67. ¡ Hombre libre!

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Canciones para este capítulo:     

DNA - Kendrick Lamar    

Lose - Travis Scott1   

Cold Water - Major Lazer feat. Justin Bieber & MØ    

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El sudor corrió por mi cuello mientras me sentaba en la pequeña silla de plástico, enfrente de las personas las cuales determinarían el resultado de mi próximo año vital.    

Era la primera vez que me sentía intimidado. Normalmente yo era el hombre más poderoso de la sala. Sin embargo, estar sentado frente al jefe ,o supervisor, el jefe del departamento de policía, dos médicos y el jefe del hospital me hacía sentir pequeño.   

-Señor McCann, puede empezar su testamento.- El supervisor me sonrió levemente.

Era el único al que conocía bien, así que supuse que estaba allí para hacerme sentir más cómodo.    

Me levanté de la silla, tragándome los nervios.

-Hola, ehm, soy Leonardo McCann- Les ofrecí una sonrisa simpática.- Estoy aquí para pedir vuestro perdón, y para pedirles que me permitan ser un hombre libre.

El jefe del departamento de policía sacudió su cabeza, anotando algo en su papel. Joder, ¿fue un mal comienzo? ¿O era él el cabrón?

-Sé que he cometido unos cuantos errores en el pasado y me responsabilizo de todos ellos. Estuve envuelto en una vida horrible cuando era menor, y no encontraba ninguna salida. Mi padre fue el causante y no hizo ningún intento de enseñarme lo bueno y lo malo, o de enseñarme a cómo ser un ciudadano normal. Me convertí en un criminal, matando por diversión, drogándome, todas las cosas malas que se les puedan ocurrir- Admití, haciendo que dejaran de anotar y centraran toda su atención en mí. Di por hecho que eso era algo bueno. 

Continué.

-Viví mi vida solo, convirtiéndome en un trozo de mierda solitaria que hacía lo que fuese por dinero. La banda dio conmigo, y me empezaron a gustar los trabajos más y más, sintiéndome cómo salía mi sádico interior.-No había necesidad de mentir sobre mi desorden: sabía que lo padecía.-Amaba sentirme poderoso, amaba ser autoritario. Crecí en la pobreza, así que cuando en mi cuenta bancaria se leían millones, dejé que se me subiera a la cabeza. Comencé a enfadarme todo el tiempo, queriendo pelear constantemente. Traté de controlarme, la gente a mi alrededor empezó a darse cuenta de que era bipolar.-Bajé la mirada hacia el escritorio, mi audiencia empezaba a parecerme muy intensa-Entonces, ehm, conocí a una chica.- Me sentí avergonzado mostrando mi lado sensible a esos completos extraños. -Me inventé toda esta mentira cuando era más joven, con la esperanza de que cuando encontrase a la chica de mis sueños eso ayudaría a que me quisiese más. Estoy seguro de que estáis familiarizados con el término 'reclamos'.- Tosí incómodo.

-Lo estoy.-Habló el oficial. -Asusta a cada ciudadana de Nueva York.- Se burló.

Quise estamparle la cara contra la mesa, olviden que dije eso.  

-Como sea.- Proseguí ignorando el comentario. -Encontré a mi chica, Abigail Brokk,como ya saben. Ella era mi reclamo-Todos se miraron entre sí cuando mencioné a Abby - La quise, muchísimo, inmediatamente. Aún así fui un trozo de mierda con ella.- Mi mente retrocedió hasta el principio de nuestra relación. -Era abusivo, un cabrón psicótico, pero cada día que pasaba con ella me sentía cambiado.- Todos abrieron los ojos ante la palabra 'abusivo'. No fui muy cruel, pero le pegué, lo cual estaré sentenciado a recordar el resto de mi vida.-Pueden preguntarle-Traté de ayudar en mi caso. -Empezó a enamorarse de mí, yo cambié mi comportamiento solo por ella. Nunca maté a nadie después de conocerla, temiendo que eso pudiera apartarla aún más. Me desvié de la banda solo para pasar tiempo con ella. Era mi ángel y me salvó del hoyo infernal en el que me estaba ahogando.No espero el perdón de todo el mundo, fui una persona terrible, pero estoy pidiendo el de ustedes. Abby me ha estabilizado, raramente tengo pensamientos sádicos, raramente soy bipolar, el único sentimiento que experimento alrededor
de Abigail es amor, y he calmado mi genio. Nunca me vere envuelto en algo ilegal otra vez.- Terminé mi pequeño discurso confiado, mirando a todos a los ojos.    

