63 - Sin ti.
Canciones para este capítulo:
Memphis - Big Sean
Dollhouse - Melanie Martinez
Dark Times - The Weekend ft Ed Sheeran
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-No me puedo creer que te fueses, ¡La fiesta era la caña!- Christine bostezó mientras echaba los huevos en la sartén. Rodé los ojos, alejándome de ella y cogiendo un plato de nuestro estante. Por suerte, no estaba cabreada conmigo por dejarles a ella y Jon, no les importó cogerse un taxi.
-Me alegro de que tu y Jon disfrutaseis de la fiesta.- Sonreí sarcásticamente.
-Oh, sí. ¡Una de las camas de esa casa es de agua! ¿Sabes lo geniales que son para tener sexo?
-Vale, lo pillo.- La corté. Christine era muy detallada y no le importaba hablar de su vida sexual.
Se ríe y pone una mano en mi hombro.
-No te preocupes, Abby . Cuando Leo vuelva me puedes hablar sobre el extraño y guarro sexo que ambos tengan.
-¿Cómo sabes que él sería un guarro?- Me reí, poniendo los huevos hechos en tres platos. Sí, Jon todavía seguía aquí.
-Por favor... es un criminal, pero eso no quita que piense que está muy bueno. Además, me contaste todas esas cosas de los azotes y eso, estaría loca.- Hizo como que se desmayaba y rodé los ojos juguetonamente, cruzando mis piernas.
Christine jadeó y me señaló las piernas.
-¡Lo sabía! ¡Estás muy cachonda!
La regañé.
-Cállate, no lo estoy.
Sacudió su cabeza, riéndose. Christine cogió los platos con el desayuno y los puso en nuestra pequeña mesa del salón.
-Chica, de ninguna forma van a quedar aquí cuando Leonardo vuelva. ¿Crees que lo que Jon y yo hacemos está mal? Santa mierda, van a estar follando toda la noche, tengo miedo por tu vagina.
Me reí en alto, tapándome la boca.
-Dios mío, Christie.
Se encogió de hombros y continuó tomando su desayuno. Jon bajó las escaleras, mirándonos algo desorientado con sus oscuros ojos. Se frotó la cara con las manos antes de mirar la mesa.
-Mierda, muchas gracias, Abby- Me agradeció mientras se sentaba a desayunar. Le hice un gesto con la mano diciendo que no me importaba mientras terminaba mi plato.
La pasada noche, Dave y yo conducimos en círculos, hablando de Leo y como todos le echan de menos. Para mi sorpresa, me hizo sentir mejor saber que mucha gente apoya a Leonardo para que salga.
Muchas veces cuando llegué a casa, contemple la idea de llamar a Tyler. Quiero averiguar por qué no está emergiendo en la vida de las bandas como debería de hacer. Sé que Leo tiene prestigio en esa banda, y quería saber que estaba mal con Tyler. De todos modos, cada vez que cogía mi teléfono, la mirada de Leonardo avisándome venía a mi mente.
*Flashback*
-Abby- Dijo Leo lentamente. -No te subas a la encimera, te vas a caer.
-No me caeré.-Le respondí, saltando a la encimera para llegar a la estantería más alta.
Suspiró.
-Abby - Repitió. Le ignoré, alargando mi brazo, la punta de mis dedos tocaron la pequeña caja de comino. Gruñí molesta, intentando empujarme con mis rodillas para llegar más alto.
Cojo la caja con mis dedos, empujándola hacia mi. Se cayó, acercándose a mis ojos. Me resbalé, perdiendo el equilibrio. Unos brazos me abrazaron por detrás justo antes de que me pudiese caer encima de la fría encimera. Rodeé el cuerpo rápidamente con mis piernas con el miedo de poder caer al suelo de cara.
-¿Qué te he dicho?- Me avergonzó, sus cejas estaban juntas. Estaba enfadado.
Rodeé su cuello con mis brazos suavemente.
-Lo siento.- Presioné múltiples besos en su cuello y escondí mi cara en su hombro.
-Te he dicho específicamente que no te subieses a la encimera, porque te caerías. ¿Has decidido desobedecerme y adivina qué? Te podrías haber caído, y nunca me lo habría perdonado.- Gruñó, sacando mi cabeza de su hombro, mirándome directamente a los ojos.
