CAPÍTULO 83
Artemisa estaba realmente disgustada y fastidiada, tenía tantos deseos de acabar con esa mocosa y demostrarle a su querido hermano, que ella no era una basura y que no era una decepción ante sus ojos.
Escuchaba claramente como los demás dioses que estaban en las gradas la estaban alentando, ya que ellos veían en Artemisa una diosa justa y poderosa, ignorantes de la increíble falta de respeto y trampa que cometió al haber prácticamente participado en la derrota de Minato en su pelea contra Ares.
—Apollo, hermano mío, juro que acabaré con esta mocosa lo más pronto posible. No seré una vergüenza ante tus ojos, te lo prometo —pensó la diosa de la Luna, plenamente decidida en acabar con Ryuko.
La escena cambió unos momentos, y se podía ver como, en una habitación, Ares se encontraba recuperándose de las heridas que Minato le dejó, y a su lado, se encontraba Enio, la otra diosa de la guerra, sentada al lado suyo prácticamente.
—Ya va a pelear Artemisa —comentó Ares, viendo el combate atraves de una gran pantalla de tv.
—Así es, mi queridísima amiga Artemisa ya peleará. Estoy emocionada, ya quiero saber cuál será el resultado de este enfrentamiento —comentó Enio, cruzada de brazos, y mirando esa pantalla con total atención.
La escena cambió nuevamente, y en otra habitación podíamos ver de nuevo a nuestro querido santo de bronce, Seiya de pegaso, quien gracias a su valkiria continuó viendo el combate...
—No volverán a cometer trampa, si lo hacen, los aplastaré a todos —pensó Seiya, muy disgustado y apretando su puño. Su disgusto fué tal, que activó su cosmoenergía, a lo que Alvitr se percató de eso.
—Calmate, Seiya, tienes que descansar y recuperar energías, por favor solo relájate —dijo Alvitr, preocupada, a pesar de que las heridas del castaño ya casi habían sanado al 100%, aún necesitaba descansar.
Seiya apretó sus dos puños, era frustrante no poder hacer nada al respecto, solo observar y rogar porque todo salga bien.
En la arena, Ryuko llevó su mano al "seguro" del guante rojo que cargaba en su otra mano, la izquierda, y sin pensarlo dos veces, y con una gran sonrisa llena de confianza en su rostro, tiró del mismo, dando así inicio a una de las transformaciones más increíbles de todas y claro, moralmente cuestionables también...
Oh cielos, oh cielos, todo el mundo quedó impactado ante lo que había sucedido en la sagrada arena del Valhalla, tanto dioses como humanos se habían quedado sorprendidos de lo que sus ojos vieron, y es que la apariencia de Ryuko había cambiado, sí, pero no de una manera moralmente aceptable y teniendo en cuenta que era apenas una adolescente era bastante extraño todo lo que estaba sucediendo...
Ryuko, a pesar de tener un notorio sonrojo en sus mejillas, no se dejó incomodar por eso y se concentró plenamente en la batalla y en su rival que tenía al frente.
—Había olvidado lo incómodo que era vestir así a Senketsu —medio murmuró Ryuko, dándose cuenta que era literalmente el centro de atención de todo el mundo en la arena del Valhalla.
—Qué..., transformación más particular, ¿Verdad, Apollo? —dijo Hermes, con una pequeña gota de sudor cayendo por un costado de su frente.
Apollo no mencionó nada, pero hasta él debía aceptarlo, algo como eso era un insulto a la pulcredad y a la "pureza" que los dioses poseían al ser seres superiores.
Brunhilde solo sonrió de manera burlesca, y es que le encantó observar la reacción de los dioses, seres "perfectos" y "puros" y tuvieron que observar algo tan..., ¿Cómo decirlo? ¿Humanamente vergonzoso, quizás?
—Ahí lo tienen, dioses de mierda, una "exhibicionista" les pateará el trasero jajaja.
En la habitación de Seiya, el santo de bronce quedó con cara de ¿Qué mierda pasó? Apenas Ryuko terminó su transformación. A lo que Alvitr, dándose cuenta de lo que ocurrió, dió un salto y le cubrió los ojos a su humano...
—¡No mires eso! —levantó la voz ella, impidiendo así que el castaño siga observando, sintiendo algo de vergüenza.
En la habitación de Ares, el dios de la guerra quedó..., "asombrado" de lo que los humanos eran capaces de hacer, y hasta Enio se quedó así y eso que ella estaba más que acostumbrada a ver atrocidades y a cometerlas, claro.
Ryuko en ese momento empuñó sus dos espadas, mismas que brillaron sutilmente apenas las colocó en posición ofensiva al frente suyo, estaba a punto de lanzarse contra Artemisa y derrotarla pronto porque Zenketsu ya había comenzado a consumir su sangre.
No obstante la diosa de la Luna con una cara de clara incomodidad y repulsión comentó...
—No puedo creer..., que mi oponente sea una jóven prostituta y exhibicionista —dijo Artemisa, y es que era chocante como la diosa de luna, de la armonía y de la pureza, debía enfrentarse a eso.
