CAPÍTULO 5
Primer turno.
Makoto y Ayame comparten una canción de MAKE-UP.
Tres días han pasado. La tormenta de hace unos días llegó a cada rincón de la ciudad, causando inundaciones que han afectado al tránsito vehicular particularmente en el centro de Nagoya. El clima es de locos.
Hoy hemos tenido que abrigarnos como si estuviésemos en pleno invierno. Aunque estando dentro de nuestra cabina en el karaoke podemos deshacernos de los abrigos y las bufandas. Incluso me atrevo a decir que el atractivo principal de este espacio tan cerrado no es el de venir a divertirnos, sino el de poder compartir un poco de calor. Touma se ha resfriado y hoy ha tenido que permanecer en casa, aunque le hubiera encantado venir con nosotros. En el karaoke, él es un campeón. Yo he tenido suerte de no haber enfermado luego de esa pequeña aventura en la que terminé empapado.
Pero, aun así, siento que algo falta.
No he sabido nada de Kara Yobanashi. No tengo su número, ni su correo electrónico, ni su dirección... Sólo sé que vive en Aoyagicho. Y si no he ido a buscarla, se debe a que no tengo idea de cómo podría ir llamando a cada puerta con la esperanza de que sea ella quien aparezca.
No es que quiera verla. Es sólo que... Bueno, tiene mi ropa todavía. Quiero que la devuelva.
Segundo turno.
Yumi se luce con una canción de Ayumi Hamasaki.
Hemos venido con Shizuka y las chicas, aunque Mizuki no pudo unirse a nosotros ya que debe conseguir méritos extra con sus padres para que le permitan quedarse en Tokio durante el mismo tiempo que nosotros. Tengo que admitir que esto podría ser divertido, si ellas no estuvieran tan empecinadas en querer prestarme ese tipo de atención que quisiera no tener. No sé qué habrá hecho Yobanashi conmigo, pero he llegado a pensar que no podré divertirme, a no ser que ella esté presente. Su presencia es capaz de cambiar las cosas, después de todo.
Tercer turno.
Shizuka intenta arrastrarme para cantar una canción de Ali Project.
Sé que es absurdo extrañar a alguien luego de haber compartido con esa persona sólo algunas horas. Tal vez lo único que quiero es que ella cumpla esa promesa. Ir juntos a las cápsulas para introducirla al mundo de Realm of Mystery. Todo parece apuntar hacia una decepción similar a la que sentí cuando intenté introducir a Mizuki y ella dijo, sin temor a equivocarse, que ese tipo de juegos no son lo suyo.
O, tal vez, sólo quiero comer algo.
Sí, eso debe ser.
—Akira, pareciera que tu mente está en otro sitio —se queja Shizuka cuando nuestra canción termina—. ¿Te encuentras bien?
Ni siquiera recuerdo haber cantado en absoluto.
—¿Por qué no tomamos un descanso? —dice Makoto.
Gracias, obeso.
Me has salvado.
—Buena idea —dice Yumi—. Quiero comer curry.
—El favorito de Akira es el takoyaki —dice Shizuka.
¿Qué diablos...?
—Okonomiyaki —corrige Makoto.
Yo sólo me encojo de hombros y sigo a las chicas, casi como si estuviesen obligándome a hacerlo. Ellas conversan acerca de un futuro viaje a Kyoto para el próximo otoño. Shizuka hace énfasis en decir que soy yo quien está invitado, mientras Makoto debe suplicar para ser tomado en cuenta a la hora de hacer los planes. Makoto es el único que parece darse cuenta de que mi carga emocional es sumamente pesada. Le agradezco que no haga ningún comentario al respecto.
Llegamos finalmente al restaurant de okonomiyaki. Pedimos una mesa, los ingredientes, y procedemos a cocinar la comida. Yo debo encargarme de esta tarea, pues Makoto insiste en que soy el único capaz de hacer que cualquier platillo valga la pena aun cuando se come fuera de casa. Las chicas ríen. Yo sólo permanezco en silencio.
~ ∞ ~
Tenemos un delicioso okonomiyaki para compartir. Las risas y las bromas no logran hacerme sonreír. Incluso he escuchado a Shizuka decirle a Ayame que mi ánimo se debe a la ausencia de Mizuki.