-Es como, un metro de caída.- Rodé mis ojos, haciendo que me mandase otra mirada de advertencia. -Pero...- Continué, pasando mis pulgares por su mejilla. Me incliné y posé un suave beso en su oreja. -Sabía que me cogerías de todos modos.- Un poco más abajo, en su lóbulo, haciendo que gimiese.
-¿Qué voy a hacer contigo, gatita?- Preguntó, rodando los ojos.
Sonreí.
-¿Me vas a perdonar?
Se rió, balanceándose hacia delante y hacia atrás.
-Eres una rata.
Pasé mis manos por su cabello color café. Pasó a ser círculos lentos, todavía cogiéndome fuerte. Sin perder el tiempo, presioné mis labios contra los suyos. Le noté soltar aire por su nariz antes de mover sus labios suavemente contra los míos. Bajé mis manos a su cuello, rascando justo debajo de la línea de su pelo, le encantaba eso.
-Sé que estás haciendo.- Murmuró contra mis labios.
-¿Qué estoy haciendo?-Jugueteé, todavía hincando mis uñas en su piel.
-Intentar distraerme, pero todavía estoy cabreado contigo.- Soltó, pero de todos modos, volvió a besarme. Sonreí contra el beso.
Mordí su labio inferior.
-Nunca me dejarías caer,Leo - Puede que esté hablando sobre caerme de la encimera, pero ambos sabemos que eso tiene un sentido más profundo.
-¡Abby!- La afilada voz de Christine me sacó de mis pensamientos. Cerré los ojos fuertemente antes de encararla. - ¿Nos vamos ya?
Asentí, saliendo del apartamento. Jon tenía clases nocturnas hoy, así que solo tenía que llevar a
Christine. Devolveré el Ferrari de Leo hoy, ya olía al perfume de Christine,El sabría que estuvo en él.
(...)
Gemí en alto cuando le dí un bocado a mi Big Mac. El sabor de una Big Mac del McDonald's tiene que ser lo mejor del mundo. Bueno, después de Abby, claro.
Francesca se rió por mi sonido.
-Eres jodidamente raro.
La ignoré, mordiéndola de nuevo. Miré de frente, viendo un enorme parking. Estaba completamente vacío excepto por los dos autobuses grises y algunos coches de empleados. Me moría por correr fuera del centro comercial, dirección a Abby.
Brad y Francesca hablanda sin meterme en la conversación. Vi a Mrs. Twain sentarse sola en la esquina, comiéndose su ensalada que trajo de casa. Me sentía un poco mal por ella -por el hecho de que estaba sola- pero luego recordé como de zorra era. Me levanté con mi bandeja vacía ya.
-Voy a tirar esto.- Brad y Francesca pasaron de mi.
Anduve hacia la basura, tirando los envoltorios. Miré por un momento a mi alrededor antes de salir del local. Corrí por los pasillos, llegando a la familiar joyería.
-¡Eh, tío!- Grité y la cabeza del hombre salió de la zona de trabajo.
Una vez que me vio, salió por completo.
-¿Cómo puedo ayudarle Mr. McCann?
-Necesito un favor, un jodidamente enorme favor.
El hombre me miró.
-Bueno, ¿Qué es?
Esperando que su hijo influenciase en su decisión, abrí la boca.
-¿Puedo coger tu coche?
Abrió sus ojos completamente y frunció el ceño. Joder.
-¿Para qué?
-Sabes la chica a la que le voy a comprar el anillo, es solo- Me pausé, tomando una profunda respiración. -Necesito verla.
El hombre se mantuvo en silencio por un rato largo. Golpeé mis feas zapatillas del hospital mental contra el suelo moquetado. intenté no atragantarme, pero cada segundo que pasaba necesitaba tragarme el nudo que tenía en el medio de mi garganta.
-Solo una hora y haz que te cubran.- Mi cabeza se bloqueó al oír sus palabras.
Su hijo está loco y el también. Gracias Dios.
Sacó las llaves de su coche del bolsillo y agradecidamente las cogí de su mano.
La agarré delicadamente, incluso podría que fuesen de alguna Honda de mierda.
