa. Porque a partir de ahora ya nada va a ser igual. Va a ser mejor.
Volvieron a besarse, ya con más calma. El tiempo se detuvo mientas ellos recuperaban cada beso perdido, y la lluvia no cesaba.
—Decime que esta noche te vas a quedar conmigo —susurró Dolores sobre su boca.
—Hoy, y todas las que quieras.
Sin perder más tiempo, Dolores condujo hasta su departamento. Al llegar, las dudas asaltaron a Emiliano. Temía que Dolores estuviera presa de su impulso y de los celos, y no quería arruinar la bonita relación que tenían.
—Preciosa... —Se acercó hasta quedar frente a ella, y tomó su rostro antes de seguir—. ¿Estás segura de esto? Si avanzamos al siguiente nivel, no soportaría un rechazo, o que me digas que preferís esperar a que me gradúe.
—Ya no aguanto más, Emi. No soporto verte de lejos, es una tortura para mí tenerte tan cerca y tan lejos a la vez. Prefiero fingir y saber que en verdad estamos juntos, a arriesgarme a perderte por cansancio.
—Yo te juré que iba a esperarte. Intuyo que nunca encontraste mi nota.
—¿Qué nota?
Emiliano caminó hasta la biblioteca, esperando que el papel siguiera ahí, Dolores lo siguió confundida. Examinó los títulos de los libros y eligió uno.
—Agarrá Orgullo y Prejuicio. —Dolores lo observó confundida—. Dámelo.
Todavía confundida, Dolores hizo caso, y al tomarlo, dos papeles volaron frente a sus ojos. Uno lo conocía, era la nota de Mauro, pero el otro lo desconocía. Lo tomó, y al leerlo, una sonrisa se dibujó en su rostro.
—¿Cuándo pusiste esto ahí?
—¿Cuántas veces estuve acá? —repreguntó—. Ese día me di cuenta que estaba enamorado de vos, esperaba que la encuentres antes, pero veo que no sos lectora asidua de novelas románticas.
—No es eso, al contrario. Orgullo y Prejuicio lo sé de memoria —sonrió bajando la cabeza.
Dolores apoyó la nota y el libro sobre la biblioteca, y fundió sus labios en los de Emiliano.
Era inútil seguir esperando. Era hora de avanzar al siguiente nivel.
Lo estaban esperando, ¿no? Igual, no se asusten. Faltan muchas cosas todavía. La canción de multimedia salió justo apenas después de escribir este capítulo y es PERFECTA. Solo escuchar ese «¿Para qué mentir? ¿Para qué esperar?», fue como escucharlos a ellos en el auto después de besarse por primera vez. Mágico. 💫 💖
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