16|Venganza
CAPÍTULO DIECISÉIS.
﹙venganza﹚
°
•
—¿Cómo estás, Marizza? —pregunté preocupada, entrando al baño de las chicas.
—Estoy bien, nena. Solo fue el susto del momento —contestó temblorosa. Estaba envuelta en unas tres toallas.
—Mira como estás temblando. Yo te dije que te podías caer —dijo Luna tomándola del hombro.
—Y no tenías tu flotador, tonta —estaba nerviosa, no quería insultarla, pero fue la única manera que tuve de tranquilizarme—. Luego los idiotas de Pablo y Tomás me sujetaron para que no fuera por ti.
—No creo que fuera por eso, nena —la miramos confundidas—. Porque no me caí, me empujaron.
—¿Estás segura? —preguntó Luján.
—Si, y también sé quién fue. Pablito. Era el único que estaba atrás de mí —no podía creerlo.
—Escúchame bien, Marizza. ¿Estás segura de que fue él? —le pregunté con seriedad, confiaba en su palabra.
—Por supuesto que estoy segura, Loreto. Fue el He-Man trucho ese —habló decidida.
—Yo lo mató —ni siquiera termine de cambiarme.
Estaba lo que le sigue de furiosa.
Las chicas intentaron detenerme, pero era demasiado tarde, empapada salí de las duchas, caminando con la toalla colgando de mi cuello, en traje de baño, con mi short puesto y mis sandalias, al cuarto de los chicos.
Toqué la puerta con rabia.
—¿Qué te pasa, nena? ¿Por qué tocas la puerta de esa manera? —preguntó Tomás desconcertado, haciendo que lo tirará a un lado, entrando sin pedir permiso a la habitación.
—¿En dónde está el idiota? —le pregunté al no ver a Pablo por ningún lado.
—Guido acaba de salir...
—No te hagas el gracioso, Tomás. Sabes perfectamente a qué idiota me refiero —alcé la voz acercándome peligrosamente a él—. ¿Tú sabes algo sobre la caída de Marizza?
—¿Y-yo? —preguntó nerviosamente, retrocediendo hasta caer sobre una silla.
—No me mientas, Tomás. Porque te prometo que voy a descargar toda mi ira sobre ti —lo amenace, poniendo mis manos, sobre ambos costados de la silla, acorralando a Tomás.
—N-no, nena. Te prometo que no sé nada está vez. Pablo no me dijo nada —puse mi rodilla en su entrepierna, haciéndolo sudar frío, mientras de mi cabello goteaba el agua.
—Espero que estés diciéndome la verdad, Tommy. Recuerda que me debes un favor, ¿No quieres que los chicos de la Logia te hagan la vida imposible, no es así? —lo tome del mentón, moviendo su rostro con cierta hostilidad.
—¿Por qué? ¿Tú eres parte de la Logia? —preguntó débilmente.
—No, pero sé que cada nuevo ciclo escolar escogen a un estudiante de cada año, para ser el cuidador —por supuesto que estaba enterada de la bola de imbéciles que le hacían la vida imposible a los becados—. No lo sé, tal vez podría ser yo.
—Déjame en paz, nena. Ya te dije que yo no sé nada —quité mi rodilla de su entrepierna y mis brazos de los costados de la silla.
—Tienes razón, no quiero perder mi tiempo en alguien como tú, cuando podría estar llamando a unos cuantos contactos míos —caminé a la puerta.
—¿Qué piensas hacer? —preguntó Tomás asustado.
—Dile a Pablo que lo estoy buscando —solté, abandonando la habitación.
Ese niño de papá, no sabía con quién se estaba metiendo, antes pude haber dudado sobre lo que debía hacer por culpa de mis estupidos sentimientos, pero ahora era diferente, Pablo cruzó la línea, se había metido directamente con las únicas personas que le pedí que no se metiera. Mis amigos.
Llegué a mi cuarto, quitándome el short junto al traje de baño, sacando ropa interior de mi maleta, una blusa cómoda y un pesquero, poniéndomelo todo junto.