-Gracias, gracias, gracias.- Repetí rápidamente. Me dió un suéter y gafas de sol que sacó de la parte de atrás, deberán ser de su hijo.
El hombre sacudió la cabeza y miró hacia abajo.
-Mi hijo nunca se va a creer esto.-
Sí, tú y tu hijo loco pueden hablar sobre mí en casa mientras veo a mi bebé .
Salí corriendo del local, dando un sprint y volviendo a McDonald's. Me escondí detrás de varias plantas y me puse de rodillas. Gateé rápido hasta la mesa y le tiré a Francesca del pantalón por debajo de la mesa. Jadeó, dándome una patada en el cuello, fuerte.
-¡Joder!- Siseé, agarrándome la parte dolorida. Daba patadas muy fuertes. Miró debajo de la mesa, mirándome como diciendo '¿Qué coño estás haciendo?'. Puse el dedo encima de mis labios señalando que se callase.
-Necesito que me cubras.- Le enseñé las llaves del coche y sus oscuros ojos se abrieron de par en par.
-¿Estás jodidamente loco?- Susurró.
Rodé los ojos.
-No seas zorra. Me voy por una puta hora, solo distrae a Mrs. Twain.
Sin darle ni un segundo para responder salí de debajo de la mesa, rápidamente escondiendo detrás de una planta. Se me aceleró el corazón a ver a todos los terapeutas. Si me pillan haciendo esto, quién sabe lo larga que será mi próxima sentencia. Pero no me podía preocupar de eso, sólo tenía que salir de aquí.
Mi mente corría a la vez que mis piernas, desesperadamente intentando encontrar una puerta abierta. Finalmente, salí por la puerta y el aire fresco me golpeó. Me sentí tan libre. No me importaba tener que estar de vuelta en una hora, todo lo que quería era estar liberado de ese agujero del infierno.
Le dí repetidas veces al botón de abrir de las llaves del coche, y finalmente el Toyota se iluminó. Rodé los ojos, pero corrí hacia él de todos modos. Saqué todos los pensamientos negativos de mi mente.
Mírate, Leonardo, estás a punto de ver a tu gatita, y te estás quejándote sobre el puto coche. Sacudí mi cabeza rápidamente y me tiré prácticamente a los sillones, metiendo la llave en el contacto.
Tomé una profunda respiración, ¿Qué iba a hacer? Sabía que no podía decirle que era yo, Abby lo diría y definitivamente no me cubriría. Aunque le dijese que se estuviese callada, sabía que no sería capaz de no llorar. Saliendo del parking, me mordí el dedo pulgar.
Me odiará por esto, pero lo necesito, lo necesito con locura.
Crucé las familiares calles de Nueva York. Siempre he vivido en esta ciudad, me la conocía como la palma de mi mano. Podrías decirme un callejón de una calle con una sola casa y sabría exactamente dónde estaría.
El campus de la Universidad de Nueva York es llano, simple y aburrido. Si fuese por mi, mandaría a Abby a Princeton, a donde fue mi madre. Los árboles quedaban a ambos lados mientras entraba en el parking, aparqué y me hundí en el asiento. Sabía que tenía ciencia animal en su última clase, como mencionó en una de sus cartas y esta era la puerta más cercana a la clase.
Las ventanas del coche no estaban tintadas, así que me puse el gorro de la sudadera que el hombre me dio. Me puse las gafas de sol, mantuve la cabeza baja, solo se veían mis ojos por encima del volante.
Veinte minutos después, muchos estudiantes salían por la puerta. Busqué con mis ojos y miré a mi cuerpo favorito. No estaba entre la primera multitud que pasó, pero finalmente la encontré, pelo rubio rizado moviéndose con el viento. Noté como el estómago me daba un vuelco al verla. Estaba preciosa. Andaba al lado de un chico, tená el pelo corto y marrón que caía en su frente. Mi estómago volvió a dar un vuelvo, pero no de buenas maneras.
Andaban hacia mi y rápidamente los capté. Cuando pasaron mi coche, abrí la puerta y salí de él silenciosamente, manteniendo mi cuerpo en calma. Abby andaba hacia mi Ferrari rojo.
Esa pequeña mierda cogió mi puto coche.
