Como hojas de un árbol

No existe nada, solo un vacío primordial que te envuelve totalmente; arrullandote, meciéndote con ternura, como si hubieras pertenecido allí todo este tiempo. Pero, para tu suerte o desgracia, tu fusión no puede concretarse debido a que tus sentidos te están atando débilmente al plano terrenal; poco a poco, empiezan a hacerse presentes, más presentes que nunca.

¿Cuánto tiempo ha pasado?

¿Segundos?

¿Minutos?

¿Horas?

¿Cuánto rato te has ido?


Lentamente, tu cuerpo comienza a dictarte la situación.

Lentamente, comienzas a volver.

La oscuridad se cierne a tu alrededor, empapando hasta el último rincón. Aunque no puedas ver nada, comienzas a recordar a la perfección "que" o "quien" está frente a ti; el solo pensarlo hace que tanto tu aliento como tus latidos se aceleren.

Tu respiración, al agitarse, hace que te des cuenta que tienes la cara cubierta. Producto de esto, tu asfixiante hálito vuelve a ti, a tu rostro, pegajoso producto del sudor que lo recorre. El olor de la sangre y bilis trepa a través de las pequeñas entradas en la jaula de cuero que cubre tu cabeza, tus ojos lagrimean, el líquido estomacal trata de escapar por tu garganta debido a la tan insoportable fetidez que se cola, trepando por tus fosas nasales, calando más y más profundo; como si quisiera que grabes a fuego en tu mente este momento, que tú eres el responsable de estar aquí.

Tu oído se agudiza a modo de buscar distraerte de la insoportable pestilencia que inundaba todo aquel espacio. El único sonido que te acompaña es el ruidoso chirrido del silencio, este era interrumpido por tu aliento chocando contra el cuero y, si prestabas suficiente atención, el agua meciéndose a tu izquierda. Empiezas a ver el panorama completo.

La luz se enciende, acompañada del incesante zumbido del foco y ruido del ventilador, pegado a la ventilación metros sobre el suelo. La palidez baña ahora la sala, haciendo el escenario mucho más claro.

El olor nace de la bañera, llena de agua entintada de aquel rojo escarlata. Junto a esta, yacía la cortina del baño, con la mitad de los ganchos rotos y manchas en forma de manos del mismo color.

A tu derecha una lavadora, testigo de lo acontecido, tenía encima una toalla a punto de caerse; usada desesperadamente en un intento de limpiar el abominable escenario; con escaso o nulo éxito.

Finalmente viste hacia adelante, hacia lo que te esperaba.

Frente a ti, la razón por la que estás en este lugar. Poseía una máscara de cuervo con cristales rojos, profundos cual abismo, como ojos; una capa de tupido pelaje de quien sabe cuántos animales y, debajo de esta, una holgada túnica, oscura como el abismo, que parecía llegar hasta el suelo.

Te gustaría permanecer, aunque sea un segundo más, en tu zona de comfort, pero sabes que lo que se avecina es inminente, es hora.

Tus manos se agitan, tu mentón se mueve de forma rebelde, tus músculos se tensan hasta casi desgarrarse, pero debes volver en ti, es hora.

Las alarmas se oyen fuera en los pasillos, no puedes quedarte viéndote en el espejo. Te acomodaste la máscara, y saliste del baño, es hora.

Es hora de finalmente dar el paso que cambiará tu vida y la de todos, de empezar tu plan para acabar con este aberrante régimen.

______________________________________
-—————————————————-

R̶ ̶e̶ ̶c̶ ̶h̶ ̶a̶ ̶z̶ ̶a̶ ̶d̶ ̶o̶ ̶s

-El Cuervo de Ojos Rojos-

Capitulo 1

Como hojas de un árbol

______________________________________
-—————————————————-


—Hey... —una infantil voz femenina llamaba a un joven, dormido, disfrutando de la "naturaleza", no obstante, parecía que llamarlo ligeramente no bastaba—. Oye... Zer0, despierta... —dijo en un tono menos paciente. Aun así, parecía no escuchar o importarle—. ¡¡Despierta ya, maldito vago!! —gritó finalmente dándole una patada al tronco, provocando que la rama se tambaleara y el chico cayera de cara a la tierra. Al mismo tiempo, una hoja rota amenazó con soltarse, pero se estabilizó al final.

Fuera de que un niño acababa de caerse del único árbol en aquel lugar, todo estaba bastante tranquilo; las paredes pintadas con praderas y los altavoces en el techo reproduciendo cantos de pájaros eran más notables ahora que todos los demás estaban en clase.

—Agh... ¡Zzztup! —Escupió un poco de tierra que se había colado en su boca—. Blegh... Que asco... —miró arriba y frunció ligeramente el ceño, confundido—. ¿Katherine?

Quien acababa de caer era Zer0 Keller. Alguien que, sin duda, debía agradecer que sus delgados lentes negros, antesala de sus ojos rojo carmesí, no se hayan dañado al caer. Su cabello no corrió la misma suerte, pues al ser de un inmaculado color blanco, termino manchado, dándole un tinte marrón y verdoso. Padecía de albinismo, pero mas allá de su evidente falta de melanina, su complexión era similar a la de los demás infantes, salvo por un detalle: la carencia de su brazo derecho, teniendo en su lugar un rudimentario brazo mecánico que acababa en unas tenazas.

—¿Qué diría la Señorita Margarita si supiera que gracias a nosotros no te has perdido las ultimas clases? Ahhh... —suspiró—, venga, vamos, tenemos clase de aura. —comenzó a caminar.

—Te voy a acompañar —respondió mientras se ponía de pie y se sacudía—, pero no iré a clase a menos que me respondas qué haces aquí.

—¿Qué quieres decir con eso? —se volteó y miró tajante al recién levantado.

—Los últimos días, Jean fue el que vino a buscarme. Él no es el tipo de persona que se "canse" de hacer esto —dijo haciendo comillas con sus dedos—. Tu... le pediste ser la que viniera a buscarme ¿Por qué?

Hizo una pequeña pausa antes de responder

—Vamos, te lo diré en el camino. —volteó y avanzó hacia el pasillo Este.

Ambos alumnos iban en silencio, siendo el eco de sus pasos el unico ruido presente, hasta que llegaron a una intersección donde un gran ventanal iba de un lado al otro. Lo que era visible a través de este, ordinario para los que residían en La Central como Zer0 o Katherine, causaría, como mínimo un dolor de cabeza a cualquiera que no fuera oriundo de ese lugar; pues lo que había más allá del cristal, no era menos que una vista hacia la realidad misma.