Tal vez sea cierto.
Tal vez no.
Makoto sigue siendo el único que se da cuenta de mi molestia, pero prefiere mantenerse en silencio. Sólo me dedica miradas en las que intenta comunicarme que le preocupa el hecho de que yo no me haya tomado la molestia de intentar ser el mejor durante el karaoke.
Pasamos un rato más entre risas y más tipos de okonomiyaki, hasta que estamos totalmente satisfechos. Salimos del lugar y vamos al arcade luego de que Yumi decide retar a Makoto a una partida aleatoria, bajo la condición de que el perdedor tendrá que invitar a salir al ganador antes de que termine el verano. Makoto me suplica auxilio con una mirada, pero yo no puedo evitar que él termine accediendo al trato de Yumi. De alguna manera, tengo que celebrar el hecho de que Yumi sea tan directa. Y, a la vez, me parece un tanto incómodo. Ya he sido desairado por una chica que optó por desaparecer del mapa, ¿y ahora debo ver cómo mi mejor amigo termina involucrado sentimentalmente con Yumi Miyake?
Shizuka y Ayame permanecen a mi lado mientras Yumi arrastra a Makoto a través de toda la arcade en busca de algún juego en el que sin duda pueda ganar. Yo sólo puedo mirar las cápsulas, considerando la idea de matar el tiempo con una buena partida mientras Makoto y Yumi terminan con lo suyo.
Pensar en pasar una hora entera, encerrado en esa cápsula, me obliga a esbozar una auténtica sonrisa.
Yo lo sé bien.
Realm of Mystery es lo único capaz de devolverme el buen ánimo cuando todo parece gris.
Me cuesta deshacerme de Shizuka y Ayame. Me es imposible hacer que dejen de seguirme y soy demasiado educado con ellas como para impedirles que lo hagan. Así que permanecen detrás de mí mientras yo me dispongo a iniciar la partida. Extiendo una mano hacia los controles, sintiendo cómo una pequeña multitud comienza a congregarse mí alrededor. Y me detengo en seco, pues un ligero escalofrío se apodera de mí cuando esa mano, delicada y femenina, se posa sobre mi espalda para hacerme mirar lo que hay a mis espaldas. Me es imposible evitar que la sonrisa aparezca en mis labios.
Kara Yobanashi está aquí, a casi tres metros de distancia, y permanece con los brazos cruzados sin atreverse a dar un paso más. Nuevamente da esa impresión de querer salvaguardar su vida. Tengo que demostrarle, nuevamente, que no pasará nada si decide acercarse a mí.
—¡Has venido!
Ella aparta la mirada, sintiéndose incómoda, cuando me ve dar un par de pasos en su dirección. Casi pareciera que está mirando a alguien de soslayo, en busca de una razón para salir corriendo nuevamente. Su mano torcida aún está vendada. No hay rastro alguno de la ropa que le he prestado, pero... No lo sé. Creo que me basta con saber que su promesa será cumplida. Mientras sea así, puede conservar la ropa si eso quiere.
—Lamento la tardanza —se excusa ella un tanto incómoda, sin siquiera haberme saludado—. Sé que debí venir hace días.
Y así como a ella no le importa ese detalle, yo tampoco doy demasiada atención a las expresiones de sorpresa que esbozan Shizuka y Ayame.
—No hace falta que te disculpes.
Ella asiente y agacha la mirada durante un instante, pero sus ojos se dirigen de inmediato hacia Shizuka cuando la escucha preguntar:
—Akira, ¿quién es ella?
Mizuki me matará.
—Chicas, ella es... Bueno, es...
Estaba totalmente seguro de que podía ser amigo de esta chica tan extraña, pero la idea de nombrarla de esa manera de pronto parece incluso un poco incorrecta. Así que la miro, buscando un poco de ayuda. Yobanashi evita nuestras miradas y sólo responde en voz baja:
—Somos amigos.
Nuevamente siento como si alguien estuviese mirándome con auténtico desprecio, apuñalando mi espalda con el filo de su odio. Es tan extraño...
—Nos conocimos hace unos días —le explico a Shizuka, y de alguna manera mis palabras dan la impresión de que únicamente estoy intentando darle una excusa.