El chico se rió de algo que ella dijo y noté como un gruñido me salía de dentro del pecho. Cerré los ojos, intentando calmarme. Repasé todas las terapias que me enseñaron, pero esto era una situación de la vida real, todas se estaban yendo al garete.
Los dedos de Abby se agarraron al pomo de la puerta del Ferrari, pero la mano del chico la cogió. Mi sangre hervía mientras él mantenía la mano encima de la suya, sus ojos buscaban los de ella mientras él decía algo sincero.
Eso era. Me agarré a la parte de abajo de mi sudadera, asegurándome de que no se me caería y corrí hacia el chico. Me vió venir, abriendo los ojos en confusión. Inmediatamente le di un puñetazo en la cara, sin gastar un segundo. Abby jadeó en shock y se alejó de nosotros.
El chico gruñó.
-¿Qué coño tío?
Gruñí, empujándole del pecho fuerte, haciendo que se cayese al suelo. Me monté encima de él, dirigiendo mi puño a su mandíbula. Oí un crujido, solo alimentando mi ira. Cómo se atreve a poner un dedo encima de ella. Mi naturaleza posesiva sacó lo mejor de mi mientras le llenaba de golpes.
-¡Dios mío! ¡Para!- Su preciosa voz sonó en mis oídos y cerré los ojos. No lo había escuchado en persona desde hace tanto...
Me levanté lentamente del suelo, dejando que el chico se estremeciese de dolor. Me quedé mirándolo, joder, ¿qué he hecho?
Mi pecho se movía hacia arriba y hacia abajo sin ritmo concreto. Tragué saliva, la sangre del chico se me quedó en miz zapatos negros y puños pálidos. El chico gruñó y se apoyó con la espalda en mi coche, haciendo que saliese de mi otro gruñido. Respiraciones profundas,Leo , piensa en cosas felices. La violencia no es la respuesta.
-Eh, tío.- Intenté modificar mi voz lo mejor que pude. -Lo siento mucho, no sé que se apoderó de mi.
Sabía lo que se había apoderado de mí, estaba tocando a mi chica y no me gustaba ni un poco.
Brook intervino, maniobró para ponerse en frente del chico que acababa de aplastar casi.
-¿Qué coño quieres decir con 'no sé que se apoderó de mi'? ¿Estás jodidamente loco? ¿Acabas de pegar a un chico en un parking sin motivo?- Me golpeó en la cara.
Noté como mi polla se me endurecía mientras veía su dura actitud. Sus brazos estaban cruzados en su pehco, juntando sus tetas. Gemí en bajo por las vistas, haciendo que bufase en alto.
-¿Qué coño está mal contigo? ¡Aléjate de nosotros!- Se alejó de mi pero rápidamente la agarré de la muñeca. Jadeó en completo miedo, haciendo que se me cogiese el pecho. Tiré de su muñeca haciendo que acabase entre mis brazos. Rodeé fuertemente mis brazos alrededor de su cintura, escondiendo mi cara en su oloroso y dulce cuello.
-¿Pero qué mierda?- Se quejó, empujándome del pehco. Sólo necesitaba abrazarla. La mantuve rodeaba con mis brazos, parando sus locos movimientos. Gruñí a la vez que mi duro miembro se rozaba contra su muslo, casi derritiéndome en sus brazos. -Dios mío.- Dijo perpleja, ella también lo había notado. Me empujó más fuerte, y la solté esta vez.
Me miró la paquete, mirándo rápidamente hacia otro lado.
-Eres un puto cerdo.- Dijo con asco, dando varios pasos lejos de mi.
Contemplé mis opciones. ¿Debería cogerla y decirle que soy yo? ¿Debería irme ahora? ¿Era esto un error?
Mis pensamientos se interrumpen al ver que el chico se levanta, agarrándose la mandíbula. Brooke corrió hacia él, ayudándole a que se levantase. Anduve hacia ellos, pero Abby alejó su cuerpo.
-Vete, por favor.- Dijo lentamente, ¿intentaba ser intimidante? Oh cielo, tienes mucho que aprender. Metí mi brazo y saqué a Brooke de mi camino. Intentó pelear pero estaba muy lejos de ser fuerte.
Me incliné para acercarme a la oreja del chico.
-Acércate a ella de nuevo, alguna vez más. Juro por Dios que te mataré en cinco segundos justo.- Gruñí, asegurándme que mi voz cambiaba un poco pero seguía siendo intimidante.
