CAPÍTULO 53
Lejos del combate, lejos de la arena, lejos de la gran batalla por la supervivencia, en los aposentos del que una vez fué llamado "el dios de dioses" el tirano de los mares, Poseidón, se podía ver a este último vivo, pero paralítico de por vida luego de haber sobrevivido a su combate contra el emperador Shirohige.
Poseídon se encontraba acostado en su cama, mirando el techo, todavía estaba furioso por lo acontecido en su combate. A su mente regresó el momento exacto en dónde Shirohige le destrozó la columna al haberlo atacado con el poder de la Gura Gura, y como le dieron su victoria estando tirado en el suelo, a los pies del que que fué en vida el Yonkou más fuerte.
—Maldito seas... Barbablanca... ¡Maldito seas! —pensó muy furioso el dios de los mares. Literalmente no podía moverse para nada, tenía gran parte de su rostro cubierto con vendas, al igual que el resto de su cuerpo.
No obstante, ocurriría que, mientras miraba el techo de su habitación, la puerta se abrió de un momento a otro llamando la atención del tirano.
—¿Qué quieren? ¡¿Acaso no les dije que nadie podía ingresar aquí?! —levantó la voz lo mejor que podía.
—Jajaja a pesar de estar en esas condiciones todavía tienes fuerza para levantar aunque sea la voz. Genial —dijo cierta divinidad maniática y errática en ocasiones.
Poseidón de inmediato reconoció la voz de ese sujeto...
—¿Loki? ¿Qué rayos haces aquí? —preguntó un molesto Poseidón.
El dios loco se acercó a la cama de Poseidón para observar mejor el estado en el que se encontraba él tirano, o mejor dicho, el ex tirano de los mares.
—Me parece increíble que hayas podido sobrevivir al impacto de ese terremoto, sin duda alguna Barbablanca fué alguien fantástico ¿No es así, Poseidón? —preguntó Loki, con una sonrisa muy extraña y retorcida en su cara.
—¡Vuelvo a repetirlo qué haces aquí! —preguntó de nuevo Poseidón.
—Oye tranquilo, solo vine a visitarte, me imagino que nadie lo ah hecho ¿Verdad? Todos le tienen miedo al gran Poseidón, al tirano invencible, al dios de dioses jeje —eso último que dijo lo mencionó con mucha burla hacia el dios de los mares—. Jaja ya, no te molestes, realmente vine a ver cómo te encontrabas.
—No quiero que estés aquí, no eres bienvenido, lárgate en este preciso momento y déjame tranquilo, no estoy de humor para soportar tus tonterías —dijo Poseidón, bastante molesto con las presencia del dios de los timadores.
—Jaja que mal agradecido eres. En fin, supongo que mi presencia no es de tú agrado —volteó su mirada al tridente que habían logrado rescatar tras su combate contra Shirohige, el cual habían colgado en una pared cercana a su cama—, pero qué arma más gloriosa posees, Poseidón.
Loki se acercó y tomó el tridente de Poseidón en sus manos...
—No pongas tus sucias manos en mí tridente, bastardo. ¡Lárgate de mí habitación ya! —exclamó el tirano de los mares a todo pulmón.
Loki observó que el filo del tridente todavía estaba intacto, listo para volver a usarse como un arma. Miró a Poseidón, le sonrió de la forma más escabrosa posible, y de un momento a otro, cadenas negras aparecieron en los costados de la cama del dios de dioses, atrapandolo en el acto y dejandolo aprisionado por completo...
—¡¿Qué rayos crees que estás haciendo maldita rata?! —preguntó un iracundo Poseidón.
Loki se acercó al tirano de los mares y de un solo movimiento, y con gran fuerza, clavó ese tridente en el pecho de Poseidón hasta traspasarlo por completo. Poseidón dió un grito por todo lo alto mientras su divina sangre comenzaba a salir de su cuerpo a chorros. Loki retiró el tridente de su pecho y volvió a clavarlo ahora cerca de su corazón. Mientras seguía atacando al tirano de los mares se reía como un demente desquiciado, mientras pequeñas gotitas de sangre caían sobre su cara cada vez que apuñalaba al dios de los mares.