—Pues pudiste haberla invitado a ir al karaoke con nosotros —se une Ayame, ayudando a que la expresión de Shizuka no parezca como si ella estuviese a punto de enfurecerse conmigo. Ayame da un par de pasos hacia nosotros y añade, esbozando una cálida sonrisa—: ¿Por qué no te unes?
—Yo... No creo que...
Yobanashi retrocede, hostigada gracias a las actitudes de mis dos inoportunas amigas. Así que es hora de intervenir.
—Denle un respiro, chicas. Kara es nueva en la ciudad. Es un poco tímida.
La expresión con la que ella me mira al escucharme pronunciar su nombre de pila es de auténtica sorpresa. Sé que no debí hacerlo. Es decir, recién nos conocemos. Pero algo tenía que hacer para que ella pudiera integrarse. Supongo que también debería evitar que todos esos chicos que pasan el rato en el arcade comiencen a fijar su atención en Kara. Pueden ser un tanto pesados con las chicas.
—¿Por qué no vienes conmigo? Te mostraré el juego.
Ella asiente y sigue mis pasos, cruzando el pequeño grupo de jugadores que sigue esperando impacientemente a que yo me adentre en la cápsula e inicie mi partida. Mientras manejo los controles, antes de desaparecer y desconectarnos del mundo por un rato, alcanzo a ver que Shizuka escribe velozmente un mensaje desde su móvil. Sé que esto no le gustará a Mizuki, pero... ¿Qué más da? Quizá no todo tenga que estar relacionado con mi mejor amiga.
Makoto y Yumi se unen a la multitud, en el momento en que las cápsulas se cierran. Kara sigue abrazándose a sí misma, aun cuando está ocupando su lugar. Parece creer que en un espacio tan cerrado podemos hacer cualquier cosa, excepto jugar. Y lo que es más gracioso para mí es que yo no quisiera hacer otra cosa más que, justamente, jugar durante los sesenta minutos que he programado.
—No tengas miedo... —le digo—. Te divertirás, a no ser que tengas claustrofobia.
Mal chiste. Kara me mira por el rabillo del ojo. Da la impresión de ser cien veces más enigmática cuando se encuentra entre las luces de colores fríos que iluminan el interior de la cápsula.
—No es... Yo... Me has llamado por mi nombre...
—Sí... Lo lamento. Es sólo que, si no decía algo como eso, Shizuka y Ayame habrían hecho que terminaras por alejarte del arcade. Creo que no te sientes cómoda entre un grupo tan grande de personas.
—¿Ellos pueden vernos?
—No. Todo lo que pueden ver es lo que hagamos en el juego. Te mostraré.
Le entrego las gafas de realidad virtual. Ella las toma con manos temblorosas, demostrándome que los vendajes en su mano ya son innecesarios. Me mira, con ese dejo de la ilusión causada por la curiosidad, y separa los labios para pronunciar alguna palabra que no consigue articular. Yo tomo el mando de la situación, explicándole brevemente el funcionamiento de los controles. Insegura, asiente para comunicar que está lista para comenzar. Soy el encargado de colocar sus gafas de realidad virtual en su sitio, causando que ella arqueé las cejas y haga leves exclamaciones de asombro. Extiende sus manos como si pretendiera tocar algo. La música celta comienza a escucharse.
—¿Estás lista?
Ella asiente.
—Esas gafas tienen un micrófono.
—Entiendo...
Satisfecho, me coloco las gafas y soy transportado a la pantalla principal. Lo único que puedo ver es la vista del horizonte en el punto más alto del Monte del Dragón. El cielo es anaranjado y las nubes se mueven con el viento. Y frente a mí, suspendidas en el aire, se encuentran las opciones principales talladas en oro sólido.
El logo del juego luce imponente, en todo su esplendor.
—¿Me escuchas?
Mi voz se escucha acompañada por un eco.
—Sí —responde ella—, pero no puedo verte.
—No me verás por ahora. Escucha, estamos en la pantalla de inicio. ¿Ves todas esas opciones?
—Sí.
—Usa los controles que te he mostrado para seleccionar la opción de crear nuevo avatar.
Ella hace lo que le digo.
La opción es seleccionada y de inmediato somos transportados a la parte interior de un biombo de estilo oriental, de colores cálidos. Las opciones han cambiado, siendo representadas con abanicos que pueden desplegarse para mostrar la infinidad de aditamentos que los nuevos jugadores pueden seleccionar. Cabeza, torso, piernas, brazos, cabello, ojos, nariz...