Tomé mi teléfono de mi mesita de noche, marcando a la única persona que podía conseguir lo que yo más deseaba en este mundo.
—Bueno, ¿Quién habla? —me respondió la secretaria de Sergio Bustamante.
—Buenos dias, Margarita, soy yo, Loreto. ¿Me recuerdas? —me reconoció al instante, saludándome—. ¿El Señor Intendente está muy ocupado? Es que me gustaría hablar con él.
—Dame un momento —me dejo en espera unos treinta segundos, antes que el mismísimo Intendente de la ciudad, respondiera a mi llamada.
Hablamos un poco Sergio y yo, él preguntando constantemente sobre cómo iban las cosas entre su hijo y yo, mientras yo evitaba darle más información de la necesaria, pues tenía algo planeado para cuando vinieran personalmente los señores Bustamante.
—Me encanta charlar contigo, Loreto, pero te conozco, ¿Qué necesitas?
—Bueno, como usted ya debe estar enterado, pues el Vacance Club está a punto de terminar y las vacaciones de verano están por empezar. He notado que Pablo está muy raro últimamente —hablé fingiendo ilusión—. Creo que se me propondrá está misma noche.
—¿En serio? Que buena noticia. Me alegro mucho por ustedes, ¿Y se puede saber que planeas contestarle? —deje escapar un pequeño jadeo de tristeza—. ¿Qué sucede? ¿Mi hijo hizo alguna otra estupidez?
—¡No! —exclamé—. No, Sergio, nada de eso. Es sobre mí —esta era mi oportunidad—. ¿Usted sabe algo sobre mi mamá?
—Por supuesto. Está en Chile, firmando con unos proveedores.
—Bueno, me da mucha vergüenza decirle esto, pero hace dos semanas que no se nada de ella, no contesta mis llamadas y mi papá dice que está muy ocupada en el trabajo —si había una persona en el planeta que pudiera traerme a mi mamá, ese sin duda era el padre de Pablo—. Usted sabe cómo somos las mujeres cuando se trata de nuestras madres, las extrañamos mucho.
—Lamento mucho escucharte decir eso, pero no sé si yo pueda hacer algo al respeto, Loreto —sus palabras me desanimaron.
—No sé preocupé, Señor intendente, solamente me siento mal por no poder corresponder los sentimientos de Pablo de la misma manera, por toda esta tristeza que siento por no poder ver a mi mamá —deje escapar un suspiro desalentador.
—No digas eso, Loreto —habló rápidamente—. Déjame ver qué puedo hacer —propuso al instante, haciéndome sonreír.
—De acuerdo, lo espero a usted, a su esposa y a mis padres está noche, quiero que estén presentes en tan especial momento —y antes de que pronunciará otra palabra, colgué la llamada, apagando el teléfono.
No me hice muchas ilusiones, sabía que mamá era una mujer ocupada, no cualquiera podía hacer que se desatendiera sus obligaciones en el trabajo, pero prefería intentarlo con algo tan absurdo como lo era este plan de venganza para que el Señor y la Señora Bustamante vinieran a ver lo que estaba haciendo su hijo, que con suerte traería a papá y eso sería suficiente para terminar con este estúpido compromiso de una vez por todas.
Salí del cuarto en busca de Marizza, sabía que no se quedaría de brazos cruzados, apostaba mi brazo derecho a que ahora debía estar buscando a Pablo con un palo en la mano, o peor, ya lo había encontrado y le había reventado el palo en la cabeza, y por más que se lo había buscado prefería yo hacer algo al respecto, Pablo podía a llegar a dar mucho miedo enojado.
—¡Luna! —llamé su atención. Se notaba preocupada—. ¿Qué te pasa? No me digas que esos imbéciles también te hicieron algo a ti.
—No, no me hicieron nada. Lo que pasa es que estoy muy preocupada por Marizza —dijo Luna temblando.
—¿Qué pasa con Marizza? —pregunté, abrazándola.