Una inconmensurable negrura envolvía el paisaje, sin importar a donde se mirara, no se podía escapar de aquel infinito abismo, pero esto no era lo más sorprendente, ese título correspondía a lo que hacía a aquel panorama menos apagado.

Cruzando de un lado otro, incontables líneas resplandecientes de un dorado color iban ondeando el paisaje, como si de cuerdas se tratasen. Estas eran las ramas temporales que conformaban la realidad, las cientas de veces que el tiempo se bifurcó por un evento en la línea principal; la cual era invisible desde esta parte del complejo; así como muchas otras.

Aquel pasillo, que apuntaba al lado Este del vacío temporal, es donde ambos niños giraron a la derecha, y donde el de ojos rojizos rompió el silencio.

—Entonces... ¿Qué fue? ¿Él te hizo venir a buscarme? ¿o tú se lo pediste? —Su tono evidenciaba su inclinación a la última opción.

Un silencio fue lo único que quedó, pues ya ni siquiera los pasos interrumpían el callado ambiente.

—Zer0... ¿Qué... es lo que te sucede?

—¿A qué te refieres?

—¿A qué... me refiero? ¿Lo preguntas en serio? Todos lo notamos. Todos ¿Cómo es que precisamente tú has podido descuidarte así? Siempre has sido el más dedicado, estudioso, puntual; por algo te adelantaron un año; pero no por ello dejabas de ser alguien divertido, y con quien disfrutamos pasar el rato...

Estaba de espalda mientras hablaba, imposibilitando que él le viera la cara, pero no hacía falta. Era como si pudiera verla a través de su larga cabellera rubia, realzada por el dorado brillo con el que las ramas temporales bañaban aquel pasillo. Como si sintiera aquella tristeza que emanaban sus azules ojos, protegidos por unos lentes algo más gruesos que los de él, pero, contra todos sus pronósticos, a gran velocidad se dio la vuelta y le apuntó con su índice.

—¡Y ahora mírate! ¡Has holgazaneado toda esta última semana! —Vio su mano mientras levantaba un dedo por cada razón que enumeraba—: Te despiertas tarde, hay que arrastrarte a clase, casi no comes, no presumes y... —volvió a subir la cabeza, viendo disgustada la vestimenta del albino—. ¿Qué llevas puesto siquiera? —preguntó mirando una sudadera con los colores blanco y negro a cada lado, un pantalón probablemente de pijama y unas zapatillas que poco les faltaban para ser pantuflas. La rubia suspiró y continuó.

—Todos dicen que simplemente te dieron ganas de ser un vago, que iba a pasar tarde o temprano o que es una etapa, pero... te conozco, no es propio de ti; y esa es otra cosa, ya... ni siquiera eres tú, Zer0. No prestas atención, no haces presumida gala de tu conocimiento, ¡ni siquiera te quejas de lo vago que es Alveric! ¡¡Y hacías esa maldita cosa todos los días!!

Hubo una pausa producto de un suspiro soltado por la rubia, quien desvió la mirada con resignación y continuó hablando.

—Al inicio... quise hacer como los demás, pero ya va una semana y vas empeorando. No soporto verte así... —Su rostro reflejaba perfectamente todas las emociones que sentía: enojo, tristeza y, sobre todo, decepción.

—Katherine... —dijo el albino mientras era iluminado por el brillo que las líneas temporales desprendían, acentuando tenuemente su casi imperceptible estupefacción ante la habilidad deductiva de la rubia—. ¿Es por eso que le pediste a Jean ser tú la que viniera? ¿Querías interrogarme al respecto?

—¿Qué es lo que sucede, Zer0? ¿Qué te ha pasado de repente?

—Katherine, yo... Voy a decírtelo, pero después de clase, necesito organizar un poco mis ideas.

La de ojos azulados calló unos segundos, no obstante, volviendo a sorprender al albino con su velocidad, levantó su mano a la altura del mentón y, con una mirada tan seria como determinada y el ceño levemente fruncido, enunció:

—Esta es una promesa, Zer0 —dijo con su mirada fija. En la misma velocidad fugaz, levantó su meñique—. Entrelaza el tuyo con el mío. En múltiples ramas esto es un símbolo de juramento; si rompes esta promesa, tendrás que cortarte el dedo...

—No tengo por qué mentirte... Katherine —enroscó su dedo con el de ella. Ambos sabían que ningún dedo sería cortado, pero, de alguna forma, calmaba un poco sus alborotadas mentes.

—Bien, entonces, ¿te sientes en condiciones para ir a clase?

—Ya voy, ya voy... —aceptó algo cansado mientras comenzaba a caminar al lado de la chica en vez de ir pasos atrás—. Por cierto... ya conocía El juramento del meñique...

Jmjmjm. —vio a su amigo de reojo, sonriéndole—. Ese se parece mucho más al Zer0 sabiondo y arrogante que conozco...

—Serás... —dejó incompleta la frase, sonriendo también, aceptando haber caído en la trampa de su amiga.

.

.

.

.

.

La alarma había sonado hace varios minutos ya y, como era costumbre, Zer0 fue el primero en vestirse, arreglarse y, en general, estar listo para salir. La cosa era que no fue ni el primero, ni el segundo en irse, esperaba a alguien que aún no había despertado siquiera.

Unos metros a la derecha de su cama, se encontraba acurrucado, probablemente en posición fetal uno de sus compañeros de cuarto y, para bien o para mal, su amigo.

El de ojos rojos terminó de hacer su cama cuando vio la hora en el reloj de su velador, "7:29", esperó pacientemente unos segundos...

"7:30" marcó otro dispositivo junto al durmiente, el cual comenzó a sonar. Una mano salió por debajo de las sábanas a apagarlo para luego volver a su caparazón de tela.

ahhh... —el albino suspiró, tomó el cojín de su recién hecha cama, se preparó, apuntó con cuidado, hizo el cálculo perfecto en su mente, ¡lanzó el cojín y...! cayó apenas unos centímetros delante, fallando miserablemente. Por suerte, no había nadie para observar aquel trágico intento de tiro.

Ejem. —Se aclaró la garganta y se acercó a la cama de su compañero, programó una nueva alarma para dentro de unos segundos y...

Beep Beep Beep Beep

Cuando empezó a sonar de nuevo, la mano volvió a salir, pero esta vez, con su brazo mecánico, alejó la alarma, lo que obligó al chico a finalmente salir de su escondite.

