CAPÍTULO 81

Corría con todas sus fuerzas a lo largo de ese pasillo, debía decirles a sus hermanas lo que realmente había ocurrido, era muy importante eso porque, de no decirlo, sin duda alguna los dioses lo volverían a hacer y la humanidad no podía volver a perder por un acto tan vil y deshonroso.

En la habitación de los registros, Brunhilde estaba sentada nuevamente al frente de la pantalla de selección, los dioses habían empatado de nuevo contra los humanos, estaban en una posición sumamente difícil, y los sollozos de su hermana no ayudaban mucho que digamos.

—Hermana Gunner, Minato, ni siquiera nuestra hermana con su poder de crear infinitas armas ninjas y el Hiraishin de Minato fueron suficientes para vencer a los dioses —comentó Göll, sollozando, enserio luchaba por ser fuerte, pero era muy difícil no derrumbarse.

—¿Así que nuevamente estamos empatados, eh? Las cosas se pusieron bastante complicadas para los humanos y los dioses —dijo Ryuko, mirando el techo de la habitación de los registros.

—Carajo..., pensé que las habilidades de Minato serían suficientes para ganar, pero no fué así, que mala suerte tuvimos, se le acabó el chakra justo antes de matar al idiota de Ares. Tan cerca de la victoria, y tan lejos también... —dijo Brunhilde, apretando sus puños, si bien no estaba en los planes del dios Nórdico supremo el que Ares muera, la perdida de su hermana si le afectaba.

—Eso es lo más triste de todo esto —comentó Göll, abrazando sus piernas, sentada cerca del mueble donde se encontraba sentada Ryuko.

No obstante, grande fué la sorpresa de las tres cuando, las puertas de aquella habitación se abrieron de un momento a otro, llamando totalmente su atención. Alvitr fué la que había abierto esas puertas, respirando algo cansada por todo lo que había corrido desde la enfermería hasta aquella habitación.

—¡Eso fué trampa! —dijo Alvitr.

—¿Hermana Alvitr? ¿Qué haces aquí? Pensé que estabas con Seiya todavía, cuidando de él —comentó Göll, secando sus lágrimas y mirando a su hermana mayor.

—Eso hacía, Göll. Le ayudé a Seiya para que pudiera ver la pelea de la décima ronda sin tener que arriesgarse a ser visto entre las personas en la arena del Valhalla, pero descubrimos algo importante...

—¿Algo importante? —preguntó Brunhilde, confundida.

—¡Sí! ¡Miren, por favor!

El dedo índice de la jóven Valkiria brilló sutilmente y comenzó a dibujar un gran rectángulo, simulando una pantalla de televisión. Prontamente comenzó a verse de nuevo el combate entre Ares y Minato, justo cuando él Yondaime atacó al dios de la guerra con las diferentes naturalezas de chakra. Todas se acercaron a esa pantalla para ver la retransmisión de la pelea.

—¿Qué es lo que sucede? No veo nada extraño —dijo Göll, mirando el combate a través de la pantalla.

—Solo miren... —comentó Alvitr.

En la pantalla se vió que Ares fué atacado por los clones de Minato, posterior a eso desaparecieron de inmediato dejando solo a Minato, quien, creando un rasengan en su mano, fué a atacar a Ares descendiendo desde el cielo.

—El cuarto Hokage sin duda alguna fué fantástico —comentó Ryuko, viendo la pelea a través de esa pantalla.

Sin embargo, en aquella pantalla se vió el momento exacto en dónde Minato detuvo su ataque y deshizo por completo su rasengan.

—¡Justo ahí! —dijo Alvitr.

La compañera de Seiya pausó la pelea y se acercó lo más que pudo, acercó y acercó justo dónde Minato se había detenido. Y eh ahí, todas pudieron ver lo que había sucedido, una flecha dorada había atravesado el pecho del cuarto Hokage, impidiendo que pudiera continuar con su ataque y ganar la ronda.

—¿Pero qué diablos? —dijo Ryuko, sorprendida.

—¿Ah? ¿Eso de ahí es una flecha? ¡Es una flecha dorada, hermana Brunhilde! —dijo Göll, viendo claramente como a Minato lo habían atacado haciendo trampa.

—Alguien atacó a ese hombre desde las gradas —comentó Senketsu, viendo también lo que había en esa pantalla.

—Exacto, nos dimos cuenta de eso y revisé la pelea después de haber terminado, por eso nos dimos cuenta de lo que había ocurrido, pero me parece muy extraño que nadie se haya dado cuenta de lo que ocurrió. Si esa flecha fué disparada desde las gradas entonces los dioses hicieron trampa para ganar.

—Esos idiotas, ¿Y se dicen ser mejores que nosotros? —dijo Ryuko, enojada por lo que sus ojos estaban viendo.

