CAPÍTULO 49

MINUTOS ATRÁS...

Por fin, luego de una espera de aproximadamente diez minutos, los dioses por fin habían dado el anuncio de quién sería el siguiente representante de los dioses. Göll tomó ese dispositivo, y tan pronto observó el nombre del siguiente luchador casi se desmaya.

—¡¿AH?! ¡AAAHHH! ¡¿ENSERIO?! ¡NO PUEDE SER! —dijo entre gritos y muchas lágrimas cayendo por su mejilla—. ¡¿ANUBIS?! ¿EL GUIA DE LOS MUERTOS SERÁ EL SIGUIENTE?!

—¿Qué? —preguntó Brunhilde, sorprendida—. ¿Anubis?

—¡HERMANA BRUNHILDE ESTAMOS PERDIDAS! ¡NO EXISTE NINGÚN SER HUMANO QUE PUEDA DARLE PELEA A ANUBIS Y VIVIR PARA CONTARLO! ¡DICEN QUE ACABA CON SUS ENEMIGOS EN SEGUNDOS CON SU PODER INCOMPARABLE!

En ese momento Göll comenzó a andar correteando por toda la habitación de manera desesperada y acobardada mientras que su hermana mayor, leía lo que estaba escrito en aquel dispositivo. Luego de eso, se dirigió a la pantalla de selección.

—¡¿Qué vamos a hacer, querida hermana?! ¡Vamos a perder esta ronda! ¡Anubis es muy poderoso no podremos hacerle nada!

Brunhilde deslizó imágenes, ahora que sabía quién era el representante de los dioses, debía seleccionar a alguien lo suficientemente fuerte como para darle batalla y, de ser posible, derrotarlo, ya que Anubis era también otro de los objetivos a eliminar en el plan de Odín.

—Tal vez, sí existe alguien que puede hacerle frente... —murmuró Brunhilde, mientras seguía deslizando las imágenes se topó con el que ella creía, era el más indicado.

—¿Eh? —preguntó. Llena de confusión se acercó a su hermana y observó la pantalla de selección—. ¿Y quién es ese humano?

—Este hombre ha estado tantas veces cerca de la muerte que incluso hasta yo he perdido la cuenta, la ha visto cara a cara infinidad de veces y sin temor alguno, logró anteponerse a su llamado. Una de las alas del que fué... el hombre más libre del mundo. Un antiguo cazador de piratas en la era del segundo rey de los piratas.

—¿Ah? ¿Acaso estás hablando de..? —preguntó Göll, viendo la imágen de ese hombre.

Brunhilde presionó sobre su imágen y confirmó a los dioses la participación de ese hombre, de ese espadachín. Brunhilde sin perder más tiempo se dirigió a la habitación de la Valkiria responsable de llevar a cabo el Volundr con ese hombre.

Göll la acompañó y ambas se dirigieron rápidamente a la habitación de aquella Valkiria.

—¿Y ya sabes con quién hará Volundr ese hombre, querida hermana? —preguntó Göll, siguiéndole el paso a su hermana.

—Por supuesto que sí, Göll, creo que ella es la más indicada para hacer Volundr con alguien como ese hombre —respondió Brunhilde.

Llegaron a la habitación de aquella Valkiria. En la puerta, estaban dibujados algo similar a nubes pequeñas que eran llevadas por el viento.

Göll no entendía muy bien que estaba tramando su hermana mayor. Brunhilde tocó la puerta, pero no hubo respuesta.

Ambas Valkirias se miraron a los ojos, Brunhilde volvió a tocar la puerta pero no hubo respuesta. Giró la perilla y ambas ingresaron. Cuando lo hicieron, se llevaron una gran sorpresa al ver cómo, literalmente, una gran nube de color blanco se encontraba flotando en medio de esa habitación.

Encima de esa nube, yacía una pequeña jóven de cabellos celestes, ojos de color dorado y vestimenta de  blancas y azules. Estaba dormida, profundamente dormida, al parecer llevaba así incluso desde que inició el Ragnarok.

—Al parecer, lleva dormida desde hace un buen rato —comentó Göll, observando a aquella Valkiria y como dormía sobre esa nube.

—Sí lamentable así es, y cuando se queda así de dormida no muchas cosas pueden lograr despertarla de su profundo sueño —comentó Brunhilde, también observando a su hermana.

