Capítulo 4: Madre Piedad.
LEAH
En su sueño, Leah volvía a estar en el frente, volvía a escuchar los gritos de las mujeres al perder a sus hijos por las balas y el llanto de los huérfanos al perder a sus padres por las explosiones. En la atmosfera se percibía el olor a pólvora, tierra, y ceniza, mientras que los ojos de Leah, picaban por el humo que emanaba de las tiendas de refugiados que ahora estaban encendidas en llamas. Las grandes hogueras donde las pocas pertenencias que habían logrado sacar del otro lado del Río Bravo ardían y donde hombres y mujeres envueltos en patrióticos símbolos americanos disparaban a quemarropa, sin importar que fuesen hombres mujeres o niños.
"Ejecuten comando Red Pidgeon" Había escuchado Leah por su auricular. Entonces frente a ella sus compañeros y compañeras de la unidad formaron una sola línea, alzaron sus metralletas y tiraron del gatillo acallando todo y a todos por igual...
Leah despertó abruptamente, y se secó las lágrimas que corrían por sus mejillas.
"¿Cuantos años habrían pasado desde la masacre de Margarita's Grave? Lo primero que se me ocurrió fueron unos tres o cuatro años, que curioso resulta la mente, puedo recordar vívidamente la sangre que derramé, pero no puedo recordar cuando la derramé."
Leah se levantó de su cama. Aún era de noche. La chica caminó hacia la ventana y tocó el cristal. Un círculo luminoso se activó alrededor de su palma y el cristal entintado negro, se disipó revelando el exterior. Los enormes rascacielos se alzaban en el horizonte con brillantes anuncios publicitarios hechos con luz, que se proyectaban en las paredes. La joven miró hacia abajo, había 10 pisos más antes de llegar al suelo. Por lo que no le importaba si alguien trataba de verla con su short y su playera de manga corta. Sintió como los vellos en su tersa piel se levantaban, pero no sabía si era por el susto o por la ligera brisa del aire acondicionado.
—¡Siria apaga aire acondicionado! —Le ordenó Leah a su asistente digital.
De pronto una voz electrónica que emanó del interior del departamento respondió.
—Aire acondicionado, apagado. —Respondió la asistente digital. Inmediatamente la asistente digital volvió a hablar. —Llamada entrante de "Mi viejo".
Leah caminó a su mesita de noche y tomó su Smartphone, una imagen de un hombre robusto de tez clara con ojos azules sonriente, con camisa de cuadros rojos y blancos y un sombrero tejano comenzó a sonar. Leah colocó su dedo en la pantalla, pero no fue capaz de presionar el botón para contestar. El teléfono se quedó vibrando en la mano de Leah por un minuto y luego se apagó. Entonces le llegó un mensaje a su teléfono el cual leía.
"¿Vendrás este año a la barbacoa familiar de Semana de la Unidad?
XOXO papá."
Leah entonces puso su dedo sobre el mensaje y lo corrió hacia la derecha, la notificación desapareció.
"Oh papá... ¿Qué haré contigo? No te rindes, no te rindes a pesar de que todos se dieron por vencidos conmigo, no lo entiendo papá... ¿por qué no te has dado por vencido conmigo? Maté a nuestros conciudadanos, a nuestros vecinos, a nuestros amigos. Tengo las manos manchadas con la sangre de inocentes, con la sangre de nuestros compatriotas y, aun así, no te das por vencido conmigo."
La joven Leah no pudo dormir esa noche. A la mañana siguiente se colocó su uniforme de la SND, pantalones negros, bota militar y una chaqueta de cuero con la insignia de la SND en su hombro derecho. Abrió la puerta de su departamento y miró a ambos lados, se aseguró de que no hubiese nadie en el corredor y luego con paso apresurado, caminó hacia el elevador. De ahí presionó el botón que la llevó al estacionamiento subterráneo.
Luego caminó hacia su auto; de color gris Oxford que estaba conectado a una toma electrica. La mujer lo desconectó y luego entró en el vehículo, el interior olía a popurrí. Ella encendió el auto y se dio cuenta que no prendía la pantalla del navegador. Leah golpeó levemente la pantalla, hasta que finalmente se encendió. Su Smartphone se conectó inmediatamente y las notificaciones de su teléfono aparecieron en la pantalla. El primer mensaje, era de su jefe, quien le pedía que se reuniera con la directora de comunicaciones de la SND. El segundo mensaje era de una mujer que ya conocía con anterioridad, pero en el mensaje había enviado una clavera.
"Señora Bishop...oh no." Pensó Leah. La mujer entonces colocó en la pantalla la dirección de la casa de retiro San Peter's Gate. El auto al instante comenzó a moverse. Mientras el vehículo se conducía a si mismo hacia la casa de retiro. Leah tomó el maletín del asiento trasero. En el interior había folders con la información de sus difuntos y al lado... estaba la pistola. Usualmente los agentes de campo de la SND tenían como arma reglamentaria una glock semiautomática. Leah tomó la pistola y la guardó en la pistolera que llevaba por debajo de su pecho.
