Capítulo 24
—Llegamos, Mesdames. —anunció Elías, deteniéndose frente a un edificio que no tardé en reconocer al instante, debido a su exótico diseño.
Una expresión de absoluta sorpresa y consternación pintó mi rostro, mientras apreciaba la estructura a través de la ventana, sin poder creer aún que ese fuese el lugar donde nos reuniríamos.
De todos los sitios que pude imaginar que elegiría para aquella noche, un club nocturno era lo último en mi lista.
Darcy comenzó a chillar emocionada, e incluso Rita había ablandado la expresión en su rostro, con una diminuta sonrisa amenazando con formarse en sus labios mientras ambas bajaban del auto con prisa.
Elías me abrió la puerta, ofreciéndome su mano y me obligué a salir de mi ensimismamiento para tomarla, dispuesta a avanzar junto a ellos hacia el edificio.
La fila que se extendía a lo largo de las afueras del lugar solo dejaba en claro lo famoso, pero exclusivo que era. En muchas ocasiones habíamos deseado entrar con las chicas, pero solíamos desesperarnos en la fila y decidíamos mejor migrar hacia algún club más accesible en las afueras.
—¿Vamos a la fila? —inquirió Darcy, a lo que Elías negó con la cabeza, mientras, aun sujetando con firmeza mi mano, nos guiaba hacia la entrada del lugar.
Apenas lo vio, el portero se apresuró a retirar la cinta para permitirnos la entrada. Darcy y Rita no dudaron en adentrarse en aquel lugar, emocionadas, mientras yo, sintiéndome un tanto extraña, me aferré del brazo de Elías para que se detuviera a mitad del pasillo que guiaba hacia el centro del lugar, permitiéndole a las chicas alejarse, ya que tenía la intención de preguntarle cómo había logrado conseguir una reservación en tan poco tiempo, si siempre estaban llenas.
—Compré el club. —me respondió, como si fuese lo más común del mundo.
Maldita, sea... ¿que hizo qué?
—Deseaba, Ma Chére, que tuviese un lugar donde pudiera divertirse, sin que algún malnacido desee propasarse con usted... —me comentó, mientras se posaba frente a mí. —. Podrá disfrutar sin cuidado, porque habrá suficiente seguridad para velar tanto por usted, como por cualquier otra persona, mujer o hombre.
Lo observé incrédula. Había comprado un jodido club nocturno... ¿por mí? Y no cualquier club, sino el más caro y exclusivo de la ciudad.
—Santos cielos, Becca —Rita volvió a buscarnos, moviéndose al ritmo de la animada música que resonaba en el lugar, y tomó mi mano para tirar de mí. —. Tienes que ver esto, es otro mundo ahí adentro.
—E-Espera, Rita, yo... —me volví hacia Elías, quien con un gesto de cabeza me incitó a acompañarla, en tanto comenzaba a avanzar tras nosotras por aquel pasillo.
Ella tenía razón, el interior del lugar no decepcionaba en lo absoluto, su estética era hermosa, atrevida y sensual, pero elegante. Y, aunque el ambiente no era similar a la degeneración que había en los clubes del bajo mundo que solíamos frecuentar, era muy animado, había una enorme pista de baile rodeada de mesas, sillones y una extensa barra ubicada en la esquina, con un DJ tocando en vivo.
La iluminación era de un tono morado y rojizo, con luces de figuras rondando por los alrededores, el diseño del techo también le daba un toque maravilloso, y eso sin mencionar a las bailarinas de danza aéreas que colgaban de él, vestidas de sexis ángeles.
Había una cantidad considerable de personas, y Rita se encontraba analizando sobre cuál sería el lugar perfecto para acomodarnos cuando Ander y Hugo se hicieron presentes, y nos dirigieron hacia el área VIP.
Como si no fuese ya muy exclusivo que no cualquiera pudiera entrar, también categorizaba a los millonarios.
Se trataba de un balcón en el segundo piso, divido del resto del lugar por paredes de cristal con una vista panorámica del edificio completo. Tan alto, que las bailarinas no alcanzaban a ver en su interior, ya que colgaban unos centímetros más abajo.
Joder, Elías realmente lo había comprado, ¿por mí? El estado de shock que saber eso me había provocado no disminuía.
—¿Son sus guardaespaldas? —me preguntó Rita, sacándome de mi ensimismamiento. —. ¿Por qué lleva guardaespaldas?
—Es millonario. —me limité a responder, alzándome de hombros.
