Capítulo 11
Sentí algo peludo rozar mi mejilla, sacándome de mi sueño ligero, y al abrir los ojos, me encontré a Leo recostado sobre la almohada, siendo su cola la causante del cosquilleo en mi rostro. No pude evitar sonreír enternecida, mientras estiraba la mano para acariciar su cabecita.
—Hola, mi amor... ¿Quién te dejó entrar? —pregunté, antes de ver por encima de él hacia el otro extremo de la cama, encontrándolo vacío.
«Claro, Elías»
Los recuerdos de la noche y madrugada anterior volvieron a mi cabeza; todo fue realmente intenso, y a pesar de saber que difícilmente lo encontraría ahí en la mañana, debido a su trabajo, no pude evitar sentirme nostálgica al no despertar entre sus brazos, sintiendo su calor y disfrutando del aroma masculino que emanaba de él.
—Mamá está triste, Leo. —suspiré, antes de tomarlo para dormir abrazada a él.
El minino se quejó por mi atrevimiento, y no dudó en zafarse de mis brazos para ir a recostarse al extremo contrario, alejado.
—Traidor —farfullé, antes de girarme en la cama para darle la espalda y volver a dormir un poco más.
Me sentía realmente agotada, no había dormido mucho pese a ser consciente de que Elías se encontraba a mi lado. Mi cabeza no me dejaba tranquila, había logrado evitar que fuese al encuentro de Victoria, pero para ello violé su privacidad y no conforme con eso me atreví a borrar mensajes de textos de su teléfono... algo por lo que yo habría enloquecido de furia, de habérmelo hecho a mí.
Joder, estaba fuera de control.
Incesantes mensajes de texto hicieron vibrar mi celular sobre el buró junto a la cama, haciéndome sentir una fuerte curiosidad por lo que estaba ocurriendo. Aún adormilada, sintiendo mis parpados pesado, estiré la mano para tomar aquel aparato electrónico y ver en la pantalla. La bandeja del grupo de empresarios estaba por reventar, así que no dudé en ingresar al chat, acto de lo cual me arrepentí al darme cuenta de que se trataba de mensajes de texto de empresarios veteranos burlándose una vez más de la situación en que se encontraba Caín Sloan. Al parecer, el ultimo de sus socios lo había abandonado, y estaba a punto de declararse en banca rota.
No hacía falta mencionar que mi adorado padre se encontraba entre el barullo, enviando al chat incesantes emojis de caritas riendo con lágrimas en sus ojos. Al parecer, le resultaba bastante divertida la situación.
«Imbéciles»
Dejé el teléfono en su lugar de una manera tan brusca que la pantalla emitió un crujido al recibir una fisura en la parte superior izquierda, pero no le di importancia e intenté seguir durmiendo, hasta que me descubrí a mí misma dando vueltas en la cama, sintiendo una profunda angustia que me imposibilitaba el descansar a pesar de permanecer con los ojos cerrados.
Rendida, volví a abrir los ojos, y me sorprendí al darme cuenta de que habían pasado casi cinco horas, ya eran las diez de la mañana, el tiempo pasó volando y al parecer estuve perdida en mi ensimismamiento. Aun me sentía agotada, pero por más que quisiese, no podía quedarme recostada todo el día, tenía muchas cosas que hacer y entre ellas, darle una visita a Caín Sloan en un intento por hacerlo recapacitar. Katy e Izayana esperaban su respuesta.
Y, por todos los cielos, aún me faltaba comentarle el plan a Elías. Mi esposo era una pieza importante, su fortuna igualaba a la de cinco de aquellos empresarios, y si la misión era callar sus bocas y hacer que se tragasen sus palabras, necesitábamos a M-ODELL en la lista.
¡Era la base de todo!
Me incorporé hasta quedar sentada en la cama, bostezando mientras estiraba los brazos. Vi a Leo aún recostado y pensé en lo fácil que era la vida para un felino consentido, mientras me levantaba para dirigirme hacia el baño a darme una ducha. Una vez que terminé, sentí una repentina y profunda hambre, por lo que solamente me coloqué una bata de satín para cubrir mi desnudez y salí de la habitación en dirección a la cocina.
—Señora Odell —me saludó Erlinda, al verme atravesar el umbral —. Buenos días, fui dos veces a dejarle el desayuno, pero parecía estar en coma. —comentó risueña.
Definitivamente estaba en coma, si no escuché las dos ocasiones en que ingresó a la habitación.
—Sí, estaba agotada —respondí, mientras me sentaba frente al taburete. —. ¿Qué hay para desayunar?
—Lo que comúnmente pide cuando desayuna sola; avena o ensalada de frutas...
—No —negué con la cabeza. —. Me gustaría algo más jugoso y grasoso; quiero huevos revueltos, tocino y pan tostado —me estiré para tomar una uva del plato que me ofrecía. —. También panqueques con miel y...
Dejé de hablar, manteniendo la uva a centímetros de mi boca luego de escuchar una conocida voz viniendo del comedor. Sintiéndome extrañada, no dudé en ponerme de pie y avanzar hacia aquel espacio, percatándome con sorpresa de que Ander se encontraba sentado en la mesa junto a Hugo, degustando algunos bocadillos.
