CAPÍTULO 71
Los dioses del panteón griego se encontraban de nuevo reunidos, decidiendo quién sería el siguiente en salir a combatir en la décima ronda del Ragnarok. Tan cerca del final, tan cerca de la salvación o de la extinción.
Artemisa no se encontraba para nada contenta con la decisión que tomó su hermano, Apollo, respecto al resultado de la novena ronda entre Tanjiro y Belcebú.
—No sé por qué le diste la victoria a los humanos. Apollo, hermano mío, eso fué un empate, Belcebú y ese mocoso idiota murieron en esa batalla —comentó Artemisa, sentada a lado del dios del sol.
—¿Aún sigues cuestionando mi decisión, Artemisa? —preguntó Apollo, con seriedad y firmeza—. Las reglas del Ragnarok son muy claras, el primero en morir perderá, Belcebú murió primero, por eso lo humanos fueron los vencedores, a pesar de que Tanjiro haya muerto también. No hay nada más que discutir al respecto.
—Aún así, darle la victoria a esos humanos inútiles, no me gustó para nada que ellos hayan ganado. Solo están a dos victorias más de su salvación, si ganan dos rondas más entonces se habrán salvado de la extinción que planeabamos hacer sobre ellos.
—Exactamente —comentó Hermes—. Las reglas del Ragnarok también indican que, el bando que obtenga primero siete victorias será el vencedor, y los humanos ahora nos llevan ventaja, cinco victorias sobre las cuatro victorias que tenemos. Debe ser muy difícil asimilar que los humanos están cerca de salvarse, verdad, Artemisa? —preguntó, una sonrisa burlona, ver a la diosa de la luna perder los estribos era divertido de ver para Hermes.
—¿Entiendes la situación en la que nos encontramos ahora, hermano mío? —preguntó Artemisa, viéndole a los ojos al dios del sol—. No podemos permitir más victorias de ellos, ¿Si ellos ganan entonces la muertes de nuestro padre habrá sido en vano?
—Las muertes de Melínoe, Hércules, Thor y Belcebú también habrán sido en vano si los humanos ganan el Ragnarok —comentó Ares, mirando a través de una de las grandes ventanas que había en aquella habitación.
—Ademas, también Poseidón quedó en ese estado tan deplorable, al igual que Loki y su perdida de la cordura. ¡No podemos permitir que esos miserables se salgan con la suya! —dijo Artemisa, enojada.
—¿Hablando de Poseidón aún no lo han encontrado? —preguntó Hermes.
—No —respondió Ares—. Y esto me parece muy extraño, no pudo haber ido muy lejos, no en el estado en el que se encontraba tras su pelea contra Barbablanca. Literalmente no podía moverse de su habitación, no entiendo a dónde pudo haber ido.
Hubo unos momentos de silencio, pero Artemisa lo rompió al ponerse de pie enfrente de los demás miembros del panteón griego, ya no podía seguir sentada sin hacer nada.
—De acuerdo, yo seré la siguiente en salir a pelear, no permitiré que esos malditos vuelvan a ganar, pagarán todas y cada una de las muertes que han provocado.
—Ya te dije que no irás, aún no. Tu turno de salir a combatir todavía no llega, tendrás que esperar, es una orden —ordenó Apollo.
—Apollo, lo lamento, no puedo quedarme aquí sentada sin hacer nada —dijo muy seria la diosa de la luna y la armonía.
—Te dije que esperes, y eso harás —dijo Apollo, más serio todavía.
—¡Pero ya no puedo esperar más, hermano! ¡Iré a combatir ahora mis..! —levantó la voz la diosa de la luna, provocando a su hermano.
—¡ARTEMISA!
Apollo liberó una cantidad brutal de energía haciendo retumbar toda la maldita habitación, creando grietas en el suelo y en las paredes; algunas ventanas estallaron solo con la voz del dios del sol y el ambiente se volvió muy pesado de un segundo a otro.
Calor, mucho calor comenzó también a sentirse de un momento a otro, la diosa de la luna y la armonía quedó en completo silencio al ver a su hermano gemelo liberar tal cantidad tan bestial de energía en un segundo, más de la que cualquier otro dios sería capaz de hacer.
—¿Planeas ir en contra de lo que estoy ordenando? —preguntó el dios del sol, su voz y su mirada imponía respeto y temor.
Artemisa, la mismísima diosa de la luna agachó su cabeza al escuchar la pregunta de su hermano gemelo.
—N-No, no hermano mío, lo lamento, no volverá a suceder —respondió Artemisa. Tras decir eso, guardó silencio, en serio era una pésima idea hacer enojar al dios del sol.