—¡Jajajaja no es nada personal, Poseidón, solo tuviste mala suerte de estar en la lista del señor Odín! —exclamó un maniático dios de los timadores. Toda la cama de Poseidón había quedado manchada con la sangre de él. Loki lo volvió un colador con todas las estocadas que perforaron su cuerpo.
Una última estocada fué directo a su garganta, mientras miraba a los ojos al dios loco. Loki seguía riéndose a carcajadas, ver morir al tirano de los mares junto con su arrogancia se sentía de puta madre, un éxtasis para el dios loco. Poseidón perdió la vida y lo último que vió fué al dios loco riéndose y burlándose de él. Loki retiró el tridente de la garganta del dios fallecido, usando la sangre del mismo se pasó su mano por el cabello como Poseidón lo hacía en vida.
—Lo siento, Poseidón, me caías bien pero no tenía más opción —dijo Loki de manera muy grotesca. Colocó su mano en el pecho del dios muerto y procedió a extraerle toda la energía divina, todo el poder que Poseidón tuvo en vida. Cuando terminó, Poseidón parecía ser una desagradable masa seca de carne y huesos, un escenario demasiado asqueroso.
Al salir de aquella habitación, los dos guardias que custodiaban la puerta del dios de los mares estaban tirados en el suelo, muertos a mano del dios loco. Loki en ese momento procedió a desaparecer los cuerpos de esos guardias junto con el de Poseidón abriendo un portal, eliminando en el acto todo rastro de la escena del crimen. Era como si el dios de los mares hubiera desaparecido por completo.
—Uno menos, faltan cinco —dijo Loki. Se llevó consigo el tridente de Poseidón adueñándose de aquella arma para usarla cuando a él se le plazca.
Se fué silbando como si nada hacia su siguiente objetivo...
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ARENA DEL VALHALLA
—Hermana Brunhilde, esto no es justo, Anubis tiene un ejército de almas humanas bajo su control, esto se escapa de toda regla establecida para los combates del Ragnarok —comentó Göll, más que angustiada de la situación tan precaria en la que se encontraba él espadachín peliverde.
—Aún así, no creo que los dioses quieran detenerte esto —comentó Brunhilde. Levantó su mirada hacia la zona VIP y observó directamente a Apollo.
En aquella zona VIP, todos los demás dioses observaron a Apollo al ver que Anubis ya no estaba peleando con una sola alma, sino con un ejército literalmente.
—¿Apollo enserio podemos permitir esto? —preguntó Hermes al dios del sol—. Esto ya rompe las reglas del Ragnarok por completo.
Ares, Artemisa, Afrodita, incluso el mismo Odin lo observaron directamente a los ojos, pero el dios del sol y el más poderoso de todos solo dijo lo siguiente...
—Que el Ragnarok continúe...
Nadie se atrevió a contradecirlo. En las gradas los humanos estaban reclamando, pues era algo lógico, un ejército de almas de los mejores guerreros que hayan existido contra un solo hombre, el mejor espadachín de todos los tiempos. Zoro Roronoa contra un ejército de almas me parece algo injusto, para el ejército, claro.
—¡Ustedes los dioses son unos tramposos! —gritó un jovencito valiente entre los humanos.
—¡Es verdad, deberían descalificar a ese dios egipcio ahora mismo! —gritó otro individuo desde la parte más de las gradas.
—¡Tramposos! ¡Dioses tramposos! —gritó una mujer a todo pulmón.
Los dioses se enojaron y se mostraron agresivos con lo que los humanos les andaban gritando a todo pulmón.
—¡Ustedes fueron los tramposos al mandar a ese monstruo que derrotó a Lord Thor —dijo un dios desde la parte media de las gradas, reviviendo y recordando la violada de Anastacio que su majestad Escanor le dió al dios del trueno.
