Capítulo 27
Los días fueron transcurriendo con normalidad, y disfruté de mis amigas, hasta que llegó el momento en que Rita tuvo que marcharse de regreso al campo. Realizamos una última salida, solo las tres, pero en lugar de un club, fuimos a cenar a un restaurante de comida rápida, al cine y pasamos un par de horas en el parque, recordando viejos tiempos.
Evité mencionarle a Darcy lo ocurrido, sentía que no me correspondía hacerlo, e hice lo posible para que Rita no se sintiera incómoda o avergonzada conmigo, tratándola igual que siempre, lo que logró darle la confianza de que todo estaba bien entre nosotras. El mensaje que Elías me había enviado aquella noche lo respondí con el emoji de una carita riendo a carcajadas con lágrimas, y ese fue el final de todo, no volví a tocar el tema.
Sentía que era tiempo de avanzar.
Pasaron los días, semanas hasta que de la noche a la mañana habían pasado dos meses, sin ninguna novedad. Los encuentros con Caín siguieron, con la diferencia de que además de coger debía escucharlo quejarse una y otra vez de su, según él, incompetente secretaria. Quien a mí me caía cada vez mejor, y por decírselo, terminé atada a una cama de hotel como castigo.
«Y decía que no éramos amigos para hablar de problemas personales... hipócrita»
Pero el karma había tocado a su puerta, de eso estaba segura, ya que al final resultó que la chica estaba embarazada (no era tan inocente como creí) y eso le impedía despedirla pese a la gran metida de pata que cometió al aceptar como socios a H&J, esos bastardos eran lo peor del gremio.
En fin, la tensión sexual que existía entre ellos, y no querían reconocer, era lo que más me resultaba excitante, y cuando se me presentó la oportunidad no dudé en ofrecerles un trío para aumentarla, y atizar las llamas.
Qué hermosa fantasía sexual me habría resultado ver cómo se comportaban en la cama, así como saber qué tan intensa y lujuriosa podría llegar a ser una mujer embarazada. Tenía esa curiosidad luego de que Darcy nos contara su experiencia.
Pero al final no cedieron, ambos se hacían del rogar, incluso entre ellos.
En casa nada nuevo ocurría; la abuela estaba bien, aunque pasaba mucho tiempo fuera, en los dichosos retiros espirituales. Mi adorado Leo seguía creciendo, y papá... siempre metido en sus asuntos. No volví a saber de la chica que se suponía cortejaba, lo que me dio a entender que, en definitiva, tenía razón; no planeaba llegar a nada serio con ella y solo la estaba utilizando.
Creí que el saber que no estaba en un error me haría sentir satisfecha, pero en realidad sentía pena por ella, ya que ese día se le vio muy ilusionada con Héctor Stain.
«Pobre ingenua»
«Malditos hombres»
Y hablando de ellos, debía mencionar a mi intrigante prometido, con quien no hubo ni la más mínima novedad. El beso fugaz de aquella noche fue la única muestra de interés sexual que presencié, y no lo repitió por creer que se había "sobrepasado", pese a que le dije que no fue así. Solíamos salir a citas, pero ya todo era monótono, al punto en que poco a poco fui perdiendo la esperanza de que llegásemos a algo más, el tipo era imposible de seducir, así que en su lugar fuimos creando una especie de amistad.
Lo conocí un poco más, era bastante bromista en ocasiones, pero muy atento al momento de complacer mis caprichos. Sabía escuchar, aunque eran escasas las cosas que le contaba, y no me presionaba en nada. Era muy inteligente y responsable al momento de manejar sus negocios, así que no me sorprendía que hubiese logrado acumular una fortuna.
Y ese fue el Elías Odell que conocí en el transcurso de once meses.
—Creo que será una gran oportunidad, nos veo creando una residencial de alta alcurnia en ese lugar. El lote está barato, aun así, será una inversión muy costosa construir las viviendas, pero estoy seguro de que valdrá la pena.
Fruncí ligeramente el ceño, y le presté total atención a la conversación que papá mantenía con Elías, mientras nos encontrábamos en su casa para desayunar como "familia", dado a que en un par de meses seria oficialmente su esposa. Incluso la abuela estaba presente.
—Te aseguro que será todo un éxito, y llevará a BC Stain Company a otro nivel.
—No estoy de acuerdo —me atreví a hablar, ganándome una mirada carente de humor por parte de mi progenitor. —. Ese sector no es una buena opción, papá, por muchas razones.
En resumen, mi padre estaba convencido de que podría construir una residencial de elite en una enorme propiedad ubicada entre dos barrios sumamente peligrosos, dominados por las maras. No por nada se la ofrecían un precio tan accesible.