—¿Pero quién pudo haber hecho eso? Disparar una flecha a una velocidad que ni siquiera los mismos dioses fueron capaces de ver... ¿Quien crees que fué capaz de hacerlo, hermana Brunhilde?

Göll junto a su hermana y Ryuko se voltearon a ver a la mayor de las Valkirias, y se asustaron en gran medida al ver cómo se encontraba Brunhilde, apretando sus puños, sus dientes, emanando un aura muy pesada y hostil, mirando con RABIA esa pantalla.

—¡ESA HIJA DE PERRA! ¡ESA MALDITA ZORRA LO HIZO! ¡ES UNA MALDITA TRAMPOSA LA MUY ESTÚPIDA! —exclamó Brunhilde con mucha hostilidad.

—¿Pero de quién estás hablando, hermana? —preguntó Göll, viendo temerosa a su hermana mayor.

—¡De Artemisa! ¡De todo el panteón griego y después del viejo asqueroso de Zeus, ella es la que posee la técnica más rápida de todas! Con razón nadie vió lo que pasó, porque ella fué la que disparó esa flecha desde la zona VIP, esa perra hija de... ¡Puta!

—¿Artemisa? Si mal no recuerdo esa es la diosa de la luna y la cacería o algo así, ¿Verdad? —preguntó Ryuko, recordando lo que aprendió en la secundaria cuando estuvo en vida.

—Exacto, ahora lo entiendo, Minato no perdió porque se le acabó el chakra, perdió por qué hicieron trampa. Esos malditos... —Brunhilde apretó sus puños muy fuertemente—, ¡El señor Odin tenía razón, todos los dioses del panteón griego son unos bastardos, merecen ser asesinados!

—¿Pero si hicieron trampa no deberíamos ir a darles aviso? Hasta los dioses saben que hacer eso está prohibido, deberían darles la victoria a los humanos —comentó Alvitr mirando a sus demás hermanas.

—Una vez que la victoria haya sido dada ya no se puede hacer nada. Qué rabia..., ¡Son unos viles tramposos! —dijo Brunhilde.

—Eso quiere decir que nuestra hermana Gunner, murió en vano junto con Minato —dijo Göll, agachando su cabeza y comenzando a sentir también una gran rabia hacia los dioses.

No obstante, el dispositivo donde se podía ver los nombres de los siguientes luchadores comenzó a sonar. Brunhilde lo tomó para poder ver quien era el siguiente representante de los dioses y, en ese momento, abrió sus ojos a más no poder, mirando con mucho enojo el nombre del representante o mejor dicho, de la representante...

"Artemisa, undécima ronda"

¿En serio esa maldita tramposa va a pelear después de lo que hizo? —preguntó Alvitr, molesta también.

—¡Me parece perfecto! ¡Esto es perfecto, es perfecto, es perfecto! ¡Vamos a hacerlo! ¡Vamos a vengar la muerte de Minato, por supuesto que lo haremos! —dijo Brunhilde, sonriendo con muchísima malicia.

Brunhilde miró a Ryuko cuando terminó de decir eso...

—Prepárate, Ryuko, serás la siguiente en pelear. ¿Querías darle una paliza a los dioses, no? Llegó tu oportunidad —dijo Brunhilde. Decir eso provocó una gran sonrisa en la adolescente rebelde, por fin, lo que tanto había anhelado finalmente llegó, había deseado tanto poder pelear contra un dios y patearle el culo.

Brunhilde se acercó a la pantalla de selección, deslizó hacia la izquierda buscando la imágen de Ryuko y presionó sobre ella, dándole aviso a los dioses de quien era la representante de los humanos.

—¡Sí, sí, sí! Jajaja finalmente llegó, por fin llegó mi turno, ¡Voy a patearles el culo a esos imbéciles!

Ryuko realmente estaba bastante emocionada y motivada de poder salir allá a la arena y pelear contra las deidades.

—¿Pero hermana Brunhilde quién será la encargada de hacer Volundr con Ryuko? Tú misma lo dijiste, Artemisa tiene la técnica más rápida de todo el monte Olimpo después de Zeus, entonces..., la Valkiria a la que vayas a seleccionar debe tener la habilidad correcta para poder enfrentarla y derrotarla —dijo Göll, mirando a su hermana mayor.

—No hay problema con eso, ya tengo a la Valkiria encargada de hacer el Volundr con Ryuko, jeje y lo mejor de todo es que se encuentra en esta habitación —dijo Brunhilde, mirando a su hermana menor.

—¿Eh? —murmuró Göll.

Brunhilde caminó hasta donde se encontraba Göll y, doblando una rodilla, colocó su mano encima del hombre de la más jóven de las Valkirias.

—Es tú turno, Göll. Llegó tu turno de unir tu alma con la de Ryuko y salir a pelear.

