Capítulo 4
Ir de compras para distraerme era una buena manera de sobrellevar el aburrimiento que me provocaba no tener nada que hacer en las tardes; durante la mañana asistía al spa luego de hacer ejercicio, me aseguraba de que todo estuviese en orden con los tramites de mi nuevo club, ya que el anterior lo había dejado en las capaces manos de Darcy, y finalmente pasado el mediodía, estaba libre.
Comúnmente solía salir con mi abuela, la oportunidad perfecta de pasar tiempo juntas, pero ese día mi universo había preferido irse a un retiro espiritual, dejándome a la deriva. Por suerte, mi amiga también estaba libre, ya que entre semana el trabajo en el club no era demasiado.
—¿Qué te parece esto? —pregunté, parándome bajo el umbral del probador para posar de manera sensual.
—Creo que Elías perderá la cabeza cuando te vea —comentó en un tono pícaro. —. Esa lencería te queda perfecta.
Sonreí, satisfecha con su respuesta, antes de avanzar hacia el espejo de cuerpo completo para verlo por mí misma; y en efecto, no lucía nada mal.
—Le daré una sorpresa cuando regrese —mordí mi labio inferior. —. Dejaré mi cabello suelto, quiero verme salvaje.
—Le dará un infarto a ese hombre —soltó una risita, poniéndose de pie y avanzando en mi dirección. —. Todavía no entiendo como congenian, Elías es demasiado chapado a la antigua, tierno y caballeroso, mientras tú... tú eres una verdadera zorra promiscua.
Abrí la boca, fingiendo indignación.
—Al igual que tú —comencé a reír. —. Créeme, Darcy, no debes dejar que te engañe su carita de ángel.
Carajo, si tan solo pudiera verlo en acción. Aquel hombre era feroz, perverso y ligeramente pervertido... Solo de recordarlo se me estremecían las entrañas.
—No me sorprende, si te cásate con él, debe ser porque el hombre da la talla.
—Más de lo que te imaginas. —mordí mi labio inferior con descaro y ambas reímos ante eso.
Joder, estaba segura de que si inventaban una máquina del tiempo y volvía año y meses atrás para decirme a mí misma que no me reusara a casarme con aquel hombre, seguramente mi yo del pasado me habría dado una bofetada, acusándome de haber perdido la cabeza. ¿Qué podría decir? Aún para mí era difícil de entender cómo me había prendido tan perdidamente de aquel tipo, al punto de convertirse en una obsesión que ya rayaba en la locura. Y era tanta, que durante los últimos dos días había contado las horas, minutos y segundos para volver a tenerlo a mi lado...sobre mí, o debajo, el orden no alteraba el resultado.
—Nena —Darcy frunció el ceño, mientras observaba mi reflejo. —. Gírate hacia mí.
—¿Qué sucede? —pregunté extrañada, por el tono serio en su voz, y me giré para verla de frente.
—Es qué —trató de acomodarme el sostén, lo que me hizo ver que, a pesar de ser de mi talla, no me quedaba a la medida. —. Te crecieron los senos.
Ella sabía de lo que hablaba, teníamos la misma medida cuando estábamos en la universidad, al punto en que cuando alguna iba de compras sin la otra, podía comprarle alguna blusa, vestido e incluso sostén probándoselo ella.
—¿De verdad? —inquirí. —. B-Bueno, no me sorprendería. Hay un mito que dice que si te besan mucho los pechos te crecen, ¿no? Elías pasa pegado a ellos. —una ligera carcajada brotó de mis labios para disimular el jadeó que me provocó un escalofrío al recorrer mi espina dorsal, solo de recordar aquellos escenarios y añorar con locura la placentera experiencia de sentir su boca cálida y húmeda cubriendo mis delicados pezones.
¡Por todos los cielos! Nunca imaginé que fuese posible tener un jodido orgasmo solo por la estimulación en los senos. Él me había provocado muchos de esos y, carajo, me encantaba. Elías era demasiado bueno, sabía cómo darle placer a una mujer e incluso anteponía mi placer sexual por sobre el suyo... nunca nadie había hecho algo similar, siempre me tocó a mí buscar mi propio orgasmo.
Al final, no era tan injustificada mi obsesión con él, cualquier mujer en mi lugar se encontraría en la misma situación.
