Prólogo
Para Odell: Se ha dado una emergencia con unos amigos.
Tuve que ir al hospital para hacerles compañía.
De verdad lamento no haberte esperado,
pero te prometo que lo recompensaré.
Inhalé profundo para que el aire llenara mis pulmones, y luego exhalé mientras salía del auto, cerrando la puerta a mis espaldas, al mismo tiempo en que contemplaba con atención el enorme edificio que se extendía frente a mí.
—No tienes que entrar, ve a comprarte un café, yo te llamaré cuando termine —volteé hacia el auto, encaminándome hacia el lado del chofer para hablarle a Hugo, y solo me contuve para no rodar los ojos al ver la renuencia en su expresión. —. Por favor, estaré bien, no tienes que seguirme a todos lados.
Él me observó por cuestión de segundos, luego el edificio a mis espaldas, y cuando pensé que hablaría nuevamente sobre su deber, solamente se limitó a asentir con la cabeza.
Suspiré de alivio.
—Estaré cerca, si necesita algo me avisa. —me informó, posando las manos en el volante.
Le agradecí por concederme algo de espacio personal, y me apresuré hacia el interior de aquel hospital, muy famoso por ser la mejor escuela de residentes en el país. Una vez que la recepcionista me indicó hacia donde debía ir, me adentré por aquellos fríos pasillos de color blanco hasta llegar a la sala de espera, donde un grupo cuatro personas aguardaba, y me sentí intimidada cuando noté sus ojos curiosos fijarse en mí.
Tragué saliva, un tanto nerviosa, una vez que divisé entre aquellas personas a la mismísima Waleska Sloan, y por la forma en que sus ojos se ampliaron al verme, supuse que sabía con exactitud quien era yo. Inhalé hondo, y rogué para mis adentros que mis piernas temblorosas no me fallaran, mientras tomaba el atrevimiento de avanzar hacia ella.
El espacio se encontraba en total silencio, el sonido de mis tacones era lo único que resonaba, y por algún motivo que desconocía, de manera inconsciente me encontraba tirando del borde de mi vestido, intentando alargarlo un poco más al tiempo en que cruzaba aquel mar de miradas.
¿Desde cuándo me intimidaba mi vestuario?
—Buenas tardes, y-yo soy Rebeca, amiga de Caín y Jade.
—Hola, querida —respondió aquella elegante mujer, poniéndose de pie en tanto esbozaba una cálida sonrisa que me hizo suspirar de alivio para mis adentros y relajarme un poco. —. Jade sigue en terapia intensiva y Caín... —hizo una pausa, antes de señalarlo con un gesto de cabeza. —. Él está por allá.
Dirigí la mirada hacia lo que me mostraba y el corazón se me encogió con pesar al divisarlo sentado solo en una esquina apartada, luciendo realmente derrotado, de hombros caídos y ojos desorbitados viendo hacia la nada; estaba despeinado y desalineado, aunque aún vestida de traje, llevaba la corbata aflojada.
—No quiere compañía, quizás tú puedas hablar con él —dijo aquella mujer, volviendo la mirada hacia mi rostro y escrutándome por cuestión de segundos. —. Sé que son amigos... amigos muy íntimos.
«¿Qué de qué?»
Volteé a verla, con los ojos abiertos de par en par, horrorizada. Creía que me veía de aquella manera por saber que era la hija de Héctor Stain, no porque cogía con su hijo.
Pero ¿cómo rayos? ¿Acaso Caín le había hablado de mí?
Mis ojos se posaron en su rostro, y aunque creí que encontraría una expresión de desdén o desprecio, ella reflejaba mucha serenidad, e incluso podría jurar que la curva de su labio tiraba a una sonrisa cómplice, o quizás de burla, suponía entonces que mi rostro debía ser un jodido y muy pálido poema.
—Anda, ve con él. —me aminó, antes de volver a sentarse. —. Un gusto conocerte finalmente, ¿Rebeca...?
—Odell. —respondí sin ninguna pizca de duda, e inconscientemente mi dedo pulgar jugó con el anillo de matrimonio que decoraba el anular.
Ella lo notó al instante, y luego volvió la mirada hacia mi rostro, asintiendo con la cabeza.