La mayor de las Valkirias en ese momento tomó una GRAN cantidad de aire llenando sus pulmones a más no poder, preparándose para dar un enorme y largo grito...

—¡¡DESPIERTA EN ESTE PRECISO MOMENTOOOOO, YA ES TÚ TURNO DE HACER VOLUNDR!! ¡¡¿ME OISTEEEE... MIST?!!

El tremendo grito de Brunhilde retumbó por toda la habitación haciendo que por unos poquísimos momentos, los adornos y demás cositas de tamaño pequeño tiemblen y caigan al suelo haciéndose pedazos.

Mist, la Valkiria que yacía dormida sobre aquella nube, poco a poco fué abriendo sus ojos color dorado. Se quejó, murmuró algo sobre que el descanso es muy importante, y al sentarse sobre esa nube, estiró sus brazos hacia adelante.

—¿Qué quieren? —murmuró todavía adormecida. Restregó sus ojos y observó a sus dos hermanas—. ¿Acaso no ven que solo he dormido tres siglos? Eso es muy poco para mí.

—Hermana Mist, que alegría volver a verte después de mucho tiempo —dijo Göll, con uno brillitos en sus ojos, al parecer le daba mucha alegría volver a ver a esa Valkiria.

Mist solo le sonrió a su hermana y la saludó con la mano. Brunhilde se acercó a ella para hablar cara a cara.

—Ya es tú turno, Mist. Necesitamos que hagas Volundr lo más pronto posible para poder enfrentar a los dioses.

—¿Ah? ¿Volundr? —murmuró Mist, luchando titanicamente por no volver a quedarse dormida.

Brunhilde se acercó y colocó su mano encima del hombro izquierdo de su hermana menor, diciéndole que ella era la única con el poder suficiente para poder enfrentar a Anubis. Mist, aún con mucho sueño, solo asintió con su cabeza y siguió escuchando a su hermana mayor.

—¿Y dónde está el humano con el que uniré mi alma? —preguntó Mist.

Brunhilde le ordenó a Göll quedarse con Mist y evitar a toda costa que volviera a quedarse dormida, porque sí lo hacía, solo otro grito poderoso como el de ella sería capaz de despertarla. Göll asintió con su cabeza y Brunhilde se retiró de la habitación de Mist.

Caminó rápidamente a la habitación de aquel hombre con el que su hermana haría Volundr. Caminó por un largo pasillo hasta casi el final del mismo. No obstante, cuando abrió la puerta para indicarle a ese humano que ya era su turno, sorpresivamente no se encontraba ahí adentro.

—¿A dónde se fué ese hombre? —preguntó la mayor de las Valkirias observando toda la habitación.

Al cambiar la escena se podía ver cómo Zoro, con una botella de licor en su mano, se encontraba divagando por los alrededores del Valhalla buscando su habitación.

Zoro Roronoa se había perdido... Otra vez.

—¿Mm? —rascó la parte de atrás de su cabeza y miró hacia todas partes—. ¿Dónde está mi habitación? Juró que era girando hacia la izquierda y caminado derecho hasta el final del pasillo ¿O era a la derecha y bajando las escaleras hasta el final del pasillo?

Probó suerte y giró nuevamente hacia la izquierda, y al final de aquel pasillo de nuevo giro hacia la izquierda pero nada, realmente Zoro se había perdido en un lugar que, en teoría, era imposible de perderse. Subió escaleras, bajó escaleras, giró hacia la izquierda y hacia la derecha en reiteradas ocasiones pero nada.

Nadie sabía en dónde se encontraba Zoro...

Volviendo con nuestras queridas Valkirias...

—¡¿Ah?! ¡¿Cómo que ese hombre se perdió?! —preguntó Göll, encima de su hermana, jalando los cabellos celestes, tirando de su ropa y demás, luchando porque de nuevo no se quede dormida otro par de siglos.

—Le ordené que no salga de su habitación pero no me hizo caso —dijo Brunhilde, con una mano en su rostro y una pequeña gota de sudor cayendo por su costado de su frente.

—Bueno, no se preocupen, vayan a buscarlo en tanto que yo, duermo otro poco —dijo Mist, volviendo a quedarse dormida pero Brunhilde de nuevo dió un grito con todas sus fuerzas.