—¿Tú qué haces aquí? —lo señalé con la uva.
Ambos dejaron de comer y me observaron, anonadados.
—¿Señora Odell? —preguntó Ander, arqueando una ceja. —. ¿Sucede algo?
«¿Qué si sucede algo?» No entendía el motivo por el que Ander debía estar en casa, si su trabajo era acompañar a Odell. Santos cielos, no quería que mi mente me traicionara, pero la conversación con Maura sobre lo que pasó durante el viaje volvió a mi memoria, haciéndome recordar que Elías no dejó que su guardaespaldas lo acompañara al restaurante para ver a aquella odiosa mujer.
¿Sería entonces que se había marchado a encontrarse con Victoria después de todo?
—¿Dónde está Odell? —pregunté, cruzándome de brazos. —. ¿Por qué no estás con él?
—Señora Odell —la voz de Erlinda me hizo girar la cabeza para buscarla. —. El señor se encuentra en su oficina, no ha salido de la casa hoy.
Abrí los ojos ampliamente, sorprendida al darme cuenta de que todo aquel tiempo en que estuve añorándolo después de despertar, se encontraba a un piso de distancia.
Realmente se había quedado en casa.
Una indescriptible emoción me embargó, al punto en que sin preguntar nada más, dejé caer la uva que se encontraba en mi mano para girarme y salir de la cocina a grandes zancadas, dirigiéndome hacia las gradas. A medida que subía aquellos escalones, me descubrí a mí misma sonriendo cual adolescente ilusionada, sin poder creer aún que realmente estuviese pasando.
¡Se había quedado en la jodida casa!
Una vez que llegué a su oficina, inhalé profundo, intentando calmarme y dejar de sonreír como una boba antes de asomarme por la puerta, que para mi suerte se encontraba semiabierta. En el momento en que su imagen llegó a mi campo de visión, sentí como si tuviese mariposas revoloteándome en el estómago mientras suspiraba embelesada; él estaba sentado en su escritorio, concentrado en la pantalla de su laptop. Llevaba ropa casual, una camiseta blanca que dejaba al descubierto sus brazos llenos de tatuajes y estaba utilizando lentes. Se veía como un nerd, un sexi y caliente nerd.
Tragué saliva, mientras me adentraba en aquel espacio a pasos lentos, tratando de no sorprenderlo de manera abrupta.
—Ma Chére —dijo, levantando la mirada de su pantalla, al percatarse de mi presencia. Esbozó una radiante sonrisa. —. Al fin despiertas, he entrado tres veces a la habitación a revisar que siguieras con vida.
«Espera, ¿qué?» ¿Sería acaso que me había bebido algún somnífero sin darme cuenta?
—Al parecer estaba muy agotada —respondí, acercándome hasta su escritorio. —. ¿Y qué hay de ti? Me sorprende verte en casa.
—¿Por qué? —preguntó, extendiendo su mano para pedirme rodear el escritorio y acercarme. No dudé en hacerlo, hasta apoyarme de espaldas en el borde de aquella superficie de madera, de frente a él —. Si Ma Femme me pide que me quede, yo me quedo.
Declaró, y el corazón se me derritió, mientras mordía mi mejilla interna para reprimir la boba sonrisa que amenazaba con formarse en mis labios.
—No sabes cuanto te lo agradezco —suspiré, bajando la mirada hacia mis pies. Joder, en aquel momento agradecía que mi tono de piel disimulara el calor que subía por mis mejillas. No me consideraba una mujer tímida, pero Elías me hacía sentir así. —. Me alegra mucho que estés aquí, Odell.
Él tomó mi mano para guiarla hacia sus labios, besando mis nudillos antes de acercarme más y abrazarse de mi cintura.
—Je t'aime, Ma Chére —dijo, mientras apoyaba la cabeza en mi abdomen. —. ¿Has comido algo, el día de hoy?
Suspiré hondo, mientras pasaba la mano por su cabeza, acariciándolo con ternura para consentirlo un poco. Lucía bastante agotado de tanto trabajar, y sentía que era mi culpa, ya que al final él sí se dirigía a la empresa a continuar con su programa, no a ver a Victoria, y yo lo había retrasado al suplicarle que se quedara conmigo.
—En un momento iré... ¿te estoy interrumpiendo?
Negó con la cabeza, aferrándose más a mí.
—No, Chére, ya estaba por pausar un poco, ya que necesitaba un descanso de los números y letras.
—Esa es una buena noticia —sonreí, antes de posar las manos en sus hombros y empujarlo levemente, para que se apartara un poco y así tener la oportunidad de sentarme a horcajadas en su regazo. —. Quiere decir que podemos pasar unos minutos juntos antes de que tenga que irme y tú vuelvas a trabajar.
Contrario a todo lo que me representaba, no era sexo lo que quería en aquel momento, solo anhelaba tenerlo así, tan cerca, abrazarlo y hundir mi rostro en su cuello mientras disfrutaba de sentir sus manos acariciando mi espalda. Sí, en aquel momento me sentía como una pequeña caprichosa que solo quería ser mimada.