—Un gusto conocerte, Rebeca Odell.
—El gusto es mío, señora Sloan.
—Por favor —me interrumpió. —. Sólo llámame Waleska.
Asentí con la cabeza, y le regalé una sonrisa amable, aunque nerviosa, mientras me excusaba para dirigirme hacia el solitario hombre que continuaba en su esquina. Me acerqué despacio, para no sobresaltarlo, era claro que tenía los nervios alterados y Caín Sloan podía llegar a ser muy volátil.
—Rebeca... sí viniste. —sus ojos azul grisáceos se posaron en mí.
La angustia marcaba cada una de sus facciones. Joder, si no lo conociera diría que me encontraba frente a un hombre totalmente distinto al imbécil que era desde la primera vez que estuvimos juntos.
—Sí, hola, ¿cómo está ella?
—Aún no hay noticias. —respondió, tragando saliva mientras presionaba las manos en puños sobre sus piernas, tan fuerte que sus nudillos se tornaban blancos, reflejando su frustración.
—Tranquilo —dije con voz suave, poniéndome a cuclillas frente a él, y con algo de temor a su reacción, estiré la mano hasta posarla sobre la suya y darle un ligero apretón. —. Ella es fuerte, sé que estará bien.
Para mi sorpresa, no rechazó mi tacto, y sentí como relajó su puño, inhalando hondo. Aquello me dio la confianza de sentarme junto a él y acercarme, hasta apoyar la cabeza en su hombro.
—¿Qué querías decirme, Caín? —inquirí, alzando la mirada para verlo justo en el momento en que su rostro se fruncía hasta enrojecer. —. Lo que mencionaste en el mensaje.
—Fresia le hizo esto. —comentó de pronto, y yo lo observé, confundida, incorporándome de golpe hasta quedar erguida.
—¿De qué hablas?
—Ella le hizo esto y mucho más —gruñó, y su cuerpo se tensó nuevamente. —. Por culpa de esa puta niña mimada las vidas de Jade, y de su bebé, están en riesgo.
—P-Pero ¿cómo te has enterado de esto?
—Te lo dije por mensaje, fui a la empresa a investigar, y vi en las cámaras de seguridad a la única persona que se acercó a su auto. No era para nada profesional y apenas se le presionó un poco confesó todo. Rebeca, el incidente en la fiesta de beneficencia también fue obra suya.
¡Por todos los cielos! ¿Qué estaba mal con aquella chiquilla? ¡Mierda!
—Caín —tragué saliva, nerviosa, mientras observaba alrededor. —. ¿Qué planeas hacer?
—No lo sé —jadeó, intentando liberar la opresión de su pecho. —. ¡Esto es una mirada, una puta mierda!
—Tranquilo. —le pedí, presionando su mano.
Carajo, entendía su frustración, aunque aquello era mucho para digerir en una tarde. Una situación bastante complicada, en especial para él, la desgraciada era la hija de su socio mayoritario y más influyente del gremio. Atacar a Hamilton era la muerte social.
—Solo mantén la mente fresca, ¿está bien? —le pedí, pese a saber lo difícil que era aquello. —. Espera a que Jade despierte y luego proceden... lo mejor es que sea la victima quien interponga la denuncia.
—¿Y quieres que me siente aquí como un maldito cobarde?
—No —meneé la cabeza de lado a lado. —. Esa perra no quedará impune, pero debes ser prudente y esperar. Hamilton es muy poderoso, no puedes precipitarte.
—¡Pura mierda!
Un gruñido de frustración brotó de sus labios, mientras volvía la mirada hacia la nada y murmuraba entre dientes, seguramente maldiciendo para sus adentros el nombre de Fresia Hamilton, y pensando las formas en que podría hacerla pagar por todo el daño provocado. Pero, pese a toda aquella rudeza que pretendía mostrar, en ningún momento soltó mi mano, indicándome que en realidad quería que me quedara junto a él.
«Cielos, qué maldita situación»
Permanecí a su lado esperando alguna noticia de Jade. Me resultaba realmente agobiante ver cómo las horas pasaban y nadie se acercaba a dar alguna información.
—Joder, ¿cuánto tiempo durará esto? —expresó con desespero, soltando mi mano para posar ambas sobre sus rodillas y encorvarse hacia enfrente. —. Necesito saber de ella.