—Rebeca... —dijo con advertencia.
—Papá, invertirás mucho dinero construyendo casas de lujos, y al final nadie de la alta alcurnia querrá mudarse a ese lugar. Será dinero desperdiciado. En su lugar, puedes construir viviendas rurales a precios accesible para personas que han nacido y crecido en esos lugares. Esa es una mejor opción; puedes concederles la oportunidad de pagar a plazos, lo cual hará que haya más movimiento comercial, ya que el cliente podrá adquirirlas sin descapitalizarse en corto plazo. Muchos se animarían a comprar, te lo aseguro.
Una carcajada llena de sarcasmo brotó de sus labios, mientras negaba con la cabeza.
—Soy yo quien sabe —su sonrisa se desvaneció, y endureció su expresión mientras se inclinaba ligeramente hacia mí. —. Llevo años en este negocio.
—Mas, sin embargo, te equivocas. —respondí en un acto de osadía.
—Rebeca, ¿qué demonios pasa contigo? —golpeó la mesa, en un ataque de ira, provocando que tanto la abuela como yo nos sobresaltáramos. —. ¡Cierra la maldita boca!
—¡Señor Stain! —la voz de Elías, con un tono de reprehensión, resonó en aquel espacio. —. Le rogaré no volver a levantar la voz en mi hogar, mucho menos gritarle de esa manera a mi prometida y futura dueña de esta casa.
Sus palabras retumbaron en mis oídos, y el tono tan serio e imponente que utilizó para dirigirse a mi progenitor, defendiéndome con tanta vehemencia, me erizó la piel. Giré el rostro en su dirección, sintiéndome un tanto desencajada, y me estremecí al notar la postura firme tan imponente que había adoptado su cuerpo, en tanto mirada a mi padre con mucho enojo.
Tragué saliva, sintiéndome un tanto nerviosa por la tensión que había provocado por no poder mantener la boca cerrada.
—Señor Odell... —papá intentó no lucir intimidado, aunque sí lo estaba. —. La relación entre mi hija y yo...
—Sus ideas están equivocadas, Monsieur —lo interrumpió. —. Nadie de la alta alcurnia, como usted los llama, querrá mudarse a un barrio de mala muerte por más barato que les resulte. Lo primero en qué pensarán será en el dinero a pagar a los mareros extorsionadores, y eso sin contar el hecho de que todos los supermercados, restaurantes y centros comerciales a los que están acostumbrados estarán muy lejos. Ellos preferirán pagar una gran cantidad de dinero a vivir aislados. Ma Chére tiene razón, y su idea es más factible que la suya; es mejor construir para las personas que ya están acostumbradas a ese lugar.
El corazón me dio un salto y luego comenzó a latir tan rápido, que podía oírlos resonar en mis oídos, al mismo tiempo en que un escalofrío recorría mi cuerpo. Y, una sensación un tanto abrumadora me revolvió las entrañas, una vez que vino a mí la sorpresa de que mi idea había sido tomado en cuenta por él.
Era la primera vez que alguien me daba la razón, y joder, se sentía muy bien.
—Puede tomarse un tiempo para pensarlo, Monsieur, y si decide aceptar la sugerencia, estaré feliz de invertir en su proyecto.
Elías se giró para verme, antes de torcer una cálida sonrisa que hizo mis piernas temblar. Estiré la mano por debajo de la mesa para tomar la suya en un gesto de agradecimiento, mientras mordía mi mejilla interna para no devolverle el gesto, porque sabía que eso solo avivaría el enojo de mi padre.
—Ya llegó la comida —la abuela dio una palmada, intentando terminar de una vez que el incomodo momento, y cortar la tensión que era casi palpable. —. Es hora de dejar de lado los negocios y disfrutar.
Desvié la mirada del rostro de Elías una vez que un característico aroma inundó mis fosas nasales y mi cuerpo vibró de emoción al divisar una torta de limón entre el montón de comida que los empleados colocaban en la mesa. Mi primer instinto fue dirigir la mirada hacia mi padre, siendo este el peor error de mi vida, ya que me encontré con aquella expresión de enojo que siempre había logrado intimidarme desde que era una niña.
—Señorita Stain, ¿qué le sirvo? —me preguntó una de las empleadas.
—Avena. —pedí, intentando evitar que se desatara la tercera guerra mundial en casa.
Porque en realidad, no estaba de humor para pelear con Héctor Stain.
