3.John Nash: La Mente Brillante y la Matemática que lo Hizo Incomprendido


Vi esta película hace ya muchos años, cuando tenía tan solo 12. Era mi primer año en secundaria, un tiempo en el que mis ojos se abrirían a ese mundo misterioso y grandioso que son las matemáticas. Hoy vengo a hablarles de John Nash, el protagonista de Una mente brillante. Lo conocí gracias a esta película, y no puedo sino agradecer profundamente haber sido testigo, a tan temprana edad, de las dificultades, los logros y la fortaleza de esta mente luminosa. A los 12 años, Nash fue para mí una fuente de inspiración tan poderosa que me empujó a apreciar, estudiar y sumergirme en los insondables misterios de la ciencia.

Cuando uno recién entra a primer año de secundaria, se enfrenta con los conceptos de polinomios, trigonometría, álgebra... y es inevitable escuchar a muchos estudiantes preguntarse: ¿para qué me sirve esto? En el colegio donde estudié, no sé si fue mala suerte o si es una constante en todas las escuelas, pero había demasiados alumnos que creían que no necesitaban ir más allá de multiplicar o sacar una raíz cuadrada. Tuve la desdicha de estar rodeado de aquellos que no comprendían la profunda relevancia de las matemáticas en la formación del ser humano, en la formación de nuestra propia humanidad.

Hoy soy estudiante de Matemática Pura en la universidad, y una de las primeras verdades que deben saber todos es que aprender matemáticas, y ciencia en general, te transforma, te perfecciona. Sumergirte en este cosmos de enigmas es un paso hacia una visión más rica del universo. Si piensas que solo debes saber sumar para ahorrarte el esfuerzo de estudiar, permíteme decirte que las matemáticas son el verdadero lenguaje del universo. Si Dios es el universo, entonces las fórmulas matemáticas son sus pensamientos más profundos, la manifestación tangible de algo divino, una escalera que sube hacia la verdad absoluta.

En el ambiente donde estudié, me sentí tan incomprendido como Nash. Mi interés por lo que otros ignoraban o despreciaban me aislaba. Y tú, querido lector, que has llegado hasta aquí, diez centavos, ¿eres de los que disfrutan desentrañando un teorema o de aquellos que ven jeroglíficos cuando se enfrentan a una pizarra llena de fórmulas?

Ahora bien, ¿qué significa ser incomprendido? Ser incomprendido es actuar fuera del molde que la sociedad establece. Comportamientos que son fruto de una pasión insondable, de objetivos tan elevados que a menudo parecen una locura. El incomprendido es aquel que, por diferencias con su entorno, se ve relegado, evitado o, peor aún, convertido en objeto de habladurías.

John Nash es, sin duda, uno de esos incomprendidos.

Su habilidad matemática lo diferencia: En un entorno como Princeton, donde los genios florecen como flores de invierno, y los profesores son figuras como Einstein o von Neumann, destacar parece algo casi común. Pero Nash no solo destacaba; su genialidad estaba por encima de todo lo que significa sobresalir.

No asistía a clases: Recuerdo aquellos días de colegio, tan decepcionado por el ambiente que faltaba a clases para ver Lost o Dragon Ball, o simplemente para estudiar por mi cuenta. Nash, al igual que yo, huía de las clases. Decía que la educación formal destruía la creatividad. ¿Y quién podría culparlo? No veía sentido en asistir cuando podía dedicar su tiempo a aquello que realmente importaba: su investigación. ¿Acaso todos aprendemos de la misma manera? ¿Y qué ocurre con aquellos que temen hablar en público, cuya voz se apaga antes de llegar a la pizarra? ¿O los que encuentran en la soledad el espacio perfecto para aprender? Para Nash, las clases no eran más que una pérdida de tiempo, y eso sus compañeros no lo comprendían. Para ellos, la asistencia era parte de la rutina, un rito inquebrantable.

Ve patrones donde los demás ven caos: En las calles, entre el desorden de las palomas, en las sombras que cruzan el paisaje, Nash buscaba un orden. Pero no se detenía ahí. Veía también mensajes ocultos en los periódicos, mensajes que solo él podía descifrar, enviados por agentes del gobierno o comunistas. Llenaba su oficina de estos periódicos, buscando respuestas donde otros no veían más que tinta impresa. Esa manía, esa obsesión, lo hacía extraño ante los ojos de quienes lo rodeaban.

Un profesor poco ortodoxo: Nash ni siquiera asistía a sus clases. Esto desconcertaba a sus alumnos, entre ellos a quien más tarde sería su esposa. Sus exámenes eran difíciles, sus métodos inusuales, pero todo tenía un propósito más allá del entendimiento común. Nash estaba ocupado en su investigación.

El silencio lo rodeaba: Nash no era hombre de palabras. En los entornos sociales, su mutismo generaba incomodidad, como el episodio en el que una chica en un bar le propina una cachetada por no saber cómo manejar la conversación.

Resuelve problemas imposibles: Su habilidad lo acercó al gobierno, al mundo oscuro de la criptografía, lo que contribuyó a alimentar su enfermedad. Creía ser perseguido por espías con trajes negros, inmerso en un delirio donde la realidad y la fantasía se entrelazaban.

La película tocó fibras profundas en quienes la vieron, mostrando cómo Nash, consciente de ser diferente, usaba su talento matemático como escudo y espada, enfrentando sus propias batallas internas. Nos permitimos ver a través de los ojos de un incomprendido, un genio, y comprender, aunque sea por un momento, lo que significa llevar esa carga.

Su mejor amigo era una ilusión: Imagínate, lector, descubre que aquel único confidente, aquel que estuvo contigo en tu soledad, no existía. La cruel realidad de la enfermedad reveló que el compañero de Nash era solo una proyección de su mente.

Grababa fórmulas en las ventanas: En lugar de usar una pizarra, Nash prefería las ventanas, con tiza en mano, escribía sus ideas, las resolvía en superficies de vidrio que hoy son reliquias en la universidad.

John Nash superó su enfermedad con su propia razón. En la vida real, decidió dejar la medicación, un detalle que la película cuidó, temiendo que otros siguieran su ejemplo y abandonaran los tratamientos necesarios. Nash vio en sus alucinaciones un reto intelectual más, un acertijo inútil que debía ignorar.

Las ideas más grandes de Nash nacieron de su forma poco convencional de pensar. Y él lo sabía. "No habría tenido ideas tan buenas científicamente si hubiera pensado como los demás", decía.

John Nash era un incomprendido, no solo por ser matemático, callado o antisocial, sino por buscar en lo abstracto el sentido de su existencia. Él es esa figura que respetamos en secreto, sabiendo que es superior, pero a quien juzgamos para no enfrentar nuestra propia mediocridad. Como las brujas que la Inquisición quemaba, Nash era visto como alguien cuyas habilidades provenían de un lugar oscuro. Y nosotros, somos los inquisidores.

https://www.peliplat.com/en/article/10025895/john-nash-la-mente-brillante-y-la-matematica-que-lo-hizo-incomprendido

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top