Carajo, me conmovía demasiado ver a Caín Sloan en aquel estado; despojado de toda soberbia y arrogancia, angustiado y muerto de miedo. Nunca creí que viviría para ver cómo alguien sería capaz de derretir aquel tempano que hielo que tenía por corazón, y sin embargo ahí estaba, perdidamente enamorado de alguien, con el temor latente de perderla para siempre.
—Seguro no tardan en decirnos qué tal está —dije con voz suave, abrazándolo de manera protectora y acariciando su espalda con ternura. —. Ya verás que todo saldrá bien.
—Señora Odell...
Abrí los ojos de par en par, sintiendo como un escalofrío recorría mi cuerpo al escuchar la voz de Hugo resonar en aquel silencio espacio. Casi de manera súbita me incorporé, viéndolo con sorpresa al divisarlo frente a nosotros, sosteniendo un vaso de café en su mano.
—Hugo... creí haberte dicho que fueras a casa. —le había enviado un mensaje, luego de informarle a Elías que pasaría la noche en vela.
—Mi deber es estar con usted —respondió serio, antes de posar la mirada en Caín, quien, para mi suerte, estaba demasiado angustiado, y agotado, como para comportarse de manera idiota, como siempre lo hacía. —. Creí que le vendría bien un café.
—Y-Yo... —me puse de pie, y me acerqué a él para tomar el vaso de sus manos. —. Gracias.
—¿Desea que me marche? —inquirió, cruzándose de brazos.
Negué con la cabeza.
—Ya que insiste en quedarte, puedes sentarte con el resto —señalé una banca alejada de la nuestra. —. Espera conmigo.
No podía permitir que se marchara con la idea equivocada que seguramente se había formado en su cabeza ante aquella escena. Al final, no sabía si le pasaba información a Elías sobre lo que hacía, y no quería arriesgarme a que las cosas se tergiversaran.
—Una vez que nos informen como está la novia de mi amigo, nos iremos a casa. —declaré, y pude notar como su expresión se relajaba de a poco ante aquella aclaración.
Las horas transcurrían cual hoja que llevaba el viento, y todos comenzaban a quedarse dormidos en aquella sala de estar. Era una sensación realmente horrible el aguardar tanto, sin saber a ciencia cierta qué esperar.
Y lo peor, era que no dejaba de pensar en Elías. Solo esperaba que no se molestara conmigo por no volver a casa, joder, me sentía la peor esposa del universo.
De Elía: Te veré mañana, Ma Femme.
Intenta descansar un poco mientras estés ahí.
Je t'aime.
Suspiré hondo, mientras leía su respuesta.
—Siento que ahora mismo deberías estar en otro lugar. —comentó de pronto, seguramente porque había visto de reojo aquellos mensajes de texto.
—Sí, justo ahora debería estar cogiendo con mi esposo. —le respondí, torciendo una sonrisa, mientras empujaba su hombro con mi brazo de manera juguetona.
Él rodó los ojos, antes de fijar la mirada en Hugo, quien se encontraba sentado cerca de su madre y desde ahí nos observaba con curiosidad.
—¿Ahora llevas guardaespaldas?
Mordí mi labio inferior.
—Es un tanto complicado.
—¿Marido sobreprotector o celoso? —inquirió, viéndome con una ceja arqueada.
Ladeé un poco la cabeza.
—Quiero creer que ninguno de los dos, solo se preocupa por mi seguridad. En realidad, es muy tierno, atento y cariñoso... es muy lindo y comprensivo.
—¿A sí? ¿Acaso sabe de mí? —preguntó, fijando sus esferas azul grisáceas en mí. —. ¿Qué tan comprensivo será cuando le digas que solíamos coger?
Alcé ambas cejas, viéndolo con sorpresa ante aquella pregunta, sin entender el trasfondo de ella. ¿A qué quería llegar al realizarla?
—B-Bueno, é-él...
—Ni la persona más racional del planeta aceptaría algo así —me interrumpió, antes de echar la cabeza hacia atrás, hasta apoyarla en la pared. —. No deberías estar tan cerca de mí. —soltó mi mano.
