CAPÍTULO 3
Les dejo una canción para reproducir al final, como si fuera el ending. ¡Que lo disfruten!
Las manchas en el cielo no han desaparecido, aunque comienzan a oscurecerse para hacer juego con la noche. Makoto parece no poder verlas y eso hace que yo me sienta mucho peor.
—Akira, ¿te encuentras bien?
Vamos caminando desde la parada del autobús. Llevo la bolsa del supermercado en una mano, aunque en ocasiones tengo la impresión de no estar cargando nada. Incluso me cuesta recordar cómo fue que Makoto me encontró. Cuando me di cuenta, él estaba detrás de mí con dos bolsas. Una, con sus compras. La otra, con las mías. Tuve que pagarle todo lo que compré. Ni siquiera sé si le agradecí. No sé en qué momento volvimos a Fukiage... ¿Qué está pasándome?
—Desde que salimos de Mozo has estado muy distante, Akira. ¿Ocurrió algo?
No lo sé. Quisiera saberlo... ¿Quisiera saberlo?
—¿Estás nervioso por el viaje?
Finalmente estamos en mi casa. La bicicleta de mi hermano no está a la vista. El auto está aparcado frente a la acera. Las luces están encendidas. Quiero ir y encerrarme en mi habitación. Me siento muy cansado...
—Deberías dormir —dice Makoto—. Parece que no lo has hecho en días.
Justamente eso es lo que quiero evitar...
—No pasa nada, obeso.
—Dedica el día de mañana a descansar —insiste, encogiéndose de hombros.
—Pero, ¿qué tonterías dices? ¡Debemos estar listos!
—Y lo estaremos. Mientras tú te recuperas, yo entrenaré. Podemos volver al arcade el próximo lunes.
No quiero discutirlo más. Así que sólo asiento y me despido de Makoto para luego entrar a casa y sentir que un poco de paz se apodera de mí. Echo la cabeza hacia atrás durante un instante, mientras me saco los zapatos en la entrada. Puedo escuchar que el televisor de la sala está encendido. El pasillo del recibidor está impecable. Touma ya debe haber terminado con sus tareas.
—¡Ya llegué!
—¡Bienvenido! —responde la voz de mi madre.
Mis pasos me conducen mecánicamente hasta la cocina. Dejo las compras sobre la mesa y tomo asiento por un par de segundos. Cubro mi rostro con ambas manos para buscar la tranquilidad que lucha férreamente para escapar de mí. ¿Qué mierda pasó hoy?
—Hijo, ¿estás enfermo?
Me sobresalta la voz de mi madre. No sé cuánto tiempo llevo sentado aquí.
—Estoy bien, mamá. Prepararé la cena.
Me levanto y llevo conmigo las compras para preparar la pasta. Sólo necesito una distracción. Si mantengo mi mente ocupada únicamente, tal vez pueda sentirme un poco menos perseguido... Aunque una pequeña e insistente parte de mí me dice que no será tan fácil. Quizá todo es una gran coincidencia y mis pesadillas se deben al estrés de la competencia. O tal vez, sólo tal vez, es algo que va más allá...
En realidad, espero que se trate de la primera opción.
~ ∞ ~
Me gusta cocinar. Es uno de mis talentos ocultos. O, al menos, eso es lo que dice Makoto. El tiempo se ha ido volando y la cena huele delicioso. Estoy hambriento. Mamá y papá deben estar mirando la televisión, así que eso me da tiempo extra para preparar el té y servir los platos. No quiero presumir, pero he preparado un manjar. Claro que eso es lo que pienso de todo lo que cocino, así que...
—¡La cena está lista!
Exquisita pasta humeante. Tal vez incluso pueda llevarme un poco más a mi habitación para pasar el rato en el coliseo. ¿Por qué todos tardan tanto? ¡Ya quiero comer!
—¡Mamá! ¡Papá! ¡La cena está lista!
Nada. Ninguna puerta se abre. Ningún paso se escucha.
—¡Mamá!
Por favor, que esto no sea otra pesadilla...
—¡Papá!
Tengo un mal presentimiento.
