[03] Welcome to paradise

Que el sol no calienta igual en todos los lugares del mundo es cierto, que el canto de los pájaros se escucha más nítido en plena naturaleza, sin la huella del ruido de la contaminación, también. El sitio es perfecto, maravilloso. El lugar más increíblemente precioso que había tenido el placer de ver. No me extraña que lo llamen el paraíso, pues así es como yo me imagino que debe de ser el cielo.

Con sus arenas blancas, por las que pasean a paso lento unos enormes ermitaños, sus frondosos bosques, el agua más cristalina que he visto en mi vida, mucho más azulona de lo que fui capaz de apreciar en las miles de fotos que vi antes de venir. Y esa inmensa casa mimetizada con la naturaleza, que se pierde entre los árboles y cuya piscina colinda con el mar. Y todo virgen. Y para nosotros.

Aún con todo eso puedo afirmar que no hay mejor paisaje para contemplar que mi Diego con la camiseta metida en un bolsillo de su pantalón corto, el pecho desnudo y la brisa meneando su pelo, mientras sus ojos brillan de ilusión.

Embobada es poco, estoy completamente ensimismada con él, no me importa que las cámaras, que ya han comenzado a grabarnos para montar el video inicial, capten que no puedo quitarle ojo.

Al fin y al cabo, debido a los test de compatibilidad que nos hicieron en el último casting, tienen que saber que él y yo, si todo se da bien y logramos descifrarnos como compatibles, acabaremos juntos.

Así que sí, me da exactamente igual que se percaten de mi cara de guarrilla viciosa, de mis ganas de cogerle y hacerle el amor ahi mismo, sobre la suave arena, con todos los ermitaños mirando nuestra hazaña.

—¿Él es tu tipo de chico? —La voz de Alejo viene desde atrás, asustándome.

—¡Qué susto me has dado, tronco! —Le reprendo, girándome en su dirección. A diferencia de Diego todavía lleva toda la ropa en su lugar.

¡Jo, que pena!

Me fijo en que su pelo está revuelto, en parte por la brisa del mar y en parte debido a que tiene uno de esos pelos alocados que le bajan todo el rato a los ojos, por lo que pasa mucho tiempo retirándose el flequillo de la cara.

—No me has contestado.

Claro, y se supone que lo tengo que hacer, porque después de más de catorce horas de vuelo, miles de anécdotas susurradas, millones de carcajadas compartidas y haberle babeado el hombro mientras dormía; hemos decidido declararnos mejor compañeros de concurso, que no mejores amigos.

Así que ahora él es algo así como mi confidente y yo la suya. El caso es que los términos no quedaron muy claros, pero si de algo estamos seguros es de que nos caemos de puta madre y tenemos más en común de lo que en un principio nos habíamos imaginado.

—Está muy bien.

—Venga, Dulce, dame algo más que eso. ¿Es el tipo de chico en el que te sueles fijar?

—No sé muy bien si tengo algún tipo definido. —Miento. Obviamente que Diego es mi tipo.

Llevamos doce años juntos, está más bueno que un bombón relleno de dulce de leche y encima tiene una personalidad de esas que encandilan a todo él que tiene el placer de conocerle.

—Vale, te estás yendo por las ramas, así que, por la mirada de cachonda perdida que le estabas lanzando, asumiré que sí. Que te pone.

—Está muy bueno, Alejo, eso no te lo voy a negar.

Se ríe, pasándose la mano por el pelo por quinta vez consecutiva. Me lanza una mirada de medio lado que le otorga a su aire de canalla un plumazo de niño bueno. Sólo soy capaz de morderme el labio y esperar a que hable.

—Tú no eres su tipo —ataja.

¿Perdona? ¡Está flipando!

Este tiene el radar medio desviado pero no voy a ser yo la que se lo ponga recto. Si el dia que salgamos de aquí nuestra amistad se ha fortalecido le contaré todo punto por punto.

¡Ay si el supiera! Me río yo sola, pero por dentro, así a lo mental, imaginando la cara de panoli que se le va a quedar si en un futuro le cuento que Diego y yo somos pareja desde el principio, y que engañamos a la producción porque necesitamos el dinero casi más que el aire.