—¡Es verdad! ¡Ustedes también son unos tramposos!
Así, poco a poco cada bando comenzó a reclamarse y a atacarse verbalmente el uno contra el otro. Anubis observaba la reacción de ambos bandos y sonreía muy burlonamente, como si le parecía un chiste todo lo que estaba pasando.
—Sí que se ah armado una buena jaja —luego de decir eso observó al espadachín peliverde—. ¿Y entonces? ¿Vas a rendirte o vas a pelear tú solo?
Zoro, el cual todavía seguía con su técnica Ashura, solo lo miró desafiante, le iba a mostrar en ese momento por qué se ganó el título del mejor espadachín de todos. Anubis le ordenó a su ejército hacerlo pedazos sin contenerse para nada.
Lo próximo que se pudo observar fué al increíble ejército que Anubis tenía bajo su control dirigirse a atacar al pirata. Zoro sostuvo sus espadas con firmeza y también se lanzó al ataque. Cuando se encontró con sus enemigos, pudo acabar con cuatro al mismo gracias a su técnica Ashura, rompió las espadas de esos sujetos, les dió un poderoso corte que los partió por la mitad, rompiendo cualquier defensa que tuvieran.
Dos sujetos, uno cargando una gran hacha y el otro una lanza larga, lo atacaron desde el aire. Zoro usó dos espadas para cubrirse del ataque del hacha, no obstante siendo herido en el hombro por la lanza del otro sujeto.
—¡Santouryu: Oni Giri! (¡Estilo de tres espadas: corte del demonio!) tras realizar su técnica, ambos sujetos terminaron con un corte en diagonal desde sus hombros hasta su cintura.
—Ese muchacho no lo hace nada mal —comentó una ruborizada Afrodita al ver cómo Zoro se estaba defendiendo muy bien del ejército de Anubis.
—¡Es increíble que un solo hombre esté derrotando a un ejército por su propia cuenta! Nunca antes había visto algo como eso —mencionó Ares, totalmente asombrado de ver las proesas del peliverde.
—Bueno, existió alguien del clan Uchiha que realizó algo como eso hace siglos atrás —comentó Hermes mientras seguía observando también el combate.
Los tesoros de Anubis aprovecharon que Zoro había sido herido en su hombro gracias a esa lanza, por lo que algunos se abalanzaron con armas en mano para asesinarlo. El espadachín dobló un poco sus rodillas, colocó sus espadas de forma vertical con el filo hacia adelante, bajó un poco su cabeza y dejó que todos esos tipos se le acerquen lo suficiente.
—¡Santouryu: Enbima Yonezu Oni Giri! (¡Estilo de tres espadas: Corte del demonio, Demonio del insomnio de la noche!) —dijo en voz alta el peliverde. Sus espadas parecieron que se doblaron hacia atrás con sutileza, luego de eso, cargó contra todos esos tipos realizándoles a cada uno de ellos algunos cortes por todo su cuerpo mientras se movía a gran velocidad, los mandó a volar luego de terminar su ataque.
Göll quedó boquiabierta, era tan irreal que un solo hombre esté masacrando a todo un ejército ÉL solo...
—¡Hermana a este paso Zoro acabará con todo ese ejército y matará a Anubis! ¡Zoro es tan jodidamente genial! —pequeñas lágrimas de emoción cayeron por sus mejillas.
—Eso espero... —murmuró Brunhilde.
Ante los ojos de Zoro un sujeto mucho más grande que él portando una gran espada se le puso enfrente suyo. Levantó esa arma hasta lo más alto y descendió con todas las intenciones de partir al hombre por la mitad. Zoro se movió demasiado rápido esquivando ese golpe, se colocó a espaldas del sujeto y procedió a atacarlo...