Lo observé fijamente, un tanto desconcertada. ¿Acaso estaba insinuando que Elías jamás aprobaría nuestra amistad de enterarse lo que hubo entre nosotros? ¡Era una tontería! Es decir, él entendía que tuve un pasado... ¿O no?
Y así de la nada, me llené de inseguridad, respecto al tema de la aventura que tuve con el rival de mi padre. ¿Acaso no era oportuno mencionarlo? ¿Debía mantenerlo para siempre como un secreto? Después de todo, era una de las condiciones, nunca hablar sobre eso. Pero ¿entonces cómo se había enterado Waleska?
—¿Familiares de Jade Mackenzie?
La enfermera interrumpió en el momento oportuno, justo cuando mi mente se estaba volviendo un caos y formaba una tormenta en un vaso con agua.
—Ella está en el área de recuperación. Aún no sé cual es exactamente su estado de salud. Eso se los comunicará un doctor pronto.
—¿Puedo verla? —preguntó Caín, apresurándose hacia la enfermera. —. ¿Está despierta?
—Aún no... pero, sí puede hacerle compañía mientras tanto.
Caín se giró para verme, un gran alivio marcaba su rostro, mientras asentía con la cabeza. Torcí una sonrisa y le devolví el gesto, antes de verlo alejándose para ir al encuentro con su amada.
Inhalé profundo, y volví a sentarme en la banca, sola, mientras pensaba en las vueltas que daba la vida; de todas las personas en el universo, Sloan era el último a quien alguna vez imaginé ver tan perdidamente enamorado, y aunque él decía no saber si era amor, era claro que de eso se trataba; solo había que ver la manera en que estaba dispuesto a todo por ella, cómo la cuidaba, la hacía sentir especial, y lo bueno para él, era que todo aquello estaba siendo bien correspondido; ambos se veían sumamente felices juntos.
Sentía envidia, debía reconocer, de cómo él pudo abrirse y aceptar aquello tan fácilmente. Creí que era como yo, que el tatuaje en su costado representaba a alguien de su pasado a quien no podía olvidar y le impedía seguir adelante. Pero al parecer me equivoqué.
Él sí pudo volver a amar.
—¿Byron, donde está el señor Sloan? —preguntó una chica, vestida de médico interno, mientras se adentraba en aquella sala de espera.
Eran ya las ocho de la mañana del día siguiente. Habíamos pasado toda la noche en vela, a excepción de Hugo, quien sí logró dormir sentado.
—Él se fue a ver a Jade, hace horas —respondió un joven, muy apuestos, poniéndose de pie. ¿Estuvo ahí todo el tiempo? No lo había notado. —. ¿Ya sabes cómo está ella?
Todos los presentes de pusieron alerta, en especial la madre de Caín quien no dudó en ponerse de pie también y acercarse a la joven.
—¿Cómo están Jade y el bebé?
La expresión en el rostro de la joven se ensombreció, se puso nerviosa ante aquella pregunta, y noté como sus manos le temblaban mientras manipulaba la tableta que traía en ellas.
Desde ese momento supe que algo andaba mal.
—El bebé no sobrevivió.
Cerré los ojos con fuerza y maldije para mis adentros.
«¡Dios mío! Caín perderá la cabeza»
No podría describir el horrible sentimiento que me invadió, y no solo a mí, a todos los presentes. La madre de Caín y quien al parecer era una empelada de la empresa, amiga de Jade, rompieron en llanto, apesaradas por la situación que se estaba dando, y el hombre mayor, abogado de la empresa, agachó la cabeza, decaído.
Cielos, no quería ni imaginar lo que sentiría esa pobre chica al despertar.
Permanecí sentada en mi lugar, decida a esperar un poco más para poder acompañarlos, temiendo también en lo que podría hacer Caín al enterarse.
Sabía que sería duro para él, pero aún no podía arremeter contra Fresia, su padre era muy poderoso.
Esperé y esperé, cuando vi el reloj eran casi las once de la mañana y Caín aun no salía de aquella habitación. Suponía entonces que quizás se encontraba consolando a Jade, pero entonces una ráfaga de notificaciones hizo vibrar mi celular con insistencia, y al encender la pantalla, divisé con extrañez que la bandeja de mensajes en el grupo de empresarios estaba por explotar.