Tengo que armarme de valor para avanzar hacia el pasillo solitario y llegar a la sala. El sonido del televisor encendido llega desde el interior. Mi respiración se agita. Algo dentro de mí quiere evitar ese momento, casi como si supiera que puedo encontrar cualquier cosa. Después de todo lo que ha sucedido hoy, creo que todo es posible...
Tomo una bocanada de aire y abro lentamente la puerta corrediza. Me siento estúpido cuando veo que mis padres están ahí, sentados en el sofá y mirando el televisor que sintoniza el noticiero nocturno. Parece que no me han escuchado. El titular en la pantalla pone:
INESPERADO ECLIPSE LUNAR CAUSA OLEAJE VIOLENTO EN SHIRAHAMA
Me acerco al sofá. En la pantalla aparece una secuencia de imágenes de la playa, donde los turistas son evacuados.
—... causando que el terror se apodere de turistas y vecinos de Shirahama. El eclipse pintó de rojo la luna durante casi cuarenta y cinco minutos. La luna de sangre causó temor e incertidumbre entre los testigos. La marea comenzó a alterarse en el momento exacto en que el color rojo se desvaneció...
El presentador dice cosas que no consigo entender, pues mi mente se encuentra en otro sitio. En la pantalla hay algo que no puedo creer. Detrás de un par de hombres que están siendo entrevistados se encuentra esa chica del kimono negro.
—Mamá, esa noticia... ¿es reciente?
—Sucedió hace un momento —responde ella—. Es increíble, ¿no te parece? Que nadie hubiera sabido que ocurriría un eclipse lunar...
No puede ser... Nadie puede estar en dos lugares a la vez. Estoy seguro de que vi a esa chica en Mozo. ¿Cómo pudo llegar a Shirahama en tan poco tiempo?
Doy un par de parpadeos, pero eso sólo sirve para corroborar que estoy perdiendo la cabeza. En un abrir y cerrar de ojos, la chica ha desaparecido. Nadie nota su ausencia. Supongo que tampoco se percataron de que ella estaba allí. Una persona no puede aparecer y desaparecer...
—La cena... está lista... —consigo balbucear.
Mis padres van al comedor. Cenamos sin Touma, pues ha salido con sus amigos. No se habla más del eclipse, como si en realidad a nadie le importase. ¿Por qué debería preocuparnos? Yo no menciono nada acerca de mis pesadillas. Terminamos la cena en silencio y yo soy el encargado de lavar los platos. Me despido de mis padres y subo a mi habitación. Lo único que quiero ahora es tener una larga noche de sueño reparador... El día de hoy me ha parecido eterno. Sólo espero que la noche no tenga el descaro de darme la misma impresión.
~ ∞ ~
Un sonido llama mi atención. Alguien que llama a la puerta de mi habitación. Aún con los ojos cerrados, consigo deshacerme de la manta que cubre la mitad de mi cuerpo. El golpe en la puerta vuelve a escucharse. Me quejo en voz alta y comienzo a incorporarme, sin abrir los ojos. Me siento en el borde de la cama y estiro los brazos.
¿Qué hora es?
Los golpes son cada vez más frecuentes, como si nadie estuviese llamando, sino que la golpean arbitrariamente. Eso es lo único que me hace abrir los ojos para mirar el reloj. Son las cuatro con cuarenta y cuatro. Esos golpes siguen escuchándose.
—¿Mamá?
Me levanto y me dirijo hacia la puerta. Alguien ha soldado los goznes. Estoy encerrado. ¿Por qué...?
«Akira...»
Giro hacia las ventanas. Las persianas han sido destruidas, como si alguien las hubiese arrancado. Intento abrir una de ellas para salir de aquí, pero una mano ensangrentada golpea el cristal para hacerme retroceder. La marca de la sangre fresca permanece en la ventana cuando la mano se aleja. Mi corazón se acelera. El sudor frío cubre mi espalda.
«Akira...»
¡Tengo que salir de aquí! Pero un escalofrío me lo impide. Me obliga a paralizarme. El temor llega de golpe. Mi respiración se agita tanto que me hace pensar que moriré por asfixia. No quiero ver lo que hay detrás de mí, pero tengo que hacerlo pues sigue golpeando con más y más insistencia.
«Akira...»