—Kiki Kyuutouryuu: —de nuevo, Zoro utilizó su estilo de nueve espadas, creando aquella ilusión donde aparecían otros brazos y dos cabezas más—. ¡Ashura: Makyuusen! (Asura, nueve destellos del demonio)
Zoro realizó múltiples cortes en aquel sujeto haciéndolo pedazos en el acto. Lo destrozó y más nunca volvió a ponerse de pie. Anubis, a pesar de seguir con esa sonrisa escabrosa, estaba impresionado de ver lo que un solo hombre era capaz de hacer.
Pero, no era inmortal. Un ataque desde su punto ciego logró herirlo, un sujeto portando una espada larga lo atacó por la espalda haciéndole un daño considerable. Zoro bajó su guardia ante ese ataque, y por desgracia, otro sujeto también logró herirlo realizando un corte en su pierna. Un individuo que cargaba consigo un arco de madera y adornos de oro, colocó una flecha en su arco y lanzó esa flecha que fué a dar en la otra pierna del espadachín. Dió un grito de dolor al recibir ese ataque.
—¡ZOROOOO! —gritó Göll desde las gradas, al ver cómo había sido herido.
Otro de los tesoros de Anubis, tan grande como el otro sujeto que derrotó Zoro, cargaba consigo un mazo de hierro y púas, mismo que utilizó para golpear al espadachín en el pecho y parte de su cara, fué tan fuerte el golpe y el impacto que literalmente lo mandó a volar por los aires al peliverde. Voló algunos metros hasta que aterrizó en el suelo boca abajo.
—¡NO PUEDE SER, HERMANA BRUNHILDE, ZORO VA A..! —mencionó entre lágrimas la más jóven de las Valkirias.
—Por muy fuerte que sea, no es invencible, y enfrentarse él solo contra un ejército... ¡Dioses tramposos de mierda!—pensó Brunhilde, empezando a preocuparse y sentirse frustrada también.
En las gradas con el resto de Mugiwaras, se sintieron desesperados e impotentes al ver cómo el peliverde era atacado y ellos sin poder hacer nada.
—¡ZORO POR FAVOR NO PIERDAS! —dijo un desesperado Chopper, se sintió impotente porque en esta ocasión, si resultaba herido, no iba a poder sanarlo.
—¡Vamos Zoro ponte de pie! —Luffy también se sentía impotente, más que cualquier otro de la tripulación, no podía estirar su brazo y salvar a su nakama ya que no contaba con los poderes de la hito hito, o siquiera poder meterse en la pelea y repartir puñetazos a lo loco—. ¡CONFÍO EN TÍ, ZORO!
—¡OYE MARIMO ESTÚPIDO JAMÁS TE PERDONARÉ SI PIERDES! —gritó Sanji a todo pulmón, mientras seguía todavía con un chichón en su cabeza por haber defendido a Nami.
—¡VAMOS ZORO TÚ PUEDES GANAR, ADELANTE! —el francotirador narizón también se unió para alentar a su viejo nakama.
No obstante, Nami y Robin se miraron a los ojos, vieron el estado del peliverde y observaron la cantidad de individuos que todavía seguían en pie protegiendo al dios egipcio. No querían aceptarlo, pero Zoro no la tenía nada sencillo.
En la arena, el peliverde escuchó claramente el grito de sus nakamas apoyándolo, levantó con dificultad su rostro y los observó a todos, sobre todo a su mejor amigo, a su capitán. Luffy. Su Valkiria se manifestó a un lado de él, mostrándose preocupada por su estado.
—¿Puedes seguir peleando? —preguntó Mist.
—Sí... —dijo a duras penas—. Puedo seguir... peleando, no voy a decepcionar a mí capitán. ¿Tú estás bien?
—Sí. Yo resistiré todo lo que pueda, tú solo encárgate de destrozar a todos esos bastardos y matar al maldito de Anubis. Puedes hacerlo Zoro.
Luego de decir se desvaneció. Zoro se puso de pie, se arrancó aquella flecha que tenía en su pierna y la arrojó al suelo. Anubis no podía creer lo que ese humano fué capaz de hacer.