Una vez que todos tenían su desayuno servido, comenzamos a comer en completo silencio. Era realmente incómodo. Comía pequeños bocados de avena, mientras sentía el estómago gruñirme, suplicando por algo más de lo mucho que había en la mesa, pero no me atrevía a ceder a mis deseos.
—Chére —alcé la mirada luego de escuchar la voz de Elías, y una vez me giré para verlo, abrí los ojos de par en par, pasmada, al encontrarme una cucharada del pastel de limón a centímetros de mi boca. —. Debería probar esto y darle el visto bueno. Fue hecho por la cocinera, con la receta de su abuela, cuya elaboración fue supervisada virtualmente por ella.
«Carajo... Elías, ¿qué haces?»
Observé de reojo a mi padre, notando que tenía el ceño fruncido en confusión, y posteriormente a la abuela, quien había agachado la cabeza para ocultar su sonrisa traviesa, entonces me volví hacia Elías, quien tenía una expresión sugerente mientras me ofrecía aquella ración.
¿En serio había hecho que alguien se aprendiera la receta de la abuela, por mí?
—Y-Yo... —titubeé. —. Creo que...
—Es su favorito, no se contengas. —dijo, acercándolo un poco más.
La nariz se me inundó del delicioso aroma, y mi boca se hizo agua, mientras veía con deseo la pequeña porción, saboreándola en mi mente. No me resistí más, y entreabrí los labios para poder ingerir aquel sabroso pastel de limón, cerrando los ojos al momento de disfrutarlo.
Joder, estaba delicioso, como si lo hubiese hecho ella.
—Tienes que comer más, Chére.
Elías continuó dándome bocado tras bocado, alimentándome como si fuese un bebé, y no me resistí, perdida en el exquisito sabor que inundaba mi paladar, disfrutándolo a detalle. Emitía leves y casi inaudibles gemidos, mientras saboreaba cada porción, y escalofríos recorrían mi cuerpo. Para mí, comer aquel postre y uno que otros alimentos prohibidos por la estricta dieta, me era casi tan placentero como el sexo. Y Elías parecía saberlo, ya que no escatimaba en hacerme comer algo más durante nuestras citas.
Me encantaba... lo adoraba, y no me refería solamente a la comida. Aquel hombre era adictivamente tierno y atento; si tan solo pudiera tomar sus cualidades y el lado salvaje de Caín Sloan, seguramente formaría al hombre perfecto para mí... alguien capaz de complacerme en todos los sentidos.
—Elías, te ruego que disculpes a mi padre. Te aseguro que él no siempre es así —me atreví a hablarle buscando abogar por mi padre, mientras caminábamos por su patio trasero, luego de desayunar. —. Por favor, no lo tomes personal.
Él se limitó a asentir con la cabeza, y tomó mi mano mientras avanzábamos por los jardines.
—Chére, me gustaría pedirle que me acompañe a un viaje —me dijo de pronto. —. Será una semana de vacaciones, solo usted y yo.
«¿Vacaciones? ¿Solos? ¿Sin guardaespaldas?... Interesante»
Seguramente la idea no le gustaría en lo absoluto a Ander y Maura, quienes no perdían una oportunidad de mostrarme el desagrado que sentían hacia mí, cada vez que nos veíamos.
—Estaré encantada. —esbocé una sonrisa.
—Iremos a la playa.
—¡La playa! —solté su mano y me posé frente a él, haciéndolo frenar. —. ¿De verdad?
Amaba la playa, amaba el sol, la arena y los sensuales bikinis que podía utilizar. Carajo, era lo mejor de la vida. Llevaba muchos años de no ir, y realmente lo extrañaba. Aunque, si lo pensaba, lo mejor de las vacaciones sería poder verlo sin su característico traje formal.
Moría por apreciar su cuerpo.
Elías asintió con la cabeza, antes de tomar mis manos y guiarlas hacia sus labios para besarme los nudillos.
—Me encanta el brillo en su rostro cuando algo le emociona —declaró, acortando el espacio entre nosotros, al mismo tiempo en que guiaba mis manos hacia su pecho. —. Le prometo que velaré porque nunca se apague.
Abrí los ojos de par en par, viéndolo con sorpresa ya que no esperaba una declaración como aquella, y no supe que decir, por lo que solo me limité a sonreír, antes de estirarme hacia él para dejar un tierno beso en su mejilla... por primera vez sin segundas intenciones, ni fines sexuales.
Al final, comenzaba a acostumbrarme a la relación "amistosa" que habíamos formado, y me sentía cómoda con ella, debido a que tenía a Sloan para satisfacer mis necesidades con su salvaje desenfreno. Aunque de vez en cuando no podía dejar de pensar en cómo sería Odell en la cama, incluso mientras cogía con Caín.