El escalofrío regresa gracias a esa maldita voz. Caigo en su trampa y me giro sólo un poco, para mirar con el rabillo del ojo lo que está golpeando a la puerta. Es una mujer de largo cabello negro que cubre su rostro y usa un vestido blanco, sucio y raído. Su piel, de un blanco espectral, tiene algunas manchas de sangre seca. Y su cabeza es lo que golpea contra la puerta que ha desaparecido y no es más que una pared. Ella impacta su frente con fuerza, dejando sangre con cada golpe.
Se detiene. Irgue su cuello. Comienza a avanzar hacia mí erráticamente. Tiene las piernas separadas, con las puntas de los pies apuntando hacia el centro. Sus hombros caídos. Sus dedos engarrotados. Su cabeza inclinada hacia atrás para mirarme con las cuencas vacías de sus ojos. Abre la boca para soltar un quejido. La sangre brota de su barbilla.
Intento retroceder, pero sólo consigo caer de espaldas. Me arrastro para alejarme de ella, pero es imposible. Ella sigue avanzando lentamente. Con cada paso que da, puedo escuchar el crujir de sus huesos. No puedo moverme. El miedo me mantiene paralizado.
Es una pesadilla...
«¡Despierta, Akira!»
La mujer está sobre mí. Tengo su rostro tan cerca que el olor metálico de la sangre comienza a asquearme. Pero no puedo apartarme. Ella me sujeta con fuerza. Sus uñas rasguñan la piel de mis brazos. Presiona con tal fuerza que siento como si estuviera impidiendo la circulación de mi sangre. No quiero verla, pero ni siquiera puedo cerrar mis ojos.
«¡Akira!»
Un brillo cálido e intenso brota de mi puño derecho. Esa luz hace retroceder a la mujer de las cuencas vacías. Ella chilla lastimeramente y estalla, convirtiéndose en polvo. Ese mismo polvo cae sobre mí, haciéndome sentir aún más alterado. Todo ha vuelto a la normalidad en un abrir y cerrar de ojos. La puerta ha regresado. No hay sangre en la pared, mucho menos en la ventana. El polvo también se esfuma en un parpadeo.
Corro hacia la puerta para verificar que puede abrirse. No estoy encerrado. Regreso a mi habitación y descubro que todo está en su sitio. Las persianas nunca fueron arrancadas. Nada ha cambiado. El silencio está aplastándome. Sólo ahora puedo darme cuenta de que todo este tiempo he estado aferrando algo con fuerza. Un objeto pequeño que ya comienza a hacerme daño. Al abrir el puño derecho frente a mí, descubro que estuve sosteniendo un objeto diminuto. Un collar con una palabra grabada en él. Lo he visto antes. Y sé lo que significa. Pero, así como lo sé, me es imposible decirlo. Tengo frente a mí la respuesta, pero escapa en cuanto puedo alcanzarla.
«Akira...»
Y esa mano vuelve a posarse sobre mi espalda.
~ ∞ ~
Despierto de golpe, resintiendo la falta de oxígeno. He caído de la cama. Mi espalda está adolorida. Mis piernas se encuentran atrapadas entre las sábanas. Tardo dos segundos en sentarme y recuperar el aliento. Miro el reloj despertador. Son las diez en punto. Quisiera decir que eso me da cierta tranquilidad, pero no es así. Instintivamente miro hacia la puerta, descubriendo que no hay manchas de sangre.
Consigo levantarme, sintiéndome aturdido. Abro las ventanas, pues un poco de aire fresco me vendrá de maravilla. Inhalo profundamente. Está amaneciendo. Me siento un poco más tranquilo. Lo suficiente como para volver sobre mis pasos para tomar el móvil y revisar mis mensajes. El primero me obliga a volver al pozo. Es de Mizuki.
¿Te ha gustado la tarta?
Si tan sólo supieras que ni siquiera he tenido ánimos de probarla... Ya habrá tiempo para hablar con Mizuki, así que descartaré su mensaje. El siguiente es de Makoto.
Espero no despertarte
Hoy pasaré el día con mi madre
Te veré mañana
Mi madre aún no me ha llamado para desayunar, así que vuelvo a la cama y me recuesto por un momento, sólo dejándome embargar por esta desagradable sensación que se apodera de mí. ¿Qué diablos está pasándome? Es como si...
No.
