Prólogo parte 3 final: Despertar


Después de una cena típica en la casa Loud, el señor Lynn se retiró a su habitación con la mente llena de pensamientos sobre el cambio de actitud de sus hijas y el aumento de peleas en los últimos meses. No solo buscaba descanso físico, sino también un nuevo enfoque para abordar el problema que afectaba a su familia.

Mientras tanto, la Rita se dedicaba a asegurarse de que todas sus hijas estuvieran en sus respectivas habitaciones. Antes, esta tarea solía ser rápida, pero desde que renovaron su hogar y ampliaron el número de habitaciones a 12 en la segunda planta, recorrer cada habitación llevaba el doble de tiempo. Sin embargo, como una madre responsable, no le importaba el tiempo que tardara mientras supiera que todas sus hijas estaban bien antes de irse a dormir.

Con paso firme, Rita recorrió cada pasillo, verificando que las puertas estuvieran cerradas y que todo estuviera en orden. A medida que avanzaba, no pudo evitar reflexionar sobre el comportamiento inusual de sus hijas en los últimos meses. La preocupación se aferraba a su corazón mientras se preguntaba qué podía estar causando tanto conflicto entre ellas.

A medida que completaba su ronda final, Rita suspiró con alivio al ver que todas sus hijas estaban en sus habitaciones y aparentemente tranquilas.

Pero en su camino de regreso a su habitación, una puerta abierta al final del pasillo llamó la atención de Rita. Una pequeña molestia se alojó en su pecho cuando se acercó para ver quién estaba en aquella habitación.

Por un momento, su instinto maternal se activó y estuvo a punto de llamar la atención a quienquiera que estuviera allí para que apagara la luz y se fuera a dormir. Sin embargo, al entrar en la habitación, solo fue recibida por un armario, más grande de lo habitual. Cuando ampliaron la casa, Rita había insistido en tener un armario más grande para que sus hijas pudieran guardar todo lo que no cabía en sus habitaciones.

Recordó cómo había compartido su idea con todas sus hijas, pero solo la deportista residente había tomado en serio la sugerencia. Ninguna de las otras hijas había mostrado interés en utilizar el armario extra, y ahora, al verlo casi vacío, Rita se preguntaba por qué había insistido tanto en tenerlo.

Saliendo de sus pensamientos, Rita se dispuso a apagar la luz y cerrar la puerta. Sin embargo, algo en un estante que no había visto antes atrajo su atención, causando que el sentimiento de malestar en su pecho creciera.

Lo que vio en el estante era algo que debería ser normal en una casa con tantas chicas jóvenes. Un peluche, o más específicamente, un conejo de peluche. Pero este era diferente. A pesar de su apariencia vieja, estaba extremadamente bien cuidado, como si hubiera sido preservado con gran esmero a lo largo del tiempo. La forma en que estaba colocado en el estante, como si estuviera esperando durante mucho tiempo, solo aumentaba su extrañeza.

Extendió su mano y tomó el conejo de peluche con calma y delicadeza, como si pensara que con algún mal movimiento lo pudiera romper.

Lo observó más detenidamente mientras lo sostenía en sus manos. El pobre conejo de peluche estaba remendado en muchas partes, mostrando signos evidentes de desgaste y reparación. Una costura especialmente visible llamó su atención, donde dos secciones del peluche parecían estar unidas de manera poco convencional, como si dos personas se hubieran disputado el juguete en el pasado, dejando su marca en él.

A pesar de su estado desgastado, Rita no podía apartar la mirada del pequeño conejo blanco. Algo en lo más profundo de su ser le decía que no lo soltara, que si lo hacía, lo perdería para siempre.

De repente, un sonido rompió el silencio de la habitación. Un suave goteo que resonaba en el aire. Rita se dio cuenta de que las lágrimas caían de sus ojos, mojando al peluche que sostenía en sus manos. Algo en él la entristecía profundamente, despertando un sentimiento de culpa y urgencia en su corazón. Su instinto maternal le decía que uno de sus hijos necesitaba desesperadamente su ayuda.

No recordaba a cuál de sus hijas pertenecía este pequeño conejo. Quizás su esposo tuviera la respuesta. Con esa idea en mente, decidió llevar el peluche consigo y buscar a su esposo, esperando que juntos pudieran desentrañar el misterio detrás de la tristeza que sentía y encontrar la manera de ayudar a su hija en necesidad.

Con paso decidido, Rita se encaminó hacia su habitación donde sabía que encontraría a su esposo.

Lynn padre estaba recostado en su cama, pero la idea de dormir se desvaneció en el momento en que su cabeza tocó la almohada. Estaba ansioso por hablar con su esposa sobre el ambiente poco amable entre sus hijas, especialmente hacia su pequeña Lynn Jr.