—No puedo creer que todavía siga en pie. Peleó con su maestro, le obligué a asesinar aquello que quería, y se enfrentó contra mis tesoros y todavía sigue en pie. No cabe duda que ese humano es increíble.
Zoro observó al dios egipcio, este último le sonrió muy descaradamente...
—¿Te rindes, humano?
—¡No, jamás! —respondió un valiente Zoro Roronoa.
—¡Hum! Peor para tí, hubieras dicho que sí y te hubieras evitado todo este sufrimiento. ¡VAMOS! ¡HAGAN PEDAZOS A ESE HUMANO AHORA MISMO! —con voz firme Anubis les ordenó a sus tesoros acabar con su enemigo.
Todas esas almas se dirigieron velozmente a asesinar al espadachín. Zoro, cansado, levantó una de sus espadas y la colocó horizontalmente delante de su rostro, aquella espada, la "Yabureme Tengoku" (La que desgarra el cielo) brilló intensamente cuando Zoro la colocó delante de su rostro.
Observó a todas esas almas dirigirse hacia él, pues bien, él también les recibiría de forma grandiosa...
—¡ITTOURYUU: NANAHYAKU NIJUU PONDO HOU, SOREWA SORA HIKISAKU! (¡¡ESTILO DE UNA ESPADA, CAÑÓN DE 720 LIBRAS QUE DESGARRA EL CIELO!!)
Gracias al increíble poder de la tercera espada divina más fuerte, Zoro creó una ráfaga de energía tan increíble y jodidamente poderosa que no solo mandó a volar a todos esos individuos que venían a atacarlo, sino que en el acto también los despedazó pintando el lugar con una niebla rojiza en el ambiente.
Todo a su alrededor fué destruido, todo el suelo se desgarró por completo creando grietas tan profundas que no se veían su final, todo eso en dirección al dios egipcio. Anubis no podía escapar de ese poder, sus bellos y valiosos tesoros no pudieron frenar semejante poder por más que lo intentaron.
—¡¿CUÁNTO PODER TIENE ESE MALDITO HUMANO?!¡ES RIDÍCULO! —gritó Ares, cubriéndose de la ráfaga de energía y el viento que sopló por todo el lugar.
—Diablos, y con una sola espada. ¿Cuánto poder pueden tener esas Valkirias? —se preguntó Hermes a sí mismo también cubriéndose del poder del peliverde.
Brunhilde se colocó enfrente de su hermana menor para protegerla. El resto de la humanidad tuvo que cubrirse lo mejor que pudieron para no verse afectados por ese ataque.
Anubis, desesperado y al límite de sus poderes, no tuvo más remedio que volver a invocar al único espadachín que podía frenar ese ataque.
—Solo tengo energía, para una invocación más... —dijo. Junto sus manos y Mihawk estuvo de vuelta, e inmediatamente levantó a Yoru y lanzó un poderoso ataque a distancia que, en medio de la arena, chocó con el ataque de Zoro frenandolo en el acto.
Una gran explosión surgió después de eso.
Cuando todo se disipó, en el cielo, hasta las nubes trazaron un camino que fué en dirección del dios egipcio, llegando más allá todavía, parecía que literalmente había desgarrado el cielo, haciendo una clara demostración del por qué era llamada "La que desgarra el cielo".
No obstante, Zoro se veía bastante cansado al respecto, haber utilizado esa espada y su increíble poder gastaba una gran cantidad de energía. Casi cae de rodillas al suelo. Los pocos tesoros que lograron sobrevivir al ataque de Zoro volvieron a reunirse enfrente de su dios controlador para protegerlo.
—Increíble... —murmuró Anubis, viendo toda la destrucción que causó el peliverde—, y con una sola espada. Sin duda alguna es... el espadachín más fuerte del mundo —comentó en voz baja el dios egipcio.