Leah llegó a la casa de retiro y el vehiculó aparcó frente al edificio. La joven agente descendió, al instante la gente se le quedó viendo. Ella apresuró el paso hacia el interior de la casa de retiro. En el recibidor estaba un joven enfermero vestido en un uniforme médico blanco. Apenas vio a Leah, comenzó a toser, casi se ahogaba. Sentía el miedo.
—Bi...bi... bienvenida a San Peter's Gate, en, ¿en qué puedo ayudarle? —Tartamudeó el enfermero.
—Tranquilo, no vengo por ti. —Respondió Leah. Entonces le mostró su credencial de identificación. —Agente Leah Anderson, Secretaría Nacional de Defunciones.
—¡Usted otra vez! —Exclamó enojada una mujer. Leah miró sobre su hombro, una pequeña mujer de cabello ensortijado color azabache, y ojos rasgados se acercó a ella. —Ya le dije que no regrese, aquí no queremos Reapers como usted. Vaya a matar a otro lado.
—Directora Wu, siempre es un placer verla. —Respondió Leah con una forzada sonrisa en el rostro. La doctora Wu entonces apuntó con su huesuda mano hacia la puerta.
—¡Fuera!, ¡fuera de mi establecimiento, ninguno de estos ancianos quiere morir hoy! —Replicó la doctora Wu mientras agitaba su mano.
—Lo siento, pero no puedo hacer eso. —Respondió Leah. Entonces sacó su Smartphone y le mostró el mensaje en la pantalla. —La señora Bishop, me ha pedido que viniese.
—La señora Bishop tiene más de 100 años y está senil. —Replicó la directora Wu.
—Bueno, obviamente tuvo un momento de cordura y me pidió que viniese aquí. —Respondió Leah. —No tiene que escoltarme, se hacia dónde queda su habitación.
En el momento que Leah comenzó a caminar, la señora Wu, le negó el paso. —La ley Protegiendo Vidas, aún es legal en este estado. No puedes cesar a Geraldine Bishop, tú, reaper. —Respondió enojada, la encargada de la casa de retiro.
—Cierto, la ley no me permite acabar con la vida de gente de la tercera edad, más que con la autorización de ellos. —Replicó Leah. —En el momento que Geraldine Bishop me mandó el mensaje, se hizo un acuerdo vinculante entre ambas partes. Estoy obligada por el estado a cesar a esta ciudadana.
—Pues no la dejaré. —Replicó la señora Wu y extendió sus brazos.
—Cualquier intento de prohibir a un agente de la SND, cumplir con su labor, es delito federal. —Respondió Leah tranquilamente.
—Todas las vidas son sagradas. —Replicó la señora Wu. —Solo Dios puede decidir quien vive y quien muere. —Respondió la mujer. Casi como si ella estuviese repitiendo un mantra.
"Señora Wu, porque tiene que hacer esto tan difícil, bueno pues, si no me lo permite por las buenas, tendrá que ser por las malas."
—Dios no es el único que decidirá quien vive y quien muere, también el Estado y yo. —Respondió Leah tranquilamente y alzó un poco su chaqueta, la empuñadura de la pistola brilló por un momento. —Melissa Wu, 45 años, Boston. Causa de muerte: suicidio, el registro forense reveló que la causa de muerte fue una herida por impacto de bala en el cerebelo...
—No se atrevería...—Replicó la señora Wu enojada. Leah entonces quitó el arma y colocó la boca del arma por debajo de la mandíbula de la señora Wu.
—Testigos afirman que la señora Wu, tuvo un quiebre nervioso en medio del lobby del asilo para ancianos San Peter's Gate.
—Nadie te creería eso. —Replicó la señora Wu.
"¿Ah no?"
Entonces Leah miró al enfermero que estaba en el recibidor.
—¿Usted me creerá? —Le preguntó Leah. El enfermero comenzó a temblar, y entonces asintió con la cabeza, aterrorizado.
Entonces la señora Wu, dándose cuenta de la realidad bajó las manos y se hizo a un lado. Con una mirada llena de furia e indignación finalmente accedió. —Espero que algún día, alguien te haga lo mismo, asesina. —Replicó Leah.
"Oh, Señora Wu... llevo años esperando eso."
Entonces Leah guardó su pistola y se fue caminando por el pasillo, atrás de ella, iba la señora Wu. Probablemente para ser testigo de la muerte de Geraldine Bishop. Al final del pasillo había una puerta que tenía una etiqueta con el nombre: Sra. Geraldine Bishop. Leah entonces dio un respiro, tenía que relajarse después de todo y abrió la puerta. Sentada frente a una ventana estaba una mujer obesa, de cabello corto grisáceo que vestía con un largo vestido color rosa claro.
La vieja mujer tenía conectado a sus fosas nasales un par de tubos de plástico que conectaban a un respirador artificial. Los rechonchos brazos y piernas de la señora Bishop, estaban llenos de laceraciones y los dedos de la mujer se habían tornado negros por la diabetes. La mujer estaba en un estado casi catatónico. Tirado en el suelo junto a sus pies sin dedos, estaba el Smartphone.