Todos intercambiaron miradas entre ellos, hasta que me incluyeron.

-Gracias, señor McCann.  

-Por favor, llamenme Leonardo -  Fui lo más amable y dulce posible.   

El supervisor sonrío levemente, nunca habiendo visto este lado mío. El jefe del hospital habló.

-Me gustaría hacerle algunas preguntas, ¿Le parece bien?

-Claro.

-¿Cuándo fue la última vez que pensó en matar a alguien?

Justo ahora, con este estúpido oficial.

-Ehm...-Fingí estar pensando, como si fuese hace mucho tiempo. -Puede que hace un año, cuando alguien dañó a Abby-Pensé en la vez en la que Blake puso sus manos sobre ella. Estuve muy cerca de matarlo.

Asintió garabateando algo.

-¿Y qué fue lo que le impidió hacerlo?

-Abby estaba allí, ya había golpeado todo lo golpeable de él y no quería asustarla más de lo que la había asustado.-Divagué, intentando mostrar que era capaz de controlarme.   

-¿Le sigue dando miedo a la señorita Abigail? Preguntó el doctor.    

La respuesta sincera era que sí. Dudaba enormemente que hubiese un día en el que no me temiera. Ella me amaba, pero al fin y al cabo, sigo siendo Leonardo McCann.

-No, no lo hago- Mantuvo su mirada en mí, hasta que asintió y se calló.
   

-¿Qué hará su banda si la deja? Quiero decir, si realmente lo hace - Burló el oficial. Reuní toda mi fuerza para no rodar los ojos ante semejante medio mierda.

No tenía intención de dejarla del todo. Dejaría de realizar misiones, sin ponerme en riesgo, pero seguía siendo necesario mi liderazgo. Sin mí se iría a la mierda en un abrir y cerrar de ojos.

-Ni idea.

Asintió de nuevo. Por fin habló el jefe.

-Anteriormente, ¿Como ha sido su experiencia en el hospital?   

Me encogí de hombros.

-No fue demasiado mala. La terapia me ayudó.   

-¿Continuará la terapia, aunque fuese liberado?-Un doctor me interrumpió, y de nuevo tuve que reunir todas mis fuerzas para no pegarle.

-Abby quiere que tome clases para controlar la ira.- Aporté.    

-Todo por ella, ¿verdad?- el jefe del hospital se rió entre dientes. No sabía si era una risa buena o mala. Solo asentí.

El oficial había permanecido callado durante un momento, hasta que tristemente volvió a hablar.

-¿Por qué ama a esa chica?

Su pregunta me sorprendió. No fue un 'que te follen, nunca vas a salir de aquí', era una genuina. Fue como si estuviera confundido.

-Es mi ángel, cuando encuentras a la mujer de tu vida simplemente lo sabes. Harías lo que sea por ella, sin importar nada más. Me hace un hombre mejor, un hombre que me gusta ser. Adoro la forma en la que me regaña cuando digo algo maleducado. Adoro la forma en la que su rostro se ilumina y su boca se abre cuando pasa algo gracioso. Adoro la forma en la que su tacto calma cualquier ira dentro de mí.- Confesé mis sentimientos, sin importarme cómo de estúpido sonaba o cuánta información personal estaba brindando.- Adoro la forma en la que me mira como si fuese su caballero de armadura brillante. Adoro cómo se asusta de las cosas más pequeñas e insignificantes. Adoro cómo me hace olvidar todo lo jodido de la vida. Adoro cómo me cambia.- Finalicé, carraspeando incómodo. Había descubierto mi
alma entera a estas cinco personas. Mi pecho subió y bajó mientras observaba sus intercambios de miradas. El supervisor sonreía.

-Gracias, señor McCann- Concluyó un doctor, mostrándome la puerta. Asentí, saliendo de la sala. Al segundo de salir, apoyé la espalda contra la pared y solté un suspiro profundo.   

De veras esperaba que me creyeran.   

Mi madre sacudió la cabeza.

-No lo entiendo, Abigail.  

Me encogí por el nombre. Mis padres solo me llamaban así cuanto estaban completamente enfadados conmigo, aunque en el certificado de nacimiento pusiese Abby.   

