Capítulo 16
Me gustaba dormir... sí que me encantaba. Luego de un día agotador, no había mejor sensación que recostarse en la cama y sentir desvanecerse la pesadez en el cuerpo. Era liberador y tan placentero como un orgasmo, pero, al igual que este, podía escurrirse de entre las manos si algo llegaba a interrumpirlo.
—¡Por todos los cielos! —me quejé, cuando la alarma me hizo sobresaltar. Había olvidado apagarla, y al parecer ya eran las seis de la mañana.
Aquello sucedió en un abrir y cerrar de ojos.
Estiré la mano hacia mi buró para intentar oprimir el botón de apagado, y ante la desesperación de no encontrarlo rápido, lo aventé lejos, suspirando de alivio al sentir la paz que traía el silencio. Bostecé hondo, disponiéndome a continuar durmiendo y me giré en la cama, deseando sentir el calor de la persona que creí que tendría al lado, pero solo palpé un espacio vacío. Fruncí el entrecejo, antes de comenzar a abrir mis párpados lentamente, solo para confirmar que me encontraba sola en la cama.
—¿Cómo te sientes, Chére?
Sobresaltada, me incorporé de golpe al escuchar la voz de Elías resonar en aquel espacio, y rápidamente observé en derredor, buscándolo con la mirada hasta localizarlo sentado al costado de mi lado de la cama; lo contemplé en silencio por unos segundos notando que aun llevaba puesto su elegante traje del día anterior y el cansancio se reflejaba en su rostro.
—¿N-No has dormido nada? —respondí a su pregunta con otra mientras me sentaba en la cama girada en su dirección, cruzando las piernas en forma de mariposa.
—No —chasqueó la lengua, y pese a la seriedad que reflejaba en aquel momento, no pude evitar pensar en lo jodidamente sexi que se veía con aquella expresión soñolienta. —. Alguien tenía que cuidar de ti.
Alcé las cejas, saliendo de mi ensimismamiento y ladeé un poco la cabeza.
—Elías —suspiré. —. Yo estoy bien, te lo prometo.
Él me observó, contemplándome en silencio, antes de exhalar tan profundo que creí que se quedaría sin aire, en tanto se ponía de pie para alejarse, dirigiéndose hacia el baño.
Una vez más se marchaba sin decir nada.
Mordí mi mejilla interna, y me cubrí el rostro con las manos, conteniéndome para no tirar de mi cabello con frustración; ¿en qué momento dejé de tolerar el alcohol? Ahora alucinaba y terminaba inconsciente cual novato en fraternidad provocando problemas en la relación con mi esposo. ¿Cómo convencería a Elías de que no necesitaba ir al hospital y que se había tratado solo de una mala noche?
—Buenos días —la puerta de la habitación se abrió, y Erlinda ingresó cargando una bandeja. —. El señor Odell me pidió preparar sopa y jugo de mora, para la resaca.
Presioné los labios, torciendo una sonrisa.
—Muchas gracias, justo ahora siento mucha sed.
—Es porque vomitó hasta el alma esta madrugada —dijo, dejando la bandeja sobre el buró y ofreciéndome el jugo de mora. —. Pronto se sentirá mejor —posó su mano en mi frente. —. Al menos la fiebre bajó.
Por poco escupí el líquido de regreso al vaso luego de oírla, y posé la mirada en su rostro, sintiéndome confundida.
—¿F-Fiebre dice?
—Sí, tuvo fiebre alta y dolor de cabeza luego de vomitar, según dijo el doctor estaba intoxicada con alcohol, le dio un tratamiento y ordenó que la vigilaran.
—Carajo, no lo recuerdo. —expresé, consternada y bebí un poco de jugo para aliviar la sequedad en mi garganta.
—No me sorprende, estaba enajenada y delirante —continuó contándome. —. Es más, el señor Odell llamó al doctor privado porque usted se negaba rotundamente a ir al hospital, se aferró del marco de la puerta y dijo que saltaría del auto en movimiento si intentaban sacarla de aquí, estaba muy agresiva, hasta lloró y lo acusó de no amarla —se inclinó para cerciorarse de que solo yo escuchara lo que estaba por decir. —. Dijo que un tal Thomas nunca la habría obligado a nada.
