CAPÍTULO 50

ARENA DEL VALHALLA...

Regresando al combate entre Zoro y Anubis, el espadachín de nuevo colocó una de sus katanas en su boca y colocó las otras dos de manera vertical. Anubis estaba muy enojado con el pirata, por poco lograba cortarle la cabeza de no ser por Mihawk.

Zoro se lanzó hacia el dios egipcio a toda velocidad, pero el guía de los muertos le ordenó a Mihawk que lo intercepte. Ambos espadachines se encontraron y chocaron sus espadas.

Yoru resistió muy bien el ataque de esas dos espadas. Zoro utilizó la tercera espada que estaba en su boca y giró bruscamente su cuello y torso para atacar al cuello de Mihawk. Ojos de halcón retrocedió ante ese ataque, dando un salto hacia atrás alejándose de Zoro, mismo que aprovechó eso para acercarse a él rápidamente poniéndose muy cerca en pocos segundos.

—Santouryu: ¡Oni Giri! (Estilo de tres espadas: ¡Corte del demonio!) —mencionó el espadachín.

Mihawk dió un salto por los aires dejando pasar de largo al espadachín. Mihawk agarró su espada negra con ambos brazos y descendió realizando un corte vertical con todas las intenciones de partir a la mitad al peliverde. Zoro esquivó ese ataque lanzándose hacia la izquierda y dejando que el corte destruya el suelo. Zoro se levantó rápido y fué de nuevo a atacar a Mihawk, a lo que su maestro levantó de nuevo su espada y preparó el contraataque.

—Hermana, al parecer Zoro primero tendrá que deshacerse de su maestro si quiere derrotar a Anubis -mencionó Göll, observando con mucho cuidado el combate.

—Así es. No podrá acercarse a Anubis y acabar con él sin que Mihawk se interponga en su camino —le respondió la mayor de las Valkirias—. Anubis solo tendrá que esperar a que Zoro se canse para después, darle el golpe de gracia, o realizar su juicio de nuevo. Tiene a Zoro bajo su juego, eso no es justo.

Zoro continuaba atacando a su maestro con todas sus fuerzas, pero si debemos ser sinceros, Mihawk era superior a él en todo sentido, y para hacerlo peor todavía, el poder de Yoru también era superior a las tres espadas del peliverde.

Ojos de halcón agarró de nuevo su espada con sus dos manos y realizó un poderoso corte de forma horizontal, una especie de ráfaga que era capaz de cortar todo lo que se encuentre en su camino, y eso fué algo que Zoro a duras penas logró esquivar. Los muros de la arena del Valhalla resistieron muy bien ese ataque, gracias al combate anterior entre Escanor y Thor, los dioses hicieron aún más resistente la arena.

—Casi logra acabar conmigo, es muy rápido —murmuró el espadachín, viendo como el corte horizontal de Mihawk quedó grabado en los muros.

—Jajajaja estás resistiendo muy bien, humano —dijo Anubis, de manera burlona-. Solo es cuestión de tiempo para que tú muerte sea un hecho, hasta entonces, me divertiré observando cómo mi tesoro te hace sufrir lentamente y tú, sin poder hacer mucho que digamos.

Zoro observó furioso al dios egipcio...

Si me lanzo a atacarlo... volteó su mirada a su maestro-, Mihawk sin duda alguna irá a defenderlo. Pero si ataco a ojos de halcón, corro el riesgo de salir herido, algo que no me conviene en lo absoluto, pero si no ataco a ese bastardo, de nada servirá todo esto, estoy perdiendo el tiempo atacando a Mihawk y cayendo en el juego de ese desgraciado -volvió a mirar a Anubis-—. ¿Maldita sea qué se supone que haga?

—¿Qué pasa? ¿No vas a seguir peleando? —preguntó Anubis, de forma muy burlesca, lo que provocó aún más el enojo del espadachín—. Entonces déjame arrancarte el corazón ahora mismo y acabar con esto.

