Capítulo 13

Intentaba no sentirme incómoda al visitar a Caín Sloan; ya que la última vez en su casa el idiota se comportó de manera abusiva, cuando todo lo que quería era darle la noticia de que Jonhson, Stevens y Elías estaban dispuestos a invertir en sus empresas. Claramente aún no le comentaba nada a mi esposo en aquel entonces, pero confiaba en que aceptaría. Aun así, Sloan no lo tomó de la mejor manera y más tarde, cometí la terrible equivocación de pedirle a Jade intervenir y aunque no supe qué pasó exactamente aquel día, era claro que la situación entre ellos había empeorado.

Solo esperaba que, en aquella ocasión, aquel patán se comportara y recapacitara de una maldita vez, antes de que todo su esfuerzo se fuese al carajo.

—Hola, tesoros —chillé cuando me adentré en aquella casa de paredes cristalinas que conocía como la palma de mis manos, avanzando hacia las gradas, y los tres enormes perros corrieron en mi dirección, chillando mientras movían sus colas. —. Ah, los he echado tanto de menos.

Nunca imaginé lo mucho que llegaría a apreciar a aquellos diablillos, considerando que cuando recién los conocía me daban un terrible pavor por sacarme tremendos sustos. Más, sin embargo, ahí estaba, queriéndolos más que a su irresponsable dueño. Pobres; era notable lo mucho que la ausencia de Jade y el carácter demoniaco de Caín les afectaba, se veían decaídos y estaban más delgados.

—Tú otra vez.

Alcé la mirada en súbito al escuchar la voz de Caín, y suspiré hondo para colmarme de paciencia al verlo bajando las gradas. Vestía solamente un pantalón de buso, iba descalzo y estaba despeinado, con varias hebras de cabello pegadas a su frente debido al sudor. Lo más seguro, era que apenas terminaba de hacer ejercicio.

Que lo hiciera era una buena señal, significaba que quizás comenzaría a dejar de beber y...

—En serio tendré que cambiar la contraseña del portón, para evitar visitas indeseadas. —comentó, alzando la botella de vodka que traía en su mano para darle un profundo sorbo.

...No, definitivamente no estaba mejorando.

—Caín —suspiré, mientras me ponía de pie y lo seguía junto a los perros hacia la sala de estar. —. Tenemos que hablar.

En aquella ocasión, decidí sentarme en el sofá de enfrente, a una distancia prudente. Resultaba ser muy impredecible cuando estaba ebrio, molesto y despechado, también sumamente desordenado, ya que aquella sala de estar estaba hecha un verdadero desastre y aún tenía botellas por todos lados.

—¿Qué mierdas quieres? —preguntó, dejándose caer en el sofá más grande, quedando así de frente, separados por la mesa de centro. —. Espero no vengas a insistir con lo mismo de antes, porque no necesito que me salves. —refunfuñó, guiando la botella hasta sus labios.

—Caín, por todos los cielos, mira a tu alrededor —dije con un ligero tono de irritación. —. Este desastre no es digno de ti.

—Tú no vengas a...

—Te entiendo —rebatí. —. Aunque no lo creas; sé por lo que estás pasando. Te sientes herido, he estado ahí, y sé que cuándo una persona tiene el corazón roto todo lo que quiere es lanzarse a morir, pero no es lo correcto Sloan. —me puse de pie, dispuesta a ir a su lado.

«Joder, yo no tomaba escuela»

—Deja de darle la razón a esos idiotas, no permitas que Hamilton y su engendro del mal te destruyan. Tienes una segunda oportunidad con Katy, Izayana y Elías de tu lado, carajo Caín, podrás salvar tus empresas y el medio que tienes para mantener bien a tu madre, si no deseas levantarte del fango por ti mismo, al menos hazlo por Waleska, estoy segura de que le destruye el verte así —tomé una profunda bocanada de aire. —. Sabes lo que pasó conmigo, Sloan, yo no quería casarme y me negaba rotundamente, pero era necesario por el bienestar de mi familia y para que mi padre no me apartara de mi amada abuela; me encontraba en un dilema, más sin embargo fuiste tú quien me animó a hacer lo necesario, me dijiste que casarme por conveniencia no me sería el fin del mundo. Bien, ahora te lo devuelvo, aceptar la ayuda de estas personas no te será el fin del mundo... en esta vida hay que hacer sacrificios.

Él me observó, frunciendo el ceño y dirigió la mirada hacia el hermoso horizonte que se apreciaba a través de las paredes de cristal, perdiéndose en sus pensamientos mientras guiaba la botella de vodka hacia sus labios.

—No bebas. —gruñí, arrebatándolo de sus manos, como él solía hacer con mis cigarrillos, con la diferencia de que, en lugar de lanzarlo, yo procedí a beber un poco.

Lo necesitaba si pensaba seguir tratando con aquel hombre: era peor que hablar con una pared.