—A ver, sorpréndeme, oh, gran maestro de la sabiduria amorosexual. ¿Por qué crees que no le gusto?

—Yo no he dicho que no le gustes. En cuanto te conozca le vas a encantar. —Mira en eso tiene más razón que un santo—. Como amiga. Sin embargo, no le excitas nada.

Esas ganas locas e irrefrenables que tenía de partirle la cara cuando hemos abordado en Madrid, están volviendo pero multiplicadas por mil.

Encima no me puedo enfadar con él, porque no sabe que sus palabras están haciendo aflorar una pequeña vocecilla de inseguridad que en ocasiones le gusta cebarse conmigo.

No, él no sabe nada, y lo único que está intentando como buen mejor compañero de concurso es evitarme el batacazo que se cree que me voy a pegar al obcecarme con un tío que no me corresponde.

—Valeeeee... ¿Me vas a decir por qué piensas eso?

—No ha dejado de mirarme. —Junta los labios y pone cara de sabio. Yo sólo intento no partirme el culo delante de su cara.

¡Pues claro que no ha dejado de mirarle! Porque ha estado pegado a mí como una lapa y mi pobre Diego estará evaluando sus intenciones.

—¿Entonces crees que le gustas tú? —pregunto para asegurarme, costándome cada vez más no reírme.

—Es obvio.

—Bueno... ¿Y a ti te pone él?

—¡Dulce, por favor! —exclama, abriendo mucho los brazos y dibujando otra vez su sonrisilla de rebelde. Se acerca más a mí, me retira el pelo que se me está quedando pegado en el cuello por la humedad y justo a esa distancia susurra—: A mí me pones tú.

¡A tomar por culo la camioneta!

Se me reseca la boca, las palabras se quedan atascadas dentro de mí, quizás sea por la falta de saliva. Boqueo, boqueo mucho, como un pez fuera del agua.

Que no sé coquetear ya ha quedado claro, pero es que responder a una declaración como esa para mí es misión imposible. Lo único que puedo hacer es intentar no ahogarme con mi propia saliva, que de repente ha vuelto a aparecer por litros, si lo consigo ya será un triunfo para mí.

Por suerte, cuando mi boca ya está demasiado llena, de saliva y de palabras incoherentes y que no vienen al caso, la rottenmeier me salva.

Oh, grandiosa mujer con cara de amargada y de carácter más espinoso que un cactús, ¡gracias!

—Chicos, podéis ir entrando a la casa. A ver si conseguis hacerlo como personas normales y no como esos imbéciles que soléis ver en otros realitys y que van pegando gritos como si no hubiesen visto un váter en la vida. Hacedme caso, los teatreros no caen bien al público.

Eso no es algo que yo comparta, a mí cuanto más patéticos son mejor me caen, pero no voy a rebatir nada a esa señora tan intimidante.

—¿La casa esta llena de cámaras no? —pregunto para cerciorarme.

—Sí, dentro de la casa será como un gran hermano.

—Acabo de caer en la cuenta de lo que eso supone, ya no habrá ningún momento de intimidad y no sabré quién en realidad me está mostrando su verdadera cara.

—Tendremos los momentos como estos, cuando estemos en la playa y los cámaras están rodando a los que están haciendo el paripé. —Ambos giramos para mirar a Estela y Adri que parecen tener un magreo máximo—. Y la cabaña.

—¿En la cabaña no hay cámaras?

Alejo niega con la cabeza. Me coge de las manos y me mira a los ojos. Los suyos se ven aún más verdes quizas por el sol o quizas por el reflejo del mar, pero son como mínimo tan impresionantes como toda la naturaleza que nos rodea.

—Dulce, no voy a repetirte lo que te he dicho hace un momento. No delante de las cámaras por lo menos. Así que te toca a ti, delante, detrás donde quieras, pero si quieres volver a escucharme decir lo mucho que me gustas entonces tú tienes que dar el siguiente paso.

Sólo atino a asentir. Joder con el mejor compañero de concurso, si que sabe coger al toro por los cuernos.

