Capítulo 19
El verano era una de las estaciones que más disfrutaba a lo largo del año, quizás se debía a lo hermosas que lucían las montañas con sus árboles verdes y flores de colores vibrantes, luego de la primavera. O, tal vez a que con los climas cálidos podía vestirme tan escotada como quisiera, sin temor a resfriarme con el sereno de una noche fría. No lo sabía, y no me importaba, solo procuraba disfrutarlo desde que me despertaba hasta el momento de ir a dormir, antes que llegara el otoño y luego el invierno.
Sí, amaba disfrutar del viento cálido soplando en mis mejillas y los rayos del sol de la mañana en mi rostro. Apenas eran las seis, pero ya me encontraba en pie, sentada en el pasto de nuestro patio trasero fumando un cigarrillo mientras pensaba en que pronto tendría que reunirme con mis amigas y hablar del hecho de que me encontraba "comprometida".
Lo había evitado durante meses, ya que no estaba preparada para presentarles a Elías, pero todo se había salido de control luego de que se filtrara la noticia de que estábamos comprometidos y los medios de farándula que hasta ese momento solo hablaban de los hermosos atuendos que lucía en las fiestas de beneficencia y subastas, se centraran en nosotros.
No hacía falta preguntarse quién había sido el encargado de difundir aquella información, estaba más que segura de que era obra de mi padre, para alardear de tener como futuro nuero y socio a un hombre poderoso como al parecer lo era Elías Odell, quien al final resultó ser el dueño de una empresa líder mundial en tecnologías de la comunicación, creadoras de plataformas digitales de comercio, así como también de empresas de fabricación a nivel mundial de vehículos eléctricos, y productos de energía solar.
Se me fue imposible ocultar mi sorpresa al darme cuenta, es decir, pese a que me mantenía inmersa en mi mundo de fiestas, sexo, alcohol y otras vanidades, siempre me tomaba el tiempo para leer respecto al mundo comercial y de aquellos que comenzaban de hacerse de un nombre en aquel entorno; sabía de las mujeres Jonhson, Izayana Stevens, incluso Allan Wesley, al principio no conocía la imagen de Caín Sloan, pero sí sabía su nombre, en cambio, nunca había escuchado nada de Elías Odell en lo más remoto.
Lo que me hacía volver a la pregunta, ¿De dónde rayos había sacado mi padre a aquel tipo?
Lo que sí no me sorprendió mucho, fue el saber que era un nerd total; programador, físico y empresario asquerosamente rico, su fortuna superaba en gran extremo la de mi padre y la de Caín juntas, lo que volvía inaudito para mí el hecho de que, de todas las malditas mujeres en el mundo, me quisiera a mí como su esposa.
No lo entendía.
Apagué el cigarrillo, suspirando al sentirme mentalmente agotada, y me dispuse a volver al interior de la casa. Echaba de menos a mi abuela, quien se había aventurado a un retiro espiritual, pobre, entre papá y mis problemas se mantenía estresada. Así que en casa solo éramos los empleados, Leo y yo, ya que mi padre raras veces salía de sus oficinas, y solo llegaba a dormir un poco para luego salir temprano al día siguiente, sin tener alguna especie de comunicación conmigo que no fuese un "necesitas cuidar tu apariencia".
Caminé a pasos lentos por los pasillos, atravesando la sala de estar y cruzando el umbral que daría hacia las gradas, pero antes deseaba pasar por la cocina buscando un vaso con agua, lo que me hizo desviarme del camino. Al regresar y doblar el pasillo, choqué de golpe con otra persona.
—Oh, lo lamento, de verdad. —dijo una voz femenina, al mismo tiempo en que unos ojos marrones me observaban con vergüenza, antes de que se inclinara a recoger el bolso que se había deslizado de sus manos.
Retrocedí un paso, observando sorprendida a la mujer extraña que se encontraba en casa, y la observé de pies a cabeza con curiosidad; era caucásica, de cabello rubio, joven, quizás unos años mayor que yo, llevaba un vestido corto de lentejuelas doradas y tacones en sus manos, lo que me daba a entender que había pasado la noche en la vivienda, y por la forma en que lucía con el cabello despeinado y alguna que otra sugilación en su cuello, debía suponer que mi padre se había divertido mucho.