-No esperaba que lo hicieras -Contraataqué. Claramente nunca lo entenderían. -Solo quiero que le deis una oportunidad.

-¡Te arruinó la vida!- Alzó la voz, dando a entender lo cabreada que estaba.

Nunca había tenido esta disputa con mi padre ya que era bastante carente de emociones y no disfrutaría una conversación como esta. Una vez que Leo dejó el hospital, mis padres inmediatamente contactaron conmigo, intentando desesperadamente comprender cómo y por qué la orden de alejamiento se había levantado. Traté de explicarles la situación por teléfono, pero mi madre no lo entendía y vino a hablar. 

Hasta allí había sido una cabezota, e instistía en que debería 'conseguir la ayuda que necesitaba.' Le dije que no necesitaba ayuda, y que debería darle una oportunidad. No es fácil tratar de convencer a tu madre de que le de una oportunidad a tu secuestrador.   

-Por favor, mamá, solo dale una. Ha cambiado.- Susurré, miré hacia el suelo de color blanco y gris.  

Cruzó la sala en unos cuantos pasos y posó una mano en mi hombro.

-Abby, cielo, es un asesino.   

-Sabía que no debiste haber venido.- Murmuré, levantándome del taburete.- Tienes razón, nunca lo entenderás.-Una mirada adolorida pasó por sus ojos, me sentí fatal por ser tan mala con la persona que siempre me había dado todo y había querido lo mejor para mí. -Te amo, mamá, pero también amo a Leonardo.

Casi se estremece cuando cuando mencioné amar a Leo.

-Pero, ¿Cómo?

-Adoro cómo me trata, mamá. Me pone a mí primero, siempre. Nunca haría nada por lastimarme. - Me había hecho daño en el pasado, pero ese era el viejo Leonardo. Nunca me levantaría la mano de nuevo.    

Sacudió la cabeza una vez más, las lágrimas caían por su cara.

-¿No iba al Consejo hoy?   

-Sí, no he podido verle desde el hospital- Leonardo fue enviado de vuelta a la instalación mental hasta que fue capaz de reunirse con todos a los que tenía que convencer. No le había visto en dos semanas, y le echaba mucho de menos.

Mamá bajó la mirada por un momento.

-Llévame a verlo, llévame a Consejo.   

Mis cejas se elevaron al instante ante sus palabras.

-¿Qué?

Pero no respondió, ya había tomado las llaves de su coche y se encontraba en la puerta principal. Despegué el culo completamente del taburete, siguiéndola hacia el coche.

-Mamá, ¿estás segura?    

Ella simplemente asintió, arrancando el coche y saliendo del aparcamiento. Afortunadamente el sitio en donde Leo tenía su reunión no estaba muy lejos de casa, mas se sentía mucho más largo debido a que mi madre no me habló en todo el trayecto.     

Sentía que estaba temblando y metí todas mis pertenencias en la pequeña caja gris para pasar el control de seguridad. El oficial apenas me dirigió una mirada una vez que hube pasado correctamente el detector de metales. Mamá hizo lo mismo.   

(...)

Giramos la esquina para dar con tres pasillos, e inmediatamente vi a Leo contra una pared sentado en el suelo. Se me rompió el corazón ante la imagen. 

Empecé a correr hacia él, su cabeza se levantó ante el repentino ruido de pasos rápidos. Sus ojos se abrieron, levantándose rápidamente de su sitio y abriendo sus brazos para que saltara a ellos.   

-¿Qué haces aquí?- Respiró en mi pelo cuando ya había saltado. Ms apretó contra su pecho tan fuerte que creí que mi pómulo podría haberse roto. Lo amé.

Miré detrás de mí, casi olvidando a mi madre. Nos estaba mirando, bueno, más bien mirando a Leo. Sin embargo, él se hallaba completamente ajeno a ella y decidió analizar mi cara. -Las bolsas bajo tus ojos han empeorado-Observó en tono de regaño. -Necesitas descansar, bebé.

-Leo- lloriqueé por lo bajo, avergonzada, señalando a mi madre con el pulgar a mis espaldas.   

-Tienes razón, ya sabes.- Habló mamá, regañándome también por no dormir lo suficiente. ¿Cómo habría podido? Estaba tan estresada con la estúpida reunión y preguntándome qué iba a pasar con Leo. 

