43. Dilo otra vez.

Canciones para este capítulo:

Cinema- Skrillex

Up- Justin Bieber

Mirrors.- Justin Timberlake

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-Gracias, Kat. Voy a ponerme unos pantalones cómodos y estaré de vuelta-dije, volteándome hacia las escaleras. Rápidamente miré hacia atrás, enviándole un guiño a Abby. Ella se sonrojó, rodando sus hermosos ojos azules hacia mí.

Corrí escaleras arriba, suspirando mientras el agua confortablemente tibia se esparcía por mi piel sudorosa.

Abby es probablemente la persona más increíble del mundo entero. Por supuesto no porque me hizo venir frente a mi hermana, pero también por el hecho que ella... actúa como si se amase.

No me importa una mierda que ella no me diga esas tres palabras en la cara. Es la manera en que actúa, la manera en que se preocupa por mí lo que significa mucho más que esas palabras.

Ahora, no me malinterpreten, el día que ella diga que me ama será el mejor día de mi vida. Pero por ahora, sólo con que Abby esté aquí, siendo parte de mi vida, es indudablemente suficientemente bueno.

Traté lo mejor que pude por mantener mi cabello seco, sólo lavando mi cuerpo. Principalmente mi región inferior por lo que estaba bastante pegajosa.

Salí de la ducha, secándome. Me sentía extremadamente caliente, así que me puse unos pantalones sin camisa. Caminé dentro de la habitación, sintiendo mi estómago empezar a retumbar. Era porque tenía hambre?

Tomé una respiración extremadamente fuerte mientras una ola de dolores agudos atacaban mi estómago. Me doblé adolorido, agarrando justo debajo de mis costillas. ¿Qué mierda? Por qué estaban volviendo los dolores?

Tomé asiento en el borde de la cama, un ahogo saliendo de mi garganta mientras sentía que iba a vomitar. Mi estómago se sentía como si un millón de cuchillos fueran apuñalados a través de este.

Traté desesperadamente de levantarme, solo para ser recibido con más pinchazos de dolor. Ya podía sentir el sudor corriendo por mi frente. Todo lo que quería era a Abby, todo lo que necesitaba era a Abby.

Traté de trotar escaleras abajo y ver como se sentía, y me terminé ganando vibraciones en mi pecho.

-Vamos, McCann, no pudiste al menos ponerte una camisa?- Kat se quejó. No pude ni responderle. Si abría mi boca, tenía miedo de vomitar en el piso de madera.

Afortunadamente, mi hermosa gatita notó que estaba adolorido, y me apresuró hacia mí. Su brazo rápidamente rodeó mi cintura.

-Qué pasó?- preguntó.

-Me siento terrible, de repente, estos dolores agudos atacaron mi estómago- expliqué, mientras otra ola de nausea me azotaba. -Y mi nausea volvió también.

Sus ojos destellaron con simpatía, dirigiéndome hacia el sofá.

-Ok, sólo recuéstate-ella lentamente me alcanzó las pastillas y el agua, que devoré rápidamente. Corrió hacia la cocina, y Kat tomó asiento en el sofá al lado de mi estómago. Ella frunció el ceño, sintiendo mi frente.

Sus ojos se abrieron.

-Demonios, tu frente está ardiendo. Cómo te sientes?

-Como mierda- contesté ceñudo mientras intentaba sentir mi frente.

Abby volvió a la sala, una toalla en su mano.

-Está sudando, y tiene una fiebre elevada- Kat parecía preocupada, mordiendo su labio.

-Fiebre?- Abby preguntó, sus propias cejas juntándose. -Eso es nuevo... - su delicada mano descansó en mi frente, sintiendo mi temperatura. El dolor en mi estómago aumentó su intensidad, causando que mis ojos se llenaran de lágrimas. No me importaba una mierda si iba a llorar, Abby no me juzgaría,nunca lo hace.

Sus ojos azul océano se abrieron.

-Quítate los pantalones- demandó, antes de correr de vuelta a la cocina. Yo cumplí con alegría ya que mis piernas también estaban sudando. El aire de mis meras piernas se sentía bien, pero yo seguía ardiendo. Traje mis rodillas a mi pecho ,mi madre siempre me dijo hacer eso cuando tenía dolor de estómago,así que me hice un ovillo en el sofá.