—¿Que? ¡Ah! Zer0... —se talló los ojos— ¡Buenas! —bostezó y, aun estando enredado en las sábanas, se estiró. Ni al albino ni a la rubia les dejaba de hacer gracia la contradicción absoluta entre apariencia y personalidad del recién levantado. Pese a tener unas pupilas más afiladas que las de un cocodrilo y un cabello más negro que el mismo vacío temporal, que contrastaba su clara piel y tapaba completamente sus azules ojos si no se peinaba, él era, de lejos, la persona más leal que habían conocido.

—Buenos días, Jean —respondió en un tono algo cansado, pero con ligera alegría—. ¿Buen sueño? —preguntó mientras volvía a su cama, a buscar algo bajo esta.

—Ni te lo imaginas. Una anomalía venía a atacarme —explicaba con sus manos—, y en ese momento logré despertar mi aura y acabar con ella ¿y tú? ¿Soñaste con algo en especial?

Mh... Tuve una pesadilla. No recuerdo bien acerca de qué fue —metió su mano bajo la cama—. 《Aquí estás...

—¿Pesadilla? —preguntó volteándose—. Oh, ¿será por la película que les mostré a ti y a Kathy hace algunos días? ¿Estas buscando anomalías bajo la cama?

—¿Eh- qué? —levantó la cabeza al oír eso, golpeándose con el lateral de la cama—. ¡Agh-gh...! —se llevó la mano a la nuca—. N-no... no es eso, Jean. Solo buscaba esto —dijo levantando una carpeta con la otra mano.

—es azul... ¿son exámenes médicos?

—Si, debo llevarlos a la sala de profesores, la enfermera no pudo porque la llamaron de emergencia... —el de lentes bajó su tono de voz apenas terminó esa oración—. Parece ser que el Señor Antonio regresó casi muerto de una misión, por eso hoy no hay nadie en la enfermería, toda la asistencia médica fue corriendo a atenderlo.

—¿Qué? ¿Un Vanisher fue derrotado?
¿Eso es posible siquiera? ¿A qué rama tan aterradora fueron?

—Desearía tener la respuesta a al menos una de esas preguntas... me quitaron bastante el sueño.

—¿Tu pesadilla fue acerca de eso?

—Es muy probable... pero intentemos no llamar la atención al respecto. —Se puso de pie y se estiró.

—Si... tal vez sea lo mejor, ¿vamos a comer? Quizá eso nos despeja la mente

—Me tardaré en ir a la sala de profesores, ve a comer con ella, yo no creo alcanzar.

—¿Seguro? Puedo pedirle que te guarde algo.

como si fuera a dejar...—susurró.

—¿dijiste algo?

—nada, nada ¡ejem! —carraspeó—. Tu deberías quitarte el pijama e ir rápido, te vas a quedar sin comer, las clases empiezan en veinticinco minutos.

—Bien, entonces, te veré allí, Zer0

—Hasta más tarde, Jean —respondió el albino saliendo del dormitorio, llegando a la sala común de los hombres, tan llena como siempre a esa hora. Varios estaban jugando a las cartas en las mesas, estudiando a última hora para un examen y otros simplemente en algún sillón, intentando ganar descanso que perdieron por desvelarse.

Su dormitorio quedaba cerca de la salida, por lo que no tuvo que caminar demasiado para llegar a esta. Al abrirse, pudo ver la sala común de las mujeres al fren te; A su izquierda, los baños, dueños de mil y un historias, todas igual de falsas y generadas por el aburrimiento de los estudiantes; y, a su derecha, el pasillo que lo llevaría a la sala central de la guardería, no tardó en tomarlo.

Pasaba por aquel lugar todos los días. Pasaban semanas, meses, años, lo único que cambiaba ligeramente, era el árbol en el centro, con una pequeña área de césped a su alrededor. Una hoja rota se encontraba fuerte y pegada al árbol.

Caminaba hacia el pasillo Oeste, ignorando los vessels del alrededor, el cotorreo, los juegos, los que iban caminando de un lado a otro, era tal el ruido, que no se oía el canto de los pájaros que los altavoces del techo reproducían.

Mientras avanzaba por el ala Oeste, el alboroto fue mermando, quedando solo el eco de su caminar sobre la cerámica. Llegó a otra intersección donde giró a la derecha, se sabía ya el piso de memoria, no era precisamente pequeño, pero llevaba toda su vida viviendo allí, le era sencillo no perderse en el laberinto de pasillos que era la guardería.

Aun así, este era el camino que menos tomaba. No tenía ninguna razón particular para ir a la sala de profesores seguido; a lo más cuando se metía en peleas con Alveric o cuando debía entregar algún documento por una razón inusual, como en este caso.

El pasillo, junto a los retratos de los Vanishers y de Windings Gaster, empezaba a acabarse, por lo que dio un último giro a la derecha, donde varias puertas se alzaron. Se acercó a la primera, dispuesto a tocar, pero lo interrumpió un grito al que poco le faltó para que todo el piso lo oyera.

—¡¡¿¿Que un Vanisher fue derrotado??!! —exclamó una adulta voz femenina tras la puerta.

¡Shhhht! ¡Silencio, Beleen! —respondió una voz de un hombre ya maduro—. Se supone que ni siquiera debemos hablarlo.

—Es... Me cuesta creerlo, señor, es todo... y... —se escuchó un mechero encenderse—. Esto... Señor, no se puede fumar aquí...

—Da igual, de todas formas, todos se han ido a cotillear arriba salvo las secretarias. No me extrañaría que las clases se atrasen.

—En fin, continuando con el tema, parece que varios han salido gravemente heridos, y eso que eran soldados de alto nivel...

—¿hay algun muerto, señor?

—imposible saber demasiado, menos cuando del único del que hablan es de Piedritas, pero una muerte fue informada, una tal Loreley Loralux. Me cuesta creer que sea un nombre real...

—Loreley... —a través de la puerta, se escuchaba como la joven pasante se sentó para pensar—. ¡Ah, sí! Era una errante, y la madre de unos alumnos del curso de la Señora Margarita.

¿Mh? ¿Madre? Debía tener unos años ya o abrió las piernas siendo una señorita...

—Lo hablé con la Señora Margarita una tarde. Llegó aquí con apenas veinte años y su hijo recién nacido. Entonces debía tener unos treinta y tantos...

¡Hyahahahaha! —Se oyó como el hombre se golpeaba la pierna mientras reía—, me sorprende más como es que una mugrosa errante pudo durar más que la mayoría de los vessels.

—Pero, señor, ¿usted no va para los cincuenta y...?