—Me compadezco del humano que tenga que enfrentarte, Apollo, no te aguantaría ni un segundo —dijo Hermes, con el mayor respeto posible, ya que no quería terminar como un montón de cenizas.
—Eso es algo de lo cual no hay que preocuparse, mi victoria está asegurada en una futura ronda. Lo importante ahora es decidir pronto quién será el siguiente en salir a combatir —dijo Apollo, cerrando momentáneamente sus ojos.
—¿A quién tienes en mente, hermano mío? —preguntó Artemisa, ahora sí con una voz muy educada.
—Pues ya no pienses más, Apollo, yo quiero ser el siguiente en salir a combatir —dijo Ares, acercándose hacia donde Apollo se encontraba sentado.
—Jaja ¿Tú, Ares? Por favor, no me hagas reír, queremos ganar esta ronda, no perderla —dijo Artemisa.
—Mi nombre está en la lista de los participantes ¿No es verdad? Y para este punto creo que es necesario que ya entre en acción. Apollo...
—¿Mm? —murmuró el dios del sol.
—Es momento de que todos recuerden por qué me conocen como el guerrero más temido en el campo de batalla —dijo Ares, extrañamente de una forma valerosa y decidida.
—Puede que sea vea como un idiota, pero; Ares, mi hermano, tiene razón en lo que está diciendo —pensó Hermes, con una pequeña sonrisa—. ¿Estás seguro de lo que quieres hacer, Ares?
—Por supuesto. Los humanos están cerca de su salvación, y no puedo permitir que la muerte de nuestro padre Zeus haya sido en vano. Apollo, te pido por favor, que me dejes participar, no voy a perder.
Apollo le miró a los ojos unos instantes, por unos momentos pensó en negarlo y mandar a alguien más pero, a pesar de lo idiota y payaso que podía llegar a hacer, no estaba mintiendo cuando decía que era el guerrero más temido.
—De acuerdo —dijo Apollo.
—¿Eh? —preguntó Artemisa, sorprendida—. ¿En serio lo dejarás pelear?
—Serás el siguiente. Ares será el siguiente en pelear en la décima ronda, que le den aviso a Heimdall y a esas Valkirias, dentro de poco comenzaremos.
Ares sonrió muy confiado, por fin llegó su turno de salir a pelear contra los humanos y demostrar quién era él, el dios de la guerra.
—Me compadezco del pobre iluso que vaya a pelear con ese gorila —pensó Hermes. Los dioses del Olimpo se retiraron, puesto en que unos momentos comenzaría la décima ronda.
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HABITACIÓN DE LOS REGISTROS...
Las puertas de la habitación de los registros se abrieron de un momento a otro, llamando la atención de las tres mujeres que estaban ahí adentro.
—¿Quién es ella? —preguntó Ryuko.
Brunhilde dirigió su mirada hacia aquella mujer y que sorpresita se llevó la mayor de las Valkirias...
—¿Así que solo dos victorias más y los humanos se salvarán, eh? —preguntó una mujer de apariencia jóven, de cabellos negros azabaches, sueltos, que llegaban hasta su cintura, ojos de un color rojo carmesí muy encendidos, incluso más que los de Akame; piel palida, y bastante alta, casi tanto como Brunhilde. Llevaba una especie de chaqueta corta de color azul marino que dejaba muy a la vista su marcado (enserio, muy bien marcado) abdomen, botas negras que llegaban casi a sus rodillas, y pantalones con patrones que asemejaban algún estilo militar, llevaba guantes negros que dejaban los dedos y los nudillos libres y una gargantilla con púas pequeñas.
Göll abrió sus ojos a más no poder, había dejado de llorar, ahora estaba más que sorprendida al ver a esta mujer, mejor dicho, a esta Valkiria.
—¡¿Hermana Gunner?! —preguntó Göll, muy sorprendida al ver a su hermana mayor.
—¿Conoces a esa mujer? —preguntó Ryuko.
—Sí, sí la conozco, es mi hermana mayor, Gunner —respondió Göll.
Gunner ignoró por completo a su pequeña hermanita, ni siquiera se acercó a saludarla. Se dirigió directamente hacia Brunhilde, la mayor de las Valkirias no le apartó la mirada en ningún momento mientras se acercaba.
—Gunner, ha pasado mucho tiempo... —comentó Brunhilde, con una pequeña sonrisa, si le agradaba ver a su hermana menor después de todo.
Diferente historia para Gunner.