Zoro dió un paso hacia adelante pero cayó de rodillas al suelo, ese ataque gastó más energía de lo que debía gastar el peliverde. Ya había utilizado dos espadas, la cortadora de pesadillas y la que desgarraba el cielo, no cualquiera podía utilizar esas dos espadas de forma seguida y seguir viviendo.
—Zoro ya está en su límite y Anubis también está en su límite, ¿Qué crees que pasará ahora, Apollo? —preguntó Artemisa, llevándose una sorpresa de que su hermano no se haya sorprendido de lo que ocurrió en la arena.
—Los dos lo darán todo en un último ataque... —respondió Apollo de forma tranquila.
En la arena, Zoro volvió a ponerse de pie y centró su mirada en su maestro. Mihawk también lo observó directamente y tomó de nuevo su espada negra, poniéndose en posición ofensiva. Anubis le ordenó acabarlo, le dió toda la energía que le quedaba para ese último golpe.
Ambos lo iban a dar todo en ese último ataque...
Alumno vs Maestro, ahora se iba a decir quién realmente es el mejor espadachín del mundo.
Mist se manifestó a un lado del peliverde, también se notaba cansada, pero presintiendo lo que estaba próximo a ocurrir.
—Zoro ¿Crees poder soportar de nuevo mi poder? No estás en las mejores condiciones para hacerlo.
Zoro bajó su rostro por unos momentos, y le respondió...
—Debo hacerlo. Por mis nakamas... por Kuina... —levantó su rostro, un rostro lleno de determinación—. Debo hacerlo por Luffy... ¡POR MÍ CAPITÁN!
Mist le sonrió de forma sincera y se colocó a sus espaldas, poniendo sus manos en los hombros de su humano...
—Fué un placer haber peleado contigo, Zoro Roronoa.
Mist levantó su mirada y observó a sus dos hermanas, les sonrió, ella sabía que esa sería la última vez que las vería. Göll le miró con unos ojos cristalinos, no entendía por qué les sonrió de esa forma, pero una sensación horrible se apoderó de su pecho.
Anubis estaba tan cansado que dobló una rodilla, casi perdía su invocación. Su esposa Anput le observó mientras algunas lágrimas caían por sus mejillas, rogaba porque su esposo no vaya a perder. Anubis le sonrió, si iba a morir, moriría dándole por última vez una sonrisa. Observó ese anillo que ella le entregó...
—No importa si me convierto en un monstruo, o en un ser despreciable, jamás volveré a perder otra pelea. Es una promesa que jamás voy a romper, ¡Jamás!
Zoro colocó una espada en su boca, y las dos restantes las sostuvo con fuerza. Comenzó a correr con todas las fuerzas que le quedaban hacia su maestro y hacia Anubis. El guía de los muertos le ordenó atacarlo con todo su poder, Mihawk entonces también se acercó a toda velocidad hacia su antiguo alumno...
—Luffy, te prometí que no perdería, ¡Y así será! —dijo el mejor espadachín del mundo. Corrió por escombros, saltó por pedazos de roca y suelo levantado—, ¡En Ou Santouryuu! (¡Estilo de tres espadas del rey del infierno!)
Sus tres espadas brillaron intensamente, volvieron a utilizar todo el poder que contenían en su interior combinandose con el la técnica de su portador...
—¡103 Sanjou! (¡103 Piedades!) —cruzó sus espadas enfrente de la tercera que tenía en boca mientras avanzaba a gran velocidad.
Mihawk agarró a Yoru con ambas manos, acercándose velozmente hacia su alumno mientras la colocaba de manera vertical. Todo el mundo, TODO EL MUNDO estaba con el corazón en la mano al no saber cuál sería el desenlace de este encuentro.
—¡HIRYUU JIGOKU! (¡INFIERNO DEL DRAGÓN!)