Zoro lo miró lleno de ira, esto ya se estaba tornando en una situación absurda, tenía que pelear contra el dios egipcio, no contra "su maestro". Apretó sus dientes, al igual que sus manos, se estaba dejando llevar por la ira, no obstante, se percató de eso y, suspiró, respiró profundamente y se enfocó por completo en su maestro.

No tengo más alternativas que acabar con Mihawk, sino lo hago no podré derrotar a ese maldito bastardo pensó el espadachín peliverde.

Anubis sonrió con mucha malicia al ver que Zoro optó por enfrentarse a su maestro.

—¡Vamos Mihawk! ¡Acaba con ese maldito humano ahora mismo! —dijo Anubis, ordenandole a su tesoro más valioso acabar con su alumno.

Mihawk agarró su espada Yoru con ambas manos y se lanzó a atacar al espadachín que alguna vez fué su alumno. Le tomó casi nada de tiempo pasar de estar a unos metros de distancia a estar prácticamente al frente de su alumno. Zoro intentó retroceder al ver la tremenda velocidad de Mihawk.

Ojos de halcón levantó su espada y realizó un poderoso y rápido ataque en forma vertical, algo que difícilmente Zoro pudo soportar al usar dos espadas para bloquear ese ataque. Aquellas espadas hacían un sonido particular al chocar entre sí, y aunque Yoru era la espada más poderosa de todas, las espadas que Zoro tenía no se quedaban atrás en lo más mínimo.

Continuaron chocando sus espadas, ni Zoro ni Mihawk mostraba signos de querer rendirse.

—No puedo creer que alguien como tú, Mihawk, se haya dejado controlar por un bastardo como él —comentaba Zoro, resistiendo muy bien los ataques de su maestro, pero por más que le hable, era imposible que Mihawk le escuche o interactúe con él, no era más que un títere.

—No importa que tanto hables, Mihawk está completamente bajo mi control, es imposible que pueda razonar, pensar o siquiera murmurar algo, es mi marioneta y mi arma más poderosa —comentaba Anubis, cruzando sus brazos y volviendo a sonreír de forma muy escabrosa.

Zoro ejerció más presión haciendo que Mihawk, por unos momentos, retroceda dando unos pocos pasos...

—Un gran y honorable espadachín, rebajado a ser nada más que el arma de un maldito genocida —Zoro en ese momento envolvió sus espadas con haki de armadura, volviendolas aún más fuertes—, ¡No puedo permitir que mí maestro termine de esta forma!

—¡Jajajaja! ¡¿Enserio?! ¡¿Y qué harás al respecto, maldita cucaracha?! —de manera burlona pero también molesta le preguntó el dios egipcio—. ¡Quiero verte hacer algo!

Mihawk obligó a Zoro a retroceder muchos metros atrás, posterior a eso levantó a Yoru nuevamente y, bajando a gran velocidad su espada negra de manera vertical, procedió a realizar un poderoso corte que literalmente despedazaba y cortaba en dos el suelo en dirección al peliverde.

Está acabado, no hay manera de que alguien pueda sobrevivir a eso —pensó Anubis, otorgándose la victoria a sí mismo y sonriendo victorioso, sin siquiera saber de lo que era capaz de hacer el espadachín peliverde.

Al parecer el espadachín no tenía manera de contrarrestar ese ataque, o tal vez sí. Envolvió sus tres espadas con haki de armadura, su ojo se tornó de un color rojizo mientras esa ráfaga se acercaba a él, si lo alcanzaba sin duda alguna lo mataría. En las gradas, Göll colocó sus manos encima de su cabeza tirando sutilmente sus cabellos hacia abajo...

—¡Hermana Zoro va a morir! —exclamó asustada la más jóven de las Valkirias.

—Confía en Zoro, Göll, él no va a perder —decía Brunhilde, esperanzada en la fuerza y determinación del peliverde.