Sin embargo, antes de que pudiera comenzar a articular sus pensamientos, la puerta de su habitación se abrió y entró su esposa. Estaba a punto de empezar a hablar sobre el asunto de sus hijas cuando se detuvo en seco al verla llorar desconsoladamente, abrazando algo que no podía distinguir desde su posición en la cama.

Sin pensarlo dos veces, Lynn se acercó rápidamente a ella y la abrazó, buscando cualquier indicio de lo que podría haberla lastimado. Pero no encontró nada, así que simplemente la sostuvo mientras dejaba que las lágrimas fluyeran.

Después de diez minutos de llanto, Rita finalmente logró calmarse, pero pasaron otros cinco minutos de silencio antes de que hablara.

Rita extendió sus manos, mostrando lo que tenía entre ellas.

El pequeño conejo de peluche.

Rita: Lynn, ¿reconoces esto...?

Lynn frunció el ceño, examinando el peluche con atención.

Lynn: No lo sé, tal vez sea de alguna de las niñas...

Sin embargo, antes de que pudiera terminar su frase, una sensación de inquietud lo invadió. Algo en ese conejo le hacía sentir que había algo importante que se le escapaba de la memoria, pero no podía precisar qué era.

Rita: Siento que alguno de nuestros hijos está mal, que le hice algo (sollozo). Pero no sé cuál, ni por qué...

Las palabras de Rita resonaron en la mente de Lynn. Sentía lo mismo, como si hubiera una urgencia inexplicable por encontrar y ayudar a uno de sus hijos, pero ¿cuál de ellos?

Lynn: ¿Pero cuál de nuestros hijos? ¿Hijos? ¿No eran solo hijas?

Rita: ¿Qué quieres decir con hijos? ¿Solo tenemos a 10 hijas, verdad?

El pequeño dolor de cabeza inicial empezó a intensificarse, convirtiéndose en una punzada constante en las mentes de los señores Loud. Algo estaba mal en esa afirmación, pero ¿qué era?

¿Sus hijas? ¿Verdad?, se preguntó Lynn en su mente, sintiendo que algo no cuadraba. Pero pensar en algo diferente se sentía incorrecto, como si estuvieran perdiendo el rumbo de la realidad.

Mientras tanto, Rita también se encontraba inmersa en la misma lucha interna, tratando de encontrar esa pieza faltante en el rompecabezas de sus pensamientos.

Rita: Cariño, no hemos olvidado a ninguna de nuestras hijas, ¿verdad?

Lynn: No, querida, por supuesto que no. Las diez están en casa.

El dolor de cabeza se hizo más intenso, abrumando sus sentidos hasta que ambos cayeron de rodillas, luchando contra la confusión que los embargaba.

Cuando Lynn levantó la mirada para buscar consuelo en su esposa, se encontró con que ella también estaba visiblemente afectada por el dolor, con la misma expresión de desconcierto grabada en su rostro. Y en algún momento, su atención se posó en algo que estaba en la cama.

Aquel conejo que había iniciado todo esto. Estaba sentado allí, observándolos con sus ojos de botón, como si estuviera esperando algo.

El ambiente se llenó de una sensación de malestar, como si estuvieran al borde de una revelación aterradora que cambiaría sus vidas para siempre.

En la mente de Rita, el nombre del peluche se formó.

Rita: ¿Bum-Bum?

Pronunciar ese nombre fue como un hechizo mágico que desencadenó una ola de dolor en sus cabezas, y poco a poco una imagen comenzó a tomar forma en sus mentes. Era un bebé, un bebé de pelo blanco vestido con naranja...

Rita/Lynn: ¡Lincoln!

Lo que en otro momento podría haber sido un grito ensordecedor se convirtió en un pequeño gemido apenas audible, reflejando la debilidad física y emocional que los invadía.

Sin más fuerzas para resistir, ambos cayeron al suelo, dejando que sus conciencias se desvanecieran mientras sus mentes comenzaban a aceptar la dolorosa verdad que habían ignorado durante tanto tiempo.

Sin más fuerzas para resistir, ambos cayeron al suelo, y pronto sus conciencias se apagarían, dándole a sus cerebros el tiempo suficiente para aceptar la lamentable verdad que habían ignorado durante demasiado tiempo.

En sus últimos instantes de consciencia, Rita pudo percibir dos pares de pies que se acercaban a ella.

Rita: Hijas... -susurró con voz apenas audible.

Y todo se volvió oscuro para los padres de diez hijas y un hijo olvidado.





CONTINUARA...

<><><><><><><><><><><><><><><><><>
Nota: después vuelvo a poner las imágenes.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top