—Fue a vengarse de Pablo —no me sorprendió, Marizza era ese tipo de chica que se cobraba por todo lo que le hicieran—. Loreto, tengo miedo, si Pablo fue capaz de lanzarla al agua en mar abierto, no quiero pensar lo que podría hacerle aquí en tierra firme.
—Escúchame, Luna. No dejaré que Pablo le toque un solo pelo a Marizza —traté de tranquilizarla—. ¿Dónde fue la última vez que viste a Marizza?
Me apunto por un camino rocoso, como un pequeño rio de rocas. Le agradecí, corriendo con el corazón latiendo a mil por segundo, lo que menos quería era encontrarme con una escena de terror, de Pablo tirando a Marizza por un precipicio.
Entonces encontré a Marizza.
—¡Marizza! ¡Qué bueno que te encuentro! —exclamé de la alegría—. ¿Cómo estás? Dime por favor que no te encontraste con Pablo.
—¿Pablo? ¿Dónde? ¿Está aquí? —preguntó mirando a todos lados.
Estaba asustada.
—No, Marizza. Pablo no está aquí —contesté tranquilizándola—. ¿Qué pasa con Pablo? —Marizza desvío la mirada—. ¿Qué pasa con Pablo, Marizza? —pregunté impaciente, pero ella solo se quedó callada—. Por favor dime qué te hizo aquel imbécil. No tengas miedo, él es un chico de muchas palabras, pero poca acción. Son amenazas vacías, no tienes por qué preocuparte.
—Estoy cansada, quiero irme a acostar —me dejo con las manos al aire y con las palabras en la boca.
Quería matar a Pablo, pero me conformaba con encontrarlo y darle un buen golpe, una cachetada, una patada baja, lo que fuera con tal de provocarle mucho dolor, solamente quería que sintiera el mismo miedo que le había provocando a Marizza como para que saliera despavorida de este lugar.
Lo busqué por todos lados, pero fue inútil, no lo encontré por ningún lado, seguramente había vuelto al hotel, por lo que cuando estaba de regreso, me encontré con Pilar.
—¿Has visto a Pablo, Pilar? —le pregunté tranquilamente, no quería que se enterará de la razón por la que lo estaba buscando.
—¿Me estás hablando a mí? —asentí confundida—, pensé que me odiabas por haber malentendido tus señas y cubrirte de Vico.
—No te preocupes, estamos a mano. Yo estaba fingiendo besar a Pablo para que no fueras a buchonear a Pablo con tu papá —estaba dispuesta a contarle la verdad—. Ahora me arrepiento de no haberlo dejado solo en la piscina, para que lo encontrarás borracho cantando tirado en el suelo.
—No, yo nunca los traicionara a ustedes de esa manera, te lo prometo, Loreto —negué con la cabeza.
—No te preocupes, Pilar. En verdad, confío en que no lo hiciste de mala manera —la tranquilice poniendo una mano sobre su hombro.
—Que bien, bueno, no he visto a Pablo, desde que nos subimos a la banana —asentí cansada—. ¿Qué es eso que flota en el agua?
Giré sobre mis talones, poniendo mi mano sobre mi frente, tapando el sol, viendo lo que parecía ser una guitarra, nos acercamos a la orilla del pequeño lago, adelantándome a tomar la guitarra entre mis manos.
—Es de Pablo —dije desconcertada.
Le tiré el agua que había dentro.
—¿Quién pudo haber hecho esto? —preguntó Pilar en voz alta.
El nombre de Marizza paso por mi cabeza. Entonces comencé a atar cabos sueltos, Marizza había tomado la guitarra de Pablo y debió haberlo amenazado con decir la verdad, tiró la guitarra al agua y Pablo debió haberla amenazado por haber tirado lo más preciado para él.
Tomé a Pilar de la mano, dejando aquel extraño lugar, convenciéndola de quedarme con la guitarra. Una vez en mi cuarto, me dediqué a sacarle toda el agua que le quedaba dentro. La seque con una toalla y luego con una secadora de cabello. Por último solo quedaba ver si funcionaba. El único detalle era que no sabía tocarla, pero me sabía los acordes del Do Re Mi Fa Sol La Si Do.
