56. Tenemos un ganador.

Canciones para este capítulo:  

Fireproof - One Direction
Might Not - The Weeknd
Wild Card - Hunter Hayes
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-Como el infierno que quieres- Una profunda poderosa voz retumbó de detrás de nosotros dos. Jadeé, girándome, solo para ver a... nadie.  

-¿Has escuchado eso?- Le pregunté a Sebastián , quien entonces me frunció el ceño.
 
-No, ¿Qué   se suponía que tenía que escuchar? -Rió un poco, dándome una pequeña sonrisa.

-¿No has escuchado a un chico?- Fruncí el ceño profundamente. ¿Estaba realmente perdiendo mi cabeza?

-No, ahora date prisa y sigue a tu doctor. - Bromeó, empujándome hacia delante ligeramente. 

-Pero 

-Shhh   

-Juro que había

-Sh

-Enserio Sebastián  

-Esperaré- Me dió una mirada, antes de empujarme de nuevo hacia el doctor Piekarski. 

Quizás realmente me estaba volviendo loca. Seguí al doctor Piekarski a una pequeña habitación, donde nos dijo a Sebastián  y a mí que podíamos tomar un asiento mientras llamaba a un psiquiatra.   

Mi corazón estaba latiendo rápido en mi pecho, mi única preocupación era Leonardo saliendo de la nada y llevándome de vuelta a casa. No sé qué le pasó, por qué decidió ser tan... posesivo conmigo.

Y en el momento justo, Sebastián  habló.

-Así que, ¿Quién es Leonardo?   

Mordí mi labio inferior, ¿Qué digo? ¿Mi novio? ¿Un psicópata? ¿Cualquier tío?  

Abrí mi boca para contestar, pero antes de que pudiera el doctor Piekarski entró de nuevo.

-Abby ¿puedo hablar contigo un minuto? - Abrió la puerta más
ampliamente, indicando que debería seguirlo hacia fuera. Asentí lentamente, levantándome de la afelpada silla de cuero.  

Saliendo de la habitación, el doctor Piekarski cerró la puerta.

-¿Dónde está Leonardo? -  Preguntó, una intranquila mirada en sus ojos.   

-Doctor, él está... - Bajé mi voz -loco.  

-Oh créeme, sé eso Abby - Rió -pero cuando está contigo, no tanto.  

-¿No tanto? Entonces odiaría verlo loco de verdad-  Me mofé. 

-Algo no va bien- murmuró. - Deberíamos llamarlo

No!-Grité -me hará daño.

-Abby qué...

-No me dejaba venir aquí, no pensaba que necesitaba este tratamiento, iba a encerrarme en un sótano y señor y y y.   

-Wow, wow, wow, cálmate- El doctor Piekarski levantó sus manos. -Te meteré en esa instalación, no debes preocuparte por eso. Pero Leonardo  hará un absoluto berrinche si viene aquí buscándote. Tienes que llamarlo ahora,cálmalo.

-Es-está tan enfadado conmigo.- Mi labio inferior tembló.  

-¿Quién es este chico, Sebastián? . El doctor Piekarski entrecerró sus ojos.    

Mis ojos se dirigieron al suelo.

-Me ha traído aquí, ni siquiera lo conozco.    

-Bueno, tú le gustas, y Leonardo lo matará... literalmente-  tragó.  

-No le gusto- Me sonrojé, mirando a las impecablemente limpias baldosas. El doctor Piekarski dejó salir algo entre un 'pffft' y una risa.

-Sí, y Leonardo  no me mataría por poner un dedo encima tuya. - Dijo
sarcásticamente. -Por favor deberías librarte de él antes de que Leo venga

-Pero

-Pero te gusta también, así que no quieres eso- Acarició su barbilla cubierta de barba de tres días.   

No me gusta! - Me defendí. - No voy de chico en chico, si eso es lo que está pensando. - Siseé.

