Capítulo 2
Observaba de manera distaría la ventana que daba al horizonte, mientras acariciaba el suave pelaje de Leo, pensando en todo y en nada a la vez, hasta que el delicioso aroma a pastel de limón inundó mis fosas nasales, y no pude evitar extender una radiante sonrisa para la mujer que en ese momento colocaba el delicioso postre sobre la mesa, antes de sentarse a mi lado.
—Cielos, cuanto extraño esto. —dije, bajando a Leo para poder tomar una porción de aquel delicioso pastel.
—Creí que tus empleadas tenían mi receta. —comentó la abuela, sirviéndose un poco también.
—Lo hacen, pero no hay ninguno que se compare al tuyo —respondí, tomando su mano y guiándola hacia mis labios para darle un tierno beso en los nudillos. —. De verdad te echo de menos abuela.
Una de las cosas más difícil de mudarme, era el despertar, bajar a la primera planta y no encontrar a mi abuela en la sala de estar tejiendo o en la cocina preparando sus deliciosos bocadillos, como tanto amaba hacerlo. Poder sentarme con ella a platicar en cualquier momento del día, o dormirme con la cabeza apoyada en su regazo cuando conversábamos en mi habitación, sintiendo su mano acariciando mi cabello con ternura, era de las actividades que más añoraba.
—También te extraño, mi niña —respondió, acariciando mi mejilla. —. Esta casa se siente vacía sin ti y...
Una sonora carcajada masculina resonó desde el pasillo que conducía a las gradas, acompañada de un par de risitas femeninas pícaras y fruncí el ceño mientras veía hacia el umbral con disgusto.
—¿Dos mujeres?
—En ocasiones hasta cuatro —respondió, suspirando con irritación mientras tomaba una revista y se recargaba en su asiento. —. Tu padre está fuera de control.
«Carajo... y dale con el viejo» ¿De dónde sacaba tanta energía?
Pero eso era lo de menos, me parecía realmente repugnante que no sintiera el más mínimo respeto por su propia madre, quien al parecer tenía que soportar el interminable desfile de mujeres que cursaban por aquella casa. Joder, papá se comportaba peor que un adolescente, y ni ellos, porque aún con mi estilo de vida nunca metí un solo hombre en la casa, además de... además de Thomas. Pero con él era diferente, se trababa de mi novio oficial.
«No lo pienses más, por favor... no hay que indagar»
—¿Rebeca?
La risa de mi padre cesó en el momento en que cruzó el umbral y me divisó en el comedor. Y solo me contuve para no rodar los ojos al verlo andando por ahí en una bata de baño abierta, dejando a la vista su bóxer.
Si bien tenía que aceptar que el egocentrismo Héctor Stain se mantenía en muy buen estado físico pese a la edad, no era del agrado de ninguna hija ver a su padre en paños menores, mucho menos imaginar lo que hacía antes de bajar las gradas.
—No creí que te vería por aquí... a ninguna de las dos, a decir verdad —comentó, anudando la bata, antes de avanzar en nuestra dirección para besar la mejilla de la abuela, quien actuó de manera indiferente con él mientras se apartaba de ella para dejar un beso en mi frente. —. Creí que dijiste que irían al spa. —se dirigió a su madre.
—Lo haremos, luego de que la niña coma. —respondió, sin siquiera mirarlo. Vaya que estaba molesta.
Papá suspiró profundo, antes de ver la torta en la mesa.
—No deberías comer eso, cuida mejor tu figura, Rebeca. —me dijo en un tono de reprehensión que me hizo rodar los ojos.
—¿Para qué? ¿Hay alguien más a con quien pretendas ofrecerme? —pregunté con reproche.
Pese a lo encantada que estaba con Elías, no podía evitar sentirme resentida con mi padre por cómo se habían dado las cosas. Se comportó como un maldito egoísta y manipulador, y el momento en que decidí reprocharle, dijo que fue la única manera que se le ocurrió de garantizar que tendría a Odell en su equipo, y que no se arrepentía en lo absoluto.
Al final, el desgraciado me seguía viendo como un maldito accesorio y objeto de intercambio, no sintiendo ni el más mínimo respeto hacia mi persona... ni siquiera le importó descubrir que era la dueña del club nocturno del más famoso del momento.
—Deja de lloriquear como una maldita niña... no te veo refunfuñando cuando estás bien cómoda en esa mansión, rodeada de empleados, o cuando ese idiota mandilón que tienes por marido te cumple cada uno de tus caprichos, o te compra puteros.
Abrí los ojos de par en par, y la boca con indignación, mientras me ponía en pie de súbito.
—¡No te atrevas a insultar a Elías, y no tengo un maldito putero...!
—Héctor, Rebeca, ¡basta! —ordenó la abuela, exasperada. —. No quiero peleas en esta mesa, cálmense ambos.