-¿Qu-quién eres?- Preguntó suavemente. Puto maricón.
-No lo quieras saber, ¿me entiendes?
Asintió.
-Habla, ¡puto idiota!- Siseé.
-S-sí.
Di un paso atrás, mirándole a la cara. Se estaba ahogando en su propio miedo, sus ojos azul cristal no se atrevían a mirarme a los míos. Bueno, a mis gafas. Sus rodillas tembablan y su mandíbula se bloqueó al completo. Me sentí tan poderoso, hacía mucho que no me sentía así.
Este era yo. Ninguna institución mental podría cambiarme. Me encantaba tener poder sobre la gente. Me encantaba ver como temblaban cuando me veían llegar. Necesitaba eso, lo ansiaba. No podía funcionar si la gente me trataba igual. Necesitaba que me temiesen, si no, no sería nada.
-Vete, ahora.- Escupí y se quitó de mi coche. Hizo el amago de irse pero Abby le llamó.
-Hayden, ¡espera!- Dió un paso hacia delante pero mi brazo la paró.
-¡Sigue caminando!- Ladré y Hayden desapareció detrás de muchos coches. Le vi irse durante un momento y luego me giré para encarar a Abby. Se quedó detrás del coche, su mano temblorosa agarró el pomo de la puerta del coche.
-Bonito coche.- Le dije como cumplido, intentando esconder la sonrisa. -Estos coches son muy raros, hechos a petición creo.
Abby abrió la puerta del coche, ignorándome. Se iba a sentar pero yo lo hice antes.
Sus manos volaron a su pelo.
-¿Qué quieres de mi?- Era divertido verla así de frustada, pero me contuve. Me incliné cerca, mi respiración cayendo sobre sus labios.
-Po-por favor, no.- Susurró. - E-estoy con alguien.
Mi pecho se inundó de calor y de inmediato mi labios presionaron los suyos. Es tan fiel, me sentí como si nunca tuviese que preocuparme por ella. Había destellos en mi cabeza, echaba tanto de menos besar sus labios, tanto, tanto. Intentó escaparse pero no la mantuve. De repente noté comome ardía la cara y me alejé. Me puse la mano en la mejilla mientras me palpitaba. Abby me había pegado.
-¿Cuál es tu puto problema?- Se limpió los labios con su manga. No se los limpiaría si supiese quién la cababa de besar.
-¿Qué?- Pregunté haciéndome el loco, sin tapar mi voz más. -¿No puedo besar a mi novia?
Se quedó quieta, sin decir una palabra. No podía hacerle esto, tenía que demostrarle que era yo.
Abrí mis brazos con una gran sonrisa en mi casa. ¿Estaba siendo un coqueto gilipollas? Sí, pero me encantaba. Vi sus ojos llenarse de lágrimas y se tiró hacia delante, lanzando sus brazos a mi cuello.
-Leo- Jadeó y noté como las lágrimas caían por mi cuello.
-Shh, gatita, lo sé, lo sé, soy yo.- Susurré suavemente, cogiéndola por los muslo. Sus piernas rápidamente rodearon mi cintura.
Miré por encima de su hombros para ver un grupo de estudiantes mirando. Maldije para mis adentros y rápidamente nos metimos en el Ferrari. Abby se acomodó en mi regazo e inmediatamente cerré la puerta, suspirando de alivio en la máxima oscuridad, con los cristales tintados.
Las rodillas de Abby están a ambos lados de mis caderas y agarré su culo con fuerza entre mis manos. Sacó la cabeza de fuera de mi cuello.
-¿C-cómo estás?
-Me he escapado, pero no me puedo quedar por mucho tiempo, gatita. Por favor, no llores. Eres demasiado guapa para llorar.- Le limpié las lágrimas. Tomó una profunda respiración, rodeando mi cadera suavemente.
-Te he echado mucho de menos.-Susurró. Sonreí, acercándo más su cuerpo hacia mi.
-Yo te he echado más de menos- Bromeé, posando múltiples besos en su mejilla. No desperdició tiempo en agarrarme por detrás de mi cuello y besarme.