-Eso no es lo que estoy pensando en absoluto. Pienso que estabas muy feliz con Leo cuando vosotros dos estaban  juntos. Ahora no lo recuerdas y por eso se ha vuelto loco. Ahora, un nuevo, cariñoso y que te cuida chico ha entrado en tu vida y necesitas a alguien que esté allí para ti ahora mismo.  

-Estoy, estoy solamente asustada- Dije tímidamente. -No puedo recordar a nadie, o nada de mi pasado. Puedo recordar cómo pensar, cómo multiplicar, dividir, quién es el presidente de los Estados Unidos, pero no me conozco. 

-Lo sé, Abby, lo sé. Ahora, lo que quiero que hagas es que vas a llamar a Leonardo.  Vas a decirle dónde estás y qué estás haciendo. No vas a mencionar a Sebastián , ¿entendido?

-Sí- asentí.

-Voy a decirle a la recepcionista sobre no dejarle a Leonardo entrar a este edificio, ¿vale?.   

-Gracias- Murmuré.

Oh, no me agradezcas todavía.   

(...)

-¡Tienes que estar jodidamente bromeando!-Grité fuertemente, cuando escucho la alarma perfora oídos saltar.

Claro que me sentí culpable por ser así hacia la mujer que amo, pero esta es la única manera de curarla. Si se enamoró de mí una vez, quizás si solo recreo nuestro comienzo ella recordará todo.   

Rápidamente corrí hacia la puerta principal, casi agarrando la espalda del jersey de Abby en mis manos pero simplemente fallé cuando ella corrió más rápido de lo que alguna vez la había visto correr. Gruñí para mí mismo, viendo su largo pelo rubio ondear a través de los muchos recovecos y giros del bosque.
   

Quizás le dé una pequeña ventaja. 

Sonreí hacia mí mismo, siempre me ha encantado una buena persecución.   

Volví a mi casa, yendo escaleras abajo para apagar el sistema de alarma.
Finalmente, el excesivo pitido paró, dejando todo en silencio. Volviendo
escaleras arriba, silbé llamando a Delgato.  

Se sentó pacientemente al lado de la puerta principal, esperando a su siguiente orden. Rápidamente corrí escaleras arriba, entrando en la habitación de Abigail y mía. Entré en nuestro gran armario empotrado, cambiándome a un fresco traje
negro oscuro de Armani. Entré al baño para arreglar mi pelo, pero ya estaba perfecto.

Saqué mi móvil, marcando el número de Tyler. 

-¿Hola? 

-Tyler, tengo un trabajo para ti. Tienes la información del rastreador de Abby , ¿correcto?   

-Um, sí señor, pero no funciona en este momento, el sistema se ha caído

-¿Qué cojones? ¿Qué quieres decir con que 'el sistema ha caído?

-Significa que no está funcionando... - Tyler habló lentamente.

-Sé eso jodido idiota. -Ladré -estoy preguntando por qué cojones no está funcionando y por qué no lo has arreglado.

-Porque mi lado del rastreador no es el problema, idiota- Tyler siseó de
vuelta, nunca aguanta mi mierda. Supongo que se lo permito porque somos viejos amigos.

-Tienes que estar bromeando- Gruñí - ¿cómo sabe ella inutilizarlo?   

-Bueno, los rastreadores, no importa qué, no funcionan en los edificios del gobierno, ciertas ondas bloqueando paredes y esa mierda.

-Me estás hablando como si fuera algún jodido idiota, no crees que ya sé eso. Lo aguanto hasta aquí, Tyler estoy a cinco segundos de ir a tu casa y volar tus jodidos sesos y

-Un momento, un momento, tu pequeña chica se escapó, ¿no? ¿Es por eso que Sr. Chico Duro está tan enfadado? - Tyler arrulló, haciendo sonidos de bebé por el móvil.    

-¡Jodidamente cállate!-  Rugí, tirando un par de botellas de jabón y champú que Abby tenía pulcramente organizado en el lavamanos.

-Voy a colgar ahora...- Tyler se fue apagando, dejando salir un bajo silbido.
 
