55. Esta loco.

Canciones para este capítulo:

All I Want - Kodaline

Clouds - One Direction 

Beast - Mia Martina ft. Waka Flocka
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-Mira, ¿solo cuando cojones puedo llevarla a casa?   - Gruñí al doctor Piekarski.

He estado en este estúpido jodido hospital por dos malditas semanas. No me he duchado ni una vez y he dormido como mucho 8 horas... todo junto.

-Leonardo por favor, piensa en Abby por un segundo - Suspiró, girando su silla lejos del ordenador así que me enfrentaba. Mis ojos se entrecerraron mientras lo
miraba fríamente.

-¡He estado pensando en ella cada segundo del jodido día! No hay nada físicamente mal en ella, puedo curarla por mí mismo, en mi casa. Soy el que ella quiere, soy el que puede curarla- Apunté claramente a mí mismo, mis cejas
formando un profundo ceño. El doctor Piekarski tomó otro profundo respiro volviendo al ordenador, sacando algunos archivos. 

-Este es el cerebro de Abigail - una colorida radiografía de aspecto raro
apareció en mi vista. -Aquì -su dedo hizo un círculo en una pequeña parte en la esquina - Es toda la información que no recuerda.

-¿Por qué cojones esa parte es tan pequeña?- Refunfuñé, mirando más cerca.    

-Eso es algo personal. Todo lo demás consiste en cosas físicas, emocionales, y solo sentido común -Explicó.

-Vale, eso es genial y todo pero por qué me estás enseñando esto...- Me fui apagando. No estoy en la jodida escuela de medicina, me importa una mierda cómo funciona el cerebro. Todo lo que me preocupa es llevar a mi chica a casa y enamorarla de nuevo.

-Solo estoy enseñándote que es muy difícil conectar con esta pequeña parte del cerebro. Necesitas profesionales, no estás cualificado para esto y no sabes cómo reparar esta sección de su cerebro - Caminó pasándome, tomando hojas de papel de la impresora. - Ella necesita estar con un terapeuta casi doce horas del día. Si quiere ponerse mejor.    

-Y con esas otras doce horas puede estar conmigo, en mi casa-  Arrastré mis palabras, intentando probar mi punto.   

-El doctor Brian y yo mismo estuvimos pensando en empezar una terapia de noche en este hospital. Un montón de pacientes con amnesia van allí y todos salen curados un ochenta por ciento del tiempo- Empezó a caminar bajo el pasillo, así que rápidamente lo seguí.

-¿Qué cojones quieres decir con de noche? ¿Dónde iría yo?

-A casa, las horas de visita son dos veces a la semana.    

Le corté justo entonces allí, adelantándome.

- Escucha, sabes que eso no estaría
bien para mí. -Gruñí, poniéndome justo delante de su cara. El doctor Piekarski dió un paso hacia atrás, claramente sorprendido.

-Lo sé, pero sí sé que realmente quieres que te recuerde. Esta podría ser la única manera. - Suavemente colocó una mano en mi hombro, sabiendo que solo era
una bomba de relojería.

Mi mente giró con tantos diferentes resultados. ¿Cuánto tiempo se quedará aquí? ¿Y si ni siquiera me echa de menos? ¿Y si la llevo a casa, y nunca se pone mejor? Tomé mi pelo con frustración, haciendo que el doctor Piekarski rodease su brazo alrededor de mis hombros y me guiara bajo el pasillo.

-Escucha chico, sé que esto será duro pero será para lo mejor. Puedo conseguir tantas horas de visitas como quieras pero lo máximo que puedo darte son doce horas por día.    

-Los tomaré. Doce horas cada día por tanto tiempo como se quede aqui -  Estoy acostumbrado a veinticuatro horas pero supongo que podría adaptarme.

Seguimos caminando por el pasillo donde la habitación de Abby está localizada cerca del final. Mi fría mano giró el difícil pomo, y rápidamente corrí para
estar al lado de Abby.

-¿Cómo te sientes princesa?- Le pregunté, levantándola de la silla y sentándome así que estaba en mi regazo. Ella rió cuando hice esto,
jodida música para mis oídos.

-Mejor-/sonrió, descansando su cabeza en mi pecho. Estoy tan sorprendido de que esté así de cómoda conmigo pero no voy a jodidamente quejarme. Me encanta esto, ella acurrucada en mi regazo y apenas sabe quién soy.  