Abby volvió corriendo, otra toalla pequeña en su mano. Ella la dobló y la puso en mi frente, yo suspiré en alivio, la toalla estaba empapada en agua fría, permitiéndome sentirme un poco más frío. Los suaves labios de Abby descansaron en mi mejilla, y si tuviese fuerzas, la habría agarrado la parte posterior de mi cabeza y hacerla quedarse allí.

-T-todo duele- gemí. Casi no podía soportar el dolor, mientras respiraba en alientos más y más dolorosos.

-Le traeré un cubo-mi hermana se ofreció. Corrió escaleras arriba, y yo traté desesperadamente de agarrar la mano de Abby, o el brazo, o algo. Su mano descansó en mi pecho, sintiendo mi piel. La oí murmurar algo como lo caliente que estaba mientras Kat volvió por las escaleras.

Sentí una ola abrazarme, e inmediatamente le arrebaté el cubo de las manos a Kat. Vomité todo lo que vino explotando de mi garganta. Quemaba inmensamente, causando que cayera en el sofá. Yo cautelosamente observé a Abby asomarse en el cubo, y un jadeo salió de sus labios rosados.

-Santa mierda, Kat- Abby gritó sonoramente. En cualquier otro día, la hubiese regañado por maldecir ,especialmente frente a mí, pero hoy, no me importaba una mierda. -Llama una ambulancia!

-N- no puedo re-respirar- me ahogué, causando que mi Abby se pusiera de rodillas al lado del sofá. Su mano ahuecó firmemente mi mejilla mientras mis ojos seguían parpadeando para cerrarse.

-No, no, Leo! Mantente despierto, cariño, vamos!- Abby motivó. Abby me acaba de llamar... cariño. No Leo. Ni una vez la había escuchado llamarme otra cosa que Leonardo o Leo. Traté de sonreír, mi estómago hecho un remolino con mariposas mezcladas con dolor. Una combinación no muy buena.

-La ambulancia está aquí!- Kat gritó. La ambulancia? Llamaron al 911? De verdad me veía tan enfermo?

De repente mi cuerpo fue levantado del sofá. Parpadeé un par de veces antes de poder ver a dos hombres cargándome afuera al sol de Nueva York. Escuché a Abby gritar, no un grito de miedo, más bien como un sollozo. Mi corazón se encogió, quería estar ahí para consolarla.

El hombre me puso en una camilla, rodándome dentro de la ambulancia.

-Dón- dónde está mi novia?- me ahogué. Uno de los hombres gritó algo a una de las chicas, quien bajó su brazo para que Abby pasara.

Traté lo mejor que pude de mantener mis ojos abiertos, viendola trepar a la ambulancia.

-G-gatita- gimoteé. No me importa una mierda los paramédicos, todo lo que quería era a mi Abby. Mis manos buscaron las de ellas, finalmente alcanzando la cálida piel de sus dedos. -Te amo- gruñí. Si no la veía por un
tiempo, esas eran las tres palabras que quería que escuchara.

Si alguna vez muero, quería hacerle saber que la amaba. Y que no quisiera que saliera con nadie más, porque ella es mía. Sólo mía.

Cerré mis ojos completamente, relajando los tensos músculos de mi cuello y descansando mi cabeza en la almohada.

Oí a Abby gritar mi nombre, pero después de eso, la oscuridad se apoderó de mi cuerpo. Como siempre.

Después de aproximadamente siete minutos de camino, la ambulancia llegó al hospital. Salí, y un médico salió corriendo del edificio. Uno de los paramédicos le entregó un portapapeles, al cual sus ojos frenéticamente recorrieron las palabras. Miró hacia arriba, sus ojos encontrando los míos.

Sus ojos se estrecharon.

-Familia?

-Novia-le corregí. Él asintió con la cabeza, corriendo al lado de la camilla que estaba siendo empujada dentro del hospital. Corrí detrás de ellos, y dentro del edificio.

-Que pasó?- El médico me preguntó.

-Él estaba vomitando sangre. Tenía dolores agudos en el estómago y náuseas.-Le expliqué-Ah, y también tenía una fiebre muy alta.

Tomamos el ascensor hasta el piso 5, corriendo hacia una habitación para examinación.

-Está bien, voy a examinarlo aquí. Usted y los demás que están preocupados por este joven sólo puede esperar aquí.- Él me envió una amistosa, pero apresurada, sonrisa antes de salir corriendo a la habitación. Mi corazón todavía latía mientras me sentaba en una de las sillas azules de felpa.