Ambos espadachines se habían encontrado por fin, y por fin, sus ataques chocaron. Las espadas divinas más fuertes, y Yoru, la espada negra más fuerte chocaron entre sí. La explosión que ocurrió luego de eso fué colosal, fué tan poderosa que de nuevo, la arena del Valhalla quedó completamente destruida, una ráfaga de energía tan ridículamente PODEROSA fué hacia todas las direcciones posibles, destruyendo todo a su paso, columnas, gradas, el suelo quedó completamente destruido, los pilares fueron destruidos por completo, Apollo tuvo que ponerse de pie y crear una barrera que proteja a los demás dioses de la zona VIP o sino algo malo les pasaría. Brunhilde tomó a Göll del brazo y la jaló hacia donde ella se encontraba porque el sitio donde estaban paradas fué destruido en su totalidad, fueron a refugiarse en el pasillo porque aquella grada desapareció por completo.
Los Mugiwaras afortunadamente lograron sobrevivir al impacto, aunque no muy ilesos que digamos.
El grito de Luffy por su nakama se perdió inmediatamente durante la explosión. Enserio, fué tan colosal que difícilmente los siguientes participantes podrían igualar algo como eso. Göll, asustada, abrazó con fuerza a su hermana, mientras todo el escándalo pasaba.
Incluso los sismos del impacto habían llegado sutilmente hacia la enfermería donde se encontraba los sobrevivientes de las rondas anteriores.
—¿Qué habrá sido eso? —preguntó el mismísimo Itachi, con los ojos vendados, vendas en su cuerpo y acostado en su cama, pero consiente de lo que había ocurrido.
Por su parte, Seiya también había sentido el sismo producto de la explosión...
—¿Qué pasó? Eso provino de la arena —mencionó el castaño. Alvitr también se mostró confundida al respecto.
—De seguro el combate debió haber terminado —comentó Alvitr, sentada en el borde de la cama del castaño.
Y Akame, junto con sus demás compañeros de Night Raid que le estaban haciendo compañía, también se sintieron confundidos con lo que había ocurrido. Solo entendieron que eso provino de la arena del Valhalla.
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El polvo, el humo y demás partículas comenzaron a desaparecer poco a poco luego de aquella explosión. Heimdall, de milagro no había muerto con aquella explosión, apareció de entre los escombros del suelo.
—Rayos, pensé que moriría —comentó. No obstante, se llevaría una sorpresa al ver el resultado de aquel choque de energías.
No había ni rastro de Mihawk, solo un pedazo de Yoru tirado en el suelo, había sido destruida por las espadas de Zoro. Los demás trofeos de Anubis también, no había ni rastro de ellos. Al parecer, no había tampoco rastro de Anubis.
Heimdall vió que entre el humo y el polvo, la figura de Roronoa se encontraba de pie todavía...
—¡INCREÍBLE! ¡AL PARECER EL GANADOR DE ESTA RONDA ES..! —estuvo a punto de mencionar a Zoro como ganador, pero nada más alejado de la realidad.
Cuando todo se aclaró, se pudo ver mejor el estado en el que se encontraba él peliverde. No había ni rastro de su brazo derecho, tampoco rastro de la espada cortadora de pesadillas. La que desgarra el cielo no se encontraba en las mejores condiciones, su filo fué destruido casi por completo, y la cortadora de mundos, la que Zoro tenía en su boca, también fué destruida por completo.
Un pedazo de roca cayó al suelo y Anubis apareció todavía con vida. Tenía una gran cortada en todo su pecho, misma que subía hasta su rostro y pasaba por su ojo derecho, al parecer, luego de acabar con Mihawk, Zoro continuó con su ataque pero ya su fuerza no era la misma y mientras se acercaba se fué reduciendo hasta desaparecer, no sin antes darle a Anubis esa cortada, lo había dado todo derrotando a su maestro y liberandolo del control de Anubis para siempre.
—¡Increíble, el señor Anubis todavía sigue con vida! —exclamó Heimdall al ver que el dios egipcio no había muerto.
Nuestras queridas Valkirias lograron de nuevo acercarse para seguir viendo el combate. Göll comenzó a llorar al ver el estado en el que había quedado el pirata peliverde.