-Eso es increíble de escuchar- Arrullé, tocando su nariz.

Ella rió otra vez, haciendo la sonrisa de mi cara solo crecer más.   

-¿Cómo estás?- Ella devolvió la pregunta, sus ojos brillando con interés.

-Ahora que estoy contigo, jodidamente extasiado- Presioné un beso en su mejilla y empecé a jugar con su pelo. Sus ojos se cerraron con felicidad, así que continué aleatoriamente a girar y estirar sus preciosos rizos rubios.

-Vale, así que Abigail  tengo una propuesta para ti - El doctor Piekarski tomó una silla y se sentó delante de nosotros. Abby se incorporó, y estaba a punto de
levantarse de mi regazo pero agarré sus caderas firmemente.  

-¿Dónde crees que vas, gatita?- Susurré juguetonamente. Se sonrojó en un brillante rojo, apoyándose en mi pecho.

-Así que tenemos una clínica de terapia aquí en el hospital, y realmente te ayudaría a recuperar tu memoria- El doctor Piekarski dijo, presentando la idea. - El único problema es que es una terapia de noche  

-Oh, eso está bien. Podemos solo hacer lo que hemos estado haciendo hasta ahora- Abby se encogió de hombros, refiriéndose a ella y yo compartiendo la cama de hospital.

-No, lo siento eso no está permitido- El doctor Piekarski sacudió su cabeza.
Abby inmediatamente se tensó, apoyándose más cerca a mí.

-Um, yo-yo-yo no sé si me sentiría segura. -Tartamudeó, haciendo a mi estómago pulular con mariposas. La rodeé con mis brazos, dándole un reconfortante apretón. - Leonaedo es el único con el que realmente me siento cómoda...

El doctor Piekarski corrió una mano por su cara.

-Y ese es nuestro problema.

-Tiene que haber una manera para dejarme quedarme- Supliqué. Abby quedándose aquí sola es solo un horrible pensamiento para yo procesarlo. Ella me necesita, y ciertamente yo la necesito.

-Sinceramente chicos, si la hubiera, habría dejado a Leo quedarse - Dijo
simpáticamente. - pero simplemente sería mucha distracción para el proceso de curación 

-Pero sin estar conmigo también sería una distracción- señalé. El doctor Piekarski dejó salir un quejido viendo que sin embargo había hecho un punto.

-Mira, entiendo completamente ambos de sus razonamientos, y tanto como me gustaría ayudar, no puedo. O tienes a Abby en esta instalación sin ti, o la alejas de su única fuente de ayuda- Encogió sus hombros despreocupadamente. -No
pretendo ser grosero, realmente estoy tan frustrado como ustedes dos, pero no hay nada que pueda hacer y por eso me disculpo.

Giré mi cabeza hacia Abby.

-¿Quieres ir a hablar de esto, gatita?  

Ella me miró y después de vuelta al doctor Piekarski.

-Sí, si no te importa

-En absoluto, vuelve mañana cuando quieras y déjame saber cuál es tu decisión final - Palmeó mi espalda y entonces le dió a Abby  una pequeña sonrisa antes de girarse y dejarnos solos.   

-Bueno nena, ¿Quieres ir a ver tu casa?-  Arrullé inocentemente, besando su mejilla. Me dió una débil sonrisa mientras asentía. Me sentía tan mal por ella, estaba probablemente tan confusa y asustada. La levanté de la silla y la acuné en mis brazos.   

Casi tropezando sobre mis propios pies, llevé a Abby fuera y dentro del coche.

Todavía estaba haciendo bastante frío, haciendo a que ella se acurrucase más hacia mí. No me importaba el frío, si frío significaba Abby viniendo más cerca a mí entonces jodido infierno me mudaré a la Antártida.  

Lentamente y cuidadosamente coloqué a mi bebé en el asiento del pasajero del coche, inclinándome sobre su cuerpo para ponerle el cinturón.

-Puedo hacerlo yo misma, ¿sabes?- Ella rió, colocando una mano sobre la mía. -Pero gracias.

-No, no puedes hacerlo tú misma- Sacudí mi cabeza. -Siempre ha sido mi trabajo y siempre lo será. Todo lo que tenga que ver con tu seguridad es mi responsabilidad.

(...)

Leonardo se alejó de mí tras colocar el cinturón en su posición. Sus cálidos
labios presionados contra mi mejilla, dejando una pequeña mancha de humedad en ella. Le dí una pequeña sonrisa antes de que lentamente cerrara mi puerta.