¿Iba a morir? ¿Era algo muy serio?

Me tragué el nudo en mi garganta, mis rodillas saltando arriba y abajo. No puedo perderlo, demonios, ni le he dicho que lo amo todavía.

El ascensor sonó y Kat salió frenéticamente de él, su cabello castaño cayendo delante de sus ojos. Ella lo apartó, plantándose en la silla a mi lado.

-Entonces, ¿Qué está pasando?- Ella preguntó, con los ojos llenos de esperanza.

-No estoy segura, el médico acaba de ir allí para examinarlo.-Me encogí de hombros, luciendo despreocupada, pero en el interior, estaba más asustada de lo que he estado en toda mi vida.

-Estoy muy preocupada por él-Kat se tapó la boca con la mano. -Lo acabo de recuperar, no puedo perder de nuevo.- Kat sollozaba en silencio, algunas lágrimas saladas goteaban por sus mejillas. Mi mano frotó su espalda, tratando de consolarla.

El doctor salió de la habitación, sacudiéndose su bata blanca.

-Así que, ¿cuál de ustedes es Abby?- Parecía bastante asustado, lo que me hizo fruncir el ceño en confusión.

-Um, yo.- Poco a poco me levanté de la silla, poniéndome de pie delante del médico. Él me hiso señas para que lo siguiera, así que lo hice. Pasamos un par de puertas, a una pantalla de vidrio. Yo podría perfectamente ver y oír todo lo que estaba pasando en la sala quirúrgica. Leo ahora estaba completamente despierto, su cara de color rojo brillante con ira.

-Se puede ver y oír todo lo que pasa, pero El no puede ver ni oírla a usted.-explicó el médico.

-Así que ¿por qué estoy aquí?-pregunté.

El médico me puso un dedo en los labios, señalándome estar calmada. Leo fue dejado solo en la habitación, con los puños cerrados a los costados.

-¿Dónde carajo te fuiste, doctor!- Gritó. -Miedo de mí? ¿Es eso lo qué pasó- dejó salir una risita maliciosa.

El médico apretó un botón en frente de nosotros.

-Leo- se dirigió, causando que la cabeza de Leo mirara un lado. -¿Estás dispuesto a cooperar?

-Ya te lo dije, idiota. No estoy haciendo nada de tu mierda hasta que me digas donde está - gritó.

El doctor me señaló con la mano, manteniendo el dedo en el botón.

-Leo - llamé en voz baja.

-Abby - Él gritó, sorprendido. -Gatita, ¿eres tú?

Me reí ligeramente.

-Sí, soy yo.

-Trae tu culo aquí!- Gritó -Y dile a ese tarado de médico que deje de hacerme preguntas estúpidas!

-Todo lo que quería saber era cuál era tu apellido.- El médico se burló.

-Es Collingwood - mentí. Ya casi metí la pata al llamarlo Leo, así que sabía que tenía que salvarme a mí misma para no terminar de arruinarlo y llamarlo Leonardo McCann.

-Y el tuyo?- El médico me preguntó, garabateando en un trozo de papel.

- Collingwood -fruncí los labios. El médico levantó la vista, sorprendido.

-Estás casada? Wow, ustedes dos parecen muy jóvenes. - Él negó con la cabeza.

-...-Murmuré torpemente. El médico pasó a mí alrededor, entrando en la puerta a la derecha. Observo su figura moverse hacia Leo quien seguía echando humo.

-¿Dónde está mi novia?- Su puño se estrelló contra la bandeja al lado de él, enviando de toda la comida que estaba en ella volando en el aire.

El médico suspiró.

-No recibimos muchos pacientes como usted, señor Collingwood.

Leo lo miró sorprendido cuando el médico dijo el apellido, pero que muy pronto se convirtió en satisfacción

-Pero lo que me gustaría saber, es cuando te busqué en el sistema, ¿por qué no apareciste?-El doctor se inclinó hacia delante, dándole a Leo una mirada intensa. Sin embargo, El no retrocedió.

- Leonardo es mi segundo nombre, señor. Mi nombre es Jason . - Leo se quedó confiado, levantando las cejas hacia el médico. Pareció sorprendido, dando la vuelta para escribir en el ordenador. Por lo que pude ver desde aquí, vi un archivo borroso aparecer.

