Un nuevo comienzo.
Debía de ser una trampa, Rebecca Chambers lo presentía. Había recibido esta mañana una invitación poco convencional de su amigo, Chris Redfield, para que asistiera a la cena que ofrecería su hermana menor, Claire, para celebrar que el año terminaría. Pero el departamento que supuestamente le pertenecía a la menor de los Redfield, estaba en absoluto silencio. Incluso podría asegurar que también los demás departamentos estaban vacíos. Las perillas de cada uno estaban cubiertas de polvo, dando la impresión de no haberse girado desde hace mucho tiempo.
Podría irse y olvidarse del departamento N. 23, situado a las afueras de la ciudad de New York, pero no lo hizo. Necesitaba quedarse, descubrir él porque había sido citada ahí. Giro la perilla que, casualmente, era la única que se encontraba limpia, brillante, y abrió la puerta. Como lo suponía, la habitación estaba a oscuras y en completo silencio. Aterrador. De su abrigo verde oliva, saco el cuchillo de combate que utilizo en la mansión Spencer en el año 1996.
En el momento que ella dio un paso dentro del departamento, la puerta automáticamente se cerró. Rebecca presentía que algo así podría ocurrirle, incluso llego a pensar que de las sombras saldrían para atarla y amordazarla. Pero eso no ocurrió. Simplemente una vela se encendió. Lo supo al observarla a través de un espejo colgado en la pared. Rebecca presintio que no se trataba de una vela ordinaria. Era rojiza, elegante, exclusivas para cenas románticas en los restaurantes más caros de la ciudad de New York. Estaba encima de un mantel blanco brillante qué, podría jurar, a pesar de la distancia que los separaba, que la textura era suave, como la seda que alguna vez pudo tocar y apreciar.
-Me alegra que haya decidido a entrar, profesora Rebecca Chambers.
Esa voz.
Rebecca lo observo a través del espejo de manera incrédula y temerosa. Era Glenn Arias, el último hombre que debió enfrentar para que la desgracia y la destrucción no se esparcieran por la ciudad de New York, hace alrededor de tres años. No se explicaba cómo Glenn había logrado poseer nuevamente su forma humana, varonil. Su cabello, blanco con algunos mechones oscuros que lo hacían parecer más viejo de lo que debía de ser, estaba perfectamente peinado, cuidado, y resplandeciente gracias a la intensa luz de la vela rojiza. Sus ojos, de un verde claro, como dos apetecibles dulces de menta, la analizaban de arriba abajo con una evidente satisfacción. Sus labios delgados, finos, y de un tono más oscuro que su piel débilmente bronceada, y un cuerpo fuerte y resistente.
-¿Cómo…cómo es posible…
-¿Cómo es posible que me haya regenerado?-Glenn formulo la pregunta que Rebecca no pudo terminar. Lo hizo porque se percato que ella estaba alucinada por su inesperada presencia, incluso imagino que ella terminaría desmayándose de la impresión de volver a verlo. Y él hubiera preferido que fuera así. Solo así hubiera obtenido más tiempo para admirar su belleza y el inexplicable parecido que tenía con su antigua esposa, Sara. Para acariciar suave y lentamente su diminuto cabello castaño y la suavidad de su piel blanca y algunos otros lugares que un hombre no debería de tocar ni admirar sin la autorización de la dama en cuestión-No es necesario que usted lo sepa, profesora. Mejor acérquese, y disfrute de mi compañía.
Ella no se movió.
-Si no se acerca, ni hace todo lo que yo le ordene, en este momento esparciré lo que ha quedado del virus-A en la ciudad. Y, esta vez, Chris Redfield no podrá detenerme.
Rebecca dejo caer su único medio para defenderse al suelo, como si Glenn se lo hubiera ordenado. Lo hizo porque sabía que sería inútil intentar defenderse. Después, dio el primer paso hacia adelante, observando con impotencia a su captor. Lo hacía porque creía en su amenaza. Habían pasado tres años desde que creían que Glenn había muerto. Tiempo suficiente para poder continuar con sus planes de querer vengarse.
Se detuvo a varios centímetros de él, lo suficiente para esquivarlo si quería volver a colocarle el anillo de su difunta esposa, o algo peor: cambiar su brazo por el brazo zombie de Sara. Pero ninguna de esas dos opciones ocurrió. Tomo su mano, si, pero para depositar en ella una copa que contenía vino. Un vino que, a juzgar por su comprador, Glenn Arias, debía de ser de la mejor calidad. Su color, rojo purpero, le parecía hermoso, elegante y apetecible.
-No he salido de las sombras en las que me he ocultado desde hace mucho tiempo para volver a hacer daño-Confeso, tomando también una copa. Rebecca no se había percato de que estaban ahí porque la mesa circular las escondía. Aguardaban en un carrito que se usaban comúnmente en los restaurantes para transportar los platillos-Solo quiero pasar un rato agradable con usted-Le dirigió la mirada. Una mirada dulce, como si ella fuera la dueña de su corazón-Usted me recuerda a mi amada, Sara. Y me haría usted muy feliz si brindara conmigo, como lo hacía Sara cuando celebrábamos que estaríamos juntos otro año.
El alzo su copa, observándola con ilusión, una ilusión que Rebecca no quería desvanecer. Nunca se lo dijo a Chris, pero Rebecca sentía lastima por el triste final de Glenn Arias. Recordó el breve momento que lo vio en el suelo, siendo un monstruo consumido por el odio y la venganza, cogiendo con fuerza su anillo de matrimonio, no pudiendo evitar Rebecca soltar una lagrima. Ella se decía así misma que se debía a que ella era una romántica que aun creía en los romances de Romeo y Julieta. Eso, era lo único que aún conservaba de su antigua vida, cuando era una enfermera más que intentaba ganarse la confianza de su equipo. Antes de que la corporación Umbrella arruinara por completo su vida.
Cualquiera que la viera ahora, pensaría que se había vuelto loca e inclusive una maldita traidora, pero no le importaba. Solo quería que Glenn fuera dichoso por un breve momento. Tal vez, así, pudiera vivir en paz de ahora en adelante. Alzo su copa, haciendo un esfuerzo para que quedara a la misma altura de la de Glenn, sonriéndole sinceramente.
-Por un nuevo año-Exclamo Rebecca, deseando con sinceridad que así fuera. Glenn era inteligente, apuesto y elegante. Fácilmente podría empezar una nueva vida fuera de la ciudad y dejar atrás el rencor y la venganza. Podría ser feliz, como siempre quiso ser.
-Por un nuevo año…Rebecca-Exclamo Glenn, despidiéndose de su amada, Sara, y de su terrible pasado del cual solo él había sido culpable. Ahora lo entendía, y estaba dispuesto a dejarlo atrás para empezar una nueva vida, una en la que Rebecca pudiera ser su amiga, su guía, para ser una buena persona, un nuevo ser.
Las dos copas hicieron un breve tintineó al chocar y, a continuación, los dos se llevaron su respectiva copa a sus labios que esperaban ansiosos de sentir su delicioso contenido. El sabor para ambos era exquisito, embriagador, de lo mejor que habían probado desde hace mucho tiempo. Y, al observarse y sonreírse mutuamente, escucharon a lo lejos, los fuegos artificiales que daban la bienvenida al siguiente año.
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