Los chicos le solicitaron a Elías hablar en privado, por lo que luego de disculparse con nosotras los siguió hacia el exterior. Suspiré hondo y me encaminé hacia el sofá que se encontraba frente al que ellas utilizaban en aquel momento, lista para escuchar lo que tuvieran que decir.
—No me jodas, Becca, está guapísimo —chilló Darcy, luciendo muy entusiasmada. —. Joder, qué mirada tan arrebatadora.
—¿Por qué viste de traje para venir aquí? —inquirió Rita, frunciendo los labios con desdén. —. Y no digas que porque es millonario.
Me alcé de hombros, conteniéndome para no reír. La respuesta a aquella pregunta ni yo misma la sabía. Él simplemente era así, suponía.
—No seas amargada, Rita, y reconoce que el tipo es apuesto. —Darcy le dio un ligero golpe de codo.
Ella me miró, enarcando una ceja, y luego procedió a rodar los ojos, suspirando exasperada.
—El cabrón tiene lo suyo —respondió, dándose por vencida. —. Pero la verdad no lo sé, siento que ustedes no congenian... se ve muy chapado a la antigua con esa vestimenta y manera de hablar.
—Pero es claro que adora a nuestra Becca —intervino la otra. —. Solo nota la forma en que la mira, joder...
—Es muy extraño, la mira como si fuese un objeto en exhibición... literalmente parece querer construirte un altar y mantenerte en él.
Abrí los ojos de par en par tras oír aquel comentario, y froté mis manos un tanto nerviosa al sentir que Rita comenzaba a percibir lo que realmente estaba pasando, ya que había descrito literalmente mi situación con Elías.
—Ignórala, Becca, está amargada porque ella no tiene quien la vea de esa forma.
—¡Darcy! —le reprochó.
Una carcajada brotó de mis labios, y supe que había sido demasiado forzada cuando ambas dejaron de discutir para verme con extrañez. Entonces supe que me había puesto en evidencia. Dejé de reír y me limité a sonreír, sintiendo como poco a poco todo comenzaba a volverse realmente incómodo.
—Lamento la tardanza...
Suspiré de alivio cuando Elías volvió, pero ese alivio me duró poco la pensar que el momento de convivir en serio había llegado, y eso aumentaba la posibilidad de que ellas notaran algo extraño entre nosotros.
—No te preocupes, ven. —le tendí la mano, y no dudó en tomarla, inclinándose para besarme los nudillos, antes de sentarse a mi lado.
—Hay un menú muy variado tanto en comida, bocadillos y bebidas. Pueden degustar lo que deseen.
Me giré para ver a Elías, presionando los labios para no sonreír mientras le agradecía el gentil gesto para conmigo, y mis amigas. La velada comenzó, y empezamos por bebernos un par de tragos cada uno, para entrar en ambiente.
—Sabes, Elías...Me encanta tu auto —dijo Darcy, iniciando una conversación. —. Es de tu empresa, ¿cierto? Mi esposo es fanático de tu colección de autos eléctricos.
Elías alzó la mirada y sonrió a manera de agradecimiento, antes de responderle cual era el modelo del auto y sus beneficios, incluso para el medio ambiente. Temí que la conversación le resultara aburrida a Darcy, pero, al contrario, parecía muy interesada en todo.
—¿De verdad tus autos cuidan el medioambiente como se dice? —inquirió.
—Sí, ya que tiene cero emisiones de efecto invernadero porque se basa en una batería para alimentar su motor y no quema combustible internamente.
—Eso es basura —murmuró Rita, antes de rellenar su vaso con ron para beberlo de golpe. —. No solo el combustible de un auto daña el medioambiente.
—¿Eso cree? —preguntó Elías, viéndola con curiosidad.
—Lo sé —respondió, un tanto pedante. —. Incluso el caucho de las llantas contamina, y tú promocionas esos autos como "sanos para el medioambiente"
—Rita... —dije a manera de advertencia, pero Elías me pidió que la dejara continuar, y en su distracción, posó la mano en mi pierna, tomándome por sorpresa.
—¿Entonces consideras que engañamos a las personas? —preguntó, muy interesado en saber su opinión e inconscientemente movió su mano, acariciando ligeramente mi pierna, acto que me hizo estremecer y morder mi labio para evitar emitir algún sonido que me dejase en evidencia.
Joder, sus dedos eran realmente suaves, ponían mi imaginación a volar y solo me contenía para no tomarlo de la muñeca y guiarla por debajo de mi falda.
