CAPÍTULO 1
Capítulo dedicado a 99_anita_99. Espero que te guste la historia ^-^
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El joven de cabellos verdes no podía apartar la vista de esa foto enmarcada que tanto le gustaba.
En ella se encontraban él, un pequeño amigo disfrazado de reno y aquel muchacho de cabellos rubios al que tanto amaba. Un día de nieve en el que su enamorado se encontraba juguetón y no paraba de molestarlo.
Sonrió recordando esa linda y graciosa mañana de invierno.
FLASHBACK
El joven muchacho de cabellos verdes se encontraba durmiendo plácidamente en su acogedora cama. Agusto y ageno a todo.
Pero el retumbante e incesante sonido del timbre lo sacó de su preciado sueño. Suspiró frustrado llevando la vista al reloj de su muñeca. Las 9:00 a.m. ¡¿Quién diablos se levantaba un domingo a las 9:00 de la mañana?!
El timbre seguía sonando insistentemente hasta que lo llevó a la desesperación. Se incorporó molesto y corrió a abrir.
-- ¡¿Qué?! -- Exclamó sin siquiera ver de quien se trataba.
-- ¡Eh relaja los humos Marimo!
-- ¡¿Que relaje los humos?! ¡Sois vosotros los que habéis venido a molestar a las 9:00 de la mañana! ¡Tengo sueño!
Mientras hablaba acribilló a los tres muchachos con la mirada. Luffy y Chopper rieron divertidos mientras el rubio no apartaba su desafiante mirada de la de su contrincante.
-- ¡Zoro vamos a jugar en la nieve! ¡Ven con nosotros!
-- ¿Para eso me despertáis? -- Suspiró. -- Paso.
Estuvo a punto de cerrar la puerta, pero el pie del Pierna Negra lo impidió.
-- ¡Oh vamos, no seas roñón! -- Protestó. -- ¡Sal un poco de casa y deja de dormir maldito vago!
-- ¡No quiero jugar! ¡No soy ningún niño para andar a hacer esas cosas y vosotros tampoco! ¿Además tú no tienes que atender el Baratie? ¡Y tú Luffy! ¿No habías quedado con Nami? La bruja se cabreara si no llegas puntual.
-- Boh, el viejo me dio permiso.
-- Y Nami canceló la cita. Está cabreada conmigo. -- Hizo un puchero.
-- ¿Qué hiciste ya?
-- Ya te contaré. -- Cambió su expresión tristona de vuelta a una sonriente. -- ¡Pero ven a jugar con nosotros! ¡Por fa!
-- ¡He dicho que no quiero!
-- ¡No seas amargado! -- El rubio lo vio haciendo una mueca y acto seguido sonrió burlón. Se le había ocurrido una idea. -- Lo que pasa es que sabes que no puedes ganarme en una guerra de nieve. Por eso no quieres jugar, eres un perdedor mentiroso y miedica.
-- ¡¿Perdona?! ¡Te tumbaría con una sola bola de nieve!
-- ¡Ya claro, por eso no quieres jugar!
-- ¡Te voy a romper la crisma! -- Exclamó el mayor entre cabreado y divertido agarrando allí mismo un poco de nieve para hacerla bola. -- ¡Empezad a correr si queréis vivir!
En menos que se tarda en decirlo los muchachos ya se encontraban corriendo despavoridos y arrepañando nieve del suelo para contraatacar a los ataques del peliverde.
Este último, aunque en la guerra de todos contra todos atacó a todos los presentes, se centró más en el rubio quien casi no tenía tiempo de hacer una bola de nieve para lanzarla antes de recibir otro golpe.
-- ¡Maldito Marimo!
Hizo una bola bastante grande y se la estampó en toda la cara. Estalló en carcajadas ante la expresión de estupefacción que llevaba el mayor.
-- ¿A sí? ¡Pues toma!