Aunque, eso me llevaba a pensar; Elías era realmente bueno en el sexo, conocía muy bien el cuerpo femenino, aún más que yo, que jamás imaginé tener puntos sensibles... eso no lo había aprendido solo, requería de práctica.
—¡Rebeca! —Darcy posó las manos en mis hombros y me sacudió, intentando ganar mi atención.
—¿Qué sucede?
—Los senos no crecen porque te chupen los pezones, carajo —expresó en un tono bastante hostil, que me hizo fruncir el ceño en desconcierto y sentirme ligeramente atacada. —. Hay que irnos, ve a vestirte mientras yo pago.
—¿P-Pero...?
—¡Solo hazlo! —ordenó, mientras se alejaba.
Pese a mi desconcierto, decidí obedecer su orden. Terminé de vestirme y salí buscarla, notando que Hugo ya se encontraba frente a la tienda con el auto encendido. Darcy le dio indicaciones de llevarnos a una farmacia, al llegar pidió que se estacionara y nos esperara en el auto, mientras me decía que la acompañara al interior.
—Espérame allá. —me dijo, señalando con el dedo la salida trasera del lugar.
—¿Qué? Darcy, ¿por qué tanto misterio? —inquirí. —. ¿Vamos a huir de Hugo?
Negó con la cabeza, dirigiéndose hacia la caja. Inhalé profundo, rodando los ojos, y me encaminé hacia la salida para esperarla afuera. Ella volvió un par de minutos más tarde, con una bolsa blanca, y me guio hacia la parte trasera del edificio, donde estaban los baños públicos del lugar.
—¿Qué hacemos aquí? —pregunté, una vez que ingresamos. Joder, aquel espacio era de dudosa higiene. Ni siquiera para un rapidín utilizaría esos baños.
—Becca, no quiero asustarte, pero... —sacó uno de los objetos que había en el interior de la bolsa y mi presión cayó en picada. —. Háztela.
«¡¿Qué carajo?!»
—Darcy, no estoy embarazada. —negué con frenesí, viendo aterrada la prueba que extendía en mi dirección.
—Bien, entonces hazla para salir de dudas, aquí y ahora —me la entregó. —. Y vinimos aquí porque sabía que no habría nadie más, así Hugo no se enteraba de nada, por si acaso.
—¿Por si acaso qué...? —pregunté, pasmada.
—Por si acaso no quieres que nadie más lo sepa.
—¡No estoy embarazada! Esto es una estupidez —exclamé, casi histérica, entregándole la caja, antes de dirigirme hacia la puerta. —. Estoy al día mis anticonceptivos.
—Pero sabes que solo te protegen en un 99%... ¿Utilizas condón para garantizar ese otro 1%?
Frené en seco.
{...}
—Estoy para complacerte, Ma femme —dijo, inclinándose para besar mi cuello. —. ¿Deseas que use protección?
Jadeé, mientras veía extasiada nuestra imagen desde el techo. No me cansaría de eso nunca.
—No —respondí sin dudar. —. Quiero sentirte directamente.
{...}
«Mierda...carajo, ¡mierda!»
—Nunca lo he usado desde que estoy con él. —dije, sin aliento.
Ella junto las cejas en una expresión de angustia, extendiendo entonces tres cajas en mi dirección.
—Háztelas, Becca... las tres para estar seguras.
Tragué grueso y mis extremidades temblaban, humedecidas por un sudor frío, mientras tomaba aquella bolsa y me encaminaba hacia uno de los cubículos. Ni siquiera me importaron las posibles bacterias que podría obtener con solo respirar dentro de aquel espacio, utilicé las tres pruebas como Darcy me lo indicó y luego salí a su encuentro para esperar los resultados frente al lavado.
—Joder, ¿qué carajo haré si salen positivos? —pregunté, mordiéndome la uña sin llegar a quebrarla. —. No puedo convertirme en madre, eso sería considerado como un embarazo adolescente... mi padre me matará.
—Becca, ya tienes veintisiete, estás casada y tienes trabajo fijo...
«Tiene razón»
Cerré la boca de golpe, pensando en la situación por cuestión de segundos, antes de volver la mirada hacia ella.
—No me importa, sería adolescente de igual manera —volví a entrar en pánico. —. Cielos, yo no podría con un hijo, los niños son...