—¡Muere, asquerosa rata! —gritó Anubis, ansioso de ver al peliverde hecho pedazos con ese ataque.

Por su parte, Zoro colocó sus espadas de manera vertical y la tercera en su boca, giró rápidamente su cuerpo y procedió a lanzar su ataque...

—¡Santouryu: Sen Hachijuu Pondo Hou! (¡Estilo de tres espadas, cañón de 1.080 libras!) —tras haber lanzado ese ataque, aquella ráfaga cortante chocó y detuvo por unos momentos el ataque de su maestro.

El choque de energías fué tal que creó una onda expansiva por toda la arena, haciendo que escombros, pedazos de la estatua de Anubis y demás cosas salgan volando tan rápidos como proyectiles. Un pedazo de escombro fué a dar directo a la cara de Sanji que, de nuevo, volvió a proteger a su querida Nami para que no le pase nada malo, por su parte Luffy estaba preocupado por el estado de su nakama en vida. La gran mayoría de dioses y humanos se cubrieron lo mejor que pudieron debido a los escombros y pequeñas piedritas que salían volando por todos lados.

Anubis colocó un brazo al frente de su rostro, entrecerró sus ojos al ver la espesa nube de polvo, escombros volando por aquí y por allá, bajando tontamente su guardía. Arriba, en la zona VIP, Hermes alcanzó a ver cómo la sombra del peliverde se dirigía directo al dios egipcio.

—Anubis bajó su guardía —comentó el dios egipcio.

—¡ANUBIS TEN CUIDADO! —gritó Ares a todo pulmón.

Anubis levantó su mirada hacia la zona VIP, pero de un momento a otro, el dios egipcio de nuevo tuvo enfrente suyo al peliverde poco más de un metro, con sus dos espadas por detrás de su espalda, ahora sí no se le iba a escapar. Anubis intentó escapar ante lo que el pirata intentaba hacer contra él.

—¡Maldito cobarde! —dijo Anubis, retrocediendo cada vez más rápido, escapando.

—¡¿Lo dice el genocida que utiliza las almas de los muertos como armas?! —Zoro en ese momento colocó sus espadas de manera horizontal delante suyo y delante de Anubis—. ¡Pagarás por tus atrocidades ahora mismo maldito dios egipcio!

A espaldas de Zoro, la silueta de un gran dragón de color esmeralda apareció repentinamente, posterior a eso, un efímero brillo verdoso recorrió sus espadas desde la base hasta la punta...

—¡Santouryu: Kokujou Oo Tatsu Maki! (¡Estilo de tres espadas: Tornado del gran Dragón de la destrucción!)

Anubis intentó alejarse de ese ataque ya que Mihawk no estaba cerca para defenderlo y mucho menos atacar a Zoro, pero por más que intentó alejarse, la técnica de Zoro lo persiguió hasta alcanzarlo.

—¡Es inútil que intentes escapar, mi técnica te perseguirá hasta los confines del mismísimo infierno! —comentó Zoro, luego de realizar su ataque.

Anubis pronto se vió atrapado en un enorme tornado el cual realizaba cortes por todo su cuerpo causando múltiples heridas en su cuerpo, llegando incluso a cortar por la mitad el amuleto egipcio que tenía en su pecho y después, gracias a los múltiples cortes, quedando hecho pedazos. Lo elevó por los aires dando vueltas de manera circular ascendente, quedando a la vista de todos.

—¡Aaaahhhh des... gra... ciadooooo! —gritaba Anubis siguiendo en medio de ese ataque poderoso. El ataque terminó cuando llegó hasta lo más alto de la arena, dispersando todo a su alrededor y dejando a Anubis por los aires con su sangre salpicando por todas partes.

—¡ANUBIS! —gritó Ares, tan desesperado al ver en el estado que el dios egipcio había quedado con ese ataque.

Odin solo sonrió con sutileza, ver a ese dios egipcio arrogante, ególatra, genocida y malévolo en ese estado provocaba una gran satisfacción.