En un momento dado Sanji se tiró encima del peliverde para hacerle comer más nieve. Seguió riendo a carcajadas hasta que notó como le rebozaban en la cara más nieve que lo hizo estornudar.
-- O genial, mira me has resfriado. Te parecerá bonito. -- Comentó risueño mientras el mayor lo miraba escéptico.
-- Deja el drama Molinillo. -- Le revolvió el pelo para acto seguido ponerse en pie.
-- ¡Chicos hagamos un muñeco de nieve!
-- ¡Sí! -- El rubio también se incorporó y corrió al encuentro de los otros dos.
Mientras tanto el último se quedó unos minutos rezagado contemplando la alegría desbordante del joven muchacho de cabellos rubios y cejas arremolinadas. Sintió ese refulgir en su estómago, como si un millón de seres voladores revolotearan por su estómago, sabía que eso que sentía eran las famosas mariposas del amor. No era tan idiota como para no comprenderlo. Se sentía tan bien.
-- ¡Zoro vamos! -- El rubio se giró sonriente llamándolo contento para que se uniera a la actividad.
Se apresuró a ir a su encuentro para ayudarlo a hacer la enorme bola que constituiría el estómago o cuerpo del muñeco.
Luffy se fue corriendo de un lado para otro haciendo él solo la bola que haría de cabeza. Y rato después desapareció al completo de su vista.
-- ¿No se perderá ese mocoso?
-- No tranquilo, él no es como tú. Su mapa o brújula funciona perfectamente.
-- No como tu cerebro.
-- ¡¿Perdona?!
El mayor soltó una carcajada mientras su compañero se ponía rojo de la ira. De un momento a otro este último se le echó a la espalda con un puñado de nieve en la mano que restregó contra su cara.
Ahora el que reía a carcajadas era el rubio mientras Zoro trataba de reponerse y buscar venganza.
Chopper había decidido rezagarse algo asustado y al desviar la vista pudo ver a lo lejos a Luffy apuntándolos con una cámara de fotos, dispuesto a sacar una foto a la graciosa escena de esos dos tontos enamorados.
FIN FLASHBACK
Sonrió ampliamente agradeciendo al moreno mentalmente por sacarles esa foto, a pesar de que en su momento había querido matarlo por ello. Ahora ese era un de los pocos bonitos recuerdos que le quedaban de esos días felices.
Escuchó un sonido, un ruido algo estruendoso como si alguien hubiera tirado algo brusca o torpemente.
Sonrió más amplio levantándose de la cama para llevar sus pasos hasta el piso de abajo, donde había oído el estruendo. Allí en el suelo de la cocina se encontraba una sartén tirada en el suelo. ¿Se había caído del estante? No, él sabía que no.
Suspiró cansado llevando la vista al techo pensando en cuando había sido la última vez que había privado bocado. La verdad es que llevaba bastante tiempo sin comer. Cuando se deprimía no tenía ganas de nada.
Puso la sartén al fuego y se apresuró a sacar el aceite y un par de filetes.
-- Hay que ver, ni aún así me dejarás en paz. -- Comentó burlón.
Pero al instante frenó sus movimientos con la sartén notando como las lágrimas bajaban de pronto por sus mejillas.
Tiró la comida ya chamuscada a la basura y regresó a su cuarto para derrumbarse en su cama. Solo quería dormir, dormir y dormir. Dormir para no estar, dormir para no sentir. Salir de ese lugar para siempre.
¿Por qué se había ido? ¿Por qué? Ahogó los sollozos en su almohada mientras notaba una cálida mano posarse en su nuca acariciando sus cabellos. No se atrevió a mirar porque sabía que entonces la magia desaparecería y volvería a estar solo, sin él. Se sentía tan frustrado.
Siguió llorando, bajo las cálidas caricias, hasta que el cansancio lo derrumbó llevándolo a los sueños agradables y gratificantes que le sacaron una pequeña sonrisa.
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