—¿Qué debo hacer ahora?
—Escucha, es sencillo. Sólo sigue mis instrucciones.
Lo primero que todos los jugadores deben hacer es elegir un nombre de usuario y una contraseña, y llenar un formulario. Edad, sexo, fecha de nacimiento... Ahora sé que Kara es un año mayor que yo. Su cumpleaños se celebra en noviembre. Al finalizar, el juego pide al nuevo miembro que elija una de todas las razas a las que el avatar puede pertenecer. Un guerrero, una gitana, un hechicero, un hada, un rey... La selección de Kara me parece predecible, y sorprendente a la vez. Ha seleccionado la raza de las Kireishas, que los creadores del juego hicieron como tributo a las geishas.
—Por ahora dejaremos a tu avatar con el aspecto de fábrica. Pero cuando estés en casa, puedes editarlo.
—Bien...
Sólo pasan un par de minutos antes de que podamos ver el mensaje:
¡Enhorabuena! ¡Tienes un nuevo avatar!
¡Ahora estás listo para jugar!
¡Llegó el momento!
Kara tarda un poco en comprender cómo puede iniciar sesión, pero finalmente lo consigue. Yo hago otro tanto. Lo que veo a través de las gafas es mi guarida, con la chimenea encendida y mi cachorro de dragón dormitando sobre la cama de fardo que le conseguí hace cuatro meses.
—Yobanashi, ¿dónde has aparecido?
—Estoy en... Veo un... Parece un dormitorio...
—¿Puedes salir?
Hay una breve pausa.
—Sí. Estoy en... Parece una okiya...
Eso me hace feliz. Creo que empezamos a entendernos.
—Debes estar en el Pueblo del Duende con Suerte —le digo mientras conduzco a mi guerrero hacia el exterior de su guarida—. Es el mismo lugar donde todos los nuevos jugadores aparecen cuando recién crean su avatar. Cuando subas tu puntuación, podrás mudarte a una nueva guarida.
—¿Guarida...?
—Sí. Un refugio individual y más grande. Ahora escucha. Sal de ese lugar y dirígete hacia la taberna Goblin's Pub. No te será difícil encontrarla.
Hay una breve pausa que yo aprovecho para entrar al mapa y elegir la opción de viajar de una región a otra, sólo para encontrarme con el avatar de Kara. Finalmente lo consigo. Ella está esperando justamente frente a la entrada de la taberna. Su avatar le dedica al mío una sugestiva mirada. Un pequeño corazón brota de la cabeza de mi guerrero.
Mierda...
Se ha enamorado. Eso reduce a la mitad cualquier efecto de los ataques que pueda usar en contra de la Kireisha.
—Ahora iremos a campo abierto, ¿de acuerdo?
—Sí...
—Bien. Sígueme.
De nuevo, Kara tarda un poco en comprender cómo funcionan las carretas y los carruajes. El jugador puede utilizarlos como medio de transporte, dejando pasar la secuencia en la que el avatar mira por las ventanas para observar el paisaje. Pasan dos o tres minutos antes de ver la pantalla de carga que nos transporta a uno de mis sitios favoritos. La Llanura del Círculo de las Hadas.
Lo sé, lo sé. No es el sitio más varonil dentro de todo el universo de Realm of Mystery, pero sí es el único sitio donde es agradable entrenar gracias a que son pocos los jugadores que lo frecuentan. Además, la música siempre consigue devolverme el ánimo. Gran parte de las hadas que revolotean en la llanura son en realidad avatares de algunas jugadoras que han construido sus guaridas en los alrededores.
Una de ellas, que resalta por tener ese par de Alas Deluxe de color dorado, se posa frente al avatar de Kara y le sonríe. De alguna manera sé que Kara está devolviendo el gesto.
—Es bellísimo... —concede Kara—. Esto es...
—Lo sé. También me sentí en mi primera vez.
—¿Qué hacemos aquí?
—Te mostraré algunas cosas. Puedes aumentar tu puntuación mientras haces cosas que ninguno de los otros puntos en el mapa te permiten hacer.
—¿Qué...?