Los ojos de Leo se abrieron ,otra vez,mientras miraba a mi madre como si fuese una criatura sobrenatural. Le lancé una mirada que decía 'deja de actuar tan raro' y de manera veloz se recompuso.

-Señora Brokk, soy Leonardo,Leonardo McCann- Tendió su mano ofreciéndosela a mamá.

La observó por un momento antes de presentarse a sí misma.

-Maggie, la madre de Abby.   

-Ya veo de dónde saco la belleza Abby- Leo mostró la sonrisa de todo chico chico americano. Era un encanto.  

Mamá se sonrojó riendo.

-Definitivamente no eres como imaginaba, Leonardo.   

Envolvió un brazo por mi cintura, acercándome a él.

-Te eché de menos.- Murmuró dulcemente, casi en silencio para que mamá no pudiera oírlo.    

Le sonreí como respuesta, sintiéndome incómoda como para decirle cuánto le quería y le había echado de menos delante de mi madre.  

Habló de nuevo.

-¿Cómo va el Consejo?- Le preguntó, como esperando que respondiera 'fatal, voy a estar encerrado para siempre'.

Se encogió de hombros.

-No estoy demasiado seguro, no dijeron si me amaban o me odiaban.   

-Abby ha estado hablando de ti todo el día. Yo he estado intentando procesar su... relación.- Vi cómo los labios de Leo se curvaban en una sonrisa.

-¿Todo el día?- Rió, para finalmente ponerse serio. - Pero... Me encantaría conocerla, señora Brokk. Y me encantaría que nos aceptara a mí y a Abby juntos.- Sacó su lado encantador otra vez.    

La respuesta de mi madre se vio interrumpida por el hombre que reconocí como el supervisor.

-¿Leonardo? Estamos listos para ti.

Carraspeó, tratando de verse fuerte, pero yo vi a través de eso. Estaba asustado, realmente asustado. Y no le culpaba. Sentí cómo mi corazón se aceleraba al pensar en todas las cosas malas que podrían pasar. El supervisor me miró, ofreciéndome una pequeña sonrisa.

-La juez ha llegado también. Ella dará el veredicto final.

-No la conozco.- Las cejas de Leo se juntaron.   

-Le damos todos nuestros argumentos, explicamos la situación, le decimos lo que pensamos y ella da la respuesta final.- Explicó, haciendo un gesto para que entre a la sala.    

Ya sentía la saliva volviendo a mi garganta, pero rápidamente la tragué. Rodeé mis brazos alrededor de Leo, escondiendo mi cara en su cuello.

-Hey, hey, no hagas como si está fuera la última vez que me fueses a ver.-Bromeó, alejando sus nervios para hacerme sentir cómoda. Dios, era increíble. Presionó nuestros labios en un rápido pero significativo beso antes de desaparecer dentro de la sala.

Mamá y yo nos sentamos fuera y por fin saco tema de conversación.

-Parece... Agradable.

-Lo es.- Sonreí.

-Te regaña como si fuese yo.- Sacudió su cabeza con una sonrisa.-Espero que al menos ahora duermas.

-Le amarás, pronto.- Sonreí y miró a otro lado, pero podría decir que su barrera contra El se estaba rompiendo lentamente.

Mi pie golpeó el suelo mientras esperaba a que saliera Leo. No tenía ni idea de cuánto duraría ni de cuál sería la decisión.

Sin embargo, la siguiente cara que vi hizo que mi desconfianza aumentará aún más.

-¿Tyler?

 

-No te preocupes, siento que todos están de tu lado.-Me alentó el supervisor.    

Me burlé.

-El puto oficial no.    

-A penas habla, creo que todos aquí pueden ver lo mucho que has cambiado.- Me regaló una pequeña sonrisa y rápidamente volvió al grupo antes de que pudiera agradecérselo. Estaba agradecido a él, fue innecesariamente amable conmigo, aun sin haber hecho nada por él.    

Supongo que yo era una persona que gustaba,nótese el sarcasmo.   

Una guapa mujer de mediana edad ,quizá podía llamarle chica, no se veía muy mayor, entró a la sala en una larga túnica negra. Obviamente era la juez, pero lo que me sorprendió fue que me ofreció una radiante sonrisa antes de tomar asiento en la parte final de la extensa mesa. ¿Por qué cojones me estaba sonriendo? ¿Se suponía que debía conocerla?