No permitiré que esto me distraiga.
Dejé de ser atormentado por monstruos y pesadillas cuando crecí. Ahora debo ser fuerte y recordar siempre que los sueños no pueden lastimarme.
El simple hecho de pensar en ser el ganador invicto del torneo me obliga a levantarme de la cama, con las energías reavivadas y una gran sonrisa en el rostro. Bajo las escaleras a gran velocidad para ir a la cocina, donde mi madre ya se encuentra mirando en la nevera. A juzgar por su repentino interés en la harina y los huevos, quizá hoy no habrá arroz.
—Buenos días —le digo.
Ella me saluda con una sonrisa.
—Buenos días, hijo. Has madrugado.
Eso es lo que ella dice siempre que despierto sin necesidad de que ella grite que el desayuno está listo.
—¿Dónde está papá? —le digo mientras saco de la nevera el jugo de naranja—. ¿Aún duerme?
—Sí. No he querido despertarlo. Ayer estabas distante, Akira. Tu padre no pudo decirte que la pasta fue deliciosa.
—Lo sé... Lo lamento. Estaba cansado.
Me escudo detrás del vaso de jugo de naranja para evitar que ella se dé cuenta de que hay algo más.
¡Basta ya, Akira! ¡No sucede nada más!
—Pues parece que ya te sientes mejor —sonríe ella y vuelve a lo suyo. El dulce aroma de la mezcla para hotcakes comienza a llenar la cocina—. ¿Saldrás con Makoto?
—No, iré a Mozo.
—Mizuki estuvo llamando. Deberías invitarla a salir.
Eso hace que me atragante con el jugo. ¿Mizuki ha llamado? ¿Por qué? Debí probar esa tarta...
—Y... ¿Qué quería Mizuki?
Me detesto.
—Mencionó algo de un viaje a Onjyuku. Además, me pidió que le dijera la hora y el día en que Makoto y tú irán a Tokio. No sabía que ella los acompañaría.
—Yo... Ella... ¡Me dio una tarta! No sabía qué otra cosa podía decirle... Ya he comprado su entrada. Supongo que... la llamaré más tarde...
Ella sonríe de la misma manera que lo hace alguien que guarda un secreto. Es la misma sonrisa que ella suele esbozar siempre que sabe algo que los demás ignoramos. Sonrió de esa manera cuando Touma comenzó a hablar acerca de Tomoe Oka, hace un par de años. Sonrió de esa manera cuando Aiko dijo que Takeo no era más que un amigo. Y sonríe de esa manera cada vez que yo hablo de Mizuki.
—Ve a despertar a tu hermano —dice mi madre cuando coloca al fuego las sartenes.
—¡Touma! ¡A desayunar!
Mi madre no deja de sonreír de esa manera. ¿Es que nadie puede entenderlo? ¡Mizuki y yo sólo somos amigos!
~ ∞ ~
Tomamos el desayuno sin papá, ayudamos a limpiar la mesa y cada uno puede tomar su camino. Mi hermano vuelve a su habitación para tomar un balón de baloncesto y se despide con nosotros. Yo subo a mi habitación para cambiarme y tomo más de dinero del pensado, pues quiero comprar un obsequio para Aiko. Y, aunque no quiero admitirlo, también quiero algo que pueda compensar mi repentina indiferencia hacia Mizuki.
Bajo las escaleras y me dispongo a salir de la casa, pero mi madre consigue detenerme justo a tiempo. Ella está ocupada limpiando el suelo del recibidor.
—Hijo, ¿puedes llevar una taza de café para tu padre?
Así que voy a la cocina y preparo un poco de café instantáneo. Subo de nuevo las escaleras con la taza en las manos, dirigiéndome al estudio. Llamo a la puerta y él responde de inmediato.
—Pasa.
Mi padre no se encuentra absorto en su trabajo. Hoy es uno de esos días en los que él acepta tomar un respiro, escuchando el noticiero en el televisor y navegando por la red.
—Hijo, ¿qué sucede?
—Mamá me pidió que te trajera café.
Mi padre acepta la taza y le da un sorbo. Vuelve a lo suyo sin pedirme que me vaya. El noticiero capta mi atención.