"Por dios, pero que le han hecho." Pensó Leah, la joven mujer se acercó a la anciana que no podía ni moverse, tal vez había caído en un coma diabético, Lo que sabía es que los nanobots en su torrente sanguíneo no le permitirían morir por causas naturales.
—¿Esto acaso es vida? —Le preguntó Leah a la señora Wu.
—Lo es. —Replicó la señora, hasta que El Señor se la lleve, es mi deber mantenerla con vida. —Respondió la directora del asilo.
Entonces Leah sacó del bolsillo la botellita con morfina y la jeringa
—¿Está lista señora Bishop? —Le preguntó Leah, más la mujer no respondió, ni se movió.
—¿Sufrirá? —Le preguntó la Señora Wu.
—No, será como si se quedara dormida. —Replicó Leah y luego le pinchó con la aguja y le administró la morfina. Entonces Leah percibió como los ojos de la señora Bishop se aguaron.
—Gra.. —Fue lo único que pudo decir la señora Bishop antes de quedarse dormida.
Entonces Leah acarició la cabeza de la mujer. —Está bien Geraldine Bishop, ya puede descansar. Leah entonces se levantó y caminó hacia el marco de la puerta. La señora Wu sacó su crucifijo y comenzó a rezar por el alma de la difunta. O eso es lo que Leah quería creer, a decir verdad, la señora Wu pedía clemencia a Dios por no haber podido frenar a Leah, por haber sido débil...y rogaba por que la ira de Dios, no cayera sobre ella.
Geraldine Bishop murió por causas naturales, según el acta defunción que Leah redactó, el corazón de Geraldine finalmente se detuvo después de 100 años de estar funcionando, y murió instantáneamente. No se realizaron exámenes toxicológicos, por supuesto. Extraoficialmente, se le inyectó una sobredosis de morfina en la vena de su brazo derecho. Y murió de forma indolora. Lamentablemente Geraldine no contaba con parientes vivos, o alguno que pudiese ser identificado. Su cuerpo fue cremado y las cenizas fueron plantadas en el cementerio natural de Eco-Creek Park. Un retoño de roble fue plantando y nutrido con las cenizas de Geraldine.
Nuevamente fue llamada por el director Ansel, Leah se levantó de su escritorio. Y caminó hacia la sala de juntas, donde se supondría que el director estaba presente. En cambio, lo que había eran cámaras y aros de luz. Un fotógrafo medía el nivel de luz en el ambiente. Una joven mujer de cabellera pelirroja y tez morena llevaba un maletín con diversos tipos de sombras, cremas y maquillaje en general. Al otro lado de la habitación estaba el director Ansel. El hombre alzó la mirada hacia la entrada.
—¡Oh Leah, que bueno que has llegado! —Exclamó alegremente el director.
—¿Qué es lo que está pasando aquí? —Preguntó Leah.
—Oh, ellos son Jamie y Carrie, ambos serán los que manejarán tu imagen cuando des nuestros mensajes en las redes. —Replicó el director Ansel.
El primero en acercarse fue Jaime, el fotógrafo quien inmediatamente tomó a Leah por las mejillas, y comenzó a inspeccionarla.
—Tiene buenos pómulos y barbilla afilada. —Replicó el muchacho y luego deslizó sus dedos hacia la barbilla de Leah y la levanto. —¡Perfecto, no tiene bolsas de grasa por debajo de la barbilla, así que no tendremos problemas con alguna papada!
—¿Disculpa? —Replicó Leah, enojada con el comentario de a maquillista.
—No creerías las toneladas de maquillaje que utilizamos para cubrir las papadas de nuestras clientas. —Respondió alegremente la maquillista Carrie.
—No tenemos tiempo, ya tenemos que entrar al aire. —Replicó Jaime. Entonces el muchacho colocó sus manos en los hombros de Leah y la empujó hasta una silla que estaba alumbrada por los reflectores.
Leah no entendía nada de lo que estaba pasando, pero vio en la pantalla de un ordenador su imagen.
Jaime entonces jugó con la intensidad de la luz, hasta que encontró una que favoreciese a Leah, un aro de luz blanca se dibujó en sus pupilas. No podía negar que no se veía bien. Después, Carrie pasó con una almohadilla y comenzó a aplicar el maquillaje en sus mejillas. Entonces el director Ansel se acercó también a Leah y le dejó sobre el regazo de la chica un par de hojas de papel.
—¿Qué es esto? —Le preguntó Leah.
—Tu guion. —Respondió el director Ansel, Leah lo tomó y comenzó a hojearlo.
"En conmemoración de la tercera celebración de la Semana de la Unidad, La Secretaría Nacional de Defunciones, les anuncia la incorporación de 15 mil nuevos agentes de campo de herencia latina..."
Leah continuó leyendo por unos segundos más y luego subió la mirada hacia el director Ansel. —¿Esto es real?
—Ya están dados de alta en el sistema. —Replicó el director Ansel. —Ahora nadie podrá decirnos que la Secretaría Nacional de Defunciones es racista.
—Okay, todos a sus puestos. —Anunció Jaime. —Entramos al aire en 3, 2, 1...
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