Le besé de vuelta con más ganas aún. Metí la lengua dentro su boca, savoreando su sabor. Los suaves labios de Abby se moldeaban a los míos y gruñí, me estaba empalmando.
-Te quiero jodidamente demasiado.- Gruñí, agarrándo su culo y apretándola más contra mi paquete.
-Yo también te quiero, Leo- Sonrió, moviendo los labios para conectar con su cuello. Mordió en la sensible piel, haciendo que gimiese levemente en su oreja.
Estaba en el cielo.
No importaba cuánto quisiese coger su cuerpo e irnos al asiento de atrás a follarla como si no hubiese mañana, me frené. Nuestra primera vez no iba a ser así de ninguna manera, no en la parte de atrás de un coche, habiéndome yo escapado de una institución mental. Follar en la parte de atrás en uno de mis coches que valen millones estaban en mi lista de 'Cosas que hacer', pero hoy no.
Cerré mis ojos, aun disfrutando del tacto de los suaves labios continuamente en mi cuello.
-No quiero que te vayas.- Murmuró suavemente.
Suspiré, y eché la cabeza hacia atrás, sobre las manos de ella. Mis puños tenian cicatrices, cada cicatriz me recordaba a cada puñetazo que había dado en la vida. Tenía sangre seca en la mano derecha, la mandíbula de Hayden será mi nueva cicatriz.
-Lo sé, nena, lo sé.
Se inclinó y se acurrucó en mi pecho, moviéndose para relajarse. La rodeé con los brazos, posadas en sus caderas. Tomé una profunda respiración, reposando mi barbilla en su cabeza. Deseé quedarme así por el resto de mi vida.
-¿Quién es ese chico?- Le pregunté, intentando sonar casuel y relajado.
-Es mi compañero de laboratorio, el que te comenté.- Dijo calmada. Recordé su carta, Abby quejándose de su compañero que siempre le dejaba todo el trabajo a ella.
-¿Por qué estaba tan tocón?- Pregunté algo molesto. Sin importar la situación, necesito saber como la gente trata a mi chica. Es mía, nadie más puede pensar en ella de ninguna forma que no sea apropiada. Era su novio, era su mejor amigo.
-Se estaba disculpando.
Mis ojos se entrecerraron, incluso sin que ella me mirase.
-¿Por qué se estaba disculpando?
Se quitó de encima de mi con cuidado.
-Me tiró un químico encima.
-¿En serio? Porque tu ropa se ve perfectamente.- Era horrible mintiendo, e incluso si fuese mediocre, nada pasa a McCann Leon.
-Me cambié.
-Abby, para. Si es algo malo, sólo dímelo. Ya le he dado la paliza de su vida, como si pudiese hacer algo más.
Eso era también una mentira. Si es algo malo, me aseguraré de tener su cuello entre mis manos en menos de lo que canta un gallo.
-¿Me prometes que no te enfadaras?- Murmuró la pregunta que hizo que mi corazón se parase por un momento. Estaba nervioso, ¿qué ha podido pasar? Mi mente se paseó por las peores situaciones. ¿Se besaron? ¿Le intentó tocar? ¿Follaron? Mis puños se tensaron sin querer en el muslo de Abby.
-Abigail, no puedo prometer eso.-Respondí lentamente.
Controlé sus ojos, mirando hacia la alfombrilla. No tenían emoción, así que. De todos modos, su lenguaje corporal gritaba el miedo. Me sentía mal, la quería consolar, quería que los astros se alineasen para que ella estuviese feliz.
Ella era lo que más me preocupaba. Nada más. Sin cárcel, sin mi familia, ni mi vida personal. Solo me preocupaba cómo estaba. Tanto como si había alguien destructivo en su vida, como si fuese ella misma.
Mi corazón se aceleró a la vez que suspiró, abriendo la boca para hablar.
-Creo que Hayden... estaba interesado.- Cada músculo de mi cuerpo se tensó.- Se estaba disculpando porque no sabía que tenía novio.
Fruncí el ceño.
-¿Cómo lo ha sabido?
Abby se quedó en silencio.
-Gatita- Le advertí de la mejor manera que se, ordenándoselo, con voz profunda. Se encogió.
- Te vas a enfadar.
- Abby, dime, ahora mismo. - Dije, no estoy de humor para ninguna mierda de esta.