-Señor McCann, esta es la juez Nicole Reed, dará el veredicto de su caso.- Me regaló otra sonrisa brillante a la vez que el jefe del hospital me explicaba mi situación. Las manos me estaban sudando, la garganta me picaba y sentía un zumbido en los oídos. Jamás en la vida me había sentido más nervioso que en esos momentos.   

No podía volver a ser enviado al hospital, me negaba. Despreciaba el lugar con todo mi ser. Incluso después de trabajar mis problemas con el doctor McNeil ,haber pagado mis deudas, haberme disculpado, esa mierda, quién sabe qué otras putas cosas horribles me estarían esperando allí. Y ni hablar de volver a abandonar a Abby.   

Hablando de Abby, no podía creer que hubiese traído a su madre a verme. No solo me veía como el infierno ,mientras que  mi bebe se veía como una princesa, sino que tampoco era definitivamente mi mejor hora. Allí me hallaba, a espera de mi futuro, básicamente. No pensaba que no le gustaba a su madre, al igual que yo puedo ser un encanto cuando quiero, esperaba que ella me diera una oportunidad.
 

-Señor McCann- Mis pensamientos fueron interrumpidos por uno de los médicos. Parpadeé, levantando una ceja, inconsciente de que habían estado hablando. -Estábamos diciendo cómo todos han dado a la juez su opinión profesional.

Quería burlarme, ¿opinión profesional? Lo que prácticamente estaban intentando comunicarme era que los doctores dijeron que era un psicópata, la policía dijo que era un criminal, el jefe del hospital dijo que no debería ser liberado antes de mi sentencia, y el supervisor... Bueno, ¿cómo coño es considerado un profesional?  

Eso era lo que estaba suponiendo.    

Mi corazón se hundió por el hoyo de mi estómago y sentí los ojos vacíos ante la repentina disminución espiritual. Sin embargo, nadie me estaba mirando con lástima. Todos se veían... Nerviosos. Como si ellos tampoco supiesen lo que estaba a punto de pasar.

-Señor McCann- La voz de la juez hizo eco por toda la sala. Tenía una voz alta, podría decir que era una juez intimidante. Joder, deseaba haber tenido algún puto perdedor que tartamudease y a penas supiese la diferencia entre asesinato y homicidio involuntario. Hey, los criminales también pueden ser listos. - Me han pasado toda la información de estos cincos hombres.

Parecía a punto de reír ante el hecho de que era la única mujer en la sala llena de hombres, y aún así era la más poderosa de todos ellos. Sabía que probablemente Abby estaría muy contenta, era muy 'vamos feminismo' y toda esa mierda.   

Al fin y al cabo los hombres no irían a ninguna parte sin las mujeres. Puede que pensará aquello por Abby, cuando se trataba de ella yo era muy fácil de convencer.    

-Me gustaría hacerle algunas preguntas de mi parte.- Dio un golpecito a su pelo color café sobre su hombro.

-Adelante, juez Reed.- Usé la misma sonrisa que con la madre de Abby. Puede que ganase puntos.

Ella rió, como si le divirtiera mi comportamiento.

-¿Dónde te ves dentro de diez años?

La pregunta hizo que me sentara de nuevo. ¿Donde me veía dentro de diez años? Con Abby, por supuesto, pero ¿Qué era lo que iba a hacer con mi vida?

-Mientras esté con Abby seré feliz.- Contesté. Era verdad, pero a la vez me preocupaba. No tenía ni idea de lo que iba a hacer. Antes todo tenía que ver con la banda, todo con seguir siendo los más fuertes. Pero ahora no podía arriesgarme a volver a poner mi centro de atención en ella,en la banda. 

Asintió.

-¿Y cómo será tu relación con la banda?

-Promedia, supongo. Les hice saber que ya no iba a verme envuelto.- Y ahora me estaba arrepintiendo.   

La juez se veía desinteresada, casi como si ya hubiese tomado su decisión.

-Por último, ¿cómo te sientes ahora?

-Asustado- Confesé mis emociones al instante, sabiendo que era lo único en mi mente. Se sintió rarísimo admitir que estaba asustado, era el puto Leonardo McCann, después de todo. 

Todos se veían sorprendidos ante mi confesión. No les culpo, la palabra se degustó extraña mientras salía de mi boca. No había estado así de asustado desde que Abby fue rasguñada por mi agarre a Paul. Esas fueron las únicas veces en las que pude decir que estaba asustado. Odié aquellas situaciones ya que no tenía ningún poder. Y yo era un trozo de mierda hambriento de poder. Como pueden ver, esas dos cosas no funcionaban bien juntas.