—...reportan haber visto la luna de sangre en Fukuoka, Kagoshima, Kanazawa y Tokushima. Relacionado con este hecho está el reporte de la tormenta eléctrica ocurrida anoche en Hokkaido, así como el terremoto que azotó la isla de Okushiri, desencadenando un oleaje inusual que en estos momentos sigue golpeando las costas de Setana, Otobe, Esashi y Kaminokuni. El desastre en la isla de Okushiri ha dejado una cifra de quinientos cuarenta y un muertos. Se habla también de casi doscientos desaparecidos. En Akita se reporta actividad sísmica. Se prevé que serán días lluviosos...
—Parece que ese eclipse ha traído unos cuantos problemas... —le digo a mi padre.
Él asiente y toma otro sorbo de café.
—Con esa actividad lunar tan extraña, es posible que un tsunami golpee a Japón... Tu madre mencionó que Hajiwara y sus amigas te han invitado a la playa.
—Sí, a Onjyuku.
—Pues vendría bien posponer ese viaje.
—Eso haré... Papá, ¿iremos a Osaka a pesar de eso?
—Por supuesto. Estaremos bien.
Si mi padre lo dice, tiene que ser cierto.
—Debo irme—le digo—. Que tengas un buen día.
—También tú, hijo. Y gracias por el café.
Yo sólo sonrío y salgo de su estudio. Cuando bajo las escaleras, mi madre ya ha mudado sus utensilios de limpieza a la cocina. Tengo la vía libre para salir de aquí.
—¡Nos vemos más tarde! —le digo a mi madre antes de salir de la casa.
Un poco de aire fresco era lo que necesitaba. Esas extrañas manchas en el cielo han desaparecido. Tomo mi bicicleta y salgo para enfilarme por la calle. Sin embargo, apenas puedo recorrer un par de calles antes de que algo me obligue a detenerme. Tengo un mal presentimiento. De un momento a otro, ya tengo el móvil en las manos para escribir un mensaje.
Con todo lo que está pasando, creo que sería buena idea posponer ese viaje a la playa
Envío el mensaje a Ayame. Ni bien me he preparado para continuar con mi camino, llega una respuesta en la forma de una llamada telefónica. Respondo de inmediato.
—Hola, Ayame.
—Akira, eres el peor amigo en toda la faz de la tierra.
—Puedes tomar ese mensaje como una respuesta —le respondo entre risas—. Me encantaría ir con ustedes, pero creo que será mejor posponer el viaje por ahora.
—Sí... Mi madre se ha vuelto loca con esas noticias. Ese eclipse tiene aterrados a mis padres. ¿Escuchaste del terremoto en Okushiri?
—Mi padre cree que es arriesgado ir a Onjyuku por ahora, así que... Podemos cambiar los planes y hacer algo juntos. ¿Qué te parece?
—¡Eso sería fantástico!
—En unos días iré a Tokio y cuando vuelva, iré a Osaka a visitar a mi hermana. Pero cuando haya vuelto a Nagoya, les llamaré. Tal vez podamos ir al karaoke.
—Ese plan me agrada.
—En ese caso, nos vemos cuando haya vuelto de Osaka.
—¡De acuerdo! ¡Hasta entonces!
Y es ella quien termina la llamada. Desearía que fuera así de sencillo tratar con Mizuki... A este paso, terminaré por hacerle ver a mi madre que su sonrisa siempre tuvo razones para existir.
No pienses más en ello, Akira...
~ ∞ ~
El trayecto en bicicleta para llegar a Mozo me parece revitalizante. No hay pesadillas, ni ilusiones. No hay voces espectrales. Sólo estamos mi bicicleta y yo. Y el resto de personas que pasan alrededor de nosotros.
Me siento optimista.
Hay algo que me detiene tras cruzar la entrada principal. Un par de chicos llevan en sus manos el nuevo número de Game of Mystery, la revista de mi juego favorito. Es como si un monstruo insaciable se apoderara de mí, pues de inmediato tomo mi camino hacia la tienda de anime, manga y videojuegos. Casi tropiezo un par de veces. Ni bien tomo un ejemplar, mis ojos se fijan en los titulares.
NUEVA ACTUALIZACIÓN DE
REALM OF MYSTERY
¿QUIERES SER UN BETA-PLAYER?