Escuchar eso le hizo hervir la sangre a Ryuko, apretando sus puños con mucha fuerza...
—¿¡AH?! ¡¿A QUIÉN LLAMASTE PROSTITUTA, EH?! ¡VIEJA GREÑUDA!
¡Vieja greñuda..!
¡Vieja greñuda..!
¡Vieja greñuda..!
Todo el mundo quedó en silencio, TODOS guardaron silencio apenas Ryuko gritó eso, y es que lo que había dicho Ryuko fué algo muy insultante para una diosa como Artemisa.
Enio, en la habitación de Ares, dió una tremenda carcajada al escuchar como aquella adolescente rebelde se refirió a su "queridísima" amiga, llamándola de esa forma.
—¡JAJAJAJA! ¡VIEJA GREÑUDA, LE QUEDA COMO ANILLO AL DEDO! ¡JAJAJAJA! —Enio se reía como toda una desquiciada. Ares, por su lado, solo guardó silencio, ya que sabía a la perfección que provocar a Artemisa de esa forma solo significaba una cosa...
¡Muerte!
—Ry-Ryuko, no creo que sea una buena idea hacer enojar a una diosa de esa forma —dijo Senketsu, algo nervioso por la forma en la que Ryuko actuó.
—¡No me importa! —respondió la adolescente rebelde. Miró a Artemisa de manera muy despreciable—, voy a patearle el trasero a esa diosa de mierda, la haré pagar por lo que le hizo a Minato.
Ryuko llevó sus dos manos a su espalda y tomó las dos espadas que cargaba consigo, ahora sí, lista para el combate. La diosa de la armonía, molesta, y con una sombra en su rostro, levantó su mano derecha, señalando con su dedo índice el corazón de la adolescente rebelde.
—¿Qué está haciendo? —murmuró Ryuko.
—Voy a acabar contigo, maldita mocosa, no voy a perder mi tiempo peleando con una chica tan despreciable y desvergonzada como tú —dijo Artemisa, muy enojada por lo que Ryuko dijo.
En ese momento, el dedo índice de Artemisa brilló con sutileza, al mismo tiempo que seguía apuntando hacia el corazón de su rival. Ryuko sintió una muy mala espina, algo no le gustaba en lo absoluto...
—¿Qué es lo que tendrá planeado hacer la señorita Artemisa? Está apuntando a su rival directo al corazón —comentó Heimdall, aún sin entender las intenciones de Artemisa.
Ryuko entrecerró sus ojos, definitivamente no le gustaba lo que estaba sucediendo, por lo que, cerró sus ojos unos instantes antes de que Artemisa comience con su ataque.
—¡Muere, insignificante prostituta!
El dedo de Artemisa brilló con mayor sutileza, y en unos efímeros momentos, disparó su técnica, la misma con la que logró darle a Minato.
Se dice y se cree fielmente que, en el monte Olimpo y en todo el panteón Griego, el dios que posee el ataque más veloz y rápido es Zeus con su puño que superó el tiempo, y eso es verdad; sin embargo, luego de Zeus, la diosa con la técnica más rápida —al menos, se cree eso— es Artemisa, hija de Zeus.
¡Flecha dorada!
Una flecha dorada salió disparada del dedo índice de Artemisa, voló rápidamente hacia la adolescente rebelde, más en concreto hacia su corazón, con todas las intenciones de atravesarlo y así dar por terminado ese combate. Artemisa sonrió victoriosa, ya que no había forma alguna de que su rival pueda esquivar ese ataque, ¡Es más! Creyó que no habría forma de que su rival siquiera pueda ver lo que ella hizo.
¡Pero la realidad era otra! Ryuko abrió sus ojos y, para sorpresa de la diosa de la luna, el ojo izquierdo de Ryuko había cambiado de color, siendo ahora de un color verde esmeralda muy intenso.
Ryuko contra todo pronóstico logró esquivar esa flecha que fué directo a su corazón, dejándola pasar de largo. Esa flecha terminó por clavarse en los muros de la arena del Valhalla.
—¡¿Pero qué..?! —dijo estupefacta la diosa de la armonía, no podía creer lo que sus ojos veían.
Ryuko sonrió con arrogancia, y como no hacerlo si había esquivado sin mayores dificultades un ataque que había ido directamente hacia su corazón...
—¡Ja! ¿Cómo te quedó el ojo, eh, diosa de mierda?! —preguntó la adolescente rebelde. Agarró sus dos espadas con firmeza y se arrojó hacia donde se encontraba Artemisa, era su turno de atacarla.
Ryuko se acercó velozmente hacia donde se encontraba Artemisa, y desde abajo levantó sus espadas con todas las intenciones de cortarle la cabeza a Artemisa y ganar el combate. Pero, la diosa de la armonía logró esquivar el ataque de Ryuko arrojándose hacia atrás, no solo tenía una técnica rápida, sino que ella también lo era.
—¡Increíble! ¡La señorita Artemisa logró esquivar el ataque de Ryuko, sin duda alguna ella también es fantástica! —dijo Heimdall, viendo lo que había sucedido en la arena.
