Capítulo 1 ~ Sexy Bitch

«Las cosas pasan por alguna razón.»

—Profe, me aburro —alargué las palabras haciendo que se notara que lo que decía era la pura y desgraciada verdad.

Recliné la silla hacia atrás mientras ponía los pies en la mesa y mascaba mi fabuloso chicle de fresa. Ahora mismo estaría durmiendo encima de la mesa, estaría si no estuviera esperando un mensaje de Biel. Además, me estaba comenzando a preocupar estar en clase porque estaba entendiendo lo que el profesor Armando Bronca Segura (sí, se llama así de verdad el muy imbécil), que me da clases de Física y Química, estaba explicando, a pesar de no hacerle gran caso, y eso no era nada bueno.

—Señorita Adams, ¿podría quitar sus pies de su pupitre y atender en serio la clase?

—Claro... ¿Cómo quiere que le tome en serio con el nombre tan ridículo que tiene? —pregunté entrecerrando los ojos hacia él.

Se empezaron a escuchar risitas por toda la clase. Sonreí con gusto, me encanta ser el centro de atención.

—Señorita... —comenzó a hablar el maestro yo lo sé todo, pero en ese momento me llegó un mensaje que lo interrumpió.

—Espere un momento, me han enviado un mensaje —dije levantando el dedo índice en señal de que callara.

Abrí el mensaje, que era evidentemente de Biel, «Es la hora» ponía. Perfecto. Me levanté de mi incómodo pupitre y me dirigí a la mesa del profesor.

—Lo siento pero me voy, profe. —Saqué mi delicioso chicle, ya mascado y lleno de mis babas, y se lo pegué en la mesa. Aunque no se puede quejar ya que si se lo mete a la boca, me estaría besando indirectamente, que es lo que todos desean porque soy la mejor.

Me dirigí a la puerta dando pasos seguros.

—No se puede ir, señorita Adams —replicó el viejo. Le enseñé el dedo corazón con una sonrisa cínica en mi cara, escuchando murmullos de fondo de mis idiotas compañeros, y salí tan feliz. Sí, así era yo.

Esta salida no es digna de mí, no es nada dramática. Definitivamente, he hecho muchas mejores. Comencé a caminar con tranquilidad hasta la salida y una vez allí, de casualidad, vi la alarma de incendios. Una idea vino a mi mente y es que no estaba satisfecha de mi salida triunfal. Me acerqué a la alarma y por accidente la activé. Salí corriendo de ahí y me dirigí donde mis amigos estaban acabando un grafiti que decía «OS JODÉIS», perfecto para la situación.

—Hola, pivón. ¿Te gusta nuestro regalo para tu insti? —me preguntó Bruno, dejando un bote del spray del grafiti en el suelo.

—Es perfecto. Va, vámonos antes de que nos pillen.

—¡Peyton! —me llamó Valerie.

La miré y abrí la boca sorprendida, y eso teniendo en cuenta de que no me suelo sorprender, yo soy más de sorprender a los demás.

—Tía, ¿desde cuándo llevas el pelo morado? No hace tanto tiempo que no nos vemos, ¿verdad? —Fruncí el ceño.

Tenía que añadir que le quedaba bien ese color con su piel pálida pero antes de poder decir nada, alguien me tapó los ojos por detrás y, sin importarme, dejé de escuchar a Val. Sabía perfectamente quién era porque nadie más a parte de mi mejor amigo se atrevería a hacerme eso.

—¡Biel, quítame tus asquerosas manos de encima!

—El otro día no decías lo mismo, muñeca —dijo él, burlón, después de quitarme sus manos de encima.

No es que me importara pero, lo que dije o no dejara de decir el otro día cuando estaba ebria y él se estaba aprovechando de mí, no hacía falta gritarlo a los cuatro vientos.

—Estaba borracha, imbécil.

Comencé a caminar hacia la moto de Biel mientras que los otros iban en sus vehículos. Por desgracia yo no tenía moto, mucho menos un coche.

—Los borrachos siempre dicen la verdad. Oye, ese pantalón te marca muy bien el culo, póntelo más a menudo.

—¿Qué cojones te pasa hoy? —Me giré para enfrentarlo—. ¿Has estado fumando sin mí?

Eso tenía que ser.

—Un poco. —Sonrió de lado mientras me enseñaba su dedo índice y su pulgar prácticamente tocándose, mostrando lo poco que había fumado. O lo poco de inteligencia que tenía, quién sabe.

Olía a hierba pero, como todos la gran mayoría de veces lo hacíamos, no pude distinguirlo desde el principio.

—Cabrón —murmuré con los dientes apretados, cabreada.

—Yo también te quiero —dijo irónico—. Vamos, que llegaremos tarde.

