CAPÍTULO 64

Todos los humanos y los dioses que estaban en las gradas quedaron impactados al ver al mismísimo señor de las moscas, al rey de los demonios, de pie en la arena del Valhalla, con una expresión tan... extraña pero, inquietantemente serena, como si no tuviera miedo de enfrentar a su rival.

—No puedo creer que ese sujeto haya aparecido —comentó un humano, cargando un rosario entre sus manos, tan impactado de ver a Belcebú

—¿E-Eso significa que los dioses deben estar desesperados por ganar, no? Digo, para que ha-hayan mandado a pelear a ese tipo... —comentó una deidad entre las gradas.

—No hay que temer, debemos confiar en ese chico, recuerden, no han mandado a luchar a cualquier individuo, sino a alguien que es capaz de hacerle frente, y qué mejor para enfrentar a un demonio como ese que un cazador de demonios —dijo un humano, poniéndose de pie, alentando al pelirrojo en su batalla.

—¡Es verdad, no debemos tener miedo!

—¡Tú puedes, cazador, acaba con esa escoria! —gritó otro humano entre tanta multitud.

El pelirrojo desvío su mirada hacia las gradas, escuchando las palabras de aliento de los humanos, de todas las personas que él juró defender y proteger. No iba a perder esa ronda, hizo una promesa, y debía cumplirla cueste lo que cueste.

En la zona VIP, Artemisa se mofó y burló de los "inútiles" intentos de los humanos por alentar a su representante.

—Jaja pero qué estúpidos, enserio, ¿Realmente creen que ese mocoso podrá siquiera hacerle un rasguño a Belcebú? Creo que se están confiando demasiado, por eso mandaron a ese mocoso a morir a manos de él.

—No digas de más, para este punto debes tenerlo bastante claro ¿No, Artemisa? —comentó Apollo, haciendo que sus demás hermanos lo vean—, los humanos..., no son algo que debemos tomarnos a la ligera. No te vayas a confiar en tú batalla.

—¡Ja! Sí, claro, Apollo, hermano mío, tampoco debes sentir respeto por esos humanos —dijo Artemisa, muy pero muy confiada en sus palabras.

Por su lado, Hermes llevó su mano a su mentón y observó al pelirrojo unos momentos...

Ese muchacho sabe perfectamente cómo agarrar esa espada, sabe lo que está haciendo; y su postura defensiva no tiene errores, es impecable. Yo no me confiaría si fuera ella —pensó Hermes.

—Al parecer los dioses no se encuentran felices de que Belcebú esté peleando por ellos —comentó Göll.

—Así es. Belcebú es alguien demasiado odiado por los dioses, su sola presencia los pone nerviosos e histéricos. Esa es la clase de dios que es Belcebú —dijo Brunhilde.

En la arena del Valhalla, el pelirrojo retrocedió unos pocos pasos, tenía muy presente que su velocidad no era para nada cercana a lo que él vió en la tercera ronda, entre el caballero de Pegaso y la hija de Hades.

—¡¿El rayo de esperanza de la humanidad será opacado por la espesa neblina de la perdición?! ¿Serán los humanos capaces de ganar esta ronda?! ¡Vamos a averiguarlo! ¡Luchadores, peleen hasta la muerte ahora! —dijo Heimdall, dando inicio a la pelea, a la novena ronda del Ragnarok.

Tanjiro sujetó con firmeza su espada, mientras le miraba a los ojos a su rival, esperando cualquier movimiento, cualquier ataque, cualquier sutil movimiento que sus ojos logren apreciar.

¿Entonces ese tipo es Belcebú, eh? El rey de los demonios. No se parece en nada a como lo describen los libros, pero..., su presencia es tan aterradora como una Luna superior, incluso tan aterradora como el mismo Muzan —pensó Tanjiro, sin dejarle de ver a los ojos—. ¿Cómo debería iniciar con mi primer ataque? Debo tener cuidado.

Sé lo que piensas —dijo Belcebú, llamando con eso toda la atención de su rival, dejándole confundido.

—¿A qué te refieres? —preguntó el pelirrojo.

—Seguramente debes estar pensando en cómo atacarme. Lamento decirte que tus esfuerzos son en vano, no vas a vencerme, eso es un hecho, muchacho —contestó Belcebú.

—No deberías subestimar a los humanos, ya les hemos demostrado el potencial que nosotros tenemos —contestó el pelirrojo, con una sutil sonrisa y una pequeña gota de sudor cayendo por su mejilla.

—¿El potencial que ustedes tienen? —preguntó Belcebú, hablando en tono bajo, bajando la mirada al suelo unos momentos.

¿A qué se refería con eso? ¿Potencial? ¿Potencial de qué? ¿De evolucionar? ¿De seguir avanzando?

Belcebú colocó sus dos manos encima de su báculo, el cual, tenía el diseño de una calavera. Se quedó quieto, esperando pacientemente el ataque del pelirrojo...

