64- Echar de menos....

Canciones para este capítulo:

Spaces - One Direction

Love Me Harder - Ariana Grande ft. The Weeknd

I Want It That Way - Backstreet Boys

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-Todavía no me puedo creer que cogieses mi puto coche.- Me reí. Solo del pensamiento de Abby paseando por Nueva York en mi Ferrari, me tiene como un loco sonriendo.

-Nos van a detener.- Abby gimió.-

Estaba sentada en mi regazo mientras conducía. Abby no paraba de mirar por los retrovisores. Yo simplemente me estaba divirtiendo.

-Esto es tan ilegal.

-Sí, y también lo es escaparse de una institución mental.- Dice sarcásticamente. Seguramente, esto era ilegal y muy poco seguro, pero si los policías nos pillan, estarán mas preocupados de que yo esté dando vueltas por la ciudad que por una chica que no está en su sitio.

-Leo esto es peligroso.- Su pelo cayó delante de sus ojos y me reí por lo visto. Coloqué su pelo fuera de su cara, mirando su complexión perfecta.

-Sh, gatita, disfruta de estar en un asiento de lujo.- Le guiñé un ojo y rodó los ojos juguetonamente. Finalmente se reclinó sobre mi pecho y pasé un brazo por su espalda mientras la otra controlaba el volante. -¿Por qué no conduces, nena?- Cogí su pequeña mano entre la mía, poniéndola en el volante.

Dudó antes de agarrarlo, asegurándose de que sus ojos estaban en la carretera. Al menos era buena conductora, juro por Dios, que si vuelvo y veo un coche en la mierda...

De todos modos, estamos de camino a mi casa, decidiendo si pasar la media hora que queda en mi cama. Me pregunto por qué nunca dije nuestra, siempre me gustó oír a Abby asociada con cosas que eran mías. Abby en mi ropa, en mi casa, en mi cama; el cielo.

La voz de Abby me sacó de mis sueños despierto.

-¡Leo, para! ¡Hay una señal de stop!- Miré a la carretera, la calle estaba abandonada, así que no me molesté en levantar el pie del acelerador, simplemente pasamos la intersepción.

-Nena, ¿te has olvidado? Yo no paro en esas mierda.- Me reí.

Sacudió su cabeza.

-Y ahí estaba yo, pensando que este hospital te haría algo bueno.

-Creo que esa idea desapareció cuando golpeé a ese maricón antes.- Rodé los ojos pensando en esa asquerosa cara.

-No digas cosas así, Leonardo-me regañó.

Le sonreí, poniendo ambas de mis manos en sus muslos, acariciando la suave piel.

-¿Por qué no, princesa?- Le besé en la parte trasera de su cuello, hundiendo mis manos de vez en cuando.

-P-porque es de maleducados.-Dejó escapar, quitándose mis manos con una mientras la otra agarra el volante.

Simplemente me reí, ha estado lejos de mi demasiado tiempo.

(...)

Entramos en el largo aparcamiento, Leo inmediatamente sacó la llave del contacto y me giró en su regazo.

-Mi preciosa pequeña gatita, eres mi bien más preciado.

-Y tú el mío.- Susurré en respuesta, agarrando su cara entre mis manos. Mirarle a su perfecta cara me hacía llorar. No me podía creer que estaba enfrente de mi.

Era tan jodidamente raro y nunca querría irme de él.

Me agarró de los muslos fuertemente, dandole pequeños golpecitos, para que le rodease con ellos por la cintura. Hice lo que me dijo, oyendo su gruñido de satisfacción salimos del coche de Leo, llevándome como un experto.

Subimos las escaleras,Leo metió la llave en el hueco y abrió la puerta. La cálida brisa nos golpeó y oí y sentí a Leo dejar salir un gran suspiro.

-Joder, he echado de menos este sitio.-Me pegó más hacia él mientras entrábamos en la perfecta y sin tocar entrada. -¿Cómo fue tu noche aquí, cariño?

Me reí.

-Estuvo bien, supongo. Algo sola, a pesar de todos los perros.

-Entendible, tu persona favorita en el mundo no estaba aquí.- Bromeó pero en realidad, era cien por cien cierto.

Reposando mi cabeza en el hombro de Leonardo, mis manos encontraron el camino para jugar con su suave pelo en el cuello de Leo.

-¿Por qué no te puedes quedar más?-Pregunté, pero era más una queja que otra cosa.

Leonardo suspiró.

-Gatita, si pudiese, lo haría. Francesca me cortaría la cabeza y no quiero que mi sentencia sea mas larga.

-¿Quién es Francesca?- Fruncí el ceño suavemente pero El no podía verme la cara. Ahora se como se siente al verme con Hayden.

Se rió.

-Es solo mi terapeuta, nena. Bueno, una más ahora.

Eso despertó mi curiosidad.

-¿Por qué otra?- Insistí, nunca dejé de juntar las cejas.

-Ella me dejaba una llamada de más para hablar contigo. Sin más que decir, el jefe nos pilló, cambió las terapeutas y me quitó el privilegio del teléfono durante un mes.