Giró a su lado del coche y lentamente se deslizó en su asiento.

-¿Tienes frío? Encenderé la calefacción. - Rápidamente abrió todos los conductos de ventilación
y echó aire caliente en el coche.   

Estaba tan frenético para complacerme, era tan dulce, me sentí horrible por ponerlo por esto. Eso es por qué voy a cien por cien pasar lo del hospital. Quiero ponerme mejor, por Leo.  

Aparcamos en una casa extremadamente grande y bonita. Leo detuvo el coche, desabrochando su cinturón.

-Ahora, éste es el único lugar donde estarás segura. Solo estás segura conmigo, eres mía y soy el único que puede protegerte - Sus
ojos se volvieron un marrón más oscuro de su habitual color caramelo, y mi corazón se saltó un latido. Sus ojos permanecieron fijos en mí por un minuto más antes de que saliera del coche. Corrió a mi lado, abriendo mi puerta.   

Ofreció su mano, ayudándome a bajar del coche. Forzadamente tomó mi muñeca tirándome hacia la puerta delantera.

-Tengo cuatro perros, pero están encerrados por ahora- me informó. Débilmente asentí, haciéndolo fruncir ligeramente. -Dios te dió una voz, ahora úsala.  Soltó, desbloqueando la puerta principal pero manteniendo su mirada en mí.   

-Va-vale - Temblorosamente contesté. ¿Por qué estaba siendo así? Hace
menos de un minuto estaba siendo tan amoroso y cariñoso.    

-Puedo parecer amable, pero tienes conocer mi yo real- Una malvada sonrisa apareció en su cara, haciéndome tomar un ligero paso lejos de él. Gruñó, tirándome de vuelta hacia él por la tela de mi camiseta. - Jamás, y me refiero a
jamás, te alejes de mí.   

-Lo-lo siento, Leo 

-A partir de ahora me llamarás Señor, Sr. McCann, o Amo. Hasta que recuerdes quién soy y qué soy para ti voy a hacer esto al estilo McCann

Me guió hacia dentro de la casa, el aire frío, porque nadie había estado
viviendo aquí ya que estaba en el hospital. Los techos eran extremadamente altos y era muy abierto. A mí derecha estaban unas escaleras que conducían a lo que
parecía ser un pasillo sin fin.

-Las habitaciones están allí arriba, tú duermes conmigo- me informo,
señalando a las escaleras. -Eso- apuntó a una puerta al lado de las escaleras - Lleva al sótano, desobedece mis reglas y pasarás una noche allí

-Pero Leo- me miró mal -digo señor, qué pasa con el programa del
hospital... - Me fui apagando, arrepintiéndome de estar de acuerdo sobre volver   con Leonardo.

-Que le jodan a ese lugar de mierda- Se mofó-si yo no puedo curarte, nadie puede- Presionó sus cálidos labios contra el hueco de mi cuello, llevándonos hacia atrás hasta que mi espalda chocó contra una pared. Las manos de Leonardo vagaron por mi cintura y culo, apretando de vez en cuando.

-Por-por favor para, pensé que estabas intentando ayudarme- Me quejé, girando mi cabeza lejos de él.

Leo gruñó profundamente, sus ojos apretándose cerrados.

Lo estoy haciendo maldita sea, jodidamente estoy!

Rugió, tomando mis muñecas en sus manos y clavándolas contra la pared.

-Soy el único que necesitas, te quiero y nadie te va a alejar de mí.- Presionó sus labios contra los míos.   

-Bésame- su voz estaba más tranquila esta vez, pero su agarre todavía tan duro y frío como nunca. Le besé de vuelta por miedo a lo que pudiera hacerme.

Nuestros labios se movieron juntos, hasta que El finalmente se alejó, su frente apoyada en la mía.

-Te quiero, y estoy aquí para ponerte mejor. Me contarás todo. Cuando te sientas triste y deprimida, soy al que recurrirás, ¿Lo he dejado claro?   

-¿A quién más recurriría? No hay nadie más aquí- Me mofé, cruzando mis brazos.
   

-Corta la actitud gatita, no es apreciada.  

-¿Y si yo quisiese ir al centro de cuidados del hospital? Yo quiero ponerme mejor

-Ya no es una opción, ahora déjalo- Mordió de vuelta.  