—Estoy segura de que Pablo se alegrará de saber que su guitarra todavía funciona —dije con una sonrisita triunfante, hasta que caí en cuenta de la semejante estupidez que había hecho.
Eres una completa tonta, ¿Cómo le voy a arreglar la guitarra a un simio que trato de ahogar a mi amiga? Era simplemente increíble.
Tomé la guitarra entre mis manos, dispuesta a romperla en mil pedazos y mandársela por correspondencia con una nota que diría más o menos lo siguiente: “Esto te buscas, por meterte con mi mejor amiga”.
Lo iba a hacer, no podía flaquear ahora. Cuando deje caer la guitarra al suelo, me tomo un dos segundos detenerme antes de que tocara el piso. Tire la guitarra en la cama, acostándome a un lado de ella mirándola con repudio, de verdad era una idiota por no poder defender a Marizza como se lo merecía.
Lancé la guitarra al suelo, preparándome para la cena de esta noche, estaba segura de que el Señor Bustamante no tardaba en llegar, acompañado de su esposa y mi padre. Esto sería simplemente memorable.
Me puse una camiseta blanca abotonada de manga larga con los hombros al descubierto, con unos pantalones de mezclilla ajustados, de accesorios un brazalete y un collar con decoración de estrellas y unos aretes plateados en forma de planeta con una perla colgando.
Todavía no me decidía qué hacer con la guitarra por lo que la patee dejaba de mi cama, saliendo con dirección al comedor, donde pude ver a Pablo tomando del hombro a Marizza.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunté alzando la voz, llamando la atención de todos en el comedor—. ¿Se puede saber que necesita un simio como tú, tocando el hombro mi amiga personal?
—N-nada, Loreto —habló nerviosamente.
—Muy bien, porque yo necesito que me aclares una cosita que un pajarito me contó —me acerqué quitando su mano del hombro de Marizza—. Este pajarito jura haberte visto empujar a Marizza del inflable.
—¿Vos le dijiste, nena? —preguntó molestó, tomando a Marizza de la camisa del cuello, haciendo que me pusiera entre los dos.
—Como se nota que te está empezando a fallar el cerebro, con esa forma de actuar, acabas de confirmar lo que me dijeron —Pablo estaba molesto.
—¿Y qué? ¿Tu amiguita personal ya te fue con el chisme de que la amenace? —preguntó a la defensiva.
—No fue necesario, te conozco como la palma de mi mano, idiota —podía imaginar el humo saliendo de las orejas de Pablo por el enojo—. Espero que asumas las consecuencias de tus actos, Pablito.
—¿Qué me vas a hacer, nena? —preguntó, retándome.
—Loreto —escuché una voz femenina, pronunciar mi nombre.
—M-mamá —pronuncié nerviosa, ignorando completamente a Pablo por ir a abrazar a mi mamá—. Estás aquí. En verdad estás aquí.
—Sergio me llamo, me dijo que mi hija me necesitaba —la volví a abrazar—. Perdón por no poder contestar tus llamadas, ¿Estás enojada conmigo?
Negué repetidas veces con la cabeza.
—Te extrañé mucho, mamá —le confesé, limpiándome las pequeñas lágrimas traicioneras.
—Hola, mi amor —me saludo mi papá, poniendo su mano sobre mi hombro y abrazando a mamá por la cintura.
—Hola, papi —hablé nerviosamente.
—Papá, mamá, ¿Qué hacen acá? —preguntó Pablo desconcertado.
—Vinimos a darle una sorpresa a Loreto, además no queríamos perdernos de tu declaración —dijo Sergio Bustamante, recordándome porque los había reunido a todos en este preciso lugar.
—¿D-declaración? Pero, ¿De qué declaración hablas? —preguntó Pablo, asustado.