-Juro a Dios que una vez haya encontrado a Abby te voy a jodidamente asesinar.  

-Me estoy dirigiendo a la ciudad ahora, vamos a encontrarla Leonardo,  relájate-Tyler dijo haciendo a mis ojos apretarse cerrados.  

-Eres un gran pedazo de mierda, ¿sabes eso?- Suspiré, bajando mis largas escaleras.

-Quizás, pero soy un genial pedazo de mierda. Nos vemos pronto.- Colgó, dejándome molesto y agradecido.    

Arreglé mi traje una vez más, tenía que asegurarme que parecía un hombre autoritario mientras buscaba a Abby . Me hace parecer menos sospechoso y espeluznante.

Abby, mi pequeña bebé. Haría lo que sea por ella, eso es por qué es tan
horripilante que ella no recuerde por todo lo que hemos pasado. La quiero tanto, no quiero tanto a nadie como la quiero a ella. Ningún miembro de la familia, nada. No sé que haría sin ella. 

Fui sacado de mi aturdimiento por Delgato dejando salir una pequeña queja, le encanta las misiones, y aparentemente estaba tardando demasiado.

-Oh, relájate-rodé mis ojos al impaciente perro. Bajó sus orejas, quejándose de nuevo.  

Entré a la cocina, sirviéndome un pequeño vaso de vodka. Ni siquiera suficiente para ponerme achispado solo para calmar mi furioso enfado. Quizás debería ir a control de la ira.  

*Flashback*

-Bebé, creo que deberías ir- Abby arrulló, ella solo me llamaba por un apodo cuando quería algo.     

-No uses esa mierda de 'bebé' conmigo , princesa - la avergoncé, una pequeña sonrisa en mi cara.

-Pero bebé- se quejó. Rodé mis ojos cuando colocó sus manos en mi escritorio, quedando delante mía. -Realmente deberías ir a esas clases. Solo van a enseñarte cómo controlarte.    

-No necesito clases, ¿qué tengo, cinco?- Fruncí mis cejas hacia ella.  

-Estoy bastante  segura que no hay niños de cinco años en control de la ira- discutió - es para gente real intentando calmarse ellos mismos.    

Suspiré, dejando mi bolígrafo abajo, y girando un poco mi silla.

-Ven a acurrucarte en mi regazo, gatita- Le señalé con el chasquido de mis dedos. Ella obedeció, colocándose en mi regazo, descansando su cabeza en mi pecho.

-¿Quién necesita control de la ira cuando te tengo a ti? - Bromeé, plantando un beso en la cima de su cabeza.     

-¿Podrías al menos pensar en ello?- Miró arriba hacia mí por sus preciosas pestañas.    

Tomé la parte trasera de su cabeza, colocándola en la curva de mi cuello.

-Tranquila, cielo. Tengo trabajo que hacer. 

-No me trates como una niña- Frunció el ceño, dándome un juguetón empujón. 

-Pero eres mi pequeña bebe-. Fruncí mis labios colocando húmedos y descuidados besos por toda su cara. Ella rió, tomando mis mejillas y uniendo nuestros labios. -Jodidamente te quiero nena, y lo sabes, pero realmente tengo trabajo que hacer -  Dije, a regañadientes separando nuestros labios y moviéndome para, que pudiera dejar mi regazo.

-Está bien, me quedaré aquí y seré silenciosa-  Murmuró, acurrucándose en mi pecho. Suspiré contento, esperaba que dijera eso. -Te quiero - susurró, presionando un beso en mi mejilla. 

Mantuve una mano en su muslo toda la tarde mientras firmaba documentos con la otra.   

*Flashback*

Volví a la realidad, mi mano apretada alrededor del vaso de vodka casi
rompiéndolo. Sacudí mi cabeza, soltando el agarre. Tomé un profundo respiro, pasará de nuevo, solo necesito relajarme. Quizás ser el mismo como el que fui cuando por primera vez la encontré no sea la manera correcta de abordar esta
situación después de todo.