Se subió a la moto y yo me subí detrás de él, envolviendo mis brazos alrededor de su trabajado cuerpo, pero hoy no lo iba a halagar, que se jodiera. No era la primera vez que lo tocaba, así que tampoco me sorprendía. Puso en marcha la moto y comenzó a correr a gran velocidad. Yo, como buena amiga, a ratos me ponía a hacerle cosquillas en el abdomen o le decía cosas pervertidas en su oído, haciéndole estremecer. Eso me causaba gracia, no recuerdo que ningún chico me haya hecho estremecer o sonrojar alguna vez, siempre hago que lo hagan ellos. Eso también me hace sentir mejor, cuando se trata de no sentir nada siempre gano yo.

—Cariño, ya hemos llegado.

—Deja de llamarme así —siseé—. Tienes una molesta manía de ponerme un apodo diferente cada vez que me dices algo. Me irrita mucho.

—Deja de quejarte tanto, en el fondo de tu duro corazón sabes que te gusta.

—Sí, tan al fondo que ni siquiera sabía de él. —Bufé.

Me bajé de la moto y respiré hondo. Este lugar me encantaba, siempre lo había hecho. Cuando Biel me pasó un brazo por encima de los hombros, comenzamos a caminar hacia donde estaba nuestro grupo, por así decirlo. Éramos cinco jóvenes rebeldes que no asistíamos al mismo instituto pero, si así lo hiciéramos, nos hubieran expulsado la primera semana de un montón de ellos. Hay que tener en cuenta que yo soy la más rebelde y nadie lo discute.

—Bruno, hoy participaré en las carreras. —Sonreí.

—No te atreverás —comentó Valentina, cruzada de brazos.

—Sí lo haré, y pienso ganar.

Valerie me pasó una caja de tabaco y yo saqué un cigarro antes de ponerlo entre mis labios y encenderlo.

—Me atrevo a decir que participarás pero a ganar no estoy tan seguro —dijo Bruno.

Le miré indignada. ¡Sí voy a ganar!

—¿Por qué piensas que no voy a ganar, Bruno? Soy la mejor en todo lo que hago, idiota.

—¿Te acuerdas de tu querido Dylan?

¿Quién era ese y qué pintaba en esta discusión?

—¿Dylan? No me suena.

—Dylan García, tía —exclamó Valerie.

—¿Dylan soy hijo de papá García?

Entonces creo que comencé a saber de quién hablaban. Si era quién pensaba, yo ganaría y se lo restregaría por toda la cara. Nunca nos hemos llevado bien, nunca lo haremos.

—No es hijo de papá, boba. ¿Sabes que él es igual de rebelde que tú, no?

Antes sí era hijo de papá. Vestía bien en plan rico (que no sé si era) y sacaba buenas calificaciones. Ajá, antes no se saltaba clases y tampoco era ni la décima parte de lo que es ahora. Su cambio fue muy drástico y en poco tiempo. En nuestro grupo a veces le llaman rarito, cosa que es, pero yo sigo prefiriendo ignorarlo o llamarle hijo de papá.

—¡Va a su instituto, por la madre que me parió! ¡Claro que lo sabe! —Biel dijo como si Val hubiera dicho algo del otro mundo.

¿Tienen que recordarme que Dylan va a mi instituto? No es que importe mucho pues nunca hemos asistido a la misma clase y cuando nos cruzamos por los pasillos, si es que alguna vez nos hayamos cruzado por ellos, nos dedicamos a ignorar mutuamente. No me gusta que me ignoren pero es él, dah. Tampoco podría describirlo ya que no tengo una imagen nítida suya reciente en mi cabeza, capaz me lo cruzaba y no lo reconocía a pesar de que lleve bastante tiempo siendo como nosotros, rebeldes. Expulsé humo.

—No me llames boba, eso lo eres tú. Y creo que sí es hijo su padre, no va a ser del mío. —Rodé los ojos.

—¿Por qué siempre has de llevar la razón? —Valentina me miró indignada.

Pregunta estúpida. Es evidente el por qué.

—Porque sí.

—En fin, el caso, ¿estás segura de ganar? —preguntó de nuevo Bruno.

No sé por qué me cuestionaban esto tanto, Dylan es otro chico más pero yo no soy otra chica más. Soy Peyton Adams, señores.

—Callad. Vamos para allí ya.

Y se callaron tal y como dije. A veces me pregunto cómo es que me hacían caso a mí no siendo la mayor. Pero luego recuerdo que soy la mejor en todo y que toda la gente se deja influenciar por lo que los demás dicen. Digamos que en los institutos que he asistido no he sido alumna ejemplar. Ni alumna ejemplar ni leches, por alguna razón me tuvieron que expulsar para siempre de ellos. Estoy orgullosa de ello, no miento.

—Hey, ¿qué hacéis aquí? —Todos nos giramos para ver quién había dicho eso.

—Alan, amigo mío, —Me acerqué a él y le pasé un brazo por sus hombros—, contigo quería hablar. Vosotros, —Miré a mi grupo—, cuando vuelva quiero tener lista una moto.

Comencé a caminar por la dirección en la que había venido mientras arrastraba a Alan, que no paraba de preguntarme que qué quería.

Alan no me cae mal, tampoco bien porque es del grupo de Dylan.

—Quiero hablar con Dylan.

—Lástima que él contigo no.

Tiré mi cigarro al suelo y lo pisé con fuerza.