Ryuko no se iba a quedar de brazos cruzados, por lo que continuó con su ataque, ahora llevando sus espadas por detrás de su cabeza para darle aún más potencia a su corte. Esta vez Artemisa dejó que esa "mocosa" se le acerque más de lo que debía, nuevamente levantó su dedo índice y apuntó, ahora, a la frente de Ryuko.
—¡A esta distancia será imposible para esa mocosa estúpida esquivar mi ataque! —pensó confiada la diosa de la armonía.
¡Flecha dorada!
El ojo izquierdo de Ryuko volvió a brillar con intensidad, tomando ese color verde esmeralda tan intenso, y de nuevo, contra todo pronóstico, logró eludir ese ataque llevando su cabeza y su espalda hacia atrás. Ryuko, con su ojo izquierdo, pudo ver con lentitud como esa flecha pasaba de largo cerca de su rostro, pero sin hacerle ninguna clase de daño.
Ryuko miró a Artemisa y le sonrió con mucha arrogancia, por su parte, la diosa griega no podía creer lo que sus ojos vieron, una mocosa había esquivado en DOS ocasiones su ataque, algo que jamás nadie había logrado hacer...
—¡Imposible, imposible, imposible! —pensó Artemisa, sus pupilas temblaban, no podía creer lo que observó, y a esa cortísima distancia.
Ryuko sin perder más el tiempo le propinó a la diosa tramposa una fuerte patada en todo su rostro, mandándola a volar hacia la izquierda, y a la vista de todo el mundo. Los dioses que estaban observando el combate quedaron asombrados de lo que había sucedido en la arena, y es que no podía creer que una mocosa haya no solo esquivado el ataque de Artemisa a esa distancia, sino que también había logrado conectarle una patada en el rostro.
Brunhilde, desde las gradas, se abrazó a si misma y comenzó, de nuevo, a reír como una desquiciada...
—¡Jajajajaja! ¡Trágate eso, diosa de mierda! Jajajajaja —mencionó Brunhilde, riéndose y actuando como una verdadera desquiciada.
Ryuko colocó ambos pies en el suelo, le dió vueltas a esas pequeñas espadas y sonrió con sutileza.
—Bien hecho, Ryuko —comentó Senketsu, contento de que Ryuko esté tomando la delantera en este combate.
La adolescente mantuvo esa sonrisa, sin embargo, sus oídos alcanzaron a escuchar que, desde las gradas, alguien bastante querida por ella le estaba apoyando. Se volteó y observó a cierta chica de cabellos castaños y peinado con forma de coco.
—¡Bien hecho, Ryuko-chan! ¡Así se hace! ¡Tú puedes vencerla, hazlo, tú puedes! —gritó Mako, con todas sus fuerzas, debía apoyar a su mejor amiga casi hermana.
—Mako... —pensó Ryuko, en verdad estaba feliz de volver a ver a su mejor amiga, y era muy obvio que por su mejor amiga ni loca iba a perder esa pelea.
Al lado de Mako se encontraba el ratero ¡Digo! Su hermano menor y también su perro, quienes igualmente habían ido a ver el combate de Ryuko, es más, toda la familia Mankanshoku estaba presente, desde el padre, la madre, Mako, el perro, y el pequeño delincuente, ¡Ah, mierda, digo! El hermanito de Mako.
—Me siento más tranquilo de que sea Ryuko quien esté peleando por nosotros —dijo el padre de Mako, Barazo.
—Es verdad, ella puede ganar esta pelea, confío en ella —dijo la madre de Mako, Sukuyo.
—Yo también confío en Ryuko-chan —comentó Mako, con un brillo lleno de confianza en sus ojos—, ella puede ganar, ¡Ella va a ganar, no va perder!
Toda la familia Mankanshoku confiaba en Ryuko...
En la arena, Artemisa se levantó del suelo con algo de sangre saliendo por la comisura de sus labios, al parecer la patada de Ryuko efectivamente la había lastimado. Respiró profundo, intentó calmarse pero fué en vano, el ser lastimada por una mocosa exhibicionista era una deshonra para ella...
Juntó sus manos, entrelazando sus dedos delante de su rostro...
—No te saldrás con la tuya, miserable escoria —medio murmuró la diosa de la armonía. De sus manos comenzó a emanar energía, de color dorado, color característico de sus ataques.
A Ryuko no le gustó en lo absoluto lo que estaba haciendo Artemisa, por lo que se colocó a la defensiva.
Pero, para su sorpresa, Artemisa había invocado su legendario Arco dorado, con el cual había logrado cazar grandes bestias y fieras en el pasado, y también por el cual también era conocida como la diosa de la cacería.
Apollo entrecerró sus ojos, si su hermana gemela se vió en la necesidad de invocar su arco dorado eso significaba que el combate, para ella, no era tan sencillo como pensó que lo sería.
Artemisa volvió a sonreír confiada, haber invocado su arco le daría la victoria sin duda alguna, eso era lo que ella creyó, lo que no sabía, era que nuestra querida Ryuko, no debía ser subestimada en lo más mínimo.
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