—Se llaman misiones secundarias. Busca en tu pantalla y encontrarás una opción con ese nombre.
—Lo tengo.
—Aquí puedes recolectar flores. Comencemos de esa manera, ¿de acuerdo?
—Sí.
Sé que para quienes nos observan desde el exterior puede parecer aburrido, pero para mí es tan divertido como patear traseros en el coliseo. Al cabo de unos minutos, tenemos ya treinta flores coloridas. En mi pantalla aparece un mensaje.
¡Enhorabuena!
¡Has conseguido pétalos de hada! ¡Has conseguido polen mágico! ¡Has conseguido miel de avispa de luz!
Puedes mirar tu inventario ahora.
Tengo que explicarle a Kara cómo funciona el inventario. Con las cosas que ha conseguido, puede fabricar un abanico. Eso aumenta su puntuación y desbloquea una medalla.
—Obtuve una condecoración —dice Kara ilusionada.
—Bien. El abanico te servirá para pelear. En el Modo Aventura, puedes retar a cualquier jugador. Si accede a luchar, la puntuación de ambos aumentará. Te mostraré.
Muevo a mi avatar para golpear al personaje de Kara. La Kireisha sacude la cabeza para liberarse del aturdimiento.
—¿Por qué has hecho eso? —pregunta Kara.
—Intenta devolverme el...
Entre risas trato de explicarle mi plan, pero es inútil decir siquiera una palabra más. Cuando menos me lo espero, el avatar de Kara lanza el contraataque. La Kireisha golpea a mi guerrero con el abanico en cinco ocasiones, desatando de inmediato la secuencia del ataque especial de su personaje a causa del frenesí. La Kireisha salta y se mantiene suspendida en el aire, disparando una ráfaga de abanicos afilados que acribillan a mi guerrero hasta que la sangre comienza a brotar abundantemente. Mi guerrero es vencido. La puntuación de Kara seguramente ha aumentado de golpe. ¡Esto es injusto!
—¿Cómo rayos hiciste eso, Yobanashi...?
La he dejado vencerme. Sólo quiero que eso quede claro.
—Yo... No lo sé...
Yo permanezco en silencio hasta que mi guerrero vuelve a la vida. Esbozo mi sonrisa de suficiencia y doy el siguiente golpe, desenvainando mi espada para golpear a la Kireisha por la espalda. Ella consigue girar a tiempo, haciendo gala de excelentes reflejos, y bloquea mi espada con su abanico.
—Oh, así que quieres retarme...
Mi guerrero logra apartarse y adopta una posición de pelea. La Kireisha de Kara esboza una descarada sonrisa y me reta a acercarme, haciendo una señal con el dedo índice.
Esto comienza a gustarme.
~ ∞ ~
Jugamos doce rounds, de los cuales sólo consigo ganar nueve. Sólo quiero aclarar que ella venció en el resto porque yo le permití que lo hiciera. Finalmente ha llegado el momento de guardar la partida y salir de las cápsulas. Yo soy el primero en salir, siendo recibido por vítores de la comunidad gamer que observa. Shizuka, Ayame y Yumi me reciben con cálidas sonrisas y se acercan a mí para expresar lo divertido que ha sido verme patear el trasero de Kara.
¿He dicho ya lo mucho que me fascina este tipo de atención? Nadie puede negar que soy el mejor en este juego.
—Oye, Akira. Creo que tu amiga no se siente bien.
Esa es la voz de Makoto, y sus palabras son lo único que es capaz de hacerme volver a la realidad. Mi nube de soberbia se esfuma de golpe cuando miro hacia la cápsula y descubro que Kara no ha salido aún. No del todo, al menos. Sus pies ya se encuentran fuera, pisando el suelo del arcade, pero su cuerpo permanece sentado en la cápsula y ella está cubriendo sus ojos con ambas manos. Ha palidecido. Y también me parece que le es imposible ponerse en pie.
—Kara, ¿te encuentras bien?
Me acerco a ella para colocarme en cuclillas y mirarla en espera de una respuesta. Ella asiente con torpeza y descubre sus ojos, demostrándome que se han enrojecido de una forma poco común. Ese mismo enrojecimiento se nota también en sus párpados. Es similar a una reacción alérgica, lo cual no tiene sentido. Kara esboza una mueca de dolor y cubre sus ojos nuevamente. Casi puedo decir que no está acostumbrada a ver tantas luces y tantos colores de forma tan repentina.