—Más se le teme al vacío por viejo que por vacío, Beleen. Ahora tráeme un café, no voy a soportar la clase hoy sin uno.

—Si... señor, ya voy... —salió mientras refunfuñaba en voz baja para entrar a la sala que estaba justo al frente. No pudo ver al albino, este estaba detrás de la puerta que se acababa de abrir.

Su respiración se entrecortaba y era agitada. Sabía que había oído más de lo que debía. Demasiado. Tenía que contárselo a los demás, era su deber. Se olvidó totalmente de la entrega y, con cuidado de no hacer ruido, caminó de vuelta. Pero, fue cuando la puerta detrás de él se abrió, que entró en pánico y apuró el paso, haciendo que su pie resbale justo antes de doblar en el pasillo.

—¿Mh? —extrañada por el ruido, la pasante fue a investigar el origen de este.

Sabía que ya no había escapatoria, el pasillo hacia la sala central era demasiado largo, lo verían. Asumió su error y, aprovechando que poco tiempo había pasado, caminó de vuelta, como si apenas estuviera llegando.

¡Oh! ¡Buenos días! —forzó una sonrisa hacia la chica.

—¿Y tú quién eres? —la chica traía un café con bastante leche, un tono similar al de su piel, en una taza morada, color que si era igual al de sus ojos y corto cabello.

—Bueno yo... 《por favor funciona—el chico cruzó mal un pie, cayendo al suelo—. O-Ouch... duele...

—Mira si serás torpe... levántate...

《Esto es humillante》—levantó la cabeza—. ¿Puede ayudarme, señorita?

—Levántate solo, niño. tengo las manos ocupadas.

—E-Está bien... —se puso de pie actuando lo más torpemente posible—. Permiso, debo entregar algo —antes que la otra pueda siquiera responder, el pequeño actor corrió a la puerta, empujando a la asistente para entrar rápidamente y cerrar la puerta de inmediato. Lo último que escuchó de afuera, fue una taza romperse.

¿Mh? ¿Cuál es la prisa, Beleen? —dijo el profesor mientras se daba la vuelta en su silla—. ¡Ah! ¡joven Keller! Pasa, pasa, ¿Que te trae por aquí, muchacho? —preguntó el robusto hombre de gruesos lentes con el puro en la boca. El olor del tabaco opacaba el del sudor que desprendía su camisa blanca con suspensores y corbata.

ejem, Señor Ernestcon una tos y nervios que atentaban contra su improvisado plan, preguntó: —, ¿No está la señorita Margarita?

—Me temo que no, chico ¿Debes entregarle esto? —preguntó tomando el documento de las manos del niño—. Mhh. —Se acomodó los lentes y ojeó el informe—, Vaya que tus genes son una espinilla en el culo ¿Eh, muchacho?

—parece ser que ni mi incubadora ni los genes que usaron para crearme fueron los mejores.

—Bueno, lo compensan haciéndote listo, joven Keller. No se puede ganar siempre —dijo tirando los documentos sobre la mesa con desinterés—. Agradece que estas en la central, nada que un par de pastillas o un par de mutaciones no puedan hacer; en alguna otra rama, ya estarías muerto —dijo echándole una calada a su puro.

En ese momento, la morena entró, con una nueva taza de café.

—Oh, Beleen ¿Conoces a Zer0 Keller?

—No, no he tenido el gusto, señor... —dejó la taza junto al profesor, mirando de reojo al niño.

—Es el alumno más listo de mi clase y no dudo que de varias más —dijo con una sonrisa que incomodaba a los otros dos allí presentes—. Dime, muchacho, ¿Ya desayunaste?

—No... señor Ernest... desperté a un amigo y luego vine aquí inmediatamente.

Ahhh, las pestes siempre nos retrasan a nosotras las grandes mentes ¿eh? No veo problema en que nos acompañes entonces ¡Beleen! Tráele un café al muchacho también, y unas donas ¡Vamos a desayunar como Windings manda!

La de cabello morado se encontraba viendo al más pequeño, no obstante, apenas oyó las ordenes, se puso de pie.

—Si... señor... —dijo disimulando perfectamente su irritación, saliendo nuevamen de la sala. En eso, el de ojos rojos pudo ver como el de camisa sudada saboreaba con la mirada a la morena mientras esta se retiraba.

—Tengamos una agradable comida, Joven Keller —dijo mientras tomaba de su morada taza, saboreando sonoramente cada mililitro de su latte.

Zer0 no tuvo de otra más que tomar desayuno con el profesor y la joven de cabello morado, aunque a esta última con suerte y la vio, estaba de un mueble a otro haciendo diferentes tareas; no obstante, jamás dejó de sentir una mirada fija en su nuca.

(•••)

El aula de la Srta. Margarita estaba al sur, luego de cruzar el pasillo Este, era fácil ubicarlo. Constaba con cinco filas y cinco columnas, y un cielo raso donde rectangulares plafones fluorescentes iluminaban la sala.

Al frente estaba la pizarra que, además de servir para las lecciones, tenía dibujos en sus esquinas; como una manzana con brazos y piernas sonriendo y gritando a través de un mal dibujado globo de texto: "Rɘcueяba cepiyarte los dientes!!" O, justo debajo del consejero frutal, un dinosaurio con gafas de sol fumando.

Pegada a esta pared, estaba el escritorio de la Srta. Margarita, que se sentaba alli siempre que no necesitaba estar al frente explicando o cuando la edad le pasaba factura.

La pared izquierda no tenía mucho que destacar, sólo ventanas que, salvo por el tamaño, no diferían mucho del ventanal en el pasillo anterior.

En la pared opuesta, se hallaba el diario mural con múltiples decoraciones puestas por los alumnos: muñecos de papel, dibujos, chistes, etc. Lo único que no estaba puesto por los ellos era el horario; 07:00-am: levantarse, 08:00-am: clases de la mañana, 12:00-pm: almuerzo, 03:00-pm: clases de la tarde, 06:00-pm: salida, 09:00-pm: cena.

Por primera vez en años, Zer0 no llegó ni primero, ni acompañado de su grupo de amigos. Se encontraba sentado en su pupitre, con su pierna moviéndose involuntariamente y dando constantes toques a la mesa mientras esperaba que llegara el resto.

Pensaba en muchas cosas: "¿durar más que la mayoría de vessels? Pero si apenas tenía treinta años", "¿Es correcto reírse así de la muerte de un errante? Está bien que sean un problema, pero... son personas al fin y al cabo" y, antes de que el siguiente pensamiento cruzara su mente, la puerta se abrió.