En las gradas, con nuestras queridas Valkirias, Göll dió un salto por los aires al ver que Zoro había logrado herir de gran manera al dios egipcio, por su parte, Brunhilde sonrió con malicia al ver a ese maldito genocida con tantos cortes en todo su cuerpo y chorreando sangre por todas partes. Anubis empezó a descender y terminó por aterrizar en el suelo detrás de Zoro que todavía seguía en la postura cuando inició su ataque.

—Mal... dita, esco... ria —sangre salió de su boca y no pudo seguir hablando. Anubis alcanzó a escuchar que los demás dioses egipcios, y su esposa Anput le rogaban que no se rinda, y que mucho menos se deje asesinar de un mugroso pirata.

Zoro regresó a su postura normal y giró sutilmente su rostro hacia la derecha. Se percató que Mihawk empezaba a desintegrarse regresando al suelo, puesto que el control que tenía Anubis sobre su alma se estaba perdiendo poco a poco...

—¿Qué se sintió ser atacado por un humano?

Anubis levantó su rostro solo unos pocos centímetros para ver al espadachín colocar sus espadas de nuevo en forma vertical y la tercera nuevamente en su boca...

Tal vez, no debí tomarlo a la ligera —pensó Anubis, cerrando sus ojos unos momentos.

—Se acabó, Anubis, voy a matarte y pagarás por lo que le hiciste a mí maestro y a todos esos dioses que asesinaste —exclamó Zoro, su ojo de nuevo se tornó de un color rojizo y sus espadas las envolvió en haki de armadura.

No obstante, Anubis en su infinita maldad abrió solo su ojo derecho, mismo el cual había cambiado de color a uno dorado, viendo a través de la mente de su enemigo...

A ver... cómo te defiendes de esto... —pensó muy furioso el dios egipcio—. ¡ILUSIÓN DEL DUAT!

Zoro estuvo a punto de lanzarse sobre el dios egipcio pero, un escalofríos recorrió su espalda al escuchar un voz femenina detrás de él...

—Zoro...

Al darse la media vuelta, casi se le detiene el corazón al observar la persona que estaba ante sus ojos. Le sonrió de la manera más amable y dulce, a tal punto de que el espadachín casi suelta sus espadas al verla... a ella.

—¿Ku-Kuina? —a duras penas logró pronunciar el nombre de ella.

—Me da mucho gusto volver a verte, Zoro —colocó sus manos por detrás de su cintura, le sonrió tanto con los ojos y con los labios.

Anubis en ese momento comenzó a reírse de la manera más perversa al ver que, antes el espadachín estaba tan determinado en acabar con su vida, pero ahora, estaba paralizado. Zoro se volteó para ver a Anubis reírse de él.

—jaja... Jajaja ¡Jaja! ¡Jajajaja! ¡JAJAJAJAJAJAJA! —siguió riéndose el dios egipcio, burlándose de su oponente al jugar con él de esa manera tan cruel, a pesar de estar en el estado en el que se encontraba—. ¿Y bien? ¿Qué harás ahora pirata? ¿Vas a matar a esa pequeña niña? ¡Hazlo, demuestra la clase de ser humano que eres!

—Maldito... ¡Maldito monstruo! —gritó Zoro, con todas las intenciones de lanzarse sobre Anubis y clavar sus espadas en su cuello.

—Zoro por favor no lo hagas —no obstante, Kuina lo detuvo y el espadachín peliverde se detuvo en seco.

Zoro volteó su mirada de nuevo hacia Kuina, esto no era como el caso de Mihawk, algo le decía que no era como tal su maestro, pero ahora era diferente, ella se sentía tan... real. Parecía que en verdad tenía enfrente suyo a la persona por la cual hizo la promesa de convertirse en el mejor espadachín del mundo cuando ella murió.

—Kuina... Yo... —murmuró a duras penas Zoro, sin saber muy bien qué debía hacer al respecto.

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