Para mi suerte, él me cumplió, llenándome de tiernas caricias y besos.
Hubiese deseado quedarme así para siempre, pero entonces recordé que era el tiempo perfecto para cumplir con uno de mis pendientes; Caín Sloan.
—E-Elías, quisiera comentarte algo. —suspiré, dejando un tierno y húmedo beso en su cuello, antes de incorporarme para verlo de frente.
Estaba a punto de hablar, pero entonces sentí como se estiraba hacia mí para atrapar mis labios en un tierno beso que no pude evitar corresponderle. Gemí gustosa, mientras movía mis labios al compás de los suyos, disfrutando de su sabor a café.
Joder, lo adoraba.
«Rebeca Enfócate, no puedes dejar pasar la oportunidad». ¡Cierto, hombre no me tientes, trato de decirte algo!
—Elías —murmuré contra sus labios, conteniéndome para no adueñarme de su boca con fiereza. —. No creas que no tengo ganas, estoy calientísima, pero de verdad necesito hablarte de un tema importante.
Él detuvo sus besos y caricias en súbito, alzando ambas manos en señal de paz.
—Tienes mi total atención, Chére —dijo, echándose para atrás hasta recargar la espalda en su silla de escritorio. Tomó mi mano para guiarla hacia sus labios y besarme los nudillos. —. Habla que yo te escucho.
Tragué saliva, sintiéndome un tanto nerviosa al no saber cómo comenzar con aquella petición. ¿Quizás diciéndole la verdad sobre lo que Caín Sloan había representado en mi vida? Tal vez nunca llegué a sentirme atraída sentimentalmente por él, pero fue mi amante exclusivo por casi dos años, literalmente decía ven, a gatas o de rodillas y yo no dudaba en obedecerle, desesperada por placer.
¿Cómo iba a decirle todo aquello a mi esposo? Sí, Elías era comprensivo, tierno y muy condescendiente, pero al mismo tiempo era celoso, solo habría que ver cómo casi se le iba a los golpes al idiota que encontramos en el club durante nuestra luna de miel. Además, Caín no se encontraba pasando por su mejor momento, se comportaba como un verdadero imbécil abusivo, y no quería un enfrentamiento entre aquel par.
No, simplemente no podía decirle la verdad.
—¿R-Recuerdas a mi amigo? Caín Sloan —comencé, y joder, realmente estaba haciendo un gran esfuerzo para que no se notara lo nerviosa que me encontraba.
—Oui, Ma Chére —respondió tranquilo. —. ¿Siguen burlándose en el grupo de empresarios? Ils sont idiots.
—Y lo que le sigue —respondí, al entender lo último. —. Están subestimando a Caín Sloan, y no quiero que tu hagas lo mismo —decidí tomar aquel rumbo. —. E-Elías, me gustaría que... —bajé la mirada, por alguna razón me sentía incapaz de verlo a los ojos. —. Me gustaría que vieses sus informes.
—No hace falta para saber que es bueno en su trabajo, Chére, si lo único que pudo derrumbarlo fue el ataque de un Prédateur más grande como Hamilton. —se alzó de hombros.
—Entonces, ¿tú estarías dispuesto a convertirlo en tu socio? —pregunté, jugando con el lazo de mi bata con timidez.
—¿Quoi? —preguntó, confundido. —. Chére, ¿quieres que convierta a tu amigo en mi socio?
—No así, de la nada, no quiero que lo hagas por mí —tomé el valor de verlo a los ojos. —. Quiero que leas a detalles sus informes y te des cuenta de que sí querrás se parte de sus accionistas junto a Izayana Stevens y Katy Jonhson.
—Sí, Chére p-pero ¿qué hay de tu padre? ¿Sloan no es su más grande rival? Además, ya soy accionista de la inmobiliaria de tu padre, ¿es beneficioso invertir en ambas, siendo rivales entre sí?
—Sí, lo sería —rebatí. —. A diferencia de mi padre, Caín no se quedó solo en la inmobiliaria, él se aventuró con otras cosas. Compró la franquicia Hotelera de H&J y la revivió, además de una fábrica de maquinarias que sirven en los campos. Mi padre puede decir lo que quiera, pero Sloan aún desde el suelo lo sigue viendo hacía abajo.
Terminé mi discurso, y para ser sincera, temí haberme excedido al hablar tanto y tan bien de Caín, arriesgándome a quedar en evidencia sobre el pasado que compartimos, pero no se trataba de eso, debía dar honor a quien honor se merecía, y a pesar de todo, el imbécil de Sloan se había ganado mi respeto.
Solo esperaba que Elías pudiese verlo también.
—Adoro el brillo en tus ojos cuando hablas de negocios, Chére —dijo, posando una mano en mi mejilla. —. Está bien, leeré sus informes, y quiero que me presentes a tu amigo, debo entrevistarme con él si deseo ser accionista en sus empresas.
«Carajo»
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