26 | campanas de boda

Astrid y Peter se casaron dos semanas después de derrotar a Ego. Se las habían arreglado para obtener una nave nueva con mucho más espacio que la Milano, y habían estado viajando por la galaxia como solían hacerlo.

Pasaron junto a una iglesia en el planeta en el que estaban, y Peter la miró—. Oye, ¿quieres casarte hoy?

—¿Qué? —preguntó Astrid, mientras Peter dejaba de caminar y señalaba la iglesia.

—¿Quieres casarte? —preguntó Peter—. No tenemos que invitar al resto porque nos llevará mucho tiempo encontrarlos a todos. Solo quiero poder llamarte mi esposa, y no me gustan las ceremonias elegantes.

Astrid frunció el ceño—. Oh...

—No tenemos que hacerlo, solo estaba pensando que es posible que no volvamos a tener esta oportunidad por un tiempo y...

—Peter —dijo Astrid—, ¿no se enojarán los demás porque no los invitamos?

—Haremos una fiesta más tarde y les daremos alcohol —respondió Peter—. No les importará después de eso.

Astrid lo pensó por un momento antes de poner los ojos en blanco y sonreír—. Tienes suerte de que te ame, Peter Quill. Vamos a casarnos.

Su servicio no fue nada especial. Entraron a la iglesia y localizaron al ministro, quien estaba más que feliz de casarlos cuando le dijeron que eran las personas que salvaron a Xandar de Ronan. La noticia viajó rápido, incluso por todo el universo, y casi todo el mundo sabía de los Guardianes de la Galaxia.

Aunque Astrid creía que el momento había sido completamente espontáneo, parecía que Peter había estado pensando en ello. Cuando el ministro preguntó si tenían anillos para regalarse uno al otro, Astrid comenzó a negar con la cabeza cuando Peter levantó un dedo y buscó en sus bolsillos.

Dos segundos después, sacó una pequeña caja de terciopelo y la abrió para revelar un trío de anillos. Sacó el primero, una hermosa banda de plata con un pequeño diamante en el centro y se lo tendió a Astrid.

—Este es un anillo de compromiso —dijo Peter—. Porque cuando te propuse matrimonio no tenía uno.

Astrid se rió—. Es hermoso. Gracias.

Peter deslizó el anillo en el dedo de Astrid mientras el ministro tomaba los otros dos anillos de Peter, sosteniéndolos en sus manos mientras comenzaba la boda. Peter fue el primero en decir sus votos, aclarándose la garganta antes de comenzar.

—Astrid, desde el momento en que te conocí en una celda de prisión, de todos los lugares, supe que eras la única. Desde ese día fuimos los mejores amigos, y siempre me apoyaste y estuviste a mi lado sin importar nada. Rara vez discutimos, y cuando lo hacemos, generalmente es por cosas estúpidas, como que yo haga algo imprudente o tonto, pero incluso en esos momentos, mi amor por ti nunca flaquea. Sé que quiero pasar el resto de mi vida contigo, sin importar lo larga o corta que sea, y sería el hombre más feliz de la galaxia al poder despertarme cada mañana y llamarte mi esposa. Te amo más que a nada, y este anillo es una promesa de estar siempre a tu lado, sin importar la distancia, sin importar dónde estemos. Siempre estaremos juntos, pase lo que pase.

Astrid sonrió, una sola lágrima rodó por su mejilla antes de limpiarla—. Peter, eso fue hermoso. No sabía que podías ser tan romántico.

—Yo tampoco —respondió Peter—. Pero te miro y tú sacas esa parte de mi.

El ministro le dijo a Peter que colocara el anillo en el dedo de Astrid, antes de que ella pronunciara sus propios votos—. Después de perder a mi familia, nunca imaginé encontrar a alguien que me hiciera sentir viva de nuevo. Pensé que ya no valía la pena vivir, y eso era un pensamiento aterrador. Pero luego te conocí, Peter Quill, y sacaste lo mejor de mí. Me hiciste darme cuenta de que un hogar no es necesariamente un lugar y, a veces, es una persona. Después de todos estos años viajando por la galaxia, siempre eres la persona a la que corro, el lugar donde me siento segura y el que me hace sentir que no estoy sola. Eres mi hogar, Peter Quill, y nunca podré agradecerte lo suficiente por sacarme de la oscuridad y ser la luz que necesitaba para volver a poner mi vida en marcha. Prometo apoyarte siempre en todo lo que hagamos y estar siempre a tu lado. No importa dónde esté, ya sea a medio kilómetro de distancia o al otro lado de la galaxia, siempre estaré contigo, y siempre serás el único hombre al que amaré.

Peter sonrió mientras las lágrimas llenaban sus ojos—. Dios, te amo.

—Yo también te amo —dijo Astrid, mientras deslizaba el anillo de bodas en el dedo de Peter.

Luego, el ministro repasó los típicos votos matrimoniales y les informó que podían besarse y sellar el trato. Cuando Peter besó a Astrid, fue el primero de muchos, porque en ese momento se formó un vínculo entre los dos, más fuerte que su amistad y más fuerte que cualquier otra cosa. Fue un vínculo forjado por el amor verdadero, y las promesas que se hicieron el uno al otro fueron las mismas cosas que los fortalecieron.

Cuando se alejaron y Astrid miró a Peter, se sintió realmente feliz por primera vez en mucho tiempo. Se olvidó de todo lo que la había lastimado y se consumió con la felicidad de saber que ella y Peter estaban casados y que ya no era Astrid Carter-Bello, la chica que perdió a su familia cuando tenía dieciocho años; la chica que vio cómo su planeta era destruido y se consumió de rabia.

Ahora era Astrid Quill, una mujer nueva. Tenía una familia por la que moriría, sin importar lo disfuncionales que fueran, y el amor de su vida la miraba con una sonrisa en el rostro.

La vida no podría ser mejor.

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