Mi vida ha dado una vuelta de ciento ochenta grados en un año. Desde que tomé a Abby, de tenerla odiando mis putas tripas, a escucharla decir que me amaba, hasta casi perderla , más de una vez, No había ningún lugar en el infierno en el que me permitiese abandonarla de nuevo.    

Se merecía algo muchísimo mejor que yo. La retuve de vivir su vida. Pero en algún jodido 'giro de fe' decidió que me necesitaba. Para este día, no sé por qué me quiere tanto como lo hace. Claramente la trato como la puta princesa que es, pero cualquier otro hombre en su sano juicio haría lo mismo. A veces no puedo evitar sentir que todo es mentira, y que un día, voy a levantarme solo en la cama, en completa autocompasión.  

Casi me estremezco ante tal pensamiento. Una razón más por la que no podía ser encerrado otra vez. Abby estaría destinada a ser robada de mi lado, si no estoy a su lado. Es decir, joder, ¿La vieron? Es la chica más guapa que he visto, y no estaba mintiendo en cuanto a que había sacado la belleza de su
madre.

-Señor McCann, he llegado a una conclusión.- la juez Reed hizo que me deshiciera de mis pensamientos. Y gracias a Dios que lo hizo, me estaban deprimiendo bastante. Abby me esperaba fuera, de todas formas.

Me mordí el labio, adentrándolo en mi boca y preparándome para la respuesta definitiva.

-Continuará con cualquier clase de control de ira y terapia sugerida para usted, pero a día de hoy, Leonardo McCann es un hombre libre.- Su mazo dio contra la madera y la sala se quedó en silencio.

No podía pensar, no podía moverme. Simplemente me mantuve sentado, mis ojos se abrieron y mi sistema nervioso llegó a su ritmo más rápido.

-Enhorabuena.- Sonrió una vez más, levantándose de su sitio. Probablemente tenía otros casos que atender y yo solo estaba siendo una carga.

Los médicos y el oficial murmuraban entre ellos. "¿Cómo?" Susurraban confundidos.

Eso fue suficiente para mí. Me levanté de la silla.

Gracias!- Grité a la juez.- ¡Gracias!- Grité al supervisor, quien reía. Situé mis manos en posición de rezo, agradeciéndoselo a Dios un millón de veces. - Soy jodidamente libre.- Me susurré, seguramente viéndome como un loco mientras me reía y sonreía para mí mismo.

¿Qué cojones estaba haciendo aquí parado? Corrí hacia la puerta, sin nadie llamándome. Sin nadie persiguiéndome. Era libre.

Salí por la puerta, moviendo la cabeza en todas las direcciones intentando dar con el ángel que me permitió salir del infierno.

Pero cuando la encontré, no estaba sola. Tyler se encontraba a su lado, con la misma estúpida sonrisa que cuando fui internado en el hospital. Aunque su presencia no cambió nada cuando Abby me rodeó con sus brazos y piernas.

La agarré, girándonos en círculo.

-Soy libre, nena.

Ella solo lloró. Yo quería llorar, lágrimas de gozo, por supuesto, pero no era una puta nenaza así que las reprimí.

Mis labios repentinamente se volvieron adictos a la piel de Brooke , a quién quiero engañar, siempre lo fueron, mientras atacaba su cara a besos. Ella rió y presionó sus labios contra los míos, una sonrisa se hallaba formada en estos. Le seguí el beso con la misma pasión y felicidad, pero me tomó un montón de esfuerzo mantener el beso limpio con su madre aún por detrás en nuestro momento.
   

-Te quiero, muchísimo.- Susurró en mi oreja, su aliento cálido enloqueció a mi piel. Dios, nada era mejor que escuchar eso.

-Te quiero más, mi pequeña y hermosa gatita.

-Muy tierno, chicos. Deberían ganar un premio - Se rió Tyler. No se veía en contra de mí, así que su presencia aquí solo me confundía. No había demostrado ningún tipo de interés en mí desde que fui internado en el hospital, así que, ¿Por qué le importaría que fuese liberado?

Iba a responder, pero la juez Reed entró en la sala. Estaba a punto de darle las gracias hasta que envolvió sus brazos alrededor de Tyler y le besó.

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