—Que no se te olvide, preciosa, somos los mejores compañeros y no voy a hacer nada que te pueda perjudicar—. Me da un beso en la mejilla y se adelanta.

Me deja completamente pasmada. No tengo ni idea de a que han venido sus últimas palabras, pero lo único en lo que puedo pensar es en que Alejo sabe más, mucho más sobre mí de lo que le he dejado entrever.

Lo veo alejarse de mí y acercarse a dos de nuestros compañeros, Mario y Samu. Me hace gracia como se ponen cada uno a un lado de Alejo porque parecen un sandwich de nocilla. Ellos tienen la piel muy clara mientras que el tono de alejo se asemeja a un canela.

Van riendo como si se conociesen de toda la vida y creo que es la influencia de Alejo la que hace que la gente actúe así, pese a sus ojos aburridos, siempre tiene la broma en la boca y la sonrisa perpetua.

—Pensaba que no se iba a apartar de tu culo ni un momento.

—¿Estás celosillo? —pregunto con ahínco, dándome la vuelta para poder ver bien su preciosa cara.

—No estoy muy seguro. —Bromea, rozándome la mano con disimulo hasta que nuestros dedos se entrelazan y me puede dar un pequeño apretón, que dura mucho menos de lo que a ambos nos hubiese gustado.

Pienso si comentarle las suposiciones de Alejo, pero no creo que Diego se lo tome a broma, es más, pese a no haberse enfadado por que hayamos estado juntos en todo momento, estoy segura de que eso sí que le molestaría. Y no quiero crear mal rollo entre ellos dos, uno es el amor de mi vida y el otro me cae super bien.

—Estas muy guapo —comento en su lugar—. ¿Te gusta el sitio? ¿Estás bien?

—Sí, nena, estoy bien, preocupado... Solo espero que todo nos salga bien, pero esto... —Abre los brazos señalando nuestro alrededor—, es una pasada, parece que estoy soñando.

—Diego, Dulce, hay que entrar, sois los últimos —anuncia José, uno de los cámaras.

Es un hombre muy majete, tendrá la edad de mi padre y me ha comentado que tiene una hija un poco más joven que yo, y que le recuerdo mucho a ella.

Nos dirigimos juntos a la casa, vamos bastante callados porque la cámara de José ha empezado a apuntarnos con el pilotito rojo encendido, lo que quiere decir que está grabando. A unos pasos del señor, Diego me coge de la cintura sorprendiéndome. Por unos momentos creo que ya va a empezar a jugar la baza de que nos atraemos y me espero un te quiero cuando se acerca a decirme algo al odio, no obstante me equivoco, pero bien.

—Tienes el pelo hecho una maraña, nena. La humedad no te va nada bien. Pasate la plancha en cuanto puedas.

Se separa de mí unos centimetros con una sonrisa. Yo, sin embargo, debo de tener una mueca rara en la cara, porque Alejo me mira como un aguililla y me pregunta en silencio si estoy bien. Asiento con disimulo y me siento al lado de Diego.

Mi mejor compañero alterna la vista entre uno y otro, nos mira a los dos con suspicacia y a Diego con disgusto. Parece que mi novio no le cae muy bien. Y eso que ni siquiera sabe que es mi novio.

—Bien, chicos, escuchadme —pide la rottenmeier, que ya me he enterado se llama Maria del Carmen, pero prefiere que la llamen sólo Carmen—. Vamos a entrar en directo en unas horas, espero que todos estéis bien del jet lag. Supongo que como os pedimos, habréis traido el papel en el que definisteis a vuestros compañeros tras la primera impresión. Eso es lo que tenéis que decir de ellos cuando uno a uno os llevemos afuera para hablar de los demás. Echarle un vistazo a eso en los próximos minutos, eso no se emitirá. —Nos infoma, sin variar la mueca de mala leche que tiene siempre en el rostro—. Y luego preparaos si quereis salir guapos. Os dejamos, volveremos un rato antes de la gala para iros guiando un poco.

Pues parece que comienza el verdadero show. Sólo espero que los próximos seis meses sean una aventura divertida y llena de aprendizaje, no un viaje del que salir escaldada.

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