Mis labios se torcieron.

-Joder.

De repente me cogio más fuerte.

-Ah, eso me recuerda.- Me tiró en el sofá, lanzándose sobre mi cuerpo. -¿Cuántas veces has dicho palabrotas en respuesta hacia mi en Nueva York?

Me mordí el labio.

-No lo sé, como tres.

-Tres son mucho.- Gruñó, agarrándome de las muñecas y llevándolas por encima de mi cabeza. Sabes que pasa cuando desobedeces las reglas, ¿No?

Sonreí.

-Creo que se me ha olvidado, Leo- Dije lentamente, sacando mi labio inferior más. -Puede que me lo tengas que recordar.

Sus ojos se oscurecieron con cada palabra que decía.

-O quizás me acuerde, ¿Era lavar los platos?- Pregunté falsamente.

Picar a Leo era una de las mejores cosas de este mundo. Se molestaba con dificultad y muy fácil de poner cachondo. Le vi tragar y su pecho subir y bajar.

-Incorrecto.

-Era...-Me liberé de su agarre y llevé la mano a su pecho. -¿Limpiar?

-Nop.- Pareció estar calmado pero salió como un rugido.

-Supongo que tendrás que recordarmelo.-Susurré, rodeando su cintura con mis piernas. Mis manos pasaron por encima de su sudadera , casi gimiendo al tocar sus duros abdominales.

-Te lo dije, nena.- Sonrió mientras veía mi cara de placer. -Ahora, antes de que no me pueda controlar, no podemos hacer esto.

Inmediatamente, fruncí el ceño.

-¿Qué?

Suspiró, sentándose y pasando las manos por su pelo.

-Lo sé, se supone que soy un chico duro que folla nada más que tiene la oportunidad, pero es serio. Una vez que yo, quiero decir, una vez que este contigo, cambié. Se que sueno como un puto maricón pero de verdad quiero que nuestra primera vez sea especial.

Me apoyé en mis codos.

-Pero...- Nunca me imaginé siendo la que intentase convencer a Leo de tener sexo. Solo me quería sentir cerca de él, conectar de esa forma que nunca se suele hacer. Me sentí un poco avergonzada porque él no quería. Era claro que El tenía mucha experiencia, ¿Pensaría que no estaba lista o no sería buena?

-Gatita, te quiero, ¿lo sabes verdad?- Dijo , palmeando sus piernas para que fuese a su regazo pero me quedé en mi lugar.

-Sé que lo haces, pero por eso me llama la atención por qué no quieres hacerlo.- No quería sonar desesperada o molesta, pero no iba a mentir e imaginarme respuestas.

-Solo quiero que sea especial, y algo más, pero es un secreto.-Intentó esconder su sonrisa, haciéndolo más sospechoso. Antes de poder abrir la boca, me cogió y me llevó a su regazo. Su cabeza inmediatamente se escondió en mi cuello, pasando su lengua por mi piel desde mi mandíbula hasta mi oreja. - Pero eso no significa que no podamos hacer otras cosas.

-No me distraigas.- Gemí, intentando coger su cabeza para separarlo. Quería saber su secreto.

Se rió contra mi piel.

-Se llama secreto por una razón, mi preciosa niña.

Se levantó, le rodeé con las piernas.

-Sabes que nunca te decepcionaría, gatita.- Sonrió y nos subió a nuestra habitación .

***

Leo salió de la ducha primero, rodeando su cintura con una toalla de algodón blanca, aguantando otra con la mano. Me sacó con fuerza, mi cuerpo desnudo contra le suyo mientras sonreía.

-Sabía que escondías esa mierda guarra de erotismo.

Me reí mientras me envolvía la toalla.

-Supongo.

-¿Y para quién lo harás? ¿Para quién solamente?- Murmuró sensualmente.

Le rodeé por el cuello, llevando su oreja a mi boca.

-Tú y solo tú.

En su pecho se oyó un gruñido.

-Te quiero, mucho gatita.

Posé mi cabeza en su hombro, sonriendo mucho.

-Yo también te quiero.

Nos quedamos en esa posición por un momento, admirando lo cerca que estábamos el uno del otro. Mi respiración chocaba constantemente contra su cuello, y ocasionalmente posaba un beso en mi sien. Nuestros cuerpos encajaban perfectamente, como si estuviesen hechos el uno para el otro. Y si preguntas a Leo, estábamos hecho el uno para el otro. El sonido de sus latidos hacia desaparecer cualquier preocupación.

Sus manos bajaron a mis caderas, eran firmes, pero para Leo era como tener los brazos relajados.

-Vamos a cambiarnos, ¿vale nena?- Dijo y asentí. Me agarró despreocupadamente de la mano, llevándonos al dormitorio. Abrimos el armario, inmediatamente tiró su toalla, haciendo que sonriese y me mordiese el labio. Sus abdominales tonificados estaban húmedos, sus bíceps aumentaban mientras cogía un par de boxers. Por no hablar de su miembro.