—¡Pero ¿qué...?! —exclamé, poniéndome en pie de súbito una vez leí las nuevas noticias. —. Ay, Caín.
¡¿En qué puto momento aquel hombre abandonó el hospital e hizo arrestar a Fresia Hamilton?!
—Mierda, esto es malo —mordisqueé mi uña, nerviosa. —. Por todos los cielos.
Según las noticias había pasado hacía aproximadamente cuarenta minutos, por lo que suponía que quizás ya estaba de regreso en el hospital. Sintiéndome exasperada, salí de la sala de espera, abandonando aquel ambiente de tristeza y desolación que se había formado luego de la noticia y me aventuré por los pasillos, buscando el área de recuperación, hasta que una amable enfermera me indicó el camino.
Al cruzar el pasillo, divisé la esbelta figura masculina, que ya conocía de memoria, avanzando a grandes zancadas en dirección a la salida que daba al estacionamiento. No dudé en se seguirlo, llamando su nombre, pero parecía enajenado, estaba fuera de sí, ni siquiera escuchaba.
—¡Caín! —le grité, una vez que estaba a punto de abordar elevador que lo llevaría al sótano.
Se giró para verme, y un escalofrío recorrió mi cuerpo al verla su expresión tan sombría y furiosa.
—¿Qué ha pasado?
—Vete a casa, Rebeca —habló con frialdad. —. Pierdes tu tiempo aquí.
—¿Qué? ¿Cómo puedes decir eso? —tragué saliva, avanzando unos pasos hacia él, pero manteniendo siempre una distancia prudente. —. Jade está aquí... Caín yo... escuché lo del bebé.
—¡No había tal bebé! —expresó con enojo, apretando las manos en puños mientras su rostro enrojecía de furia. —. Todo fue una maldita mentira.
«¿Qué? No, no puede ser»
El sonido de las puertas del elevador terminó con el silencio sepulcral que, sin darnos cuenta, nos había envuelto. Y es que, no sabía ni qué decirle, no podía entender nada.
—Vete a casa, Rebeca... no hay nada aquí que valga la maldita pena. —dijo, cegado de rabia, antes de abordar el elevador y marcharse.
Observé aquella puerta de metal por lo que parecieron horas, sintiéndome consternada ante tan insólita situación. ¿Qué carajos acababa de pasar? No, necesitaba alguna otra explicación, por lo que dudé en volverme hacia la habitación para buscar a Jade, creyendo que quizás ella sí sería capaz de aclarar lo sucedido, pero al pararme frente a la puerta y ver en su interior supe que no sería posible.
La chica estaba histérica, rota en llanto, mientras el apuesto joven que anteriormente se encontraba en la sala de espera luchaba por tranquilizarla, y la interna que nos dio la noticia le aplicaba lo que seguramente era un sedante.
—Señora Odell.
La voz de Hugo me sacó de mi ensimismamiento, y dudé en girarme para verlo.
—¿Está todo bien? —me preguntó, angustiado ante la palidez en mi rostro, mientras veía la escena por encima de mi hombro.
—Sí, tranquilo —tragué saliva, intentando deshacer el nudo en mi garganta. —. Son las once de la mañana, hay que irnos a casa. —le dije, resignándome a que no sabría con exactitud lo que estaba pasando, hasta que Caín se estabilizara y me lo explicara bien.
No podía quedarme a indagar, a la espera de una respuesta que no obtendría tan fácilmente, menos cuando aún me faltaba darle una explicación a Elías sobre el porqué lo había abandonado luego de tan apasionado encuentro.
«Mal-di-ción»
。+゚☆゚+。★。+゚☆゚+。★。+゚☆゚+。★。+゚☆゚+。
Hola, Bellezas. Ahora sí vamos arrancando con esta historia. En este prólogo vimos un acontecimiento base para el desarrollo de esta trama, ya que este libro sí se centrará en todo lo mencionado en JEE. Ya conocimos el inicio de la historia entre Becca y Elías, ahora toca saber qué sucederá con la sociedad entre Odell y Sloan... así como otros temas.
Nos estaremos leyendo pronto. Un Abrazo desde Honduras. ❤️❤️️
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