-Oh- el doctor murmuró, tecleando en el ordenador. - Mis disculpas, Jason.

Leo hizo señas de que no era nada, volteándose para no tener que encarar al doctor. -Así que, qué me pasó?

-Un segundo-puso su dedo en el aire. - Abby? -llamó.

Yo presioné el botón cautelosamente.

-Um, si?

-Ven aquí-llamó de nuevo. Yo lentamente caminé hacia la puerta, volteando la fría perilla de metal.

Los ojos de Leo se iluminaron cuando entré en la habitación, felicidad controlando sus facciones.

-Gatita!

Corrí hacia él, encerrándolo en un abrazo. Su rostro acarició mi cuello, sus labios plantando besos en la piel.

-Me tenías muy preocupada-le regañé, sosteniendo la parte trasera de su cabeza. Mis dedos cepillaron su cabello, la esponjosidad de este entre mis dedos.

-Lo siento, cariño- susurró, apartándose. Plantó un leve beso en mis labios, dejándome queriendo más. Él sabía exactamente lo que estaba haciendo.

-Muy bien- el doctor se aclaró la garganta incómodamente. -Así que, Jason, lo que tienes no es nada serio, o contagioso, o cualquier otra palabra de miedo.-él rió, causando que Leo rodara sus ojos.

-Qué pasó exactamente?-pregunté, sentándome en la pequeña cama al lado de Leo . Él empujó mi cuerpo más cerca de él en una manera protectora.

-Bueno, tuvo una úlcera en el estómago.

-Español, por favor- Leo gruñio

-Úlceras de estómago son doloras llaguitas que se desarrollan en el revestimiento del estómago o el intestino delgado-explicó, haciendo pequeños círculos con sus dedos y apuntando al estómago bajo de Leo.

-Por qué las tengo?- preguntó, descansando su barbilla en mi hombro cansadamente.

-En tu caso, fumar-el doctor dijo.

Sabía que nada bueno venía de fumar.

-Mi sugerencia es que dejes de fumar por completo, sin embargo, si eso no se hace; dos meses mínimo-meditó por un momento. -Te voy a recetar unos bloqueadores H2, lo que prevendrá que tu estómago cree tanto ácido. Tómalos tres veces al día, con cada comida.

-Genial, gracias-sonreí. El doctor devolvió la sonrisa.

-Oh, por cierto, soy el doctor Piekarski-rió - en caso que se estuvieran preguntando.

-No, no me importaba una mierda-Leo se encogió de hombros sin importancia.

Yo le pegué en el pecho, dándole una mirada desinteresada.

-No hay necesidad de ser maleducados. Mi apellido les patea el trasero al de ustedes de todos modos- El Dr Piekarski se encogió de hombros, causándome que retuviera una risita.

-Oh, en serio?- Leo probó.

-.

-Suena como una especie de enfermedad que se obtiene de comer un maldito pastel. -Leo entrecerró los ojos. Me reí, mordiéndome el labio.

-Bueno, el tuyo parece una cajita feliz en McDonalds dañada.- Escupe en respuesta.

-Doctor Piekarski?- Una enfermera llama por el altavoz.

Se aclaró la garganta.

-?

-¿Puede la hermana del señor Collingwood entrar? - Ella preguntó dulcemente. Su voz era alta, haciéndome temblar ligeramente. Estoy tan acostumbrada a la baja, calmante voz de Leo que no disfruto las voces femeninas. Por suerte para Kat, ella también tiene un voz tranquilizadora. Kiera... en realidad no, pero yo no le diría eso.

-Por supuesto, envíala.

Kat pronto entró, una mirada preocupada aún en su rostro. Cuando vio a Leo completamente despierto, al instante se relajó.

-Estás bien?

-Sí, sólo una pequeña úlcera en el estómago.- se encogió de hombros. Kat asintió, supongo que ella entiende lo que eso significaba.

-Bueno, mamá acaba de llamar, se preguntaba cuando me voy a casa...- Kat se apagó.

-¿Estás lista para ir a casa?- Leo preguntó con tristeza.

-Yo creo que sí. Pero, voy a visitar muy pronto.- Se acercó, besando su mejilla muy brevemente. -Me alegro de que estés bien. No quiero poner más estrés en tu cuerpo con la estancia en la casa, sin embargo, voy a estar llamando cada noche hasta que la úlcera ha desaparecido por completo-Kat le guiñó un ojo.