-Yo eh, fui a una fiesta por así decirlo, de una fraternidad.
-¿Hiciste qué?- Grité, mirándola como si estuviese loca. ¿Una fiesta de fraternidad de chicos? -¿Fuiste a una fiesta de maricones?- Siseé entre dientes.
-Fraternidad.- Me corrigió.
-Ya se lo que cojones has dicho, son todos unos maricones.- Los chicos de fraternidad era los más puteros. Eran completo y gilipollas maricones y si tuviese tiempo les daría un puñetazo a cada uno de ellos. Eran cerdos asuqerosos y era lo que más miedo me daba que escogiese en la universidad. -No me puedo creer que fuese a una fiesta de una fraternidad, Abby . ¿En qué estabas pensando? Oh, espera, posiblemente ni estuvieses pensando.
Bufó.
-No estuvo tan mal.
Me reí, ¿cómo no ha podido estar mal?
-Para empezar, no debería ir a fiestas, ni pensar en las de fraternidades.- Temblé nada más pensar todas las cosas horribles que le podían haber pasado. Me hubiese divertido llevando a Abby a fiestas, mientras estuviese bajo mi protección. -¿Bebiste?
-No.- Confirmó y suspiré de alivio. Vale, esta historia no puede ser tan mala.
Asentí, haciendo que continuase donde lo dejó.
-Pues, en la fiesta, estaba por ahí con Hayden ya que él fue quién me invitó.
Rodé los ojos, obviamente la invitó.
-Y por casualidad, Dave estaba allí.
La miré extrañado.
-¿Dave?- Dave no era el tipo que disfrutaba con fiestas de mierda con adolescentes. Sacudí la cabeza decepcionado.
-Estaba vendiendo droga.- Añadió y sonreí. De acuerdo, cómo me atrevo a juzgar a mi amigo de tal manera. -Así que, aparentemente Dave pensó que Hayden estaba interesado en mi así que hizo como que era mi amigo.-puntos para Dave por defender a mi chica.
Miré a Abby, que se mordía nerviosa su labio inferior. Su pelo rubio enmarcaba su cara, como si la estuviese protegiendo de mi. Suspiré suavemente, posando un beso en su frente.
-Ahora, no voy a endulzar la situación, estoy muy decepcionado contigo. Quiero decir, ¿en serio? ¿Una fiesta de fraternidad?
Miró hacia otro lado, avergonzada de si misma.
-¿Sabes que tipo de cosas te podrían haber pasado allí? ¿Sólo imagina si Dave no hubiese estado allí? Hayden podría haberte emborrachado y haber hecho lo que fuese contigo.- Apreté los dientes, solo el pensamiento de las manos de otro chico encima del cuerpo del mi bebé me hace florecer la rabia.
-Claramente eso no hubiese pasado, no soy estúpida.- frunció el ceño.
-No estoy diciendo que seas estúpida.
-¿En serio? Porque es exactamente como ha sonado.-Se cruzó de brazos molesta.
Gruñí.
-Para de poner palabras en mi puta boca.-Abby bufó. - ¿De dónde sale esa actitud de repente?
-¿Qué esperas, Leonardo? Estoy en la universidad, no quiero ser una maldita perdedora que se sienta en su apartamento todo el día. Quiero divertirme. No me dejabas hacer nada de eso antes.- Escupió y mis ojos se abrieron con sus palabras.
-¿Disculpa?
-Nunca me dejas hacer nada. ¿Por qué no confías en mi.- Esta conversación claramente ha ido a mal. Como supuse en nuestras cartas, siempre había algo que nos molestaba. Ninguno de los dos queríamos malgastar nuestras cartas quejándonos el uno del otro.
-Confío en ti, pero no a todo el mundo en este planeta.- No dudaba de la lealtad de Abby, pero los chicos son chicos. Abby era una chica extremadamente atractiva, desde su cara a su cuerpo y su personalidad. Es un paquete completo.
-Lo siento, pero no me voy a sentar a esperar a que pase el tiempo.- Dijo, finalmente mirándo a los ojos.
-No espero eso, solo espero que seas inteligente con tus decisiones.- Por supuesto quería que se divirtiese, pero hay muchas formas de divertirse. Podía ir al parque o algo.
Se rió sarcásticamente.