—Lástima que me importe una mierda. Quiero hablar con Dylan, y no lo volveré a repetir. —Sonreí cínicamente para que viera que no andaba con juegos.

—O si no, ¿qué, eh?

—¿Me estás retando, imbécil?

—Tómatelo como quieras, preciosa. —Sonrió.

—Qué manía de poner apodos, por Dios... —susurré para mí. Después con voz fría dije—: Voy a hacer de tu vida un infierno, zopenco. —Le envié una mirada asesina que funcionó porque no dijo nada más que un bajo «sígueme», seguido de un gruñido de frustración por saber que era cierto, para después ir hacia donde supongo que se encontraría Dylan.

Cuando estábamos llegando a un grupo de unos cuántos chicos, Alan paró de repente haciendo que me chocara con su espalda. Y eso no me gustó, tendría que avisar antes de parar así de brusco el muy idiota.

—¿A ti que te pasa, zopenco?

Se giró para mirarme con una sonrisa y dijo:

—No todos los días chicas como tú te amenazan con hacer de tu vida un infierno y te siguen.

—Habla en cristiano —exigí, recargando más peso en mi pierna izquierda y cruzando los brazos, a pesar de saber a qué se refería. Estaba sonriendo orgullosa en mi interior.

—Déjalo, preciosa.

—No, ahora me lo vas a...

—¿Con quién hablas, Alan? —me interrumpieron. Sí, ¿lo podéis creer?

Empujé a Alan a un lado y le hice cara a quién sea que me había interrumpido. Me sonaba mucho su cara, muchísimo pero mi cabreo no me dejaba concentrarme para saber de qué lo conocía, aunque eso no era lo importante, ¡me había interrumpido el muy gilipollas!

—Supongo que sabrás quién soy y debo decirte que no has hecho muy bien en interrumpirme.

—Claro que lo sé y quiero que sepas que me da igual lo que me puedas hacer. ¿Llamarás a tus amigos? O, ¿me pegarás una bofetada? —Se intentó burlar. Intentó porque no lo iba a conseguir.

—Me sé encargar yo, y soy más de puñetazos. —Sonreí sin gracia—. Dime tu nombre.

—¿Eres tonta? —dijo Alan, al lado mío. Le envié una mirada de muerte—. ¡Es Dylan! ¿Quieres hablar con él y no sabes ni quién es? Bien podría haberte llevado con otro chico y ni te hubieras enterado. —Bufó.

Oh, claro, de eso me sonaba. Era Dylan soy hijo de papá García. Aquí estaba la muestra de que no sentía ningún tipo de interés por él.

—Cállate, zopenco.

Miré a Dylan y comencé a examinarlo con total descaro. ¿Desde cuándo llevaba un piercing en el labio? Le quedaba bien, le hacía verse sexy.

—Me gusta tu piercing. A mí me quedaría mejor, pero bueno.

Seguí examinándolo sin pudor alguno. Llevaba unos tejanos desgastados, que colgaban desde su trasero, una camiseta pegada negra y una chaqueta de cuero del mismo color. No estaba nada mal, pero no venía aquí a echar piropos al niño de papá y no lo haría.

—Eres muy creída.

—Y tú muy raro. —Me encogí de hombros, indiferente.

—Te ves sexy.

¿A qué venía eso? Qué cambios de actitud.

—Ya lo sé. Eso es porque lo soy.

—Nadie lo puede negar, preciosa —dijo Alan.

Lo miré por un momento e hice una mueca. Volví a dirigir mi mirada a Dylan.

—¿Me buscabas a mí, nena?

—No tienes mi permiso para llamarme así. Y sí, si tu nombre es Dylan soy hijo de papá García.

Escuché una risa floja proveniente del zopenco de Alan.

—Já, já, qué graciosa. —Dylan puso una sonrisa falsa.

En realidad sí soy graciosa, que él no esté de buen humor no es cosa mía. Si no fuera graciosa, su amigo no se habría reído de él,¿verdad? Verdad, no sé por qué me pregunto eso a estas alturas si siempre llevo la razón.

—Me han dicho que vas a participar en la carrera de hoy. Quiero avisarte de que yo también, así que no esperes ganar.

Ya había dicho lo que tenía que decir. Me di la vuelta dispuesta a irme con mis amigos pero me pararon desde atrás poniéndome una mano en el hombro bruscamente. Giré mi cara para verlo, enarqué una ceja.

—No ganarás tú.

Clavé mis ojos pardos en los suyos esmeraldas.

—¿Quieres apostar? —le reté.

—Apostemos.

Me daba risa, ¿de verdad creía que me podría ganar? Qué ingenuo.

—¿Qué habrá en juego?

****

Hola soy DaremySoul y este es el primer capitulo de la novela Rebeldes, espero que os guste mucho igual que ami me a encantado escribirlo. ¿Que os a parecido? ¿Os gusta como es nuestra Protagonista?¿Team Biel o Team Dylan? ¿Quien creeis que ganara Peyton o Dylan?

Muchos besis para todos 

#DaremySoul

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