Leo rió, besando la mejilla también.

-Te quiero, Kat.

-Yo también te quiero.- Ella revolvió el pelo, volviéndose hacia mí. -Y fue un placer conocerte Abby, Leo es un chico con suerte. -Me puse de pie, envolviéndola en un abrazo.

-Ven a visitar en cualquier momento.-Animé. Ella se despidió, dejando la habitación.

-La voy a echar de menos.- dijo Leo con tristeza. Le froté la espalda, volviendo a sentarme a su lado. Me incliné hacia él, plantando un beso en el cuello.

-Muy bien, así que Jason usted es libre de pasar la noche, sólo para descansar.- El Dr. Piekarski ofreció.

-Creo que podríamos tomar esa oferta.- Leo sonrió, tirando de mi cuerpo hacia atrás para que los dos nos apretáramos juntos en la pequeña cama.

El Dr. Piekarski sonrió ligeramente ante nosotros.

-Voy a tener tu prescripción aquí en el mañana. Fue un placer conocerlos, señor y la señora Collingwood- Dejó el cuarto, dejandonos solos.

-Estaba muy asustada-admití, acurrucándome más cerca en el pecho de Leo . Él arrulló, envolviéndome en un fuerte agarre.

-Aw, mi pequeña gatita estaba asustada- bromeó. Gemí, cubriendo mi cara. Su pecho retumbó en una risa, besando mi frente.

Después de eso, nos quedamos en silencio. No uno incómodo, sólo un pacífico.

-Te amo- Leo respiró después de un tiempo. El aire quedó atrapado en mi garganta mientras tenía una batalla interna con mí misma.

Dejé que la habitación cayera en silencio una vez más antes de hablar.

-Leo...

-Sí, princesa?

-He sentido esto desde hace un tiempo.- Empecé, jugando con sus largos dedos. -Y creo que mereces saber ahora.

-¿Qué?- hizo una pausa para tragar-¿Qué es?-Se veía muy nervioso, lo que me hizo sonreír.

-Me he enamorado- admití. Leo respiró fuerte, la ira siendo evidente en sus facciones.

-¿Qué?- Él gruñó, apretando su brazo alrededor de mi cintura.

-Sí, de este muy buen chico.- Jugué, acercándome al cuerpo de Leo.

Él me empujó.

-¿Estás jodidamente bromeando?! Si se trata de Daniel, juro que iré y arrancaré su garganta sin valor y me alimentaré .

-No es Daniel- le corté. -Es alguien mejor.- Continué, agarrando su mano una vez más. -Es increíblemente guapo, siempre está allí para mí cuando lo necesito.-Besé el dorso de la mano.- Él se preocupa por mí, siempre me pone primero. Y lo más importante, él me ama.

-Gatita- gimió, poniéndome boca arriba, él sobre mí.

-Oh, y es muy, muy sexy.- Sonreí, empujándolo fuera de mí. Se dejó caer sobre el colchón, girando mientras ambos nos enfrentábamos.

Él capturó mis labios en un apasionado beso, sus labios deslizándose sobre los míos con facilidad y habilidad.

-Entonces, ¿quién es este hombre misterioso?- preguntó , un brillo en sus ojos esmeralda.

-Tu- le susurré, yendo por otro beso. Él gimió de nuevo, presionándose de lleno en mí. -Te amo.- Le dije mientras nos alejábamos. Las lágrimas brotaron de sus hermosos ojos, y enterró su rostro en mi pecho.

-Dilo otra vez.- ordenó.

-Te amo.- Murmuré.

-Una vez más.

-Te amo, Leo- Me pasé la mano por el pelo, mientras le oí sollozar en silencio.

-Te amo tanto, tanto gatita.-Él lloró. Levantó la cabeza de mi pecho, tirando de mi cabeza para que reposase justo debajo de su barbilla. -Si muriera en este momento, no me importaría- Admitió, descansando sus cálidos labios en mi frente.

-A mí me importaría- le contesté, descansando mi oído en su corazón, escuchando el constante latido.

-Abby?

Murmullé una respuesta.

-Dilo una vez más.

Yo reí.

-Te amo, Leo- Y con eso, ambos dormimos tranquilamente.

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