Suspiré, pienso con los pies sobre la tierra. No pienso dos veces sobre lo que voy a hacer. Pensé que era una buena idea, pero supongo que fue una elección estúpida ser tan posesivo.    

Mi móvil vibró en el bolsillo de mis pantalones de vestir, así que lo saqué para ver quién me llamaba. Desconocido. Pulsé a contestar de todos modos.   

-¿Qué? - solté.

-Leo, soy um, soy yo.   

(...)

Mordí mis labios mientras esperaba por una respuesta.   

-¿Y quién sería yo?- Preguntó, pero sentí una pizca de malicia en su voz.+   

-Um, Abby -  Murmuré silenciosamente.

-¿Y dónde estarías?- Preguntó, sonando ligeramente enfadado pero ligeramente... ¿bromeando?

-El hospital. Lo siento por escaparme pero no me dejabas volver y necesito ese tratamiento, quiero mejorarme y

Me cortó.

-Lo sé princesa. Estaba siendo estúpido e irracional. Estoy yendo al hospital ahora. Prometo que estaré en mi mejor comportamiento, nunca verás ese
lado de mí otra vez. Te quiero. Nunca quise asustarte, ¿Vale bebé?   

-Um- miré a través de la ventana de la habitación del hospital a Sebastián  jugando con sus anillos. -No creo que esa sea una buena idea.   

-No princesa por favor lo siento mucho. Solo iré para acomodarte y ver dónde te quedaras, ¿vale?.-  Habló frenéticamente, haciendo mi corazón doler.

-Te enfadarás cuando llegues. - Mordí mi labio otra vez.  

-¿Por qué estaría enfadado, gatita Juro que ese era un lado de mí no deberías ver nunca y nunca lo verás otra vez- Murmuró.   

El doctor Piekarski dijo que no mencionara a Sebastian pero lo va a descubrir de todos modos.    

-Ha-hay alguien aquí...

-Lo sé bebé, el doctor Pi-lo que sea va a ayudarte- Arrulló, y me habría reído de él por olvidarse del nombre del doctor si no estuviera tan preocupada por Sebastián.    

-No es el doctor- Murmuré 

-Bueno entonces, ¿Quién es? - Sonaba más intranquilo ahora, y muy curioso.    

- ¡Abby! - el doctor Piekarski dijo, girando la esquina. -¡Dije que no lo
mencionaras!

-¿Quién? ¿¡A quién no puedes mencionar!?.- Leonardo gritó por el teléfono.    

-Uhhh- miré al doctor Piekarski frenéticamente, me quitó el teléfono de mi mano.

-No puede mencionar al psiquiatra porque es un hombre y me asustaba que tú quizás estuvieras dudoso sobre eso- Habló claramente por el teléfono. Me envió una mirada como diciendo 'tienes mucha suerte de que te haya salvado'.   

Le envié de vuelta a una inocente sonrisa.   

-Oh, si estoy un poco preocupado. Estoy yendo para conocerle inmediatamente- Escuché la dominante voz de Leonardo.  

-Eso no es necesario, Leo. Las horas de visita en realidad han terminado y tendrás que esperar hasta mañana para verla

-¿Qué? ¿Estás bromeando? Soy Leonardo jodido McCann,  puedo ir cuando yo quiera.
   
-Leonardo - advirtió el doctor Piekarski. 

Lo escuché suspirar.

-Bien. Pero si voy allí y hay una cosa mal, juro que voy a cerrar ese hospital entero.

El doctor Piekarski alejó el teléfono de su oído sin otra palabra.

-Ha colgado.
   

Mis ojos encontraron su camino al suelo otra vez, mis labios silbando de lado a lado.

-Casi matas a Sebastián , a mí y posiblemente a ti misma -Habló, sacudiendo su cabeza.  

-Lo siento, él es simplemente tan poderoso. Me sentí tan culpable por mentirle - Murmuré.  

-No te disculpes, dudo que Leo tuviera en mente ponerte cerca de peligro de algún modo.   