—¿Qué rayos está haciendo Belcebú? —preguntó Artemisa—. ¿No va a matarlo? ¡Si se queda ahí parado solo conseguirá que lo ataquen!

—Te equivocas —comentó Ares, llamando la atención de la diosa de la armonía—. Belcebú va a probar las habilidades de ese muchacho, va a estudiarlo, de eso estoy seguro.

En la arena, Belcebú levantó sutilmente su báculo y después lo colocó de nuevo en el suelo. Tanjiro logró percibir esa acción, por lo que se mantuvo a la defensiva en todo momento, hasta que...

—Quiero verlo —murmuró Belcebú.

—¿Eh? —se preguntó a sí mismo el pelirrojo.

—Quiero verlo. Quiero ver ese supuesto potencial humano...

Al terminar de decir eso, el suelo que estaba debajo del báculo de Belcebú se agrietó de un momento a eso, dejando confundido al pelirrojo; no obstante, el suelo comenzó a agrietarse en dirección al pelirrojo, pero a una velocidad ridículamente alta.

—¡¿Pero qué?! —preguntó confundido Tanjiro.

El pelirrojo se arrojó a un lado alejándose de esa grieta, misma que prosiguió su camino hasta uno de los pilares que tenía la arena del Valhalla. Luego de eso, ese pilar quedó hecho pedazos, literalmente, fué como si hubiese recibido múltiples ataques a una velocidad imperceptible.

—¡¿Qué fué lo que pasó?! ¡Belcebú atacó a Tanjiro pero, al parecer, sin mover ni un solo músculo! —exclamó Heimdall, a todo pulmón—. ¡¿Será que el poder de Belcebú es demasiado para los humanos?! ¡Su velocidad es imperceptible para los ojos mortales?!

Tanjiro aterrizó en el suelo y se volteó para observar lo que había sucedido, y se llevó una gran sorpresa al ver aquel enorme pilar hecho pedazos en el suelo.

—¿Qué rayos acaba de pasar? ¿Fué un ataque? Ni siquiera ví en qué momento lo lanzó —se dijo a sí mismo el pelirrojo.

—Felicitaciones muchacho, lo esquivaste bien; el siguiente será más fuerte —dijo Belcebú. Volvió a golpear sutilmente el suelo con su báculo.

No bien terminó de decir eso, de nuevo el suelo comenzó a agrietarse en dirección al pelirrojo; tomándole de sorpresa. Tanjiro de nuevo esquivó ese ataque moviéndose a la derecha y dejando que ese ataque pase de largo agrietando todo el suelo.

Tomó su espada con firmeza y se acercó a Belcebú a toda prisa. El rey de los demonios levantó su báculo y volvió a tocar el suelo generando en el acto un ataque de nuevo en dirección al pelirrojo...

—¿Qué rayos está pasando? ¡Ese sujeto lo único que hace es tocar el suelo con su bastón y, se producen esas grietas! —preguntó un hombre a gran voz, sin entender muy bien lo que estaba pasando.

Tanjiro saltó lo más alto que pudo alejándose del suelo y por ende, del ataque de su rival. Belcebú levantó su mirada sin ninguna clase de preocupación y observó al pelirrojo por lo cielos.

En la zona VIP, tanto Ares como Artemisa no entendieron muy bien los ataques del señor de las moscas.

—¿Qué clase de ataque es ese? —preguntó Ares, sumamente confundido.

—Es muy sencillo de entender... —dijo Hermes, acercándose hacia su hermana Artemisa y tomando una copa de vino vacía que yacía a su lado—. Son vibraciones.

—¿Qué? ¿Vibraciones? —preguntó Ares, todavía confundido.

En la arena, Tanjiro agarró su espada con dos manos y también comenzó con su ataque...

—Al parecer solo puede atacarme de esa forma si estoy en el suelo. En el aire no puede hacerlo..., por lo tanto... —dijo el pelirrojo—. ¡Respiración del agua, segunda postura: Rueda de agua!


Tanjiro descendió generando con su espada la forma de una rueda de agua, girando su cuerpo hacia adelante llevando su espada hacia esa misma dirección y dando una vuelta completa.

Tan fácil y sencillo fué para Belcebú esquivar ese ataque tan simple por parte de su rival. Dejó que su rival pase de largo sin hacerle el más mínimo rasguño. Tanjiro aterrizó a unos pocos metros de dónde estaba Belcebú.

¡Rayos, es bastante rápido! —pensó el pelirrojo, sintiendo que su ataque fué prácticamente inútil.

—¿Qué pasó con ese supuesto potencial humano? —preguntó Belcebú, bastante serio a decir verdad.

Belcebú se dió la media vuelta y volvió a tocar el suelo con su báculo, generando de nuevo ese ataque tan extraño que el pelirrojo no lograba comprender.

Alcanzó a esquivar ese ataque de pura suerte, a esa distancia, si no hubiera reaccionado rápido, sin duda alguna lo hubiera hecho pedazos si lo alcanzaba, un montón de carne explotando, una espesa nube rojiza de sangre y restos de órganos esparcidos por doquier.