—¿Qué pasa con tus ojos?
—No es nada... Apártate, puedo levantarme sola.
Hago lo que ella dice. Me pongo en pie y retrocedo un par de pasos para darle a ella el espacio que necesita. Sin embargo, ella sólo puede mantenerse erguida durante una milésima de segundo. Es atacada por un fuerte mareo que me obliga a sujetarla por los hombros para evitar que caiga al suelo.
—Mierda... —musita enfurecida.
Quiero responderle, pero nuevamente soy atacado por la sensación de que alguna fuerza oscura quiere apuñalarme por la espalda por haber tenido la osadía de posar mis manos en el cuerpo de Kara. El escalofrío es cada vez más intenso, pero yo no puedo alejarme de ella. No mientras no pueda mantenerse de pie por sí misma.
—Parece que la realidad virtual no te ha sentado muy bien —interviene Makoto—. Es tu primera vez, ¿no es cierto?
Kara apenas se separa de mí, colocando una mano sobre mi hombro para sostenerse, y asiente sin mirar a Makoto. Mantiene la mirada agachada y respira agitadamente.
—Ven —añade Makoto y toma el brazo de Kara para pasarla alrededor de sus hombros—. Te llevaremos afuera.
Kara ha bajado la guardia, pues no evita de ninguna manera que Makoto le ponga las manos encima. Es eso, o tal vez soy yo el único que le aterra. ¡Pero es que no habría herido su mano si ella no hubiese intentado escapar en primer lugar! Sea como sea, yo sólo la tomo por la mano con la que sujetaba mi hombro. Le doy un fuerte apretón y actúo también como soporte para que los tres podamos salir del arcade. Ignoramos los murmullos de las personas, que parecen estar de acuerdo en que Kara está actuando de una forma muy extraña.
Salimos del arcade y nos dirigimos a la cafetería. Shizuka, Yumi y Ayame nos siguen, apretando el paso para evitar quedarse atrás. Conseguimos una mesa. Kara bien podría haberse desmayado al estar en su asiento, pues es atacada por mareos más fuertes a cada segundo. Makoto y Yumi van a buscar ayuda. Shizuka deja de lado su desagrado para colocarse en cuclillas frente a Kara y decir en voz baja:
—¿Necesitas que llame a tus padres?
—Shizuka tiene razón —asiente Ayame, mirándome sólo a mí—. Akira, parece que está enferma. Puedo llamar a mi hermano para que lleve a tu amiga a su casa.
—Eso suena bien —respondo—, pero sólo sé que Kara vive en Aoyagicho.
—Sus manos están heladas —informa Shizuka—. Tal vez necesita ver a un médico.
—No... —responde Kara finalmente—. Estaré bien... Sólo... Necesito... agua...
No nos mira. Sólo cubre parcialmente su rostro con una mano. Shizuka y Ayame intercambian miradas. Resuelta, Ayame saca su móvil.
—Le llamaré a mi hermano. Esto podría ser grave. Esperen aquí.
Y sale de la cafetería, en compañía de Shizuka. Yo sólo veo a Makoto y a Yumi en la distancia, intentando explicarle la situación a uno de los camareros. Apenas puedo escuchar que están pidiendo una compresa fría. Lo único que me queda es seguir mi instinto, sentándome frente a Kara y retirando con delicadeza la mano con la que cubre su rostro. Tengo que luchar contra el escalofrío y contra la inexistente mirada de odio que sigue apuñalándome por la espalda. De pronto me siento angustiado. Muy angustiado. Especialmente por la manera en la que Kara ha palidecido. Respira pesadamente. Parece que va a desmayarse. ¿Es así como alguien reacciona ante su primera experiencia con la realidad virtual? Jamás vi algo como esto.
—¿Te encuentras bien?
Ella asiente y echa la cabeza hacia atrás, buscando alguna manera de regular el ritmo de su respiración. Makoto y Yumi llegan al instante, cargando consigo un vaso de agua con una pajilla y un paño húmedo que Yumi pone en la frente de Kara. Yo tomo el vaso de agua y lo coloco frente a ella.
—Bebe esto. Te sentará bien.