El de ojos rojos volteó rápidamente y vio a su amigo entrar al aula.

—¡Jean! —el de lentes se levantó rápidamente y fue corriendo a la entrada.

—¡Zer0! Aquí estabas. Katherine se quedó para buscarte, pero yo tenía el presentimiento de que estarías aquí —sonrió.

—¿Eh? ¿Me estaban buscando?

—Si, estábamos comiendo cuando nos llamó una secretaria, o algo así. —se llevó una mano al mentón—, querían hablar conmigo.

—¿Contigo? —frunció ligeramente el ceño—. ¿Qué te dijeron?

—algo así como que mi madre había muerto en una misión —dijo encogiéndose de hombros.

Hubo un silencio de no más de dos segundos, pero que, para el albino al menos, se sintieron como horas.

—Zer0, ¿todo bien?

—¿Cómo... Cómo te lo puedes tomar con tanta calma?

—Bueno, para serte sincero... ni siquiera sabía que tenía una madre en primer lugar. Siempre pensé que era un vessel sintetizado como todos ustedes, no un vessel nacido de otros vessels.

Entre tantos pensamientos, entre el caos que era su mente, uno sensato pudo sobresalir:
no tiene la menor idea de que su madre y él son errantes. Su muerte no le habrá afectado, pero enterarse que no nació aquí si lo hará...

—Bueno, parece ser que ella no cumplió su cuota de trabajo y debió pagarla yendo a una misión, o eso fue lo que me dijeron.

—¿Q-Qué?

—Zer0. —Era extraño verlo tan serio—. ¿Crees que haya sido la misma misión de la que hablamos? —antes de que siquiera pudiera responder, volvió a hablar—. Bueno, bueno, no tiene sentido darle vueltas ahora. Hablamos en un rato —dijo para ir a sentarse.

Había quedado helado. Incapaz de procesar lo que había salido de la boca del pelinegro.

Ya le perturbaba el hecho de ser el único alumno que sabia algo que el resto no: Jean era un errante. Pero no entendía, él no era una mala persona como tanto los pintaban, era su mejor amigo. Entonces ¿qué estaba pasando? Tenía tantas preguntas. Demasiadas. Se acumulaban en su mente, borboteando a punto de desbordarse.

Pero, el pensamiento que más rondaba en su cabeza era otro. Uno enfocado a lo segundo que el de afiladas pupilas dijo.
《¿A qué demonios se refería con que fue enviada a una misión para "pagar" su cuota de trabajo?"

Se tapó la cara con su mano por un momento, muchos pensamientos paranoicos empezaron a surgir, pero pudo mantener la compostura. Respiró hondo y volvió a sentarse. Ignoró todo. Simplemente ignoraría todo por el momento y seguiría como si fuera un día normal.

Sonó la campana, llegando la rubia apenas unos segundos antes; siendo primera vez que le pasaba. Sintió cierta confusión al ver al albino sentado como si nada y no dándole los buenos días tras no haberse visto, se le hacía aún más extraño el ver como movía su mano sobre la mesa de forma tan nerviosa. Fue a sentarse pensando que, si era realmente grave, se los diría, no obstante, la paz en aquella sala no duró mucho.

Entró con su usual verdosa mirada y brillante sonrisa, llena de despreocupada alegría. Algunos profesores molestaban con que, al ser tan bajo y escuálido, toda la energía se concentraba y de ahí su efusiva personalidad. También era objeto de burlas el que su castaño cabello tuviera forma de libro, pues probablemente jamás en su vida haya leído alguno. Así como todo en él, su piel morena era una contraparte a la pálida que poseía el albino con quien peleaba tanto. Acababa de entrar Alveric Lionheart y, junto a él, sus dos amigos: Phlesioh, un humano con aletas de pez por orejas, y Otablis, un chico con una voz que invitaba a alejarse de él cuanto antes por el bien de los tímpanos.

La pierna del de ojos rojos comenzó a moverse aún más, sonrió temblorosamente y vio de reojo al castaño.

—Último en llegar, Lionheart... ¿Por qué no me sorprende? —Algunos días empezaba uno, otros días el otro, pero debían pelearse una vez por semana como mínimo. Así había sido desde que eran bebés, ya sea porque Zer0 agarró un juguete y luego Alveric reclamaba que él lo quería, o porque el de ojos rojos le hizo una zancadilla al de ojos verdes y luego comenzaron a golpearse.

Al oír la provocación del albino, Katherine rodó los ojos y Jean solo suspiró, para bien o para mal, ya se habían acostumbrado al circo que eran esos dos.

—¡Hey, ha tenido un día difícil! ¡no te metas con él, pelos de anciana! —saltó a la defensiva el hibrido rápidamente.

——¡¿sI, oIsTe?! —habló Otablis—. ¡¡No tE mEtAs cOn NuEsTrO aMiGo, cÍbOrG!! —Aun con su temblorosa voz, tuvo la valentía de escupir tales palabras. Valentía que no duró, se escondió bajo su pupitre antes de que cualquiera lo note. Estaba totalmente aterrado de este "cíborg"; tampoco era un gran mérito, le temía a su propia sombra.

Finalmente, el de ojos verdes se defendió, mirando al de ojos rojos y respondiendo:

—Cómo si te importara... ¡¡GATO OJOS!!

El albino quedó en silencio.

Los amigos de Zer0 y los demás allí presentes también quedaron en silencio.

Tal era la situación, que hasta Otablis dejó de temblar por unos segundos para ver de reojo al castaño.

—esto... Alveric... —dijo el chico pez acercándose al verdoso—. Se dice "cuatro ojos" —susurró.

—oh, ¡Cuatro Ojos! ¡Eso! —dijo mientras apuntaba al de lentes.

Este lo miró de reojo con cierta decepción.

—¿En serio? ¿Ni siquiera sabes hablar y vas a...? ¡¡aaaAAAy, Ay, Ay!! —se quejó con dolor mientras era interrumpido.

—¡¡Auch, Auch, Auch!! —a su vez, el castaño también se quejaba. El dolor de ambos tenía la misma fuente, un tirón de orejas bien dado por la recién llegada profesora: La señorita Margarita.

—¿Están peleándose de nuevo? —preguntó la mujer mayor.

Tanto Katherine como Jean asintieron calladamente, ambos a la vez.

—¡Pero no es justo! ¡Zer0 empezó! —reclamó el chico pescado.

