En una noche veraniega del mes de agosto, el aire yace impregnado con el aroma del mar, los perfumes de las mujeres y el hedor del tabaco barato y marihuana de los jóvenes formados en la línea para ingresar al antro más "in" del momento. Luna; ubicado en Boulevard Byscaine, los muros de Luna están integrados con luces de neón que dan surrealistas efectos en las selfies de las jóvenes.
Un hombre de dos metros de alto de complexión atlética con líneas de sudor que brillan ante la roja luz fosforescente, delinea y refuerza sus varoniles facciones. Él, entre flashazos de senos de silicona, y fajos de billetes de 100 dólares, se da la tarea de seleccionar a entre todo el "ganado" a los y las afortunadas que podrán entrar a LUNA.
—¡Chuck!, ¡Aquí! —Le grita en un español golpeado al cadenero, una joven mujer, su rubia cabellera ondea en el aire ante sus brinquitos en tacones de plataforma rosas de 12 centímetros. En su mano tiene un Smartphone Sky15G Pro Ultra, el cual Chuck reconoce, por los comerciales en Youtube. En la pantalla 3D, se muestra un holograma de análisis de contenido, en ella, una gráfica en azul con distintos nodos moviéndose erráticamente de arriba a abajo, significan el nivel de interacción que sus seguidores hacen con la cuenta. Sin embargo, lo único que a Chuck le importa es el número.
—¡25mil! ¡Lo siento mami! 25 mil seguidores no son suficientes para entrar. —Le anuncia Chuck, en un instante los ojos azules de la influencer, se contraen ante la negativa de Chuck. —Para poder entrar a LUNA, necesitas al menos 75mil, mami. —Repite el cadenero.
—No tengo los 75mil aún, pero si me dejas entrar y hace un directo, te prometo que conseguiré los 75mil seguidores en 3 minutos. —Respondió la joven influencer.
Pero Chuck, no se cree para nada la historia de la influencer, esa misma escusa se la han contado al menos otras cinco veces más en esta noche. Chuck sabe que no está ahí ante la puerta de LUNA, para darle oportunidades a influencers wannabe, para crecer su presencia en redes sociales. Si tuviese que preocuparse por los demás, se hubiese quedado en la Habana. Chuck niega con la cabeza. —¡Llégale! ¡Regresa cuando hayas conseguido los 75mil!
La joven influencer, se queda muda por un momento y repentinamente, decide tirar la cadena recubierta por terciopelo escarlata intentando forzar su entrada en el antro. Chuck la detiene y en un abrazo la inmoviliza y la levanta en el aire. Los zapatos la joven mujer se caen, mientras y la influencer trata de liberarse, comienza a gritar.
—¡Gusano de mierda! ¡Oye idiota! ¿Qué no sabes quién soy? ¡Soy KathieCam! —Repite la influencer. —¡Gano más en un directo que tú en un puto año! Más a Chuck no le interesa, después de todo ella lo insulta en inglés, y él no habla ni un poco.
La campana de notificaciones empieza a sonar en el teléfono de KathieCam, Chuck la suelta y la joven influencer cae al suelo.
—¡Oh no! —Grita la joven influencer con su huesuda y nívea mano con sus largas uñas plastificadas que proyectan pequeñas imágenes animadas de peces koi nadando entre sus uñas, rápidamente, toma su teléfono. Sus ojos se aguadan. Entonces Chuck mira por detrás de la chica, donde la pantalla 3D del Smartphone, revela la incómoda verdad.
El número de seguidores de KathieCam, bajó de 25mil seguidores a solo 8mil.
—¡Estoy arruinada! —Grita la joven influencer, la chica inmediatamente rompe en llanto. A Chuck no le interesa, y la deja llorar ahí ante la puerta del antro, mientras regresa a revisar a los posibles solicitantes.
Entonces, un auto negro se estaciona en la acera. Todos los jóvenes formados quedan completamente sorprendidos, un auto pequeño, usado y con un rayones se estaciona frente a ellos.
—¡Bry! ¡Ve a sacar la basura! —Le ordena Chuck a otro de los guardias. Bry quien es un hombre alto también de complexión atlética asiente con la cabeza y camina hacia el auto.
El hombre golpea la ventana del conductor, y el vidrio desciende solo un poco. Chuck no puede oír por la música y el gimoteo de KathieCam lo que dice Bry. Pero sabe que con la voz autoritaria de Bry, ha sido suficiente para hacer huir a cualquiera.
No hay gritos, no hay insultos, no hay nada...incluso Bry habla con miedo. El joven guardia de seguridad se da la media vuelta y le abre la portezuela al conductor. Un joven caucásico de cabeza rapada desciende del auto. Su atuendo no son más que un par de Jeans azules, sucios por una mancha de mostaza, lleva también una sudadera negra y usa zapatillas snickers blancos y sucios.
El muchacho camina en línea recta por la acera hacia Chuck. Y el cadenero por otro lado, queda sorprendido por el tamaño de las agallas del joven. Fácilmente podría darle un golpe en la mejilla y noquearlo. Pero el muchacho simplemente sonríe y le muestra la pantalla de su Smartphone.
El número de seguidores que tiene son solo 7.
Chuck cierra el puño en ira, casi como si ese perdedor estuviese burlándose de él, frente a todos, pero al instante se le hela la sangre. En su biografía parece el símbolo de una calavera.
—Hola Carlos, ¿Cómo va la noche? ¿Me dejas pasar? —Preguntó el joven con una voz aguda.
Chuck no entendía, pero sintió miedo. ¿Cómo sabía aquel enclenque que su verdadero nombre era Carlos? ¿Acaso sería uno de los sicarios que la Habana envió tras él, después de dejó la isla?
—Ne...necesito ver una identificación. —Respondió Chuck, titubeante.
—Por supuesto. —Dijo tranquilamente el hombre de la sudadera. Y mostró su identificación. Una tarjeta de plástico, donde aparecía su fotografía.
—Agente Carmine Fittz... —Repitió Chuck en voz baja, su vejiga se liberó por el terror, empapando sus pantalones de vestir blancos. —Se...Secretaría Nacional de Defunciones.
La sonrisa de Carmine tuvo otro matiz.
Ahora ya no era la engreída sonrisa de un joven, ahora era la maliciosa sonrisa de una bestia sedienta de sangre. Al instante Chuck se hizo a un lado y le abrió la cadena. Ante el marco de la puerta de acceso al antro, Carmine miró por sobre su hombro al cadenero.
—Bienvenido a América, Chuck. —Respondió el muchacho y luego entró.
Apenas el muchacho cruzó el umbral, Chuck dio una profunda respiración y comenzó a correr, por la calle, todos los invitados quedaron anonadados y comenzaron a sacar sus smartphones para grabar la cobardía de Chuck, más al cadenero solo le interesaba correr...pues segundos después se la música del antro fue acallada por el ensordecedor estruendo de la metralleta.
Una historia sobre la muerte
Reaper: Una Distopía Americana
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