Apreté mi mandíbula mientras miraba al hombre delante mía. Estaba haciendo la exacta misma acción, pero su mirada mucho más intimidante. Su pelo estaba
despeinado, pero todavía era un extremadamente atractivo hombre. No sabía cuántos años tenía, pero sabía que era mucho más mayor que yo.   

Arruinando nuestra competición de miradas, el móvil de Leonardo empezó a sonar.

-Quédate justo allí, muévete un centímetro y te enfrentarás a las
consecuencias- Habló en voz baja. Asentí pero sus ojos se entrecerraron.

-Sí, señor- Susurré, inclinando mi cabeza. Dejó salir un corto suspiro de
aprobación antes de contestar con

-Soy Leonardo McCann, ¿Qué demonios quieres?

Mis pies se sentían pesados y como si estuvieran pegados al suelo pero sabía que tenía que irme. Ni siquiera era por El solo quería ponerme mejor. Necesitaba ese tratamiento del hospital, e iba a conseguirlo.    

Lentamente me deslicé hacia la puerta principal, viendo como si fuera a prueba de tontos. Giré el pomo en un terriblemente lento ritmo, asegurándome de que la puerta no chirriaba mientras la tiraba abierta. Sin embargo el minuto en el que
mi pie pasó al porche, una alarma perfora oídos sonó.

-¡Tienes que estar jodidamente bromeando!- La fuerte voz de Leonardo  resonó mientras su cuerpo rápidamente vino a mi visión. Mis ojos se ampliaron y rápidamente salí volando de la puerta principal. Mis pies se movían rápidamente mientras giraba a la derecha, recordando el camino por el que vinimos desde el
hospital. Escuché las amenazas y maldiciones de Leo tras mí pero no me atreví a mirar hacia atrás.    

Había un pequeño pintoresco bosque por el que fui capaz de correr, camuflándome de ser vista. Me detuve brevemente para tomar aliento, colocando mi mano en un
árbol.  

Una vez que había recuperado algo de fuerza, continué caminando por el bosque.
 

Después de lo que pareció una eternidad, alcancé el final del bosque, viendo la vida de ciudad. El hospital todavía estaba al menos a otra hora y media corriendo, y no había manera de que fuera a correr.   

No tenía dinero, así que no es como si pudiera tomar un taxi, mis ojos
recorrieron la ciudad, viendo que no había otra opción que empezar a caminar.
Intenté quedarme con multitudes, solo en caso de que Leonardo ya estuviera conduciendo por la ciudad.

Cuando caminé por la acera, de repente un coche aparcó a mi lado. Mi ritmo cardíaco aceleró y me eché hacia atrás y corrí a la tienda más cercana. No era el coche con el que Leonardo me recogió, pero sé que tiene más de un coche.  

Afortunadamente había corrido a una tienda de ropa, empujando mi cuerpo en un perchero de gruesos jerséis. Mi respiración era desigual y profunda, no ideal para alguien intentando quedarse escondida. Zapatos de vestir negros , de hombre claro,  pararon delante del perchero, antes de rápidamente apartar los jerséis.
   

-Señorita, sé que no es de mi incumbencia pero, ¿Qué demonios?

Miré al hombre que habló, sus rizos chocolates precipitándose sobre su frente.

Tenía ojos verdes esmeralda y una descarada sonrisa en su cara.  

-Um, hola- Me sonrojé vergonzosamente, levantándome de mi lugar de escondite con la ayuda de su fría mano. 

-Otra vez, sé que no tiene que ver conmigo, pero no pude evitar notar lo asustada que estabas. ¿Va algo mal?- Su voz era extremadamente profunda, y una pista de un acento británico revistiéndola. 

-No, nada va mal, yo solo, uh- miré en sus ojos otra vez, eran tan cálidos y
acogedores. -Realmente necesito llegar al hospital, hay alguna manera que sepas cómo puedo llegar.  

Él sonrió.

-Claro, amor. Ven conmigo, te llevaré yo mismo.   

Me guío hacia delante, su mano descansando en mi espalda, llevándome fuera de la tienda. Su coche era un pequeño BMW negro, muy pulido y clásico. Abrió mi puerta
educadamente antes de ponerse tras el volante.

-¿Puedo hacerte dos preguntas?- Tarareó mientras salía del lado de la calle.    

-Sí, claro

-Lo primero, ¿cuál sería tu nombre, amor?

-Abby, ¿y tú?

