07: stargirl
Tzuyu estaba tras suyo, besándole el cuello. Sana intentaba mantener su atención en el tomate que cortaba sobre el mesón de la cocina, pero cada vez le fue más complicado respirar. Las manos pequeñas, pero tan jodidamente fuertes de la menor recorrían la piel de su cintura, masajeándola mientras apretaba su cuerpo contra el trasero de Minatozaki.
Estaban en casa de Tzuyu y el plan de una cena apropiada pasó a segundo plano.
Con sus besos aún vigentes, Tzuyu desató el nudo del delantal de la chica, tirándolo hacia un lado. Pasó las manos al frente y llegó al borde del pantalón. Sana suspiró mientras se desasían de la prenda por ella, dejándola en bragas.
Sintió el frío, aunque fue opacado con el calor que logró Tzuyu en ella una vez fue a su trasero, en el cachete derecho, enterrando sus uñas perfectamente cortadas.
Sana gimió. Chou volvió a hacerlo. Ahora la garganta de la japonesa dejó escapar un chillido, pues la chica había golpeado la zona sin piedad, mordiéndole la oreja de paso.
La primera vez que tuvieron relaciones fue extraño para ella, pues Tzuyu, esa sonriente y alegre chica, parecía de las que tenían sexo del vainilla, de las que se detenían cada cinco minutos para preguntar si estaba bien. Pero no. Chou Tzuyu, por lo que descubrió, era una mujer firme y decidida, que sabía lo que quería: Tzuyu quería gritos de dolor y satisfacción, que no se diferenciaran entre sí. A veces, con Sana usaba cuerdas para amarrar sus muñecas hasta dejarlas moradas, otras prefería que fuesen sus propias manos las que marcaran un delicioso moretón.
Pero de quien la mayor realmente quedó impresionada, fue de ella misma. Los golpes, la posesión y la sonrisa engreída de Tzuyu solo hacía que se excitara más, tanto que ya no lograba tener orgasmos si no incluía el salvajismo de Chou.
¿Qué le había hecho esa mujer? No lo sabía y le daba pavor averiguarlo.
──Espera dos minutos ──pidió de repente la taiwanesa, haciéndola temblar de necesidad cuando se alejó de ella.
No le dio tiempo de preguntar qué ocurría, ya que la chica había desaparecido por el pasillo.
Sana aprovechó de mover el cuchillo, la tabla de cortar y el tomate, dejándolos en otro sitió bastante alejado. En el sexo, debía admitir, algo en ella cambiaba y era bastante desesperada, así que sabía que no sería extraño que tuviese un accidente si no lo prevenía.
──¡T-Tzuyu! Mierda...
Sana no supo cuánto tiempo pasó desde que la chica se había ido hasta que regresó; solo podía fijarse en los espasmos que esta misma lograba provocarle.
Tzuyu traía un arnés de correa negra al rededor de su cintura, hundiéndose en el coño de Sana mientras la sostenía de sus costados. Estaba empotrada contra el mesón, dándole la espalda a la menor.
Agarró el cabello de Minatozaki, formando una cola alta y la tiró con fuerza al momento de dar una estocada que la llenó por completo. Sana gritó alto, su espalda se quebró, quedando arqueada como la de un gato. Su vista estaba nublada, pero aún así podía percibir sus uñas enterrándose en el mesón mientras la extranjera salía y entraba, sin dejar de jalonear sus mechones castaños.
No dejó de llorar y sus gritos solo se volvieron más audibles. Podía estar segura de que los vecinos la escuchaban.
──¡Tzuyu, por favor! ──lloriqueó con impaciencia.
──Deja de llorar ──exigió ella en voz grave, tomando su cuello para echarle la cabeza hacia atrás y haciendo que la presión de sus dígitos quedara impregnada en una bonita irritación rojiza.
Sana pasó saliva, mordiendo su labio. Era tan ruda. Tan perfecta para ella. Veía
estrellas cuando Tzuyu se la follaba así.
Nadie le creería si revelara que Chou tenía este lado oscuro guardado entre sus sonrisas de dientes blancos.
Todo su cuerpo pareció derretirse cuando Tzuyu giró su rostro para que se miraran. Sin soltar su cuello, unió sus bocas, besándola y mordiéndole el labio hasta dejarlo con una pequeña grieta que sangraba. El sabor metálico les enloqueció, a ambas.
Sana gemía en la cúspide de la desesperación.
O eso creyó: creyó estar en su punto más alto de excitación.
Pero es que cuando Tzuyu alzó su mano una última vez para estrellarla contra su mejilla, en un golpe seco y de lado, dejándole el pómulo rojo, Sana botó todo lo que su coño se guardaba, liberándose con jadeos y gritos sin coherencia.
──────────────────────── ♡︎
Sana estaba sola en su habitación, pensando en lo que había sido ese último encuentro. Pasó casi una semana y ya no se creía capaz de soportar más.
La visión de sus uñas, esas que rasguñaron el mesón de la cocina de Tzuyu hasta maltratar la lámina, las palabras que soltaba la misma australiana mientras se la cogía, ese exquisito "solo quiero verte brillar, Sana. Porque sé que eres una chica estrella", "solo brilla para mí...", más las malditas marcas en sus clavículas, cuello y espalda que aún seguían adorándola; todo aquello era el vívido recuerdo de lo enamorada que podría llegar a estar del sexo de Tzuyu.
Sus dedos, inevitablemente, acabaron bajando por su falda, pasando las bragas hasta llegar a acariciar su centro palpitante.
La quería tanto con ella. Tanto, tanto.
Entre temblores, sin dejar de estimularse con suavidad, marcó su número, impaciente a que atendiera.
──¿Sana? ──contestó esa dulce voz. Porque sí, la Tzuyu normal era un cubito de azúcar.
──T-Tzuyu...
No faltó de más para que la menor entendiese qué buscaba con esa llamada.
──Ven por mí, Tzu...
La oyó gruñir, caminar y abrir y cerrar una puerta.
──Estoy en el trabajo.
──Por favor, ¡p-por favor!
Había frotado su clítoris, imaginando que era Tzuyu.
──Mierda, Minatozaki ──sonó molesta──. No puedes hacer esto, ya te lo he dicho.
──T-Tzuyu, Tzuyu, T-Tzuyu ──decía con alteración. Sus dígitos aumentaron la velocidad y puso el móvil en voz alta para poder correrse el brasier hacia un lado y acariciar su pezón.
Tenía el aparato apoyado en su pecho mientras la cabeza le comenzaba a dar vueltas.
Le encantaba cuando Tzuyu la regañaba.
──V-ven ──suplicó nuevamente──. Te quiero a ti, tus manos ─suspiró con dificultad.
Se sentó en la cama para darse la vuelta y ahora sentarse sobre la punta gruesa de una almohada, gimiendo con fuerza cuando la tela hizo fricción en su coño. Echó el torso hacia adelante, casi acostándose para poder morder las sábanas y que su garganta no se desgarrara.
Podía escuchar la respiración de Tzuyu acelerarse, estaba errada como la suya y la volvía loca. Pensó en la posibilidad de que ambas se masturbaran en esa llamada, ya que sabía que Tzuyu tenía su oficina propia y bastante privada. Pero es que no. Simplemente no era suficiente.
──Voy a reventarte la cara, Sana ──por fin había respondido. Sana se movió más contra la almohada ante sus palabras, apretando los ojos con dolor de no tenerla allí──. Llego en diez ──y escupió de mala manera antes de cortar.
Tzuyu estaba enojada y, con eso, Sana supo que sería la mejor tarde de su vida.
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