-Ya vas otra vez, llamándome estúpida.
Mis manos pasaron por mi cara estresadamente.
-Por el amor de Dios. Estás haciendo esto más dificil.
No me responde, solo coge el mango y sale del coche.
-¿A dónde coño vas? -Le grite.
-Lejos de ti.- Escupió.
Joder.
Salí rápidamente del coche, cerrando la puerta de un golpe y corriendo detrás de ella.
-¿Puedes parar?- Siseé, cogiéndole por la manga de la chaqueta.
Se giró para encararme, su cara decía que estaba molesta pero sus ojos decían que estaba triste.
-Se por qué estás siendo así.- Abrí mis brazos. -Esto es sobrecogerdor para ti, cielo, lo sé. No sabes como reaccionar. -Mordió la parte de dentro de su mejilla, mirando el suelo. -Yo solo ... me siento-se pausó. -Esto es tan dificil.
Nunca llegó a entrar entre mis brazos, así que di un paso hacia delante.
-Me siento tan muerta, se que estoy viviendo pero sin ningún motivo. ¿Por qué estoy en la universidad? Como si me fueses a dejar ir a trabajar cada día.- Comenzó, sus botas estaban encima de unas piedrecitas. - Nada tiene sentido. Y solo me parece triste que todo el mundo tenga que ir alrededor tuyo. Es una mierda, Leo. Te quiero mucho, lo sabes. Pero es como si no supiese vivir sin ti.
-Mi mundo también gira entorno a ti.- Dije suavemente.
-Pero no es así, Leo. Sin mi, tu sigues teniendo tu banda, tus millones de dólares, tus amigos, todo.
Di otro paso hacia delante.
-¿Por qué me estás diciendo esto ahora?
-Por el amor de Dios, no puedo ni ir a una fiesta sin que tengas mi cabeza en un plato. Se que es tu naturaleza sobreprotectiva pero parece que no puedo vivir por mi misma.- Admitió.
Me sentía enfadado porque nunca me dijo nada de esto. Podía tener lo que ella quisiese en la palma de mi mano en un chasquido.
-Controlas mi vida al completo,Leonardo- Murmuró.
Lo hacía, y lo sabía. Pero no veñia daño en ello. Estaba a salvo si estaba conmigo.
-Gatita, eres la persona más fuerte que conozco. Te controlo, sé que lo hago. Pero lo hago porque puedo. Puedes tenerlo todo si estás conmigo, Abby, todo.- Respiré, mi pecho se tensó.
Sus grande ojos se encontraron con los míos.
-Te quiero, Abby, mucho. Eres mi mundo. Sin ti no sería nada, no me importa si no me crees, porque se que es verdad.
-Estás aquí de pie, pero en menos de una hora te vas a ir, por diez meses, Leo- Me recordó la maldita verdad. - No quiero vivir en un cascarón.
Abrí mis brazos de nuevo, esperando que no me rechazase por última vez. Afortunadamente, dió un paso y me dio un fuerte abrazo.
-Entonces no. Sabes que me voy a preocupar siempre por ti, siempre. Pero entiendo lo que dices. Haz cosas divertidas, cielo. Eres inteligente.- bromeé, recibiendo una leve sonrisa de ella. - Y confío en todo lo que hagas.
-Lo siento mucho.- Susurró.
-No lo sientas, cielo. Siento estar lejos de ti.- Besé dulcemente su mejilla. Giró la cabeza así sus labios se encontraron con los míos. Cada sensación que sentíamos estaba reflejada ene ste beso. Pasó sus brazos por mi cuello y yo presioné su cuerpo contra el mío.
-Vamos de vuelta al coche, ¿sí?- Murmuré.
Asintió y la cogí de la mano para llevarla al Ferrari.
Fue a sentarse al lado del copiloto pero la cogí y negué con la cabeza.
-Vamos a hacer algo loco... y probablemente estúpido.
Miró al coche y después a mi.
-No, Absolutamente, no.
Abrí el lado del conductor y me senté en él, dando un golpe en mi regazo.
-No discutas, gatita.
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Gracias a mi buen amigo por ayudarme con el cap 63 y gracias a ustedes,por sus votos y en especial a ti ,por tus tan locos y alentadores comentarios 💝
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