-Sebastián - Sonrío, dándome una breve mirada. -Lo segundo, ¿por qué estoy llevándote al hospital? Nada parece estar mal, estás preciosa

Sonreí.

-Gracias. - Era muy encantador. -Está realmente dentro el problema.  

Me miró, girando bajo la siguiente deseada calle.

-Sigue.    

-No puedo recordar nada- suspiré - tengo amnesia.

-Oh, querida. Lo siento mucho.- Colocó su gran mano en mi rodilla.- ¿Cómo perdiste tu memoria? 

-Um... no lo recuerdo...

-Lo siento, esa fue una pregunta realmente estúpida- Rió -mi culpa

Sonreí suavemente.

-No te preocupes, Sebastián    

El aura era relajante y ligero. Sebastián  era muy bondadoso y me dió una sensación de alivio. Su coche era limpio, ninguna mancha de suciedad cubriendo cualquier
área de los elegantes asientos de cuero negro. Eché un vistazo al lado al guapo hombre conduciendo. Su rizos marrones castaños estaban empujados hacia arriba contra la cima de su cabeza, dejando su cara libre de marcas visible a mis deambulantes ojos. Su cara era afilada, su mandíbula y nariz visibles y apuntando hacia fuera. Sus ojos eran muy prominentes en su cara, eran un color oscuro tipo verde bosque.

Debió haberme sentido mirándole porque sonrió e hizo contacto visual conmigo.

- ¿Qué? ¿Doy miedo?

-En realidad exactamente lo contrario- dejo salir una susurrante risa. Leonardodaba miedo, su autoridad sobre mí me asustaba mucho.  

-Bien- rió. -Por cierto, estamos casi en el hospital.

-Muchas gracias, de verdad.  

Sebastián  solo sonrío, y sacudió su cabeza.

-No te preocupes en absoluto. ¿Te
importa si me quedo contigo el hospital? Para ver qué pasa. Sé que apenas me conoces y todo pero me siento realmente mal por ti.   

-Por favor, no tengas pena de mí- Levanté mi mano, deteniéndolo de continuar.

Odiaba que tuvieran pena de mí y me sentía como si estuviera sin ayuda. Si soy capaz de escapar de Leonardo McCann, puedo manejar esta ridícula amnesia.

-Lo siento, es difícil no hacerlo.  

Me quedé en silencio, no porque estaba enfadada sino porque estábamos entrando en el aparcamiento del hospital. El momento en el que el coche  se
detuvo salí corriendo hacia la puerta principal del hospital. Estaba asustada, y si Leonardo ya estaba aquí e iba a capturarme y llevar mi devastado cuerpo de vuelta a casa.  

Abby! ¡Para!- Sebastian reía pero yo no estaba de humor para bromear. Golpeé mi cuerpo contra las puertas principales, fácilmente abriéndolas y corriendo hacia la mesa de delante. Recibí muchas miradas raras, y algunas de odio.

-¡Necesito ver al doctor Piekarski! ¡Por favor, ahora!- Exhalé. No estaba
sufriendo, yo solo quería estar encerrada donde nadie,  principalmente solo Leonardo,  pudiera verme.

Los ojos azules salvajes de la recepcionista asintieron y llamó a mi doctor favorito del mundo entero. Sebastián  finalmente había entrado el edificio, empujando su pelo hacia atrás cuando este se había caído durante su imprudente correr en
el edificio. Caminó hacia mi lado justo cuando el doctor Piekarski entró en la
habitación.  

-Abby- sonrío, pero pronto se convirtió en confusión cuando vió a Sebastián -¿No es Leonardo?

-No doctor, este es Sebastián , me salvó de él. Está loco señor, no sé qué pasó. -Hablé efusivamente. La estatura de ciento ochenta y siete centímetros de Leonardo
sobrepasaron sobre mí, frunciendo.   

-¿Quién es Leonardo...?

-No hay tiempo para eso- El doctor Piekarski soltó. -Ven Abby- rápidamente giró su cuerpo, sin esperar una respuesta. Rápidamente lo seguí, hasta que Sebastián tomó una muñeca.   

-¿Qué está pasando Abby?. -Parecía preocupado.

-Por favor, lo explicaré más tarde. No tienes que quedarte conmigo si no quieres.

-No, si quiero- Liberó el agarre en mi muñeca.    

-Como el infierno que quieres- Una profunda, poderosa voz retumbó de detrás de nosotros dos. 

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