Caminamos de vuelta a la habitación del hospital, Sebastián  sentado allí, todavía jugando con sus dedos. Su cabeza inmediatamente se levantó para encontrarse con nosotros entrando. Sin embargo, no pude evitar notar que sus ojos estaban
principalmente sobre mí.  

-Así que, ¿qué pasa?. - Sebastián  preguntó, finalmente moviendo sus ojos para aterrizarlos sobre el doctor Piekarski.   

El doctor Piekarski rodó sus ojos.

-Nada de tu incumbencia. No eres familia o su marido.  

Estaba sorprendida, ¿Qué demonios?

-Oh, um, claro- Sebastián  incómodamente rascó su nuca.+   

-Doctor, ¿qué demo

Me cortó, eso parecía normal en los ojos de todos.

-Abby , vamos a conseguirte
una habitación en el instituto, conocerás a tu psiquiatra, terapeuta y los otros clientes. Sebastián , puedes irte
   

-No- Sebastian dijo. -Quizás no sea familia o su marido pero si me preocupa lo que vaya a pasarle.    

-Por favor, acabas de conocerla-

-¿Y? ¿Qué te importa?- Sebastián  levantó su ceja.  

Me quedé incómodamente al lado de los dos hombres discutiendo, sin saber cuando interrumpir. Me gustaba Sebastián , pero si Leonarfo venía mañana no quería arriesgar
su seguridad.

-Te estabas preguntando quién era Leonardo , ¿no? - El doctor Piekarski sonrió - no quieres saberlo 

-¿Por qué? ¿Porque es su novio? Me importa una mierda, estoy aquí por ella como un amigo

-No solo él es su novio, sino un asesino. ¿El nombre Leonardo McCann te suena? - Sebastián  se volvió pálido, su nuez subiendo y bajando a un rápido ritmo. Me miró,
intensamente.

-Déjame adivinar, ¿Abigail Brokk?    

-Ding, ding, ding, tenemos un ganador - El doctor Piekarski dijo
sarcásticamente.

¿Cómo sabe mi nombre completo? Sé que Leonardo es alguna clase de criminal pero, ¿cómo me conoce? ¿Era yo una asesina también?

-¿Por qué sabes mi nombre?

El doctor Piekarski me miró, con los ojos abiertos.

-Oh, sí, sobre eso...

(...)

Colgué enfadado, sin querer hablar con ese estúpido doctor más. ¿Horas de visita? ¿Se supone que eso va a detener a Leonardo McCann de visitar? No lo creo jodidamente.    

Gruñéndome a mí mismo, me calzé en un par de Converse negros y salí por mi puerta principal. Le dije a Delgato que se relajase, ya que ya sabía dónde
estaba Abby.  Se quejó un poco pero finalmente caminó escaleras arriba con su cola entre sus piernas. Cerré con llave mi negra puerta principal antes de entrar a mi garaje. 

-Hm, ¿qué coche debería tomar?- Sonreí, aparte de mi chica y matar, mis coches eran la única cosa que me traían una sensación de alegría.   

Caminé alrededor de mi Range Rover para ver mi precioso Jaguar F-Type Coupe rojo. El mejor deportivo en el mercado, en mi opinión. Claro, mi Audi R8 y Porsche Cayman vienen cerca en un segundo y tercero lugar. Corrí mi mano a lo largo del borde de mi Jaguar antes de entrar. Los asientos de cuero perfectamente moldeados alrededor de mi cuerpo y me puse a conducir. Aceleré en la carretera, conduciendo a 200 kilómetros por hora por la desierta carretera a la ciudad.    

Tengo que darle a Abby algunas felicitaciones cada vez que se escapa de mí, el camino a la ciudad es bastante largo.   

Cuando llego a la ciudad, bajo la velocidad un poco, solo para asegurarme que ningún policía me fuera a parar. El hospital estaba en mi vista, así que pisé el acelerador un poquito más para alcanzar el parking de visitantes.  