Inhalé hondo, intentando controlar mi furia, antes de sentarme nuevamente, cruzándome de brazos y refunfuñando. Joder, ¡qué hombre para hacerme perder los estribos!
—¿Sabes qué, mamá? Tienes razón —él dio una palmada. —. No hay necesidad de pelear, lo único que debemos hacer, es celebrar... ¡hay que celebrar la decadencia de Sloan BC Company! —exclamó con emoción. —. Esto nos ha beneficiado como no tienen idea, solo mírenme, hoy ni siquiera tuve que ir a la empresa. Todo va viento en popa, tal y cómo lo planeé, ya ni siquiera me angustia cual será el futuro de mis empresas, porque sé que en manos de Odell mi legado permanecerá para siempre.
Mordí mi mejilla interna y bajé la mirada, sintiéndome decepcionada de escucharlo decir aquello. Joder, ¿en manos de Elías? Él ni siquiera era un administrador, era programador, así que necesitaba de decenas de personas encargadas de llevar el control de M-ODELL, toda una junta directiva.
Seguramente no sabría qué hacer con Stain BC Company, así como no supo qué hacer con el club que me obsequió. Y, aun así, mi padre le tenía la fe ciega que nunca tuvo en mí.
—Oh, no saben cuánto me encantaría que Peter Sloan viviera para ver lo que ese bastardo hizo con su empresa, espero que en realidad se esté revolcando en su tumba.
—¡Papá! —exclamé horrorizada. —. Eso es muy bajo, incluso para ti.
Él rodó los ojos, suspirando exasperado.
—¿Simpatizando con el enemigo, hija? El maldito de Caín Sloan no dudaría en burlarse de ti de encontrarte en una situación similar... eso nunca lo olvides —señaló, antes de tomar una manzana del centro de mesa y avanzar hacia la puerta, dándole una mordida. —. Le diré a las empleadas que preparen algo más sano para el desayuno.
Lo observé con una expresión carente de humor, mientras se marchaba, seguramente a continuar la fiesta con sus "acompañantes". Puse los ojos en blanco, y luego me giré para ver a la abuela.
—En la casa de Elías hay muchas habitaciones... ¿por qué te vienes a vivir con nosotros?
—Carriño —finalmente bajó la revista, para verme con ternura. —. Es muy considerado de tu parte, pero no sería lo correcto. Tu marido y tú querrán su privacidad.
¿Privacidad? ¿Acaso tenía idea de cuántos empleados había en aquella viviendo? Lo que menos había era privacidad... aunque, si lo pensaba, no quería imaginar a mi abuela andando de un lado a otro para evitarnos cuando nos daba por ceder ante el deseo en cualquier esquina de aquella casa, como lo hacía el personal.
—La casa es enorme — insistí, alejando aquellos pensamientos. —. Además, Elías y yo podemos establecernos límites. —dije, alzándome de hombros.
Ella estalló en carcajadas.
—Límites es lo que menos desean los recién casados, cariño... lo sé, ya estuve en tu lugar antes —. Se puso de pie, besando mi frente con ternura, antes de abrazarme, suspirando hondo. —. Mi niña, tampoco quiero abandonar a tu padre, está más solo que tú.
—P-Pero... ¿y esas mujeres?
—El que yo esté aquí, es lo que impide que se vaya al extremo... está perdido en la ambición y el deseo de poder.
—Abu... ya lleva años ahí —suspiré agotada, mientras posaba las manos en sus antebrazos. —. Pero respeto tu decisión. Solo quiero que sepas, que las puertas están abiertas para ti.
—Lo sé, mi niña —apoyó la barbilla en mi cabeza. —. Tomaré tu palabra... por ahora, termina tu pastel.
Ella se alejó, en dirección a la cocina llamando a Leo para alimentarlo, y me dispuse a seguir disfrutando de mi postre, negándome rotundamente a permitirle a mi padre arruinarme una pacífica mañana.
Estaba concentrada, evitando pensar en lo ocurrido el día anterior al salir del edifico que próximamente se convertiría en mi nuevo club, así como en los irritantes ruidos que provenían de la planta alta, cuando de pronto mi celular sonó en un mensaje entrante, y me descubrí prácticamente saltando hacia él, con la esperanza de que se tratase de un mensaje de Elías... contaba los días para tenerlo de regreso.
Y, aunque no se trataba de él, el resultando fue para nada decepcionante.
De Katy Jonhson: Izayana me habló de los planes
Para ayudar a Sloan... estoy dentro.
Esa era la mejor de las noticias. Pero aún con ellas no bastaba, para compensar la exagerada cantidad de socios que perdió Sloan BC Company, necesitaba a alguien igual o más poderoso que Harold Hamilton... y para suerte de Caín Sloan, yo estaba casada con uno.
«Bien, papá, todo apunta a que tu fiesta está por terminar»
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