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Los niños del mundo lloraron durante dos días enteros.
El magnate del juguete Charles Brown, había prohibido las cometas.
Le tomó años de juicios, de abogados y argumentos, pero lo había logrado por fin:
Las cometas se habían declarado peligrosas y su uso penalizado.
Pero había olvidado el fuego de la voluntad infantil, el que aún no pierde la esperanza porque apenas ha sido tocado por la decepción.
Se elevó en el aire una cometa roja.
Seguida por una azul.
Luego una verde y una rosa.
El cielo frente a Industrias Brown se llenó de colores en tan solo unos minutos.
Charles Brown derramó una lágrima. Al observar a un pequeño niño tratando de unirse a la rebelión sin poder elevar el juguete, enredándose en el hilo, e intentándolo una y otra vez.
Los colores habían revoloteado sobre su compañía por días. Y el pequeño seguía sin lograrlo.
"Qué atroz" suspiró, antes de llamar a los abogados para empezar a trabajar en el retiro de la prohibición. ¿Le tomaría años también?
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