Zoro dejó caer la última espada sin filo que le quedaba. No lo logró, no pudo hacerlo. Anubis se acercó, con dificultad hacia el peliverde, y cuando estuvo al frente de él, colocó su mano encima de su hombro.
—Solo puede haber un ganador, humano —mencionó Anubis con una sonrisa, pero no una malvada ni escabrosa, sino más bien... una de satisfacción.
Zoro le observó también y sonrió muy sutilmente, ya sintiendo que la vida se le iba como arena entre los dedos.
—Irónico que haya perdido... ante alguien que no utilizó jamás una espada.
—Irónico que un solo hombre haya derrotado a todo un ejército y a un espadachín legendario, juntos.
Un poco de sangre salió de la boca del peliverde...
—¿Puedo hacerte una pregunta? ¿Por qué eres tan malvado? ¿Por qué eres un monstruo ante tus enemigos? —preguntó Zoro, quería saber eso último antes de partir para siempre.
Anubis desapareció esa sonrisa y se pintó una expresión triste en su rostro.
—No lo soy por elección propia. Humano, tú y yo no somos tan diferentes al final del día, al igual que tú, yo también le hice una promesa a alguien en el pasado, y la voy a cumplir pase lo que pase, si eso significa... convertirme en un ser despreciable, pues entonces que así sea.
Zoro solo suspiró y de nuevo le vió a los ojos...
—Al final... solo uno cumplió su promesa. Lo lamento, Luffy.
El peliverde cerró sus ojos y empezó a tomar un color verdoso, se lamentó por no haber podido cumplirle aquella promesa a su capitán y también a sus nakamas. Mist y Zoro se separaron unos instantes y posterior a eso, desaparecieron por completo ante los ojos del dios egipcio.
—Admitiré que fuiste alguien increíble, humano. No, ¿Qué estoy diciendo? Fuiste alguien más que increíble, Zoro Roronoa, sin duda alguna, ¡El mejor espadachín del mundo!
Todos los Mugiwaras empezaron a llorar la muerte de su querido Nakama. Sanji dió un grito por todo lo alto derramando lágrimas, al final, si lo apreciaba después de todo. Luffy retiró el corcho de aquella botella y bebió ese licor hasta acabarlo por completo.
—Gracias Zoro, gracias. Descansa en paz, amigo mío —susurró entre muchas lágrimas el que fué, el hombre más libre del mundo levantando su mirada hacia el cielo y dando una amplia sonrisa.
—¡RAGNAROK, LA BATALLA FINAL ENTRE DIOS Y EL HOMBRE: SÉPTIMA RONDA! ¡ZORO RORONOA CONTRA ANUBIS! ¡EL GANADOR ES EL GUÍA DE LOS MUERTOS, EL JUEZ DEL INFRAMUNDO... ANUBIIIIIIS! —exclamó Heimdall para todo el público que todavía seguían morado el Ragnarok.
ZORO RORONOA
VS
ANUBIS
Ganador: El guía de los muertos, el juez del Inframundo Anubis
Tiempo: 28 minutos y 12 segundos
Anubis cayó al suelo sumamente cansado, Anput se lanzó a la arena sin importarle el estado en el que se encontraba el lugar. Corrió con todas sus fuerzas para ir a ver a su amado esposo, al llegar, lo sostuvo entre sus brazos y entre lágrimas le dijo que lo había logrado, que había acabado con su oponente. Ayudó a su esposo a salir de la arena porque él, por su propia cuenta, no podía hacerlo.
Los dioses se encontraban satisfechos con el resultado, finalmente habían logrado ganarles a los humanos, todo gracias al dios egipcio. Diferente historia para nuestras queridas Valkirias, quiénes sintieron un vacío en sus corazones por la muerte de su querida hermana Mist.
Brunhilde se retiró del lugar dejando sola de nuevo a Göll, quien seguía llorando amargamente por la derrota de Zoro y muerte de Mist.
Al final, no todos pueden cumplir todas sus promesas.
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