—¡¡MIST ES ENSERIO NO VOLVERÁS A DORMIR!! ¡¡DESPIERTAAAAAAA!! —gritó Brunhilde, creando una poderosa ráfaga que casi manda a volar a Göll y a Mist juntas.

Mist simplemente le levantó el pulgar en tanto que hundía su rostro en aquella nube.

Volviendo con Zoro, ahora sí el espadachín estaba seguro de que había encontrado su habitación luego de andar caminando y dando vueltas de aquí para allá.

En cierta habitación, cierto jovencito de cabellos rojizos y una particular marca en su frente se encontraba de pie enmedio del lugar, con una espada larga entre sus manos, respirando profundamente y manteniendo sus ojos cerrados. Estaba totalmente concentrado en sus pensamientos.

Recordó el tercer combate, entre el caballero de pegaso y la hija de Hades, volvió a verlo en sus recuerdos, y de la increíble y casi imposible velocidad que ambos alcanzaron durante su pelea.

Si los dioses son así de rápidos y poderosos, mi velocidad y fuerza no es nada comparada con la de ellos. Soy muy lento...

Agarró aquella espada con firmeza y la levantó un poco. Aún teniendo sus ojos cerrados practicó su técnica mientras, en su mente, recordaba la velocidad que los dioses podían llegar a alcanzar.

Se puso serio, si los dioses tenían esa velocidad, entonces él tenía que igualar o superar SÍ o SÍ esa velocidad si quería salir victorioso de su combate. Dió un salto por los aires, giró su cuerpo de manera vertical y después de manera horizontal, creando con su espada algo similar a un vórtice el cual giraba contrario a las agujas del reloj...

—RESPIRACIÓN DEL AGUA: DOCEAVA POSTURA ¡DRAGONES..!

Mas sin embargo, la puerta de su habitación se abrió sin previo aviso lo cual le hizo perder totalmente la concentración en su técnica, misma que estuvo practicando incluso después de su muerte. Zoro había sido el que abrió esa puerta sin siquiera golpear primero, puesto que él creía que ahora sí había encontrado su habitación.

—¿Pero qué? —murmuró el peliverde al ver lo que ese muchacho estaba haciendo, y en como había perdido la concentración en su técnica.

Tanjiro cayó abruptamente al suelo al ver a ese hombre de pie en la puerta.

—¡Auch! eso... dolió... —dijo el pelirrojo, tirado en el suelo.

—¿Eh? ¿Oye muchacho qué haces en mí habitación? —preguntó Zoro, observando a ese muchacho pelirrojo.

—¿Disculpe su habitación? —preguntó Tanjiro, sentándose en el suelo—. Lo lamento mucho señor pero, esta es mi habitación, no es la suya.

—¿Mm? —murmuró Zoro—. ¡Ah no puede ser ahora sí estoy perdido de verdad! Esa mujer ahora estará furiosa conmigo —dijo Zoro, poniendo una cara muy graciosa al ver en el problema que se había metido por perderse.

—¡¿Acaso necesita que lo ayude a encontrar su habitación, señor?! —preguntó Tanjiro, poniéndose de pie tan rápido como pudo.

—Yo solo quería algo de licor... —dijo Zoro, observando su botella y después mirando a ese muchacho.

—¡Lo ayudaré de inmediato a llegar a su habitación, señor! Solo dígame dónde estaba y con gusto lo ayudaré.

—No lo sé —murmuró Zoro, parpadeando rápido un par de veces.

Ahora se podía ver cómo Göll buscaba desesperadamente a Zoro por todos los pasillos del Valhalla, la séptima ronda del Ragnarok debía comenzar pronto y Zoro ni siquiera daba señales de vida. Habitación por habitación, pasillo por pasillo, todos fueron recorridos por la jóven Valkiria al punto de gritar su nombre desesperadamente.

—¡¿ACASO NADIE AH VISTO A ZORO RORONOA?! ¡¿ZORO DÓNDE ESTÁS?! ¡ZOROOOOO! —preguntó Göll a gritos, mientras seguía buscando al espadachín a toda prisa.

El espadachín más letal de todos en su tiempo, pero alguien muy pésimo para encontrar el camino de vuelta siquiera a su habitación. La séptima ronda ya debía empezar y Zoro ni siquiera había practicado el Volundr con su Valkiria, Mist, quién dicho sea de paso, de nuevo, se había quedado dormida.

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