Ella hace lo que le digo. Toma un par de sorbos de agua, recuperando así la compostura.
—Lo lamento... —musita Kara—. Estaré bien...
Intenta levantarse, pero no puede hacerlo.
—Makoto, Yumi —les digo—. Shizuka ha ido con Ayame para llamar a su hermano. Vayan y díganle que llevaremos a Kara a mi casa. Yo la llevaré más tarde a la suya, cuando se sienta mejor.
Makoto asiente y toma a Yumi de la mano para conducirla fuera de la cafetería. De alguna manera, sé que se han alejado lo suficiente como para poder acercarme sólo un poco más a Kara, tomando la compresa fría, y pasándola delicadamente sobre ese rostro pálido que poco a poco va recuperando el color. El escalofrío aumenta, pero eso es lo que menos me importa justo ahora.
—¿Te encuentras bien? —Ella asiente—. Lo lamento...
—Es sólo que... nunca antes... Mis ojos... Mis ojos son un poco sensibles a... los cambios de luz...
Eso no tiene sentido.
—Te llevaré a mi casa. Una siesta te vendría bien.
—No es necesario... Yo...
Frunce el entrecejo cuando me ve sonreír, de la misma manera que alguien externa su deseo de recibir una explicación acerca de algo que no comprende.
—Sé que intentas parecer fuerte, pero es evidente que no es así. Confía en mí.
—Sólo necesito aire fresco... —Finalmente me mira, de la misma manera que hace alguien que no cree que sea correcto aceptar la hospitalidad de las demás personas—. Matsuda, ve con tu amiga y evita que pida ayuda. En realidad, no hace falta.
Su respiración va normalizándose poco a poco.
—Bien, pero a cambio permíteme hacer algo por ti.
—¿Qué...?
Sí, ¿qué?
—Por culpa mía, has enfermado. Permíteme compensarlo de alguna manera.
—No lo entiendes. No ha sido tu...
—Escucha. En unos días iré a Tokio con Makoto a una convención de... Bueno, eso no importa en realidad. Sólo... Kara, yo... Quiero compensar esto. Nos hemos visto sólo un par de veces y ambas han terminado de esta manera.
—Matsuda...
—Sé que puede parecerte apresurado, pero... ¡Nos divertiremos! ¿Qué dices?
¿Por qué diablos he abierto la boca? Piénsalo por un momento, Akira. Heriste su mano, causaste que enfermara, ¿y ahora pretendes invitarla a otra ciudad? ¿Acaso quieres asesinarla? ¿Y por qué ella asiente? Tiene que ser una broma.
—Iré. Pero, por favor... Matsuda, evita que tu amiga pida ayuda.
Termina por callar cuando vuelvo a ofrecerle el vaso de agua. Ella toma un prolongado trago con la pajilla, hasta dejar el vaso vacío. Mantiene el agua en su boca por un instante. Me mira de nuevo, con un dejo de temor y súplica, y termina por agachar de nuevo el rostro.
—Ya me siento un poco mejor... Gracias.
—En ese caso, iré a buscar a Ayame. Espera aquí.
Me pongo en pie y camino hacia la puerta de la cafetería, deteniéndome cuando me doy cuenta de que en realidad no ha terminado la negociación. Aún debo convencerla de descansar en mi casa. La culpa me está destruyendo.
De cualquier manera, tengo que asegurarme de que ella se recupere. Pero, al volver sobre mis pasos, descubro que ella ha desaparecido. ¿Cómo diablos lo ha hecho? ¿Cómo pudo escapar, si únicamente hay una puerta, y para salir a través de ella, Kara tendría que haber pasado junto a mí?
Me dirijo hacia la puerta del baño de mujeres, descubriendo el aviso de cerrado por mantenimiento. Vuelvo a la mesa, sólo para descubrir algo que en nunca estuvo allí. Es una nota en una servilleta, con una caligrafía estilizada y hermosa.
Gracias de nuevo, Matsuda.
Adjunta un número telefónico y una dirección en Aoyagicho. Me pregunto si haber conseguido el número de Kara puede ser considerado como una victoria. Sólo sé que lo único que puedo hacer es almacenar sus datos en mi móvil, resistiendo el impulso de ir a buscarla ya mismo.
Necesito respuestas...
Y las quiero ya.
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