En la zona VIP, Hermes había tomado esa copa para poder explicarle a sus hermanos como funcionaba el ataque de Belcebú...

—¿Me puedes decir cómo algo tan simple como una vibración puede utilizarse como un arma? —preguntó el dios de la guerra.

Hermes sonrio, acercó esa copa a su boca y comenzó a producir un sonido lo suficientemente alto como para romper esa copa. ¿Alguna vez han visto o escuchado que, una cantante de ópera puede romper una copa, unos lentes, o demás artículos de cristal solo empleando su voz? ¡Ese era el poder de las vibraciones!

—Las vibraciones a veces rompen pequeñas cosas como una copa, y en otras ocasiones, hasta generan terremotos... —dijo Hermes.

—Así veo pero, ¿Cómo eso puede usarse como un arma? —preguntó Ares.

—¿El dios de la guerra, alguien que supuestamente debería tener un amplio conocimiento de ataques y estrategias enemigas no puede entender un simple concepto como ese? —preguntó Hermes, con una sonrisa muy burlona en su rostro.

—Las vibraciones que crea Belcebú son tan agudas como si fueran una cuchilla. Mismas que, al entrar en contacto con algún objeto, puede destrozarlo en un abrir y cerrar de ojos. Es una técnica muy simple pero, sumamente efectiva, si ese niño no quiere terminar como un montón de carne explotando o siendo picada, tendrá que esforzarse y buscar la forma de contrarrestar eso —explicó Apollo, tan sereno y tan tranquilo, sin apartar la mirada de la arena.

—¿Qué? —preguntó Ares, asombrado.

—¿Recuerdas el primer combate? ¿Recuerdas como atacaba Barbablanca? Él "estrellaba el aire" gracias al poder de la fruta Gura Gura, básicamente, generaba vibraciones y ondas de choque que viajaban por el aire y producian terremotos. Lo de Belcebú es..., algo parecido, solo que él lo hace en forma de cuchillas.

En la arena, el pelirrojo seguía sin apartarle la mirada a su rival...

—¿Qué es lo que sucede? ¿Dónde está ese supuesto potencial humano? —preguntó Belcebú.

—Maldito... —murmuró el pelirrojo—. Estoy empezando a entender su ataque, de alguna forma..., cuando toca el suelo, crea alguna especie de vibración que es dirigida hacia mí. Si me llega a alcanzar con ese ataque, acabará conmigo muy rápido.

Belcebú se acercó a Tanjiro caminando despacio y sin dejar de mirarle a los ojos. El pelirrojo retrocedió ante su enemigo, no quería admitirlo pero, en estos momentos se encontraba en grandes problemas porque su rival poseía una técnica con la cual, acabaría con él en un instante.

—Creo..., que ese supuesto potencial humano que ustedes poseen, no es más que puras patrañas.

—¡No son patrañas! —dijo Tanjiro, levantando su espada en forma ofensiva

—Entonces demuéstrame lo contrario... mocoso... —Belcebú comenzó a crear vibraciones en su mano, tan rápidas que podían asemejar la forma de una cuchilla—. ¡Quiero ver, de lo que ustedes son capaces de hacer!

Belcebú se arrojó hacia el pelirrojo a toda velocidad, casi tan rápido como un parpadeo, en un segundo pasó de estar a varios metros de él a estar prácticamente enfrente suyo. Tanjiro intentó retroceder lo más rápido que pudo, Belcebú movió su mano desde la derecha hacia la izquierda asemejando el corte que hace una espada. Saltó dejando que ese ataque pase de largo.

—¡Respiración del agua, Octava postura: Lago de la cascada!

Tanjiro descendió con toda su fuerza realizando un corte en forma vertical, con suma potencia, asemejando la fuerza natural de una cascada.

El ataque fué realmente poderoso, puesto que asimilaba la potencia y forma de una espada; pero para Belcebú, fué tan lento y tan fácil de esquivar el ataque de su oponente.

La espada de Tanjiro golpeó el suelo, lo había esquivado de nuevo, se vió tan sencillo hacerlo para el rey de los demonios. Tanjiro aterrizó en el suelo luego de terminar con su ataque, volviendo a mirar a su rival, sin apartarle la mirada de encima, sentía que si pestañeaba aunque sea por un segundo, estaría muerto.

—Tanjiro está en desventaja —comentó Göll—, no veo la forma en la que pueda hacerle frente al señor Belcebú.

—No te desesperes, Göll, Tanjiro aún no ha demostrado todo su poder, además, el Volundr que hizo con nuestra hermana lo favocere en gran medida. Quédate tranquila, yo confío en Tanjiro.

Göll observó a su hermana mayor unos instantes, sonó tan confiada en lo que decía pero, ¿Era verdad? ¿Tanjiro realmente podía hacerle frente al rey de los demonios? Cómo iban las cosas, esa afirmación de su hermana se iba a poner en duda.

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