06: obsequio

Tzuyu entró a su habitación con sigilo, cerrando la puerta tras de sí. Sana estaba de espaldas, sentada en su escritorio.

Llegó hasta ella, sin dejarse escuchar, hasta que sus labios se posaron en la oreja de la menor.

──SaTang ──susurró, sintiendo cómo la piel de Sana ardió mientras se sobresaltaba en su lugar.

──T-Tzuyu ──habló como pudo, dejando su lápiz sobre la mesa y volteándose hacia ella──, me asustaste.

──¿Mmh, si? ──cuestionó sin prestarle demasiada atención, agarrándose de la silla para besar su cuello.

──Tzuyu, no... ──tembló, cerrando los ojos.

La menor ignoró lo dicho, succionando su piel. La escuchó gemir bajito antes de que la separara.

──Tzuyu, d-detente ──se levantó de la silla, alejándose de la nombrada, quien rodó los ojos.

──¿Y por qué?

──Están las chicas, y-

Tzuyu le interrumpió, acorralándola contra el borde del escritorio. Sus manos viajaron a la cintura ajena mientras volvía a besarle el cuello.

──Ellas salieron a comprar, no debes preocuparte ──pasó su lengua por la zona, escuchándola suspirar con dificultad.

Subió a su boca, mordiéndole los labios con suavidad.

──Chou ──retomó fuerzas, mirándola a los ojos──. No podemos hacer esto.

──¡Pero es mi cumpleaños! ──reclamó como niña pequeña.

──Eso ya lo sé, por eso te obsequié el cinturón esta mañana, pero sabes que esto no está bien.

──¿Y por qué no lo estaría? ──gruñó, apretándole la cintura.

──P-porque somos compañeras de grupo, Chewy.

──¿Y eso qué? Te apuesto que nuestros Onces quedarían muy contentos si supieran que me como a la hámster de TWICE...

──Detente, Chou ──reprochó, frunciendo el ceño──. ¿Acaso no ves que esto pone en riesgo nuestras carreras? ¿Serías capaz de perder todo por un simple capricho?

──Si el capricho eres tú, claro que sí ──sonrió coqueta, acariciando su abdomen.

──Tzuyu, en serio-

──No, en serio tú, Sana. ¿Por qué te resistes si sabes que lo deseas? Si sabes que al final caerás rendida de todas maneras ──habló casi sobre los labios contrarios con molestia──. No te las des de moralista cuando hace un par de días estabas lloriqueando por más.

Cuando Sana puso expresión de enfado, cosa que pocas veces ocurría, y abrió la boca para protestar, la taiwanesa aprovechó de meterse en su cavidad bucal, hurgando con su mano bajo la falda holgada de Sana, chocando con sus bragas que comenzaban a humedecerse. Corvó los dedos dentro de ella y calló sus gemidos con un beso agresivo mientras aceleraba las estocadas.

Aunque intentó resistirse, Sana cayó a sus pies ─como la misma Tzuyu lo predijo─ una vez la menor, sin quitarlas, se introdujo en sus bragas para tener contacto directo con su centro.

──¡T-Tzuyu! ──lloriqueó, y esta sonrió antes de lanzarla a la cama.

Se subió sobre ella, sin quitar su sonrisa egocéntrica.

──Me gustó el cinturón, de verdad. Pero... ¿sabes? Tú serás mi obsequio este día, Shasha ───dijo y agachó su cuerpo, comenzando a desatar los botones de la blusa de la pelinegra.

Cuando se deshizo de su brasier, se sentó en el estómago de Sana para, con sus dedos, comenzar a frotarlos contra los pechos de la chica. La vio desesperarse mientras tapaba sus belfos, resistiéndose a gritar.

Hizo círculos al rededor de sus areolas, siguiendo con pequeños apretones a sus sensibles pezones.

La besó rápidamente en los labios una última vez antes de concentrarse en recorrer con su boca los pechos ajenos, sintiéndolos endurecerse bajo su lengua. Sana le jaloneaba el cabello, empujándole la cabeza hacia abajo sin darse cuenta.