Asco solo imaginarlo.
—Y vaya con el viejo. —murmuré con sarcasmo, antes de pasarla de lado para seguir mi camino, decidida a ignorar la situación.
—Espera —me habló, girándose para verme. —. E-Esto no es lo que crees, no soy... —una pequeña risa brotó de sus labios. —. No soy una aventura de una noche, llevo meses conociendo a tu padre y siento algo por él... y creo que él siente algo por mí, así que quiero presentarme formalmente contigo.
Abrí los ojos de par en par, consternada por sus palabras. Debía estar bromeando, ¿mi padre? Ese hombre no sentía nada, por nadie. No podía ser tan tonta como para creérselo.
—Si te dijo que siente algo, mintió para coger contigo —me limité a decirle, alzándome de hombros. —. Ese hombre tiene el corazón más duro que una roca, y si tiene que venderte para alcanzar sus objetivos lo hará con los ojos cerrados. Debes saber que no busca nada serio contigo cuando te trae a casa debido a que sabe que su madre, la única persona a quien le tiene algo de respeto, se encuentra fuera.
Ella me observó, desconcertada, y volteó hacia los lados mostrándose nerviosa, y sin saber qué decir.
—Yo que tú mejor huyo de aquí, si lo que buscas es amor no lo encontrarás en él... Que te vaya bien, querida. —forcé una sonrisa de labios apretados, antes de darle la espalda y continuar mi camino.
«Pobre ingenua»
Llegué a mi habitación, y luego de saludar a Leo me dirigí hacia el baño para darme una ducha de agua fría que ayudara con la ligera resaca que sentía. Había bebido un par de vasos con tequila en casa, porque luego de lo ocurrido en el club sentía un ligero temor de salir sola. Así que no tenía más remedio.
Me sentía un tanto aburrida, sin planes ni compromisos pendientes; Caín no se encontraba en la ciudad, había viajado con su madre y el día anterior salí de compras, al salón de belleza e incluso al spa, así que solo me restaba esperar que cayera la tarde para ir al gimnasio. Hasta que eso no pasara, estaría sola y aburrida en casa.
O esos era lo que creía, hasta que mi teléfono sonó en un mensaje entrante.
De Elías Odell: "Me gustaría verla"
"Si desea, claro, no quiero importunarla"
«Vaya jugada del destino»
Observé el mensaje por cuestión de segundos mordiendo ligeramente mi labio inferior mientras pensaba; podía quedarme a aburrirme en casa, o aceptar salir con mi apuesto, aunque soso, prometido.
Iba a acceder, a pesar de todo no podía quejarme de él. Cuando finalmente acepté mi destino y dejé de intentar ahuyentarlo creí que mi vida como la conocía se terminaría, pero ya habían pasado tres meses de eso, y nada había cambiado. Elías no era un fastidio, todo lo contrario, solía darme mi espacio y se desaparecía por semanas debido a su trabajo, así que no interfería para nada con mis asuntos.
Para Elías Odell: "Me parece bien"
De Elías Odell: "Perfecto, ma chére, enviaré a alguien a buscarla.
Nos veremos en mi casa"
Abrí los ojos de par en par al leer la respuesta y una sonrisa un tanto maliciosa se formó en mis labios. No iba a mentir, aún en las circunstancias de nuestro compromiso, no se me había sido indiferente lo jodidamente atractivo que era, y en varias ocasiones durante nuestras citas le había coqueteado descaradamente, es decir: Si no puedes contra el enemigo, acuéstate con él, ¿no? Resignación, en fin, ya estábamos comprometidos.
Pero no importaba cuánto me esforzara en seducirlo, si acariciaba su brazo o me pegaba a su cuerpo en el momento de abrazarlo, al punto en que pudiera sentir mis senos rozar su pecho... él no reaccionaba. Seguían comportándose como un caballero atento y respetuoso en casa maldito sentido, que no pasaba de besarme la mejilla o los nudillos, llevarme del brazo y posar su mano en la parte superior de mi espalda, sin pasarse ni un milímetro, tratándome como un vaso frágil que en cualquier momento podría quebrarse.