¡Sí! ¡Por supuesto que quiero!
Realm of Mystery ha sido la única razón de mi felicidad desde que lo conocí, gracias a Makoto, hace unos años. Sé bien lo que es un beta-player. En la comunidad suelen detestarlos y admirarlos en secreto. Ambas cosas a la vez. Una vez cada dos años, los desarrolladores del juego crean una nueva actualización. Las mejoras siempre son fantásticas. Mejores gráficos, más misiones, más personajes, más mundos, mapas más extensos... Y suelen elegir únicamente a cinco jugadores de entre los millones que forman parte de la comunidad para que sean los primeros en jugar esa nueva versión del juego seis meses antes de que el resto de los jugadores puedan tener acceso a ella.
Aún recuerdo que durante la última actualización se filtró la información de todos los nuevos aditamentos que podían conseguirse mediante las misiones secundarias... Claro que nunca dijeron que para obtenerlos se necesitaba conseguir puntuaciones exageradamente altas. Han pasado ya dos años y yo aún no he podido completar la mitad de la lista.
¿Cuán mala puede ser mi suerte, como para perder tres veces consecutivas la oportunidad de ser un beta-player?
Los cinco afortunados serán elegidos en el torneo de Tokio... ¡Esto lo define todo! Y si con eso consigo patear el trasero de Izumi Tokyo, entonces...
Un sonido me saca de mis pensamientos, haciéndome sentir incluso que mi corazón da un pequeño vuelco. ¡Tranquilízate, idiota! ¡Sólo ha sido el tomo de un manga que cayó al suelo! Por un momento creí que escucharía...
¿Qué...?
Esa chica que se coloca en cuclillas para tomar el manga y dejarlo en su sitio...
¡Es ella! ¡Es la a misma chica que vi ayer!
¿Qué está haciendo aquí? ¿Y por qué tiene en sus manos un tomo del manga de Bible Black?
Voy hacia ella. Toma el manga con ambas manos y frunce ligeramente el entrecejo para mirar el título. Parece que le cuesta leerlo. Mira de nuevo hacia la estantería y toma el siguiente tomo. Bible Black, de nuevo. No quiero parecer un pervertido, pero es uno de mis títulos favoritos. Evidentemente sentiré interés hacia cualquier chica que piense lo mismo que yo. Y ella parece estarlo, aunque sigue frunciendo el entrecejo cada vez que lee los títulos. De repente se detiene y aferra con fuerza los dos tomos que ya tiene en sus manos. Toma un profundo respiro, con la respiración entre cortada, y me mira por el rabillo del ojo.
¡Mierda!
Estiro una mano para sujetar el primer ejemplar que tenga a mi alcance y finjo interés en él, pero no puedo evitar sentirme un tanto incómodo cuando me doy cuenta de que se trata de un volumen de Saboten no Himitsu.
Detesto el shoujo... ¿A qué idiota se le ocurrió colocar el shoujo a un lado del eroge?
Esa chica sigue mirándome por el rabillo del ojo. Un escalofrío se apodera de mi espina dorsal.
—Disculpa...
No puedo ocultar la impresión que se apodera de mí, así como tampoco puedo evitar que mi respiración se agite. Es la misma voz que me persigue. Enigmática. Ligeramente grave. Y ahora que ha dicho otra cosa, además de mi nombre, puedo detectar que el acento que posee no pertenece a ninguna región de Japón.
—¿Puedo... ayudarte en algo...?
Ella parece tan incómoda como yo. La manera en la que aferra los dos ejemplares de Bible Black a la altura de su pecho hace pensar que estuviera abrazándose a sí misma. También puedo notar que su cuerpo tiembla casi imperceptiblemente. Sus hombros suben y bajan a gran velocidad. Me pregunto si ahora mismo somos los únicos dos extraños que parecen al borde de un desmayo tan sólo por habernos dirigido algunas palabras el uno al otro.
—¿Podrías... decirme lo que... dice aquí...?
Su timidez se mezcla con su nerviosismo al tener que hablar en japonés. Extiende una mano para mostrarme uno de los ejemplares de Bible Black que ya ha tomado. Sus ojos parecen estar evitando hacer contacto con los míos. Y su respiración agitada va al mismo compás que la mía. Pero cuando intento acercarme a ella para responder, la chica deja caer los mangas y emprende la huida.