—Así como Alveric también otras mil veces —dijo mientras soltaba las orejas, dejando a ambos frotándoselas con dolor; discretamente para que el otro no lo viera—. Chicos ya están en su último año, en unos meses subirán al piso principal, ¿No creen que es hora de ya dejar sus diferencias un poco de lado? ¿O acaso van a pelearse durante el resto de sus vidas?

La mujer caminó al frente para tomar un plumón con su levemente temblorosa mano. La edad le pesaba, se le notaba en su canoso cabello rizado, su arrugada cara, sus grisaceos ojos, y lo recta que era; que fuera la única profesora que seguía usando uniforme, pese a que los docentes ya no tenían código de vestimenta era prueba de ello.

—Antes de pasar a la lección dé hoy, quiero que repasemos lo que hicimos ayer ¿Recuerdan? —La de cabello dorado levantó la mano—. Kathy ¿si, cariño?

la recién mencionada se puso de pie.

—Ayer escribimos acerca de nuestros trabajos soñados, lo que queremos ser cuando salgamos de la guardería —tomó asiento.

—Exactamente, Kathy —sonrió con ojos cerrados—. Ahora, para terminar con esa actividad, voy a leer los textos que todos escribieron.

—¡¡¿¿Quéeeee??!! —exclamó toda la clase, al unísono.

—¡Pero se suponía que eran privadas! —replicó Katherine enseguida.

—Era para que fueran honestos, corazón. Les queda su último año, luego estarán haciendo prácticas y, para cuando lo noten, ya empezarán a trabajar en serio. No pueden avergonzarse de sus futuros. Es a lo que aspiran en su vida, al fin y al cabo.

La clase entera quedó en silencio, su profesora tenía un punto.

—Así que empecemos —tomó uno de los papeles que habia y leyó en voz alta el nombre y la profesión elegida: — "Katherine Leigh: Cirujana". Kathy, linda, ¿puedes decirnos por qué?

Algo nerviosa, pero respirando hondo, la aspirante a medica se puso de pie nuevamente y habló.

—¡Porque quiero ayudar lo máximo posible a los equipos de recolección y exterminio a sanarse de sus heridas, sin importar que tan graves sean! ¡¡Quiero ayudar en la enfermería a La Central y salvar vidas!! —dijo en voz alta, más producto de los nervios que de la pasión por su profesión deseada.

—realmente encantador —dijo con sincero orgullo a su alumna— ¡una ronda de aplausos para Katherine!

Tras una ronda de aplausos dada mayoritariamente por cortesía, la lista siguió.

—continuo —la profesora puso la hoja de la rubia en la mesa y leyó el nombre del siguiente—, Jean Loralux, ¿Quieres ser un exterminador?

—¡Así es! —respondió emocionado—. La Central fue creada para exterminar las anomalías de las ramas y mantener el orden ¿no? ¡Quiero ayudar a este lugar, para lo que fue creado!

—el primer futuro miembro de la Milicia que nombramos ¡Un aplauso para Jean!

Los aplausos volvieron a sonar y así la lista fue avanzando; Phlesioh Sretaw, cocinero. Maria Rossi, directora técnica de GTV, el unico canal visible de la central, Yirlenser Penta, recolector enfocado en toxinas. Y así, tras un buen rato, veintitrés fueron nombrados, quedaban solo dos...

—Alveric Lionheart —dijo la señorita Margarita—. Tú quieres ser explorador según esto, pero no especificas si quieres ser recolector o exterminador ¿por qué quieres unirte a la milicia?

—Bueno... ¡Me da igual! —respondió con su característica sonrisa. A diferencia del resto, su voz emanaba tanto nervios como pasión.

—¿Eh? —toda la clase había quedado igual, profesora incluida.

—¿Cómo que... te da igual

—Yo... realmente solo quiero ver las ramas. No me importa si es recolectando recursos para la central o exterminando anomalías... ¡Quiero ver el exterior! —dijo ya muchos más emocionado que nervioso—. Además... Quiero conocer a dos personas en particular. Por eso quiero ser parte de la milicia...

Puff... —resopló el albino—, Que estupidez...

—¡Zer0! —regañó Katherine por tan insensibles palabras.

—¡¿Quién te crees para menospreciar sueños ajenos?! —dijo el chico pez aún más enojado.

—¿Menospreciar sueños? —dijo apretando los dientes el de ojos rojos— ¡No me puede importar menos lo que este tarado quiera! ¡Lo que se me hace ridículo es lo alto que apunta cuando no ha movido un dedo en su vida!

—¡Ya estuvo suave! —respondió Alveric—. ¡¿Por qué no nos saltamos el tuyo entonces?! ¡¡Ya todos sabemos que quieres ser científico, de seguro para ser el más sabelotodo y creerte superior a todos!! —dijo viéndolo fijamente, apretando los dientes.

—¡¿Me va a hablar el último de la clase?! ¡¡No sabes nada de mí, condenado holgazán!! ¡¡No sabes nada de este lugar!!

—¡¡Suficiente!! —gritó la maestra—. ¡Si no se contienen dentro de la sala de clases, de nada vale que tanto sueñen!

—¡Como si fueras a llegar a algo más que a chico de los recados, imbécil! —ignoró a la profesora y soltó hacia el castaño todo lo que había acumulado ese día—, ¡¡si salieras a una rama, morirías como el mísero pedazo de mierda que eres!!

Un sonido seco, pero que resonó en toda el aula, hizo que hubiera silencio absoluto. Un reglazo había caído sobre la cabeza de Zer0, propinado por la profesora.

—Fuera —dijo calmadamente la mayor.

—Cómo si hubiera dicho alguna mentira...

—No sé qué te sucede hoy, Zer0, pero claramente no estás en condiciones para estar aquí. Fuera de mi clase, hablaremos de esto más tarde. Ahora sal del salón.

Sin decir nada, se encaminó a la salida, el alrededor comenzó a ensordecerse, tentándose en cada paso de voltear y gritar cómo podían permitir todo eso ¿Cómo pudieron permitir que Jean no conociera a su madre? Que supiera de su existencia siquiera; ¿Cómo pueden enseñar tan tranquilos sabiendo que la mayoría de los alumnos no vivirán más de treinta años? ¿Cómo podían los errantes ser tratados tan mal cuando había uno allí mismo, y quizá cuantos más, viviendo con ellos como si nada?

La puerta se cerró automáticamente tras la salida del albino y este se apoyó contra el ventanal, ¿Cuantas mentiras, cuanto más les ocultaba La Central a todos? De repente, los Vanishers cobraron otro significado. No eran la guardia real y los mejores soldados, eran los que se ensucian las manos para que el Statu Quo no cambiara, para que todo se mantuviera tal cual Windings lo quería.