En aquella ocasión no pude evitar escupir el líquido, por suerte, en dirección contraria al lado en que ella se encontraba, sintiendo mi pulso acelerarse ante la confusión e incertidumbre que invadió mi sistema. ¡Por todos los cielos! ¿qué yo había hecho qué? ¡Mierda, mierda!
—¿Y-Yo le dije eso a Elías?
Joder, no por nada estaba tan molesto, al menos yo habría enloquecido si él delirando me dijese que Victoria era mejor que yo en la cama. Aunque aquello no venía al caso ¡no se trataba de sexo! Pero era lo único con lo que podía compararlo, porque aquello sí habría herido mi orgullo.
No podía creer que le había hecho algo así... «¡Carajo, Becca, eres un desastre!»
—Y-Yo... —pasé saliva, intentando no perder la compostura. —. Gracias por todo esto, i-intentaré descansar otro rato, ¿Sí?
Ella asintió con la cabeza, para luego retirarse. Ni bien cruzó el umbral, cerré los ojos soltando una maldición para mis adentros, mientras me daba una fuerte palmada en el rostro.
«¡Estúpida!»
Volví la mirada hacia la puerta del baño, mordiendo mi mejilla interna en lo que trataba de pensar en algo que pudiera hacer para contentarlo luego de la noche de mierda que le había hecho pasar. Solo quería que supiese que, estado consciente, jamás habría hecho algo que lo hiriera; le tenía demasiada estima como para atreverme a ello.
Inhalé profundo, intentando calmar los repentinos nervios, antes de bajar de la cama, esperando unos segundos junto a ella para no marearme. A medida que avanzaba en dirección a la puerta, seguía sin poder creer que aquello realmente había pasado, es más, no lo hubiese creído, de no ser porque nunca había mencionado aquel nombre cerca de Erlinda.
¿Qué carajo estaba mal con mi sistema como para intentar sabotearme de aquella forma?
—Elías. —le hablé con voz suave, ingresando al cuarto de baño.
Él se encontraba en la tina, con un brazo extendido por el borde y el otro flexionado, sosteniendo su cabeza; estaba perdido en sus pensamientos, hasta que mi voz atrajo su atención, entonces se irguió con prisa, viendo de manera expectante.
—¿Te duele algo, Chére?
Dejé escapar un poco de aire por la nariz y torcí los labios, mientras lo veía con adoración; era tan lindo que a pesar de todo siguiese preocupándose por mi bienestar.
—No —me adelanté a responder. —. No, yo estoy bien... es solo que —me acerqué a pasos lentos, perdiéndome por segundos en la ardiente vista de su torso desnudo repleto de tatuajes. Sin duda alguna, era algo de lo que nunca me cansaría. —. Me enteré de lo que pasó anoche.
Enarcó una ceja en respuesta.
—Lamento mucho si te hizo sentir mal que en medio de tanto delirio yo...— mordí mi labio inferior, un tanto nerviosa. —. L-Lo de mencionar a Thomás fue una verdadera estupidez, de una mujer ebria.
—No te preocupes por eso, Chére —respondió, alzándose de hombros, mientras me observaba fijamente, de una manera tan intensa que me hacía sentir realmente diminuta.
Su semblante era algo frío, sin llegar a ser grosero, mientras permanecía en completo silencio; era como si esperara que dijera algo más, y si era honesta, el no saber qué decir para terminar con aquel incómodo momento comenzaba a hacerme sentir cohibida.
Y todo empeoró en el momento en que resopló con resignación, antes de adoptar la posición que tenía en un inicio, sujetándose la cabeza con su mano y posando la mirada en la nada.
—Elías, por favor, no quiero que te enfades conmigo. —expresé, detestando en gran manera el cómo estaban sucediendo las cosas.
Lo menos que quería, era que hubiese problemas en nuestro matrimonio.
—No estoy enfadado, Chére —aclaró, viéndome de reojo. —. Estoy angustiado por ti.