—Solo digo que es propaganda engañosa. Los autos no son buenos para el planeta, yo sea que quemen combustible o utilices electricidad para impulsarse.
—Eso es un tanto subjetivo, Rita —me atreví a intervenir, viendo con decepción como Elías se apresuraba a apartar su mano luego de darse cuenta de que me estaba tocando, según él, inapropiadamente. —. Pero no considero que la publicidad sea engañosa... hay que ver el trasfondo del asunto; el principal producto de Odell son los motores a base de electricidad, que evita la quema de combustible, y es eso lo que se promociona como sano para el medioambiente, ya el resto del automóvil debe ser de sentido común para las personas saber que no se han sustituido las llantas de cauchos y otros elementos que son dañinos. Lo que se vende es la idea de algo seguro para el medioambiente que en parte sí lo es, al menos lo es más que el motor común a base de combustible.
Rita se limitó a asentir con la cabeza, dándome la razón mientras Elías me observaba con una expresión de sorpresa y algo de admiración ya que seguro no imaginó que me pondría de su lado en la discusión, pero ¿qué podía decir? Él estaba en lo correcto. Procedí a sugerirles dejar de lado aquel tema para disfrutar y los tres accedieron.
Pedimos algo de cenar, ya que al pensar que iríamos a un restaurante decidimos guardar un espacio para la comida. Yo elegí una ensalada verde con pollo a la plancha, al igual que mis amigas; si había algo de mi vida que sí sabían, era que llevaba una dieta muy estricta, así como que asistía al gimnasio y el spa, pero no representaba un problema, ya que ellas también lo hacían, por voluntad propia claro.
Todo estaba bien con mis alimentos, hasta que el platillo de Elías llegó presumiendo una apetitosa hamburguesa con papas fritas que me hizo agua la boca.
Tragué saliva y desvié la mirada, intentando disimular, cuando de pronto observé por el rabillo del ojo como la tomaba del plato, utilizando una servilleta, para guiarla hacia mi rostro.
—¿Desea probar, Chére?
«Carajo, sí»
Asentí lentamente con la cabeza, antes de inclinarme, dándole una pequeña mordida. Y gemí gustosa al sentir como el delicioso sabor a beicon, queso, salsa, lechuga y tomate, entre otros, inundó mi paladar.
—Está deliciosa. —suspiré encantada.
—¿Sí? —torció una sonrisa antes de estirar la mano hacia mi rostro, limpiando con su dedo la comisura de mi labio que, seguramente tenía algo de salsa.
Contuve el deseo de cerrar los ojos y entreabrir los labios al sentir su dedo rozarlo ligeramente. Él procedió de dejar la hamburguesa a un lado, para tomar una papa frita y guiarla hacia mi boca.
La observé, presionando una sonrisa, antes de alzar la mirada hacia su rostro, y un escalofrío me recorrió de pies a cabeza cuando me encontré con sus ojos brillosos y la sonrisa sugerente que mantenía en sus labios, dándole un aspecto seductor.
—Pruebe un bocado —me incitó, acercándolo más. —. ¿Se anima?
Bufé una leve risa, antes de entreabrir los labios para permitirle el ingreso a la crujiente papa, salpicada con sal.
—Oh, me encanta —lo saboreé. —. ¿Podemos cambiar?
Era una broma, pero se lo tomó en serio cuando procedió a intercambiar nuestros platillos, cediéndome su comida. Lo observé con curiosidad, mientras se inclinaba para dejar un beso en mi mejilla, y susurrarme al oído.
—Bon Appetit, Chére.
—Joder, creo que tuve un orgasmo espontaneo.
Abrí los ojos de par en par, antes de girarme para ver a Darcy con una expresión estupefacta, sin poder creer que realmente hubiera dicho aquello.
—Por todos los cielos, ustedes son tan tiernos juntos...
—Se comportan un tanto empalagosos —bufó Rita, terminando su ensalada, para luego beberse el champagne de su copa en un solo sorbo.
—No, son perfectos juntos, se ven tan tiernos... pero, cuéntenos, ¿cómo se conocieron?
Mi presión cayó en picada al darme cuenta de que no había preparado una versión para aquella historia.
—Fue a través de mi padre —me adelanté a responder, tomando la mano de Elías entre ambas mías, para guiarla hacia mi regazo, deseando que en algún descuido volviese a posarla sobre mi pierna. —. Él nos presentó, y pues, lo demás ya lo supondrán.
No era una mentira, al menos no del todo.