Era imposible no hacerlo, tratándose de un hombre tan apuesto, pero lastimosamente anticuado. Él no dejaba de despertar mi curiosidad.
Una vez que llegó el momento de partir, nos despedimos de Odell y abordamos el auto para volver a casa. Me senté junto a la abuela en la parte trasera, mientras papá ocupaba el asiento del copiloto.
El silencio que predominaba en aquel reducido espacio era ensordecedor, y la tensión casi palpable... había desatado la ira de mi padre, y en aquel momento me aplicaba la ley del hielo que tanto odiaba.
Llegamos a casa, y los tres bajamos en la entrada, para que el chofer pudiera ir a estacionar el auto. La abuela comenzó a avanzar hacia la entrada, y yo me dispuse a seguirle, cuando de pronto sentí que me tomaban del brazo con firmeza, obligándome a detenerme.
—¿Es acaso tu maldita misión en la vida humillarme? Se suponía que debías apoyarme ahí. —prensó la mandíbula.
—P-Papá...
—No creas que el que ese tipo te dé la razón significa que la tengas, solo está embelesado contigo. Es un idiota que piensa con el pene.
—No es así —rebatí, tomando valor y tirando de mi brazo para obligarlo a soltarme. —. A diferencia de ti, papá, Elías no ve a las mujeres como un simple objeto para pasar una buena noche, llenándolas de palabras vacías.
Aquel era un evidente reproche, por lo de la chica del otro día.
—Tu proyecto no es para nada rentable, papá. Perderás millones.
Él inhaló profundamente con una expresión de furia tan marcada, que le resaltaba algunas venas en la frente, y acortó el espacio entre nosotros tomando una postura intimidante. Pero en esa ocasión, no baje la mirada, y lo vi directamente a los ojos, con una expresión un tanto desafiante.
Eso le molestó, pero en lugar de gritar, relajó su expresión y guio una mano hacia mi mejilla para darme una suave caricia con el dorso de sus dedos.
—Eres tan bella, hija —declaró, haciéndome sentir desconcertada. —. Pero por dentro, eres tan horrenda y traicionera como tu madre.
El corazón se me estrujó ante aquellas palabras, y un nudo se formó en ni garganta. Sentí que mis manos comenzaron a temblar, así como mis ojos ardían debido a las lágrimas que se acumulaban en ellos.
Él sabía cómo herirme, y no dudaba en hacerlo ante cada oportunidad.
—Más bien igual que tú. —respondí, con un hilo de voz, antes de darle la espalda y apresurarse hacia el interior de la casa, para alejarme de él.
Contuve mis lágrimas, decidiendo no derramar ninguna mientras subía las gradas con prisa, hasta que llegué a ni habitación y me dirigí hacia la cama para dejarme caer rendida.
«No puede afectarte tanto, que no lo haga. Tú no eres como ella»
Cerré los ojos, lo que provocó que un par de lágrimas se desbordaran de mis ojos, mientras inhalaba profundo para intentar calmarme.
Un suave roce en mi mejilla, y posteriormente el lamido de una lengua rasposa me hizo soltar una media risa, y eso fue suficiente para disminuir la ansiedad que intentaba apoderarse de mí.
—Hola, Leo —me giré en la cama, dándole un tierno beso en su cabecita peluda.
El minino maulló, y se recostó alzando las patitas en un gesto extremadamente tierno que me derritió el corazón. Le acaricié la panza, mientras observaba en derredor, notando con extrañeza una caja de regalo sobre mi escritorio.
—¿Qué es eso, Leo? —inquirí, poniéndome de pie. —. ¿Elías me mandó algo?
Me acerqué con prisa, observando con curiosidad el paquete y procedí a tomar la nota que reposaba sobre él.
"No creas que no noté que tu prometido es chapado a la antigua. Tal vez ahora te parezca emocionante, pero con el tiempo puede aburrirte. Quizás esto ayude a mantener viva la relación. Tómalo como mi regalo de bodas temporal"
—con amor, Rita.
Esbocé una sonrisa enternecida, mientras sentía el calor subir por mis mejillas y procedí a abrir la caja, ansiosa por saber lo que contenía.
—¡Oh, joder! ¡Leo no veas esto!
Solté una estruendosa carcajada, al darme cuenta de que se trataba de un sinfín de juguetes sexuales, de todas las formas y tamaños, así como otros accesorios. Ahora comprendía porqué tenía unas esposas, para comenzar.
¿Qué podía decir? Al final el regalo no le venía nada mal a la situación.
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