──Vaya ──un mojado sonido vibró cuando se separó de su pezón izquierdo──, veo que estás con necesidad ──se burló y Sana apartó la mirada, hecha un alboroto de vergüenza.

Tzuyu rió y no dudó en complacerle, dejando besos por su estómago hasta acercarse al borde de su falda.

La jaló para atrás de un solo movimiento, quedando maravillada al descubrir el color vino de sus bragas de encaje. Tzuyu se las había comprado hace unas semanas cuando fueron a su gira en Europa.

Primera vez que se las veía puesta y, mierda, qué jodidamente bien le quedaban.

Con entusiasmo se las bajó hasta que quedaran a la altura de sus rodillas, deleitándose con el coño de la chica.

──Si no fueras Idol, juro que me molestaría que siempre estés tan perfectamente depilada. ¿Es que acaso te ves con otras?

──¡Tzuyu! ──reclamó, colorada hasta las orejas. Era una idiota.

La azabache rió, subiendo a darle un pico dulzón.

──Procura no ser tan ruidosa, que no sé a qué hora llegarán las chicas, hermosa ──se burló con una sonrisa, llegando a su centro otra vez.

Sin previo aviso, hundió su lengua con fuerza dentro de la japonesa, dándole una lamida para saborear lo agridulce de su sabor.

Un sabor adictivo, si le preguntan.

El jadeo de Sana se vio interrumpido con otro jadeo más alto al momento en que Tzuyu hizo presión y endureció el músculo de su boca, ahora enterrándose en su coño sin piedad. Le sostuvo de los muslos para mover la lengua en círculos grandes, su nariz pegada al liso monte de venus de Minatozaki.

Los femeninos gemidos de la menor provocaron demasiado en ella, así que no pudo resistirse y, mientras se la comía como se comería un delicioso helado, metió su mano en sus bragas, agradeciendo traer puesto un holgado buzo, comenzando a masturbarse.

Ahora ella gemía sobre el coño de Sana, quien le seguía, y entre sudor y gritos de excitación, Sana se corrió sobre su boca cuando Tzuyu inició a estimular su hinchado clítoris.

──¡T-Tzuyu! ──lloró, separándola de su vagina porque no tenía la fuerza necesaria para aguantar sobreestimulación.

La nombrada cayó en su pecho, sin dejar de autocomplacerse y gritando incoherencias sobre la clavícula de la de ojos tiernos.

Cuando rozó un par de veces su punto G con la punta de sus dedos, se vino en un gemido necesitado, ahogándolo al morderle la piel a Sana, casi haciéndola sangrar.

──M-mierda...

Se separó mínimamente de la mayor, que estaba sonrojada y respirando igual de agitada que ella. Se observaron en silencio y Tzuyu la besó para que Minatozaki probara sus propios fluidos que aún conservaba en sus hinchados belfos.

Pero con lo que no contaba la taiwanesa, era con que, luego de besuquearse, Sana le sacaría la mano del buzo, llevándola a su boca, donde chupó sus dedos sin dejar de mirarla con una exquisita mezcla de timidez y erotismo.

Chou sintió la húmeda cavidad de la pelinegra al rededor de sus dígitos y las succiones que le dio.

Fue como si un orgasmo no bastara, porque lo que había visto fue, probablemente, la cosa más caliente que alguna vez tuvo la oportunidad de presenciar. En especial viniendo de esa chica, que era demasiado cohibida.

──¿Y si mejor cancelo la celebración de hoy en la tarde y nos escapamos a un hotel para follar toda la noche? ──preguntó, con verdaderas ganas de que así pasara.

──¡Chewy!

──¡No puedes culparme, Minatozaki! ¡¿Te viste?! ¡Dios mío, casi me corro otra vez!

Mientras Sana se volvía un lío de vergüenza con pequeños refunfuños, Tzuyu reía contenta y sumándole otro punto al por qué su cumpleaños era su día favorito.

Quería tener a Sana como obsequio cada maldito 14 de Junio.

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