Las cientas de cámaras en toda la guardería, y que sabía que estaban en el resto de la central también, no eran para seguridad de los vessels, no, era para tenerlos vigilados. Cada minúsculo movimiento.

Caminó, con estática en su mente. Caminó, caminó, caminó. Entró a los baños y se cubrió la cara. No podía creerlo. No podía creer todo lo que había oído ese día. Este lugar, la "sociedad perfecta" en el centro del universo. No era más que un reloj cuyos engranajes eran engrasados con la sangre y lágrimas de cualquiera que pusiera un pie allí.

Cayó de rodillas y llevó su mano a su boca al sentir como los músculos de su garganta se contraían. Era demasiado. Demasiado que procesar para su mente. Sus orejas ardían, su corazón latía a punto de reventar. Se arrastró por la fría cerámica hasta entrar a un cubículo, apoyarse en el retrete y vomitar todo su desayuno y frustración en el escusado.

—M... Mierda. —tosía mientras su cuerpo lo forzaba a expulsar más de su ya agotado liquido estomacal, causandole dolorosos espasmos en la garganta《¿Este... Este es mi futuro? 》—se preguntó con los ojos llorosos, no solo por las arcadas《¿Este... será mi hogar por el resto de mi vida?》—apretó los dientes con fuerza, se limpió la boca y, con dificultad, se puso de pie—.《¿Q-Qué demonios es esto?—apretó con fuerza su puño— ¿¿¡¡QUÉ CLASE DE MIERDA ES ESTA!!?? —gritó mientras pateaba el basurero junto al inodoro, haciendo que el metálico cilindro saliera volando, rebotando repetidas veces y haciendo eco en el vacío cuarto. Salió del cubículo y vio su alrededor.

—¡¿Tienes cámaras aquí también acaso?! ¡¿Eh, Windings?! —Miró con rabia los rincones, girando su vista lentamente alrededor, pero no había nada. Suspiró.

—maldita sea... —Se puso su mano en la cara y se acercó al lavamanos para refrescarse un poco. Escupió agua para quitarse el sabor a vomito, se remojó la cara, repetidas veces, esperando que fuera un mal sueño.

Mientras las gotas de agua escurrían por su rostro, vio su reflejo en el espejo "¿Ahora qué?" Se preguntó. ¿Haría como si no hubiera pasado nada?

.

.

.

.

.

—Entonces... mhhh... ¿Te dijo que es lo que le ocurre? —preguntó Jean algo nervioso, aún sentado en su pupitre.

—Cuando fui a buscarlo hicimos una promesa. Confío en que me lo dirá ahora.

—Te veo un poquito nerviosa, Kathy... ¿estas bien?

—Ya lleva una semana así. Solo me pregunto qué es lo que le pasa.

—Oye... Siente especial respeto por ti, y eres mucho más lista que yo. Estoy seguro que si le cuenta a alguien, será a ti.

—Es solo que... —Se detuvo, y terminó de procesar las palabras del chico—, si... je, gracias, Jean. Siempre me ayudas a mantener los pies sobre la tierra —le regaló una sonrisa, se dio la vuelta y, cuando iba a irse, volvió a la mesa y tomó al pelinegro, frotando sus nudillos contra el cabello de este—. Y tú no te menosprecies tampoco, yo seré la nerda a la que respeta, pero tu sigues siendo su mejor amigo —dijo con una sonrisa ya más amplia mientras no dejaba de frotar.

—¡Hey, hey! ¡Kath, ya! —reía mientras intentaba zafarse.

—Tal vez... —paró un momento...—. O tal vez no —para continuar inmediatamente.

—¡Kathy, ya! ¡Vas a dejarme un desastre en el cabello! Jeje.

—Bien, bien —lo soltó finalmente—. ¿Pero has entendido mi punto?

—Solo quería animarte... —dijo sobándose la cabeza algo adolorido. Al haber sido despeinado, su cabello ahora tapaba sus ojos completamente.

—Lo sé, pero no te tires abajo. No me gusta. Iré con Zer0 ahora. Haré lo posible para que antes de que nos demos cuenta, estemos viendo películas y pasando el rato juntos de nuevo.

—Estoy seguro que podrás. Te veo luego, Kathy ¿en la cena?

—Por supuesto, con algo de suerte, Zer0 estará ahí también.

La rubia salió de la casi vacía sala, habían pasado cinco minutos desde que terminó la clase. En lo que el pelinegro se quedaba a charlar con algún otro alumno que quedara, ella debía poner punto final a lo que le consternaba.

—Hey —escuchó a su derecha la de ojos azules.

—ahí estas, Zer0. Hablé un momento con Jean y... Tu... Realmente deberías volver a hablarle, está muy preocupado.

Hubo una pausa en la que el chico ver por la pared de cristal.

—Lo haré, Katherine. Solo dame algo de tiempo.

—Bien, ahora dame tu dedo... o dime que ocurrió.

El joven respiró hondo y se despegó de la pared para acercarse a la rubia. Esta era su oportunidad de desahogarse con la única persona que, creía, podría entenderlo a la perfección.

—Vamos a sentarnos. Te... contaré en el camino.

La de ojos azules comenzó a caminar a la par del albino. Un silencio nuevamente se hizo presente entre ambos, uno bastante notable y que no era opacado por el alboroto constante de los demás vessels en aquel pasillo. Pero no duró mucho, solo unos segundos pasaron hasta que el albino, finalmente, pudo pensar como iniciar.

—Katherine yo... no siempre quise ser un científico ¿Sabes?

—¿Mh? —se mostraba algo confundida, pero siguió oyendo. Durante esos momentos, parecía que el resto de alumnos caminando junto a ellos en diferentes direcciones, no existiesen, solo ellos dos.

—Cuando era más pequeño, quería ser doctor para ayudar a la gente, sanarla, pero... luego vi que no era suficiente. Ser doctor sirve para ayudar con las herramientas que tienes, pero siempre va a haber casos más allá de tu control...

La rubia se giró a verlo mientras seguían andando. Desconocía donde iban las cosas.

—Por eso decidí que quería ser científico... quería ir más allá de los límites que conocemos. Si La Central es el lugar más avanzado del multiverso, yo quería ir aún más lejos. Inventar y descubrir para ayudar al máximo de gente posible.

