Neblina Púrpura
La neblina purpura parece hoy más densa de lo normal, son las diez y algo más de la mañana y el pueblo está como si fuera de noche. Los sistemas artificiales nubelinos no han podido despejar la atmósfera. La contaminación está en su mayor concentración. Ya se escucha la alarma notificando que debemos tomar las medidas especiales para evitar posibles infecciones, es decir que nos harán ingerir altas dosis de antibióticos y otros químicos que la verdad los considero más venenosos que cualquier otro efecto contaminante del ambiente.
Además de tener que utilizar la indumentaria que nos hace parecer soldados galácticos pasados de moda. Estando perdido o más bien hablando conmigo mismo, mi amigo y vecino Liam me sorprende.
—Neptys, ¿Qué rayos murmuras? Pareces un detector de virus dañado. —expresa suspicaz consiguiendo así apartarme de mis quejas matutinas.
—Ningún detector ni ocho lunas —manifiesto bruscamente haciéndome refutar ante sus sarcásticas palabras—, tengo derecho a opinar sobre lo que me hacen ingerir a diario — y concluyo preguntando de manera convincente para despejar mi punto—. ¿O te parece justo que nos estén intóxicando día a día, porque no han podido eliminar la contaminación?
Con aquella interrogante conseguí borrarle la sonrisa a Liam. Algo que me lleno de satisfacción debo añadir.
—Lo sé, amigo— expresa en un tono serio—, pero sabes muy bien que no podemos protestar por las medidas de sanidad. Son por nuestro bien, no olvides que debemos cumplir con nuestro deber.
Lo miro de reojo y opino:
— Estoy obstinado de tantas mentiras —reacciono decepcionado y hastiado echando la mirada al cielo que está totalmente oscurecido en una nubosidad purpurea y negra—, no creo que aún no hayan podido encontrar la solución para eliminar la neblina púrpura. Todo esto es una grandísima mentira para que sigamos bajo el dominio interimperial del los Iluminarios.
Sin embargo, al terminar de hablar, pude sentir la angustia de Liam que trata de que ya no haga declaraciones y nervioso me advierte:
—Shhhh baja la voz —murmura enfocando su mirada hacía unas edificaciones al frente de nosotros. Al otro lado de la avenida—, ¿No ves que nos vigilan los guardianes iluminario? Te recuerdo que carecen de humanidad a la hora de reprender a los infractores.
—Si lo sé, tienes razón. En realidad no estoy de animo para recibir los choques eléctricos de sus paralizadores. Esos degenerados no tienen alma.
Luego de abordar el transporte de la Fortaleza libre de combustible contaminante. Este nos lleva en pocos minutos a nuestro monótono destino laboral. La gran tridimensional Fortaleza de los Iluminarios donde trabajamos por más de 18 horas diarias. Donde lo único que obtenemos por nuestra esclavitud laboral son los tickets de alimentos y de vestimentas una vez al mes, además de un bono extra por recreación cada tres meses según nuestro rendimiento. Las medicinas son gratuitas y eso porque aún contínuo pensando que con ellas nos mantienen sometidos.
Liam y yo nos hemos separados, pues cada uno trabaja en distintas dependencias; él es un despachador de sustancias descontaminantes para tratar de purificar la atmósfera, su nivel de competencia es el cinco; lo que significa que no tiene acceso al programa principal algo realmente extraño.
En cambio mi competencia está en el área de motores de los grandes ventiladores que purifican el ambiente de los gases tóxicos en el nivel 4, donde tampoco puedo acceder a la matriz principal. Este trabajo rutinario me mantiene esclavizado del panel de control en compañía de un ayudante, quise decir vigilante, que se encarga de la supervisión de cada movimiento que realizo.
—¡Que día me espera hoy!—suspiro resignado.
En estos días de alta densidad las horas se hacen eternas, pues para bajar los índices de la contaminación se requiere de más horas de trabajo.
Ya han transcurrido 17 horas y acabo de recibir la notificación por una extensión de tres horas mas de trabajo.
"No puede ser. Siento que no doy más." Pienso sin tener más alternativa que permanecer anclado en este aparato del demonio.
El supervisor me observa con saña. Quisiera darle un puñetazo, pero terminó desistiendo. Siento que él muy maldito adivina mis intenciones, lo que no haría ninguna diferencia. Mañana sería lo mismo y yo me ganaría un pase al área descontaminante sin poder ver a mi familia por estar bajo los efectos perjudiciales de la neblina púrpura, claro, según su criterio absurdo. En fin perdería mis privilegios y me harían ingerir altas dosis de antibióticos. Así que limpio mi mente ante aquel panorama inminente y continuó con mi labor como el autómata que soy dentro de la impenetrable fortaleza.
Al cabo de unas cuantas horas. El panel de control se ilumina de repente con un rojo intenso que jamás había presenciado en mis años que llevó aquí y de eso hace ya más de 20 años. Recuerdo que para aquel momento era un joven vivaracho de 17 años, aún puedo evocar en la lejanía que estaba emocionado por haber sido seleccionado para trabajar aquí; ahora comprendo lo estúpido que era en aquel entonces. No sabía que sería un esclavo más en este sistema de gobierno opresor. En fin, avisé de inmediato por el intercomunicador que estamos en emergencia, las alarmas se activaron en un santiamén. Aquello se volvió un pandemonio. Pude visualizar a los científicos correr de un lado a otro. Los guardianes han cerrado los portones impidiendo que nadie pueda escapar de la fortaleza. En eso sigo de pie frente al tablero sin saber que hacer "De está no me salva nadie" me digo a mi mismo consciente del trágico final.
De repente escucho mi nombre con desesperación. Se escucha un estruendosa explosión. Me veo a mi mismo volando por los aire. Todo se ha oscurecido. Por un instante creo escuchar de nuevo mi nombre en la distancia...
—¡Neptaly! te volviste a quedar dormido viendo "Los Juegos del Hambre". Ven a cenar que se te enfría la comida.
Era mi mujer, despertándome para comer. Gracias a Dios todo fue un sueño.
—Amor tráemela al sofá, seguiré viendo la película.
Luego, ya en cama, vuelvo a pensar en ese extraño sueño y me pregunto.
¿Será posible un mundo así en el futuro? Espero que no, pobre de la humanidad.
—Pensándolo mejor. —hablo en voz alta—, sería una buena trama para un libro, que pena que no sea escritor.
—¿Qué dices amor? —pregunta mi mujer que está a mi lado.
—Nada mujer, duermete que sólo estoy divagando.
FIN
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