—Rebeca —habló de pronto, girándose en mi dirección. —. Insistes en que acepte volverme socio de tu esposo, ¿acaso él sabe de mí? —su expresión se tornó sombría.

—¿Q-Qué? —inquirí, nerviosa.

—Que si tu esposo sabe que fuiste mi amante por casi dos años —replicó, utilizando un tono grotesco, antes de estirar la mano en mi dirección y sujetarme del mentón con una brusquedad que me hizo sobresaltar, asustada.

—C-Caín, ¿qué estás haciendo? —expresé, nerviosa, sintiendo como mi sistema se ponía alerta.

Dejé caer la botella y posé las manos en sus hombros, pidiéndole que se apartara, pero en su lugar él utilizó la fuerza bruta para someterme, y antes de que me diera cuenta, me encontraba recostada en el sofá, con él sobre mi cuerpo con las rodillas flexionadas a mis costados, tomándome de las muñecas con firmeza.

«Oh no, no otra vez... ebrio de mierda, debí golpearte con la botella»

—¡Caín, suéltame! —gruñí con frustración, tirando de mis manos. —. Te lo dije la última vez, soy una mujer casada ahora.

—Sí, lo eres —respondió, haciéndome alzar las manos por encima de mi cabeza para sujetarlas con una de ellas, antes de guiar la otra hacia mi rostro, tomándome con firmeza del mentón. —. Entonces dime si acaso te tomaste la molestia de decirle a tu esposo quien soy en realidad para ti, antes de recomendarle volverse un socio accionista de mis empresas. ¿Lo sabe, Stain? ¿Sabe que acudías a mí por sexo? ¿Acaso sabe cómo te cogía sin piedad en esta sala, el gimnasio, el comedor y mi habitación? —se inclinó, rozando su nariz contra mi mejilla.

Abrí los ojos de par en par, sintiendo un fuerte escalofrío recorrer mi cuerpo. El corazón me latía tan desbordado que lo sentía palpitando en mi garganta, y el calor subía por mi rostro haciendo que una fina capa de sudor cubriera mi frente mientras intentaba desesperadamente zafarme de su agarre y quitármelo de encima.

—Caín, basta, me lastimas —chillé. —. ¡No haremos esto!

—¿Por qué? —su mano bajó del rostro hasta mi pecho. —. Tengo tantas ganas de cogerte ahora mismo, hay demasiado estrés en mi cuerpo y quisiera descargarlo en ti —se inclinó para hablarme al oído. —. ¿Acaso eso no te excita, Stain?

Carajo, en alguna otra ocasión seguramente me habría resultado toda una aventura. Pero no podía, ni quería, traicionar la confianza de Elías.

—¡Caín te lo dije la última vez, y lo repito ahora, esto no pasará! No quiero, ¡suéltame!

Los perros comenzaron a ladrar, luego de percibir el desespero en mi voz.

—¡Cállense! —les gruñó, antes de posar la mirada en mí. —. Dijiste que lo nuestro no se acabaría ni aun después de casada, que yo sería el único que podría pararlo. ¿Eso significa que el acuerdo sigue en pie?

—¡Que no! —como pude, tiré de mis manos hasta liberarme de su agarre, y sin dudarlo ni un segundo le propiné una fuerte bofetada que le hizo ladear el rostro. La mano me ardió.

Él se apartó con prisa, poniéndose de pie mientras acariciaba la zona afectada. Podía ver como su pálida mejilla enrojecía, pero no me arrepentía de lo que había hecho, él se lo había ganado a pulso.

—¡No es no, maldito ebrio de mierda! —grité con frustración. —. ¡No sé qué mierdas pasa contigo!

—¿Conmigo? —gruñó, mientras fijaba sus ojos enfurecidos en mí. —. ¿Qué mierdas sucede contigo? ¿Tienes idea del conflicto de intereses que generarás al convertirme en socio de tu esposo? Yo no mezclo placer con negocio.

—¡Lo nuestro se acabó! —exclamé exasperada. —. Terminó hace mucho, así que no habrá ningún conflicto. ¡No puedes utilizar eso como excusa!

La voz me temblaba, al igual que mis extremidades debido a la adrenalina que recorría mi sistema, la sangre me ardía de ira, estaba molesta, me sentía realmente molesta, y sumamente ofendida de que se atreviera a tratarme una vez más de aquella forma. Creí que se lo había dejado en claro la última vez, ya no era su maldita amante, para que me tratase peor que a una puta.

Que, por cierto, también merecían respeto.

—¿Eso es lo que crees? —preguntó, acortando el espacio entre ambos y tuve que realizar un gran esfuerzo para no mostrarme intimidada ante su expresión tan fría. —. ¿Estás tan segura de eso?

Tragué saliva, intentando deshacer el nudo en mi garganta y contener las lágrimas. ¡Cielos! no sabía por qué estaba tan sensible, pero no le daría el gusto de verme llorar, solo era un torpe irresponsable.