-Yendo un poco rápido allí, ¿Eh señor?- Un guardia de seguridad me cuestionó cuando giré por la taquilla.

-Cállate- gruñí, dándole un billete de veinte.

Me frunció el ceño.

-Puedo hacer que te gires ahora mismo y enviarte a casa.  

-Amenazas vacías, ahora abre la maldita puerta antes de que salga y lo hago yo mismo- Rodé mis ojos, solo déjame pasar ya maldita sea.

-¿Sabes que las horas de visita han acabado?- Habló con descaro, colocando sus codos en el mostrador delante suya.    

-¿Parece que me importa una mierda?  

-¿Si las horas de visita han acabado, por qué vienes al parking de visitantes?- Ignoró mi retórica pregunta.

-Estoy aquí para ver al doctor...- Miré a la tabla de nombres detrás de él -Scotch- Sonreí, ese es un apellido guay. -Y no es de su incumbencia por qué. Ahora, abre la jodida puerta como la descripción de tu trabajo de salario mínimo sugiere que hagas- Le envié una brillante sonrisa.

Sus ojos se entrecerraron.

-Te haré saber que esto paga mucho más que salario mínimo.  

-Déjame decirte esto lentamente- Me incliné fuera de mi ventana, acercándome tanto al hombre como pude. -Me. Importa. Una. Mierda. Ahora, abre la puerta.  

Finalmente presionó el estúpido botón, levantando la barra que restringía mi coche. Aceleré sin otra palabra, mirando mi reloj. Maldita perdida de mi tiempo que nunca recuperaré.    

Aparqué mi coche y lo cerré, esos pobres desgraciados harían cualquier cosa para acercarse a este coche. No como si alguno de sus estúpidos trabajos baratos pudiesen permitir algo así. Palmeé su techo con cariño antes de caminar hacia las puertas delanteras. Estaba tan emocionado de ver a mi princesa, la eché de menos.   

Caminé alrededor de la mesa de recepción, a punto de abrir la puerta a los pasillos cuando la recepcionista gritó.

Señor! Las horas de visita han acabado no puede entrar allí.   

-Estoy enfermo- fingí una tos.

Rodó sus ojos.

-¿Enserio?

-No me ruedes los ojos.- Solté, quién cree que es. Le dí una cara de desprecio antes de caminar hacia los pasillos, sin molestarme en incluso intentar esquivar a esa estúpida señora. Desearía que todos supieran que soy un asesino, eso los haría pensar dos veces antes de hablarme.    

Girando la familiar esquina a la habitación de Abby, una alegre sonrisa hizo su camino a mi cara. Solo pensar en ella puede levantar mi ánimo. 

Detente Leonardo, no seas tan cursi.   

Sacudí mi cabeza, realmente necesito involucrarme más en la banda otra vez, solo para recuperar mi duro exterior.

-Así que, ¿lo entiendes ahora?- Escuché al doctor Piekarski preguntar cuando me acerqué más a la habitación.    

-Sí, solo estoy sorprendida- Abby murmuró, su tono muy intranquilo. ¿Estaba enfadada? Casi irrumpo en la habitación hasta que escucho una voz de hombre diferente.   

-No te preocupes muñeca, todo estará bien- Su brusco acento británico me envió una ira ciega. ¿Quién cojones era ese?   

Estaba a punto de entrar en la habitación, cuando el doctor Piekarski salió, sus ojos prácticamente saliendo de sus órbitas cuando me vió.

Leonardo! ¿Qué haces aquí?   

-¿Qué crees?- Rodé mis ojos, intentando pasar a través de él.  

Puso su brazo hacia arriba.

-Ella está con su psiquiatra ahora mismo, solo espera hasta que hayan terminado de hablar, por favor.

-Sí, ¿por qué? ¿Lo conoces?- El doctor Piekarski parecía nervioso, haciendo mi sospecha por esa llamada cosa del psiquiatra crecer.

-Psiquiatra mi culo- Gruñi, golpeando la puerta abierta.

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