—¡¿EH?! ¡¿LO DICES EN SERIO?! —preguntó Göll, empezando a dibujar una expresión de terror, puesto que no estaba preparada para unir su alma, es más, nunca antes se había hecho a la idea de que llegaría su turno algún día.

—Sí, Göll tú lo sabes bien, eres la única con la habilidad más adecuada para enfrentar a Artemisa y su aterradora velocidad. Puedes hacerlo, hermana.

—A-Ah, pe-pero yo..., no, no lo sé, yo..., realmente no creo poder hacerlo, no, creo poder, ¿Y si llegamos a perder? ¡¿Y si llegamos a morir?! No quiero morir, hermana, no quiero formar parte de la nada —dijo Göll, comenzando a soltar pequeñas lágrimas que corrieron por sus mejillas.

—Pero Göll, debes hacerlo, el destino de la humanidad entera depende de tí y de Ryuko..., ¿Acaso quieres que la muerte de nuestras hermanas sea en vano? —dijo Brunhilde, mostrándose seria ante su hermana menor.

—No, no quiero eso pero tampoco quiero morir —dijo Göll, poco a poco comenzando a entrar en pánico puesto que, la idea de morir y formar parte de la nada sin tener la posibilidad de volver a renacer era muy aterradora.

No obstante, Ryuko se acercó a Göll y dobló una rodilla, mirándola desde abajo tal y como lo hizo Tanjiro antes de pelear contra Belcebú.

—Göll entiendo como te sientes, yo también estoy un poco nerviosa pero, es importante esto, si no hacemos Volundr, no podremos ganar la undécima ronda, entonces el sacrificio de los otros habrá sido en vano, el sacrificio de tus hermanas, el de Minato..., el de Tanjiro, Tanjiro sufrió muchísimo en su pelea, pero lo hizo para poder ganar su batalla, ¿Acaso quieres que todo su dolor y sufrimiento sea en vano?

Oh, rayos, Ryuko tenía razón, el sacrificio de tantos para poder ganar sus respectivas peleas y salvar a la humanidad sería en vano sino peleaban juntas haciendo el Volundr. Tanto dolor y sufrimiento habría sido en vano si se negaba a hacerlo.

Göll de nuevo iba a negarse pero, vió como Ryuko le extendió su mano y dibujó una sonrisa gentil, asemejándose a la misma sonrisa gentil que Tanjiro le regaló antes de salir a pelear en la novena ronda, incluso a Göll le pareció recordar al jóven pelirrojo con esa sonrisa.

—Vamos, Göll, vamos a vengar a Tanjiro.

Bajó su mirada unos instantes, puesto que, a su mente, llegó las últimas palabras que Tanjiro le dedicó antes de morir, antes de sacrificar su vida, incluso deshaciendo el Volundr para morir él solo y no su compañera.

"Confío en ella, y confío en los otros"

Göll secó sus lágrimas y levantó su mirada, ahora, decidida para realizar el Volundr con la adolescente rebelde, sonriendo y estando plenamente dispuesta a pelear a su lado.

—Vamos, Ryuko, hagámoslo, ¡Vamos a vengar a Tanjiro y a los otros!

Göll tomó la mano de Ryuko y en ese momento el Volundr se dió. Una luz de color verde apelardo empezó a cubrir el cuerpo de la más jóven de las Valkirias, mientras unía su alma con la de Ryuko. El brillo fué muy intenso, incluso más que el de anteriores Volundrs.

Göll poco a poco se fué transformando en el arma para la adolescente rebelde, o mejor dicho, en las armas, porque el Volundr de la más jóven de las Valkirias se trataba de dos espadas cortas, de color verde y con empuñaduras muy llamativas, lo más adecuado para la adolescente rebelde.

La luz intensa cesó, a lo que se pudo ver lo que Ryuko cargaba en sus manos, ambas espadas, y se sentía tan genial cargarlas.

—¡Fantástico! ¡Esto es increíble! —dijo Ryuko, sintiendo el gran poder que esas dos espadas emanaban.

—Vaya, jamás imaginé que mi hermana se convertiría en dos espadas —dijo Alvitr, también apreciando en lo que su hermana menor se había convertido.

—¿Y crees que esto será suficiente para poder hacerle frente a esa diosa de pacotilla? —preguntó Ryuko, con una sonrisa muy arrogante.

—Por supuesto que sí, además..., la habilidad de nuestra querida hermanita es la más adecuada para poder enfrentar la velocidad de sus ataques.

Brunhilde se percató de algo, y es que el color de los ojos de Ryuko habían cambiado, ya no eran de color azul, sino que ahora eran de color verde esmeralda...

Artemisa... ¡Estás más que muerta! —pensó Brunhilde, con una sonrisa llena de pura arrogancia y deseos de venganza, porque de eso se trataba la undécima ronda.

¡Vengar a todos los que habían muerto en batalla para salvar a la humanidad!

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