05
MARIANA
—¿Me está diciendo que no hay nada que hacer? —Había preguntado la madre de Karla.
—Lamento decirle que su seguro de gastos médicos, no cubre esta enfermedad...—Replicó el doctor.
—Pero, es que es demasiado dinero por una simple depuración de sangre. —Replicó la madre de Karla. —Mire, la cuestión es que las bolsas de plasma han elevado sus precios.
—Con estos precios, mejor le compro a mi hija un nuevo riñón. —Replicó la madre de Karla.
—No sé qué más decirle. —Replicó el doctor.
—Vale, gracias. —Respondió la madre de Karla y se levantó de su asiento, al lado de ella estaba Karla, la niña por otro lado simulaba estar metida en un juego de Smartphone. Mientras que la verdad era que ella estaba atenta, escuchando a su madre discutir. —Vámonos mi niña. —Le anunció su madre y le tomó por el antebrazo a la niña. Karla se levantó del asiento las dos salieron por la puerta y de ahí hacia la entrada de la clínica. En el estacionamiento estaba un auto del año color gris Oxford. Y en el asiento del conductor un hombre robusto de mediana edad, tez clara con corte de cabello ejecutivo. Era Paco.
A pesar de que llevaban ya tres años viviendo con Paco, Karla no lo aceptaba del todo. El hombre era agradable, pero no era su papá. Su papá se había quedado en Estados Unidos. "Mamá decía que se había quedado a huevonear todo el santo día, soñando con una vida mejor."
Karla abrió la portezuela del vehículo y trepó al asiento trasero. Mientras tanto su madre rodeó el vehículo y se sentó al lado de Paco.
—Ya regresamos. —Replicó La madre de Karla.
—Eso puedo verlo. —Respondió Paco con su grave tono de voz, el hombre encendió el vehículo y luego salió del estacionamiento de la clínica hacia avenida El Periférico. —¿Y qué pasó? ¿cómo está Karlita?
—Terrible, que nuestro seguro no es capaz de cubrir el precio de las transfusiones. Al parecer los riñones de carlita no pueden metabolizar los suficientemente rápido. —Respondió Paco. —Bueno siempre está la lista de donadores de órganos.
—Había pensado en sacar un préstamo para uno de esos riñones biónicos. —Replicó Mariana, la mujer comenzó a masajear su nariz con su dedo índice y pulgar mientras cerraba los ojos y exhalaba.
—No creo que funcione, Karlita es muy pequeña para cualquier operación biónica. —Replicó Paco.
—Ah no ser que podamos pagar por sus transfusiones los siguientes 18 años, no veo muchas salidas. —Entonces Mariana miró hacia el exterior. Vio muchos adultos mayores caminando por las calles. —Sabes lo que no puedo entender, ¿Cómo es que el gobierno puede pagarles nanobots médicos a los ancianos para alargar su vida, pero en cambio no puede pagar las transfusiones de sangre de los niños?
—Eso es porque el gobierno vendió las factorías tecnomédicas. —Respondió Paco. —Ahora que son los corporativos quienes controlan el precio de las medicinas, tenemos un mejor país y pagamos menos impuestos. Finalmente tenemos un país libre de comunistas.
Entonces Mariana buscó en la pantalla de su auto y comenzó a buscar en internet el precio del Milagro Médico. Desde hacía 15 años que habían dejado de producirse. El más barato estaba en 7 millones de pesos.
—¡Es demasiado! —Exclamó de forma trágica. Mariana entonces alzó la vista al techo del vehiculo y exhaló. —No podemos ni siquiera costear eso. —Replicó la madre de Karla.
Mientras conducía, Paco entonces comenzó a hablar, sin quitar los ojos del camino.
—Bueno, que tal uno reciclado. ¿No tienes algún familiar que le hayan extraído un milagro médico?
—No, mi familia era anti-vacunas. Ninguno de mis abuelos estaba de acuerdo con la inyección esa medicina. —Respondió Mariana. —Hay alguien...pero no sé si deba preguntarle.
—¿Quién? —Le preguntó Paco.
—La madre de mi exesposo. —Respondió Mariana.
—Su madre.
—Sí, Sienna. —Replicó Mariana. Y por un momento recordó a su suegra. Una mujer de tez clara, con ojos grises, de cabello negro pero que siempre se lo teñía de castaño oscuro. Ella era de rasgos árabes, nariz afilada y ojos risueños. De rostro acorazonado y barbilla puntiaguda. Aunque en realidad era poco lo que sonreía. Tenía un jardín con girasoles y árboles frutales. Y solía tomar el sol en aquel lugar.
—Eso es un problema. —Respondió Paco.
—Sí, sí que lo es. —Replicó Mariana.
—Tal vez deberías decirle a "él" que te ayude.
"¿Cómo podría? Después de todo, un día solamente tomé a Karlita y me fui con ella, dejando una carta al otro lado de una hoja del menú de un restaurante chino. Cuando me fui supe que ya no había regreso. Mi madre me enseñó de niña, a solo medir un hombre por el tamaño de sus sueños, y los sueños de Diego eran enormes...tan grandes, incluso para él".
—Dudo que esté dispuesto a ayudarme. —Replicó Mariana.
—Te daría el Milagro médico de mi padre pero...
"Pero tu familia te dirá, como te atreves a ayudar a la hija de esa mujer. Que ni siquiera comparte tu sangre... Yo al menos eso es lo que te diría si fuese de tu familia." Pensó Mariana más no respondió nada, tal vez porque esperaba una epifanía, tal vez de alguna manera, Paco fuese capaz de ayudarle...pero esto no era una telenovela. Mariana estaba sola con su hija. Y no podía decirle a Paco que simplemente le ayudara. Se había casado con él. Pero, eso no significaba que Paco tuviese que ayudarle con su hija.
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