—¡Espera!
Salgo de la tienda y miro en todas direcciones, hasta que consigo distinguir su larga cabellera negra. Ella baja por una de las escaleras eléctricas. No lo pienso siquiera un segundo más y de inmediato tomo el mismo camino. El escalofrío no ha desaparecido y en mi mente sólo puedo escuchar el eco de su voz llamando mi nombre. Siento el miedo que se apodera de cada fibra de mí ser, pero me niego a dejarme llevar por esa sensación. Llegamos al piso inferior y ella se detiene para buscar una nueva ruta de escape. Echa a correr hacia una boutique, pero debe detenerse de golpe cuando un grupo de personas se cruza en su camino.
—¡Aguarda!
Su respiración se agita mucho más y toma un nuevo camino, dirigiéndose a una heladería. Yo aprieto el paso para evitar que ella se pierda de vista. Nos adentramos en el negocio. Ella me mira nuevamente, estando en el otro extremo. ¿Acaso tiene miedo de mí? ¿Por qué? ¿Qué le he hecho yo? ¡Es ella quien me atormenta!
La chica se aventura a correr hacia la entrada de la heladería, pasando junto a mí y apartándome con un fuerte empujón. Yo sólo la dejo avanzar un par de pasos antes de echar a correr igualmente. Ella baja en el ascensor. Tengo que apartar a algunas personas, pero consigo llegar a las escaleras eléctricas. Bajo tan rápido como puedo. Consigo llegar a la planta baja. Me detengo por un instante, con la respiración cada vez más agitada, y busco esa larga cabellera negra entre la multitud que justo ahora está mirándome fijamente. Puedo verla al cabo de un par de segundos. Esa chica está corriendo aún, al otro lado de la puerta principal.
Al llegar al estacionamiento, me doy cuenta de que el cielo azul repentinamente se ha cubierto de nubes grises. Una tormenta se avecina. Y esa chica se ha detenido, a casi siete u ocho metros de distancia. Ella mira hacia el cielo. Lleva una mano hacia su cuello, sujetando con fuerza su collar. Las primeras gotas de lluvia comienzan a caer.
—¡Oye!
Se gira para mirarme. Corro hacia ella con la intención de sujetarla por ambos brazos para detenerla. Su deseo de seguir escapando origina un forcejeo que nos derriba a ambos. Ella deja salir un quejido, pues hemos aplastado su mano derecha. Y, a pesar de estar herida, gira en el suelo y me abofetea. Se levanta lanzándome lejos y extiende su mano herida hacia mí. El aire se vuelve pesado. Nuevamente somos los únicos que podemos movernos. Todo alrededor ha quedado congelado. Las gotas de lluvia permanecen suspendidas en el aire. Ella respira de la misma manera que yo.
El hecho de que no se mueva me ayuda a sentirme confiado para ponerme en pie. Apenas puedo acercarme a ella. Todo retoma su curso cuando ella baja el brazo y suelta de nuevo un gemido de dolor. Las gotas de lluvia siguen cayendo. El resto de las personas siguen con sus actividades. Y la chica sostiene su mano herida sin borrar su expresión de dolor.
—¿Te encuentras bien?
He roto el cerco que ella levantó entre nosotros. Tomo su mano herida para examinarla. Ella baja la guardia, aunque pareciera que le desagrada el hecho de sentir mis manos sobre la suya. Su respiración agitada se normaliza, aunque no deja de mirarme con recelo.
—Duele... —dice ella.
La tensión no desaparece.
—Lo lamento...
Ella me mira con tal intensidad que por un breve instante tengo la impresión de que hay un cosmos oculto en sus ojos oscuros. Ella pretende negarse. Una punzada de dolor se apodera de su mano, intentando persuadirla. No le queda más opción que asentir.
—Lo lamento —repito—. Creo que... debí presentarme antes de... Yo... No era mi... —Cierra la boca, idiota—. Soy Akira Matsuda.
Le dedico una inclinación de la cabeza. Su mirada es tan intensa, que me abruma.
—Kara —se presenta ella sin inclinar la suya—. Mi nombre es Kara Yobanashi.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top