De verdad debía existir en el mundo una manera de hacerle ver que estaba bien, más que bien, había sido una mala noche y ya me sentía mucho mejor, estaba perfecta, fresca como una lechuga y jodidamente caliente; solo bastaba con ver que para aquel momento me sentía excitada de solo verlo desnudo en aquella tina, y deseaba con desespero unirme a él, en todo el sentido de la palabra.
—Pero no tienes que estarlo, estoy bien, te lo puedo jurar, por mi madre —me acerqué hasta a la tina a pasos lentos, sentándome en la orilla de frente a él. —. Te lo juro por la vida de mi madre.
—Juras por la persona que no se encuentra en tu vida... ¿debería creerte? —rebatió, enarcando una ceja.
Esbocé una sonrisa algo maliciosa, antes de ponerme de pie para quitarme la bata de seda que cubría mi cuerpo, y luego mi ropa interior, de manera lenta y tortuosa, hasta quedar desnuda frente a él.
—Sí, deberías creerme. —me alcé de hombros, notando como su mirada ámbar se oscurecía, mientras contemplaba mi cuerpo.
Joder, no dejaba de hacerme estremecer la manera en que me veía cada vez que me encontraba desnuda frente a él, siempre era como si fuese la primera vez, pese al tiempo transcurrido. Aquello elevaba mi autoestima hasta las nubes, y me calentaba más que el sol en verano.
No pude evitar torcer una sonrisa pícara, mientras me adentraba en la tina, siendo recibida por los brazos de Elías, quien, al verme girar hasta quedar de espaldas a él para sentarme en sus piernas, no dudó en incorporarse para sujetarme de la cintura y evitar que llegase a caerme. Suspiré embelesada al sentir aquella agua cubrir la mitad de mi cuerpo una vez que me recosté sobre el exuberante cuerpo, dejando mi cabeza apoyada en su pecho, antes de sentirme rodeada por sus brazos.
—Tengo tanto miedo de que esto llegue a acabarse, Chére, adoro tenerte entre mis brazos —dijo, dejando un tierno beso en mi mejilla. —. Eres realmente testaruda.
Bien, aquel hombre era muy pasivo agresivo.
—¿Sabes algo? —me aparté de sus brazos para girarme, y luego sentarme a horcajadas en su regazo, envolviendo su cuello con mis brazos y pegándome contra su torso, se manera que mis senos se presionaran su pecho. —. Recuerdo muy bien a un hombre, no diré quién, pero era tan testarudo que se negó a ir al hospital luego de ser apuñalado en un club... ¿te suena?
—Oh non, mon amor, no puedes comparar las situaciones; en aquel entonces intentaba evitar que viese mis tatuajes —respondió, posando las manos en mi trasero para pegarme más a él de una manera que me hizo gemir al sentir su dura hombría contra mi feminidad.
Todo apuntaba a que estaba igual de deseoso que yo.
—Los mismos tatuajes que aún suplico porque algún día dejes de ocultarlos —mordí mi labio inferior, mientras él arrugaba un poco su nariz. —. Si supieras lo jodidamente sexi que luces —tragué saliva, antes de deslizar una de mis manos por su pecho, lentamente, hasta tomar su imponente erección en mi mano y comenzar a frotarla contra mi feminidad, moviendo las caderas para ir a su encuentro y disfrutando de sentir sus enormes manos presionando mis glúteos.
Un escalofrío recorrió su cuerpo, mientras un jadeo brotaba de sus labios ante aquel contacto.
—Chére —cerró los ojos por segundos, antes de abrirlos y mirarme fijamente. —. Estábamos en una conversación seria, no intentes desviarla con sexo.
—No lo hago —hice un puchero con los labios antes de inclinarme para dejar un beso en su mejilla, y sin previo aviso me penetré con él, soltando un gemido tembloroso al mismo tiempo en que Elías liberaba todo el aire que tenía contenido. —. S-Solo tengo muchas ganas de coger contigo, aquí y ahora... ¿te apetece un rapidito? —le murmuré al oído, antes de morderle el lóbulo de la oreja.
—Oh, zut —gimió ronco, una vez que comencé a mover las caderas en un suave vaivén. —. Ce n'est pas juste.