—Dejemos los formalismos a un lado ¿Quieres? —comentó Gunner, bastante seria a decir verdad—. No entiendo por qué has estado retrasando tanto mi participación en el Ragnarok, sabes muy bien que detesto a esos dioses bastardos ¡Yo debí haber participado hace mucho tiempo, Brunhilde! Tú solo has estado retrasando, en mi participación y no entiendo el por qué.
—Wow, que carácter —comentó Ryuko, extrañamente escuchar esa voz tan seria de aquella Valkiria hizo que esta adolescente rebelde se sentara como debería sentarse una señorita de su edad.
—Nuestra hermana Gunner es tal vez la única que se atreve a hablarle así a nuestra hermana Brunhilde —dijo Göll, dejando de chillar por completo.
—Parece que la estuviera regañando —dijo Zenketsu, y a decir verdad, eso parecía realmente.
Gunner se acercó aún más a Brunhilde, mirándola de manera seria, con una cara de pocos amigos. Se colocó a pocos centímetros de ella.
—Quiero hacer Volundr, ¡Ahora!
—Gunner, no sabía que tenías tantos deseos de salvar a los humanos, hermana.
—No hago esto solo por salvar a los humanos. Odio a los dioses, y esta me parece una oportunidad perfecta para acabar con ellos, solo dos victorias más y los humanos se salvarán, estando tan cerca de la salvación no podemos permitir una derrota más.
Gunner y Brunhilde no se apartaron la mirada de encima en ningún momento, hasta que escucharon literalmente a su hermana menor, Göll, dar un grito por todo lo alto, un grito que retumbó por toda la habitación.
—¡AAAAAHHHHH! ¡ESTAMOS EN PROBLEMAS! ¡HERMANA BRUNHILDE LOS DIOSES YA DIERON EL AVISO DE QUIÉN SERÁ SU SIGUIENTE REPRESENTANTE!
—¿En serio? ¿Y quién es? —preguntó Brunhilde.
Göll le mostró a sus hermanas mayores el nombre del siguiente dios que pelearía en la décima ronda del Ragnarok. Brunhilde levantó una ceja, una sutil sonrisa y una expresión de curiosidad al leer el nombre del representante de los dioses.
"Ares dios de la guerra
Décimo representante
Décima ronda del Ragnarok"
—Ares será el siguiente en pelear —comentó Gunner.
—¿Ares? ¿Ese no es el nombre del famoso dios de la guerra? —preguntó Ryuko.
—Exacto —le respondió Göll—. ¡¿Hermana qué vamos a hacer ahora?! El señor Ares puede verse como un idiota y un payaso pero cuando entra en su modo berserker de la guerra...
—¿Modo Berserker de la guerra? ¿A qué te refieres con eso? —preguntó Ryuko.
—Cuando está en ese estado, se vuelve una verdadera máquina de matar, sanguinario, cruel y despiadado. ¿Hermana a quién vas a seleccionar? Tendrás que hacerlo con cuidado, tienes que seleccionar a alguien que sea capaz de ganarle si llega a entrar en su modo berserker.
—¡Oh eso se escucha interesante! Brunhilde, por favor, déjame pelear en esta ronda, tengo muchísimas ganas de pelear con ese tal dios de la guerra.
—No, lo lamento, Ryuko, pero no vas a participar en esta ronda. Además... —volvió a activar la pantalla de selección y a mover imágenes de izquierda a derecha, buscando al hombre correcto—, con la notificación que nos acaban de dar los dioses, ahora tengo claro a quien voy a seleccionar. Él es el oponente indicado para alguien como Ares.
Brunhilde pulsó sobre la imágen de aquel hombre que pelearía en la siguiente ronda del Ragnarok, dándole aviso tanto a los dioses como a Heimdall.
—¿Gunner serías la siguiente en hacer Volundr? —preguntó Brunhilde.
—No tienes ni por qué pedirlo, debiste dejarme participar desde hace tiempo —dijo Gunner, decidida y lista para ir a patearles el culo a los dioses.
—De acuerdo, vamos a buscar al hombre con el que unirás tu alma. Esto será interesante, eres una estratega de la guerra, y creo que eres la más indicada para hacer Volundr con ese hombre.
—Adelante —sonrió Gunner, confiada.
Las Valkirias se retiraron de aquella habitación en busca del siguiente humano en pelear. Ryuko observó al hombre que había seleccionado Brunhilde, pudiendo leer el nombre del décimo representante
"Minato Namikaze"
El legendario Cuarto Hokage, el relámpago amarillo de Konoha ahora era el encargado de seguir con la victoria de los humanos y acercarlos más a su salvación. Ya lo he mencionado antes y lo volveré a hacer, solo dos victorias más y toda la humanidad se habrá salvado.
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