—¿Son? —enarcó una ceja de manera interrogante, para darme a entender que era momento de medir mis palabras. Ella era madre, y adoraba a su hija.
—Sabes a lo que me refiero, Darcy.
—Lo sé —suspiró, ya más relajada. —. Tranquila, Becca, esperemos el resultado y luego veremos qué procede —una suave risa brotó de sus labios. —. Intento pensar qué diría Rita en este momento.
—Si le dijera "estoy embarazada", Rita me empujaría por las escaleras sin pensarlo —me recargué en el lavado, abrazándome a mí misma. —. Y respondería "Estabas".
Ambas nos observamos por cuestión de segundos, y la situación nos pareció tan graciosa que estallamos a carcajadas al mismo tiempo. Cielos, de verdad que extrañaba mucho a otra amiga, y sentía que la necesitaba.
—No lo tendría, Darcy —declaré, una vez que la risa menguó y el temor me invadió nuevamente. —. No soy como tú, y no podría con esta carga.
—No te juzgo —se alzó de hombros, antes de acercarse para abrazarme de lado. —. Es tú decisión, pero... ¿y Elías?
Fruncí el entrecejo ante esa pregunta.
—¿Qué con él?
—¿Alguna vez han hablado sobre lo que pasaría sí... ya sabes, resultara positivo?
Desvié la mirada y la fijé en la nada, meditando por segundos. En lo que llevábamos, tanto de conocernos, como de casados, nunca nos habíamos planteado la pregunta, ni siquiera sabía sí él quería hijos, no lo mencionó, pero de algo estaba segura, ser madre no era lo que yo deseaba... al menos no en aquel punto de mi vida, donde todo lo que quería era divertirme y crecer a nivel laboral.
—Tendré que hablarlo con él —declaré, viendo fijamente a la pared. —. Pero eso no cambia mi manera de pensar... solo lo comentaré para que esté enterado.
—Bueno —la sentí suspirar de alivio. —. Al menos no tendrá que ser hoy.
—¿Qué? —cuestioné, saliendo de mi ensimismamiento para girarme de frente al lavado.
Ver la raya roja perfecta y uniforme en las tres pruebas fue como sentir el alma volverme al cuerpo. Negativa, ambas, eso era un verdadero alivio.
—Entonces, sí me crecieron naturalmente —reí, quitada de pena, intentando disipar la tensión que se percibía en el aire. —. Esquivé una bala.
—Sí —observó las pruebas, como analizándolas. —. Pero ten más cuidado la próxima, si no quieres hijos, utiliza protección.
—P-Pero... —hice un puchero. —. No deseo sentirlo a través de un látex, aparte de que amo la sensación que me provoca ese momento de impregnación, donde se aferra de mi cuerpo, hundiéndose tan profundo, para luego sentirme llena de su cálida escancia... eso, junto a sus sensuales gemidos, es el paraíso. —inconscientemente una boba sonrisa se dibujó en mis labios, hasta que su escandalosa risa me hizo salir de mi ensimismamiento.
—Mejor investiga si ese hombre no te hizo un embrujo, amiga mía, porque ya te he perdido.
Abrí la boca con la intención de refutar su comentario, cuando de pronto alguien tocó la puerta principal y segundos después, escuchamos la voz de Hugo desde el exterior.
—Señora Odell, ¿se encuentra aquí?
—Carajo, casi me olvido de Hugo —dije entre dientes. —. ¡Sí, en un minuto salimos!
—¿Se siente mal? —inquirió, parecía angustiado.
—No, ya salgo.
—Es como si estuviese escuchando a Elías —comentó Darcy, mientras tiraba las pruebas a la basura. —. Tienes suerte, todos los hombres en tu vida se preocupan por ti.
—No todos ellos —murmuré lavando mis manos y viéndome en el espejo. La relación con mi padre era bastante inestable, un segundo estábamos bien, y en el otro, solo eran gritos y discusiones.
Gritos por parte de él, claro.
—Bueno, al menos compraste la lencería... no vuelvas a darme estos sustos.
—¿Yo? ¡Tú no vuelvas a dármelos a mí!
Reí, mientras nos subíamos al auto, junto a Hugo.
Carajo, sí fue tremendo susto.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top