Su actitud me intrigaba en gran extremo, pero al mismo tiempo hacía que notara lo mucho que me atraía, sexualmente hablando, claro. Lo deseaba, debía reconocer que sí, anhelaba descubrir como era en el sexo, sentir sus apetitosos labios besar mi piel, sus dedos largos, y saber si daba la talla en todos los sentidos.
Comencé a alistarme luego de responderle un "De acuerdo", y aprovechando el agradable clima decidí utilizar un vestido veraniego floreado de tirantes que se anudaban en mi cuello, espalda escotada, un tanto corto y sencillo, pero muy sensual, sin sostén, para que fuese más provocador.
No iba a darme por vencida en mi intento de seducirlo y llevarlo a la cama.
—Señorita Stain. — me saludó Hugo, mientras me abría la puerta del auto con mucha cortesía, una vez salí luego de pedirle a una de las empleadas cuidar de Leo.
Le correspondí el saludo, y le agradecí, mientras me subía, encontrándome en el asiento del piloto a Ander, quien sin siquiera saludar procedió a poner el auto en marcha. Aún después de meses mostraba algo de recelo en mi contra por lo ocurrido en el club nocturno; no lo culpaba, si me pagaban para cuidar a un hombre importante y resultaba herido en un barrio de mala muerta también estaría furiosa y arremetería contra el culpable.
Ahora que conocía la identidad de Elías debía reconocer que fue tonto llevar a un multimillonario a un barrio tan peligroso, muchas cosas habrían podido pasar. Por suerte, a diferencia de mi padre que no perdía una oportunidad de estar frente a las cámaras de reporteros, él era discreto y muy reservado, por eso no tuvo problema en acompañarme a un lugar como aquel, sabía que difícilmente lo reconocerían.
—Hemos llegado, señorita.
Me asomé por la ventana, presa de la curiosidad, una vez que el auto cruzó un par de portones de rejillas blancas, adornadas con flores enredaderas, y contemplé son asombro la propiedad en la que nos encontrábamos, era en las afueras de la ciudad, por lo que había muchas plantas; el vehículo seguía un camino emparedado rodeado de arbustos perfectamente podados que conducía a la entrada de una enorme y lujosa residencia de más de 800 metros cuadrados con tres pisos extendiéndose hacia arriba, con enormes ventanales de cristal e infinida de balcones cuyos bordes también lo eran.
Lucía moderna, elegante y cálida, con los jardines diagramados para servir de complemento al diseño, un pasto verde, muy bien, cuidado decoraba aquel patio delantero junto a una arboleada que daba una vista paradisiaca. Una estructura digna de cualquier político, estrella de televisión o en aquel caso, empresario.
Como hija del dueño de una famosa inmobiliaria podía confirmar que se trataba de un gran espacio, sin riesgo de pérdidas a futuro. No esperaba menos de alguien que enviaba a llenar la sala de estar de mi casa con rosas.
—Bienvenida, Ma Chére.
Elías salió a recibirme, con un brillo de emoción en sus ojos y una sonrisa en los labios, luciendo encantado con mi presencia, pero, lo que más llamó mi atención en aquel momento, no fue su cálida bienvenida, sino el hecho de que, pese al clima, aquel hombre iba vestido formal, incluso llevaba corbata... ¿Qué necesidad tenía de estar así en su propia casa?
—Es un lugar muy hermoso, Odell —le comenté siendo cortés, mientras salía del auto.
—No tanto como usted —tomó mi mano para besarme los nudillos, y luego besó mi mejilla, como acostumbraba a hacer. —. Me alegra tanto que haya accedido a visitarme, temía que sintiese que era muy pronto.
¿De verdad? Luego de casi seis meses y medio desde que lo vi por primera vez, ¿creía que sería muy pronto? Comenzaba a pensar que tenía serios problemas, o de verdad era muy soso e ingenuo.
—Venga, hay que entrar.
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