—¿Qué... gatilló todo eso, Zer0? —decidió seguir escuchando y preguntar, si esto servía para llegar al punto, lo oiría atentamente.

—Bueno... tú, en realidad... Desde que nací, me sentí fuera de lugar. Al fin y al cabo... me falta un brazo —dijo viendo sus mecánico tenazas, empuñándolas—. Me daba algo de vergüenza siquiera presentarme y conocer nueva gente. Es algo superficial, lo sé, pero es como lo sentía en ese momento. Pero... ahí estabas tu... tu y Jean llegaron. No me trataron diferente, nunca lo hicieron de hecho. Nunca me hicieron sentir fuera de lugar, nunca me hicieron sentir solo. —Soltó una melancólica sonrisa al final de esas palabras.

Habían llegado a la sala central de la guardería. Estaban todos caminando de un sitio a otro o sentados en la esquina de la gran habitación, por lo que los dos amigos tenían libre para sentarse bajo el árbol.

—Quería ser científico para ayudar a todos los seres posibles, descubrir nuevas medicinas, encontrar tratamientos aún más eficaces para cualquier enfermedad y mal. Quería que nadie se sintiera solo o sin esperanza. Yo tuve suerte de tenerlos, pero... no todos tienen la misma suerte de tener amigos como ustedes... —dijo mientras él y su compañera se sentaban en el césped, apoyando sus espaldas en el tronco.

La de ojos azules estaba con una sonrisa de boca cerrada y con una reconfortante sensación en su corazón oyendo las palabras del chico. No acostumbraba a oír cosas así venir de él. Por lo que era bastante enternecedor escucharlo.

—Zer0... es un sueño realmente hermoso, pero no entiendo ¿Qué tiene esto que ver con todo? ¿Cuál es el problema?

El joven miró a su alrededor, a los vessels: A los más pequeños jugando a atraparse, a los de su edad sentados en círculo, algunos durmiendo en la pared y un largo etcétera. No pudo evitar pensar en el futuro. En el futuro de los demás, de él y de sus amigos.

—El lugar en el que estamos, Katherine. La mayoría de esta gente frente a nosotros... —señaló a todos los vessels alli presentes—. Morirán en menos de veinte años. Nos venden que estamos aquí para proteger las ramas temporales, que somos la sociedad "perfecta", ¡Pero es todo una maldita mentira!

La chica había quedado algo descolocada. Si bien tenía claro que si algo consternaba así a su amigo entonces debía ser algo no precisamente de baja magnitud, no pensó que fuera algo así. No lo interrumpió, siguió escuchando, mientras, con cada palabra que decía, pensaba qué podía responder al final.

—Nos tienen vigilados en cada espacio, no dudarán en enviarnos a una misión si la producción no sube y sube, sea para morir o para trabajar aún más duro por el miedo a volver a otra rama; lo cual hace que me preocupe incluso por Alveric si es que consigue un trabajo que sea demasiado para él o, peor, se une a la milicia. Los Vanishers acabarán con cualquiera que siquiera intente cambiar el sistema o quien sabe en cuantos casos más.

Katherine seguía viéndolo, cada vez un poco más temerosa y sin darse cuenta de cómo el chico comenzó a aumentar más y más la velocidad en la que hablaba.

—¡Las familias son rotas en post de mantener el modelo de la guardería! ¡cualquiera que no sea oriundo de aquí será tratado como la mugre! ¡Estamos hechos para producir o morir! ¡¿Como voy a salvar vidas y ayudar gente cuando la razón principal de las muertes de La Central es la misma central?! No somos más que pseudo-humanos encerrados en un laberinto de pasillos, hechos para trabajar, no para vivir. No somos más que mano de obra desechable para Gaster, y yo... no sé qué sentir ya...

No era fácil. Cada palabra que iba saliendo de él le hacía darse cuenta también de cosas que no había visto antes; cosas que desconocía incluso. Sabía que Zer0 no era como ella. Él tenía los pies bien puestos en la tierra siempre, por lo que tenía claro que esto no era una paranoia, no obstante no podía darse el lujo de caer en crisis también, por lo que le respondió.

—Zer0... Esta sociedad no es perfecta. Ninguna lo es, pero así como tiene sus desventajas, no podemos negar las ventajas que nos ofrece. Tenemos la medicina más avanzada del multiverso, comida de cualquier rincón de la realidad, y... y...—hizo una pequeña pausa para responder e, intentar justificar los hechos de los que acababa de enterarse—, y si bien traen a los hijos de vessels aquí, y mandan a ramas a quienes no cumplan con su cuota... no eres responsable del sufrimiento de todos. No puedes salvar y ayudar a todo el mundo, desgraciadamente...

El albino pudo notar como ni ella terminaba de creerse su discurso, y ella a su vez pudo ver como él no se estaba convenciendo, por lo que decidió ser más personal.

—Zer0... Eres un buen chico, pero no puedes preocuparte de todos así. Simplemente... así son las cosas, y no hay nada que hacer. Gracias a nosotros es que toda el multiverso puede estar en armonía. Es un sacrifcio, pero es por el bien de todas las demas ramas... Somos... —improvisó—. ¡Cómo las hojas de este árbol! —observó las ramas que salían del tronco en el que estaban apoyados—. Somos diferente el uno del otro, y estaremos más juntos o más separados, pero es la unidad la que hace que el árbol, La Central, pueda respirar y vivir —dijo finalmente forzando una sonrisa al de ojos rojos.

Pensó, ahora más que nunca, en el futuro que le aguardaba a todos a los que conocía. En qué pasaría si todo seguía como iba, si nunca se hubiera enterado de nada, si siguiera bendito con la ignorancia, pero...

—Si... como las hojas de un árbol —le dio una sonrisa amplia... Ninguno de los dos supo en ese momento si el otro sabía que estaban fingiendo dicha sonrisa. Estaban aterrados. No eran más que niños y se habían encontrado con algo mucho más grande que ellos.

Zer0 no volvió a tocar el tema en los años siguientes, principalmente porque su camino fue distanciándose del de cualquiera de sus compañeros.

Había logrado su profesión soñada, pero ya no para ayudar gente, al menos no de la forma que quería en primer lugar, sino para acceder al poder más grande que La Central podía ofrecer. Seis años habían pasado, y el camino a su revolución, se iba pavimentando.

Lo último que recordaba de aquella tarde que se sentó a hablar con su amiga de la infancia, fue como esta se levantó y dijo que lo vería en la cena, no fue. Apenas quedó solo, la hoja rota del árbol cayó junto al que sería conocido "El Cuervo" años después.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top