Se subió los calzoncillos con una sonrisa burlona.

-Se acabó el show, pequeña.- Se rió, haciendo que rodase los ojos juguetonamente.

-Pero te encantaría otro, ¿no?- Bromeé; dos pueden jugar a esto. Mi manos tiraron la suave toalla, dejando que cayera en el suelo en una montaña desordenada. Leo se lamió los labios, sus ojos no apartaban la vista de mi cuerpo. Cogí un par de bragas y un sujetador, pero Leo se posicionó rápido a mi lado.

  - No, sin bragas y sin sujetador.- Me dio una de sus camisetas, la cual tome e inspire ese aroma que tanto me encanta.

-¿Estás seguro?- Le puse a prueba, poniendo mis manos en mis caderas, haciendo que gruñese suavemente.

-Oh, créeme, estoy seguro.- Me reí suavemente a lo que dijo y me puse su camiseta, viendo como caía por debajo de mi culo. Claro que Leo escogería una de sus camisetas más pequeñas. 

Me miró con amor antes de cogerme por la cintura.

-Voy a por algo de comer, vuelvo yaaaaa. - Sonrió antes de salir y bajar las escaleras.

Sonreí mientras todavía podía sentir su brazo alrededor de mi cintura; esa sensación fantasma que nunca quieres que te deje.

Mi sonrisa nunca desapareció mientras me tiraba en la cama, metiéndome bajo las oscuras sábanas. Mirando a la mesita de noche, tragué saliva. Teníamos unos diez minutos mas, eso si fuese verdad que Leo solo se podía quedar por una hora. Escondí mi cara en la sábana y vi el cuerpo de Leo entrar al dormitorio, con dos bols en la mano.

-Tu favorito.- Susurró dulcemente, posando un beso en mi frente cuando se subió a la cama.

Le ignoré.

-¿Te vas pronto?

Suspiró y puso los bols en la mesita de noche.

-No quiero, princesa.

-¿Puedes no irte más?- Me quejé como una niña pequeña. Leo se rió, llevándome a su regazo, como siempre.

-Cielo, sabes cuánto me gustaría quedarme, estoy intentando ser responsable.-Bromeó, presionando sus labios en la base de mi mandíbula.

Suspiré y presioné mi cabeza contra su pecho. Quería aprovechar cada segundo con El porque sabía cuánto echaría de menos sus abrazos. Este día era una bendición, pero a la misma vez un infierno, solo porque me hizo darme cuenta de como de mejor era mi vida con Leo. Probablemente le iba a echar más de menos ahora, y sería la mujer depresiva, esperando mientras miro por la ventana a que mi marido vuelva.

Esta vida era difícil de entender. Era agotadora, mentalmente y físicamente. Odiaba levantarme sola y pretender que todo estaba bien mientras entraba en la universidad. El latido de Leo sonaba bajo en mi oído y se que sonará ridículo pero a veces me daba miedo no volver a oírlo. Todo le mundo tiene problemas de confianza y no podía evitar tenerlos a veces con Leo. Se que es lo más leal y el hombre más increíble, pero me preocupa en el fondo que no vuelva.

Los hospitales mentales pueden cambiar a la gente, de todos modos ese es el propósito. Si se enamora de mi, o decide empezar su vida de cero, no sabría que pasaría conmigo. No estoy segura de que podría continuar con mi vida.

-¿Gatita?- me llamó y salí de mis pensamientos, incluso cuando solo acababa de entrar. Me encontré con sus ojos verdes y sonrió. -Te he estado llamando durante 5 minutos, cielo. ¿Qué te ha poseído?

Suspiré, metí la mano por debajo de su camiseta. Noté un nudo en la garganta e intenté bajarlo así el jadeo no se uniría a la conversación.

-Nada.

Rodó los ojos.

-No juegues a juegos conmigo, Brook.- Dijo molesto.

-Leo, ¿estás seguro de que podemos controlar esto?- Pregunté.

Vi como soltaba un largo suspiro, pasando la mano por su pelo. No me respondió durante un momento, solo se me quedó mirando. Finalmente sus ojos empezaron a mirar a todos lados antes de encontrar los míos.

-Si hemos podido con todo lo que la vida nos ha hecho, esto no tiene por qué ser diferente.

Me mordí el labio pero mi mirada se volvió borrosa mientras mis ojos se humedecían.

-¿Me echaste de menos?

-Te he echado más de menos que el volver a tener mi vida de vuelta.

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Bueno , ¡Hola! Quería escribir esto para agradecerles por tanto amor representado en votos y comentarios, en menos de un día "Reclamada" a pasado de no estar a estar en el puesto #310 de Novela Juvenil y eso es algo que me emociona mucho y no podía no agradecerles, es realmente hermoso recibir notificaciones de sus votos . 

Y avisarles que editare la novela, dado que el personaje de Leo lo he cambiado por Jensen, solo serán sus rasgos los que editare,no se preocupen!!

En fin... , muchas muchas gracias!!

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