Marizza aprovecho el momento y salió disparada fuera del comedor, cosa que lamenté porque quería que estuviera presente cuando le hiciera pagar a Pablo por todo lo que le hizo.
—Bueno, como ustedes ya sabrán, Pablo y yo tenemos ese extraño compromiso que dice que debemos estar juntos y un montón de cosas más, ¿No es verdad? —Sergio y papá asintieron lentamente—. Créanme que me duele desde el fondo de mi corazón hacer esto, pero la felicidad de Pablo es importante para mí.
—¿Qué está pasando aquí, Loreto? —preguntó papá confundido.
—Pablo tenía mucho miedo de decirles esto, porque pensaba que se iban a molestar, pero por eso estoy yo aquí para darles la cara por él —caminé hasta donde se encontraba Vico y la tome de la mano poniéndola a un lado de Pablo—. Vico es la nueva novia de Pablo.
—¿Me puedes explicar que es todo esto, Pablo? —preguntó Sergio Bustamante, con un tono de voz serio.
—N-no, papá. No es cierto. D-déjame explicarte —detuve a Pablo antes de que abriera la boca.
—Sé que estás asustado, pero déjame hacer esto por ti —dije tomándolo de las manos—. Aunque me duela decir esto, por el gran amor que le tengo a Pablo. Es por ese mismo amor que vengo aquí a dar la cara por él —dije en un tono de voz melancólico—. Mis sospechas fueron ciertas desde el principio, Pablo se cansó de esperar y comenzó a salir con otras chicas.
—¿Es verdad lo que está diciendo Loreto, Pablo? —preguntó Mora con decepción.
—No es cierto, mamá, papá, yo...
—No tienes que seguir mintiendo, Pablo. Eres novio de Vico desde hace tres días, antes de que nos subiéramos al autobús que nos trajo aquí al Vacance Club —odiaba hacer esto en frente de mamá, pero no podía retractarme—. Ustedes son testigos del gran amor que siento por Pablo y la verdad me lastima verlo otra mujer, pero comprendí que si amas a una persona debes dejarlo ir.
—¿Vos sos la novia de Pablo? —preguntó mi padre con un semblante serio.
—Sí, soy yo —contestó Vico con vergüenza. Pablo trato de callarla, pero era demasiado tarde.
—Vos lo que eres es un tarado. Lo único que me faltaba, mi hijo siendo un poco hombre... —Sergio se acercó peligrosamente a Pablo, a lo que Mora lo detuvo.
—Por eso mismo, Pablo no quería decírselos. Porque sabía que se iban a enojar con él —me puse en medio de Sergio y Pablo—. No quería seguir fingiendo enfrente de ustedes, porque no quería ver lastimada a una mujer —tomé la mano de Vico—. Deberían conocerla, es increíble.
—¿Estás bien, Loreto? —me preguntó directamente mi madre, ignorando las inconformidades de todos.
—Solo quiero hacer una última cosa, esperen un segundo —y para rematar, corrí a mi habitación para tomar la guitarra abajo de mi cama y regresar al comedor—. La encontré tirada en el agua, supongo que al final decidiste tirarla, pero sabía lo importante que era para ti, entonces le saqué toda el agua, limpiándola de adentro hacia fuera.
—Toma la guitarra, Pablo —habló Sergio enojado—. Espero que esto te recuerde a la maravillosa chica que es Loreto.
—No es cierto, papá. Señor y Señora D'Amico, por favor, créanme —habló en un hilo de voz.
—¿Te quieres ir? —me preguntó mamá, ignorando las súplicas de Pablo.
Mire por última vez a Pablo dedicándole una sonrisa triunfante, cosa que lo hizo enojar, gire la cabeza viendo a mamá y asintiendo lentamente.
—Espero que tu hijo sepa muy bien lo que está haciendo —amenazó mi padre, tomándome del hombro—. Con permiso.
—Lorenzo, amigo. Por favor, espera un momento. Hablamos —Sergio trato de detener a mi papá, pero él lo ignoro.
Nos subimos al auto y nos fuimos del lugar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top