—Dime, Elías —insistió Darcy. —. ¿Qué es lo que más te atrae de ella?
—Pues... —él pareció meditarlo un segundo. —. Lo que más me atrae de ella es lo lista, perspicaz e ingeniosa que es —declaró y, sorprendida, fruncí ligeramente el ceño mientras ladeaba la cabeza. —. Tiene una manera de ver la vida muy distinta a la mía, es más atrevida que yo, y eso sin contar lo exageradamente hermosa que es —giró el rostro para verme fijamente. —. No trata de ser perfecta para encajar, y es eso exactamente lo que la hace excepcional, demasiado para ser real.
Fruncí el entrecejo, sintiéndome conmocionada. Sus palabras me conmovieron y sorprendieron tanto que sólo pude tartamudear un agradecimiento. Sentí que estaba siendo sincero y que no ocultaba ni una pizca de malicia en un intento por ganarse la aprobación de mis amigas. No veía falsedad en su expresión, ni trucos tras ella.
—Muy lindo, pero no basta con palabras bonitas —murmuró Rita, notándose un tanto frustrada. —. ¿Sabes quién utilizaba palabras bonitas? Thomas lo hacía.
«Santos cielos, no»
—¡Rita! —protesté ante la mención de aquel nombre.
—Él juraba y perjuraba que la quería, pero no dudó en marcharse de la nada dejándola con el corazón hecho pedazos —se puso de pie, tambaleándose debido a lo ebria que se encontraba. Darcy se puso de pie también, intentando detenerla al sujetarla del brazo, pero ella se liberó y avanzó un par de pasos hacia nosotros. —. Tú no eres bueno para ella, Rebeca no es una mujer para estar casada, es un alma libre. Tú le robarás eso y arruinarás su vida —lo señaló a la cara. —. Le arrebatarás ese brillo y lo peor de todo, es que seguramente terminarás hiriéndola también.
—Rita, basta. —me puse de pie, sujetándola de los hombros. —. Hay que ir a buscar aire fresco.
—Tú no la mereces, así como Thomas no la merecía.
—¡Detente, por favor! —pedí con la voz temblorosa, sintiéndome abrumada.
—Oh no, no Becca, no vayas a llorar —dijo, ahuecando mi rostro entre sus manos. —. No derrames ni una lágrima más por ese hijo de puta.
«Por todos los cielos» ¡¿En qué momento se me ocurrió permitirle beber tanto?!
—Anda, nena, hay que ir al baño. —Darcy se acercó para sujetarla del brazo y así guiarla fuera de aquel espacio.
Tomé una profunda bocanada de aire, y tuve que hacer un gran esfuerzo para apartar las lágrimas que se acumulaban en mis ojos. Estaba detestando en gran manera a mi amiga, porque ella sabía lo delicado que era aquel tema para mí aun después de años, evitaba a toda costa hablar de Thomas porque eso solo reabría la maldita herida que tanto había intentado ocultar bajo montañas de alcohol, fiestas y sexo.
Siempre que creía haberlo superado por completo, volvía a sentirme como aquella patética adolescente con el corazón roto. Reviviendo una y otra vez la peor experiencia de mi vida.
—Lamento mucho lo que acaba de pasar. Ella está ebria. —le comenté a Elías, quien rápidamente negó con la cabeza, en un intento por restarle importancia al hecho.
—Descuida, Chére, lo entiendo —avanzó hasta mí, para luego posar una mano en mi hombro. —. Si desea hablar...
Negué con frenesí. Lo menos que quería era hablarle de Thomas.
Un par de meseros ingresaron, terminando aquel momento de tensión, y comenzaron a recoger los platos y llevarse las botellas vacías. Me quedé de pie junto a Elías, esperando a que terminaran, mientras un silencio sepulcral nos envolvía a ambos, hasta que Ander llegó a pedirle hablar en privado.
—¡Becca! —grito de Rita llamó mi atención, y antes de que me diera cuenta se me había abalanzado, colgándose de mis hombros. —. Lo siento, fui una estúpida, de verdad lo siento.
Miré a Darcy con extrañez cuando se detuvo bajo el umbral de la entrada, y ésta negó con la cabeza antes de darse una palmada en el rostro.
—Soy una mierda, lo lamento mucho.
—Shhh, ya, ya, tranquila, no estoy molesta —intenté calmarla, apartando sus brazos de mi hombro. —. Ven, vamos a bailar para que bajes esa borrachera. —le dije, tomando su mano.
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