—Sí. —respondí, procurando que mi voz no falseara.

—¿Entonces por qué no se lo dijiste? —torció una sonrisa malévola que me erizó la piel.

Sabía lo que estaba haciendo, manipulaba la situación para que me arrepintiera de intentar ayudarlo. El muy idiota no estaba pensando con claridad, y no permitiría que me arrastrara consigo en aquel juego tan macabro, donde la única persona que saldría afectada sería yo, debido a las grandes inseguridades que me estaba provocando.

Adopté una expresión seria.

—Vete al diablo, Caín Sloan —bufé, antes de darle la espalda y dirigirme hacia la puerta. —. La oferta comenzará a tener fecha de caducidad, es tú decisión si prefieres seguir aquí revolcándote en tu propia mierda antes de levantarte y demostrarle a esa bola de imbéciles igual a ti, de lo que eres capaz. —alcé la barbilla, disponiéndome a marcharme, pero entonces escuché su voz.

—Acepto.

Frené en seco, sintiendo el corazón darme un salto. Fruncí el ceño con desconcierto y me giré para verlo.

—¿Qué has dicho?

—Ya había decidido aceptar tu ayuda, se lo mencioné a Jade cuando le informé que ya no podría seguir siendo parte de mi vida. —dijo, mientras comenzaba a recoger algunas de las latas del suelo.

¿Que hizo qué con Jade? Ay, Sloan.

—El vodka que me arrebataste también era un señuelo, los dos tragos que me viste beber es todo el alcohol que hay en mi sistema.

¿Él estaba sobrio?

—N-No lo entiendo. —balbuceé, anonadada.

—Rebeca, estoy a punto de volverme socio de tu esposo, necesitaba saber cómo actuabas estando bajo presión antes de aceptar cualquier acuerdo con él. Si existía el más mínimo atisbo que me indicara que aceptarías coger conmigo, esto no habría funcionado, pero, por suerte, al parecer es claro que cortaste lo nuestro de raíz, no sedes ante mí en lo absoluto, así que pienso que podremos trabajar juntos.

¡¿El muy idiota se encontraba probándome?! ¡Cabrón malnacido! No era necesario que me hiciese pasar por aquella tortura. Realmente creí que estaba ebrio y que abusaría de mí.

Estaba en shock.

—Solo dime cuando y donde me reuniré con mis nuevos socios, y ahí estaré. Por mi madre, es tiempo de que vuelva al ruedo.

—¿Volver al ruedo? —comencé a reaccionar.

Si bien finalmente podía suspirar de alivio, todo en mi sistema me incitaba a querer asesinar con mis propias manos a aquel arrogante, desgraciado y presuntuoso hombre, hijo de...

No, Waleska no tenía la culpa.

—No tenías porqué haberme hecho pasar por tanto... ¡Eres un idiota, Caín Sloan!

Él se alzó de hombros, con una expresión despreocupada.

—Eso ya lo sabías.

Entreabrí la boca, dispuesta a volver a arremeter en su contra, pero entonces sentí como si estuviese viviendo un deja-vu del día en que nos peleamos luego de que le preguntara por el nombre que llevaba tatuado en su costado. En lugar de enfadarme, me causó mucha gracias saber que "eso ya lo sabías" era su respuesta predeterminada a "Eres un idiota", y lo empeoraba el saber que tenía razón; yo sabía la clase de patán arrogante y narcisista que era, por lo que no debía haberme sorprendido su estúpido jueguito.

Suspiré. Por lo menos, finalmente había cedido, y si el plan marchaba bien, seguramente su vida podría volver a la normalidad y, ¿quién sabía? Quizás decidiría perdonar y ser feliz con la mujer que claramente amaba.

—Imbécil, te estaré avisando cuando será la reunión —anuncié, mientras me colgaba el bolso del hombro. —. Por cierto, creo que estás siendo muy duro con Jade, si bien se equivocó, es claro lo mucho que te ama, y tú a ella.

—Te suplicaré que no te involucres en esto, Rebeca —se paró firme, cruzándose de brazos. —. Hiciste suficiente con aconsejarle que viniese aquí. —me reprochó.

—Solo quería ayudar —rebatí.

—Últimamente lo haces demasiado, y créeme, no hay bien sin consecuencia. —dijo con advertencia.

Fruncí el ceño en confusión. ¿A qué se refería con aquello?

—Ahora, si me disculpas —dijo, antes de silbar para llamar la atención de los perros, quienes en ese momento ingresaron corriendo hasta quedarse firmes en la puerta. —. Los llevaré al patio trasero para alimentarlos, ¿tú que harás?

—Volver a casa —espeté, acercándome a ellos para acariciar su cabeza. —. Hugo me espera en el auto, no puedo quedarme más tiempo.

—Cierto, tu guardaespaldas podría sospechar que te encuentras haciendo algo inapropiado —comentó con sarcasmo. —. Te veré luego, Stain.

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