Él no entendía lo mucho que escucharlo hablar en francés durante el sexo me encendía, incitándome a ir más de prisa; mis caderas se alzaban y descendía con fuerza, mi trasero chocaba con su pelvis y muslos sin piedad y mis pezones erguidos se frotaban contra su pecho, mientras el calor abrazador nos envolvía a ambos. Él emitió un largo gruñido, arqueó la espalda, echando la cabeza hacia atrás, lo cual aproveché para para inclinarme y adueñarme de su boca.
Sus manos comenzaron a viajar por mi cuerpo, acariciando mis curvas, apretujando mi trasero y estrujándome los senos de una manera que me hacía sentir como si tuviese varias extremidades tocándome. Sus caderas comenzaron a moverse por voluntad propia, yendo al encuentro con las mías, embistiendo duro, empujando cada vez más profundo y llenándome de él. Sabía que estaba por llegar al clímax debido a la manera en que sus músculos se contraían, y gruesos gruñidos brotaban de sus labios, siendo ahogados por mi boca, así que aceleré mis movimientos, sintiendo su miembro crecer y sacudirse de manera perceptible en mi interior.
—C-Cheré, espera —jadeó ahogado. —. No llevo protección.
—No importa —respondí gimiendo, mientras posaba las manos en su pecho, contrayéndome alrededor de su miembro, apretándolo. —. Déjate venir, quiero que termines dentro.
—¡Oh, zut! —gruñó, apretando los dientes y tensándose de pies a cabeza mientras se descargaba por completo en mi interior, llenándome de aquel líquido caliente, y yo le seguí en un placentero orgasmo que me dejó sin aliento.
—Joder —suspiré, dejándome caer rendida sobre su pecho. —. Extrañaba tanto esto, me encanta.
Él exhaló por la nariz, guiando su mano hacia mi espalda para darme suaves caricias.
—Ma belle femme, harás que pierda la cordura. —dijo, mientras intentaba recuperar el aliento.
Sonreí en respuesta, antes de dejar un par de besos en su mejilla, bajando por su mandíbula, hasta ocultar mi rostro en su cuello, envolviendo su torso con mis brazos para abrazarme a él. No sabía qué tenía aquel hombre, que cada vez que lo tenía tan cerca, y tan adentro, sentía que podía morir en aquel preciso instante, y lo haría con una sonrisa en los labios.
El sonido de su celular nos hizo salir de aquella placentera burbuja en la que nos encontrábamos, y sin desacomodarme, estiró su mano para secarse los dedos en una toalla, antes de tomar aquel aparato y abrir el mensaje entrante que había recibido.
—Zut —dijo entre suaves risas. —. Chére, te la has ganado.
Fruncí el entrecejo en respuesta a aquel comentario, y aparté el rostro de su cuello para ver a qué se refería, encontrando frente a mi rostro su teléfono con un mensaje de Maura en la pantalla.
De Maura: "La reunión ha sido organizada, y
todos los involucrados recibieron la respectiva invitación.
Espero sepas lo que haces, Elías,
que Rebeca se mejore lo más pronto posible"
Presioné los labios en una sonrisa, mientras veía embelesada aquel mensaje. Quizás para cualquier otra persona sería una bobería conmoverse pro un texto en donde lo único que señala es que espera mi pronta recuperación, pero, viniendo de Maura West, aquello significaba mucho, el fin de una guerra que duró más de dos años.
—Me reuniré con mi nuevo socio, entonces —comentó Elías, posando sus ojos ámbar en mi rostro. —. Lo lograste, Chére, has ayudado a tu amigo; seguro te debe estar muy agradecido.
Forcé una sonrisa tensa, mientras me alzaba de hombros para luego volver a acomodarme como me encontraba anteriormente, con el rostro oculto en su cuello; ¿Caín agradecido conmigo? Era todo lo contrario, incluso había dejado muy en claro que me haría pagar el atreverme a intervenir en su vida, pese a que solo intentaba ayudarlo.
«Arrogante de mierda»
Solo esperaba que no me causara problemas, luego de lo ocurrido aquella noche, era lo último que necesitaba.
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